diumenge, 19 de maig del 2019

DEJA DE GRITARME

Educamos desde la impaciencia, en función de nuestros estados de ánimos, nuestra preocupaciones o niveles de estrés. Buscamos respuestas rápidas a nuestros problemas, tomamos decisiones de forma precipitada. La vorágine del día a día nos come, nos hace tener actitudes inquisidoras, estar a menudo de mal humor.

Tenemos poco tiempo para educar desde la calma, conversar con tranquilidad, para compartir momentos de forma distendida.  Maximizamos situaciones con poca importancia, llenamos nuestras conversaciones de reproches, de malos entendidos, de etiquetas que encasillan. Damos pocas oportunidades para rectificar, para aprender de los errores, para pedir perdón.

Escuchamos poco y mal, actuamos sin coherencia entre nuestras palabras y nuestro ejemplo, acompañamos de forma incorrecta con broncas y amenazas, nos falta interés. Hablamos con ninguna intención de entendernos, de escucharnos empáticamente, de buscar soluciones.

Intentamos hacer un uso interesado de nuestras palabra, buscamos la razón alzando la voz. Nos convertimos en el peor de los ejemplos a la hora de solucionar conflictos hablando sin respeto,  perdiendo los nervios, resolviendo a voces las desavenencias, imponiendo.  Los gritos, las palabras mal sonantes, los mensajes contradictorios nos quitan autoridad, alzan muros, nos llenan de frustración.

Olvidamos que la comunicación con nuestros alumnos y/o hijos debe convertirse en el PILAR de nuestro acompañamiento, de nuestra forma de educarles, de quererles. Una comunicación que condiciona nuestras relaciones, nuestra forma de enseñar a ver el mundo, de cuidar las emociones.

Convirtámonos en el mejor modelo comunicativo llenando nuestras conversaciones de un lenguaje positivo, con palabras que alienten eliminando los juicios de valores, sermones o comparaciones.

Busquemos momentos para conversar sin prisas, para rectificar positivamente, para conseguir una comunicación fluida teniendo en cuenta las inquietudes, preocupaciones o dudas que tienen nuestros pequeños. Abramos canales de comunicación que mimen, que protejan, que calmen.

Llenemos nuestros discursos de palabras que entiendan, que acompañen, que regalen oportunidades. Que alienten a la valentía, a superar los errores, a animen a volverlo a intentar. Vocablos que engrandezcan la autoestima, que hagan que nuestros pequeños se sientan únicos.

Eliminemos de nuestros diálogos las frases autoritarias, las palabras que censuran, los aforismos. Consigamos relaciones basadas en el afecto, el respeto y la confianza mostrándonos accesibles y disponibles para que puedan compartir con nosotros sus necesidades, inquietudes o todo aquello que les recorre por dentro.

Pidamos perdón cuando nos equivoquemos, escuchemos sin interrupciones, busquemos espacios y tiempo para hablar con calma sin distracciones. Para crear confidencias, momentos llenos de magia, para conseguir una resolución positiva de los conflictos. Mostremos interés por todo aquello que les pasa, compartamos con ellos nuestros propios sentimientos y opiniones.

Escuchemos para comprender, para entender lo que no saben explicar, para conocer la emoción. Descifremos los silencios que tanto explican, entendamos las razones de los comportamientos, respetemos que piensen diferente. Consigamos una coherencia entre nuestras palabras y nuestra comunicación no verbal, tomemos conciencia del poder que tienen nuestras palabras

diumenge, 12 de maig del 2019

EL ACOSO NO ES COSA DE NIÑOS

- No es cosa de niños cuando un chico usa un lenguaje irrespetuoso contra un compañero y le hace sentir pequeño.

- No es cosa de niños cuando una niña ofende a otra por su color de piel o religión.

- No es cosa de niños cuando un niño le pega una colleja a otro para demostrar al resto lo fuerte que es.

- No es cosa de niños cuando una niña se siente invisible ante el resto de sus compañeros por haber nacido en un país diferente o no llevar la ropa que "mola".

- No es cosa de niños cuando un niño no quiere ir al colegio porque se siente desprotegido ante las constantes amenazas que recibe.

 -No es cosa de niños cuando una niña deja de comer porque se ve gorda ante el espejo tras soportar insultos constantes hacia su físico.

- No es cosa de niños cuando un menor decide esconder el odio al que es sometido por pavor a que lo culpabilicen.

- NO ES COSA DE NIÑOS cuando duele, asusta, amenaza. NO ES COSA DE NIÑOS cuando limita, margina y te colma de miedo. No es cosa de niños CUANDO LA AUTOESTIMA SE HACE A PEDAZOS.

Nos hemos deshumanizado, empobrecido en valores, acostumbrado a los desplantes.  Hemos normalizado  la mala educación, las ofensas desmesuradas, los gritos o los insultos. Las peleas de gallos donde ganan los más irrespetuosos, donde pierden los más desfavorecidos.

Hemos emponderado con nuestro silencio a  aquellos que se sienten con la legalidad para humillar, agredir o intimidar. A aquellos que con crueldad tienen comportamientos ruines ante sus compañeros de clase por el simple hecho de ser, pensar o actuar diferente a ellos. Niños y jóvenes que entienden la violencia como forma legítima de resolver los conflictos, de imponer sus ideas, de liderar erroneamente.

Y no, no son bromas, ni mal entendidos, ni cosas de niños. Son agresiones verbales, burlas que hieren, amenazas que atemorizan. Ataques reiterados que parten el alma, que intoxican, que llenan de reproches.

Violencia entre iguales que rompen vidas, que roban infancias, que siembran pánico, que generan suicidios.

Ataques sin sentido con consecuencias devastadoras para todos los actores implicados, para sus familias, para el entorno.  autoestima que queda dañada durante años.

Agresores con conductas que someten, con límites inexistentes, con falta de referentes, sin capacidad de gestionar la frustración.  Que a menudo copian modelos de adultos agresivos que pagan con ellos sus miserias, que viven regidos por la ley del más fuerte. Con una AUTOESTIMA que queda dañada durante años.

Espectadores que encubren, que ocultan miserias, que aceptan en silencio la situación de acoso.   Que ríen las gracias, que apoyan al que ataca, que se han acostumbrado a la injusticia. Que sin ser conscientes pasan a ser cómplices de la atrocidad, que facilitan a los cobardes el camino.

Víctimas que se sienten vulnerables, débiles, indefensos, humillados. Con personalidades quebradas por los insultos que reciben a diario, por las conductas que les someten, por las veces que se han sentido excluidos.

Sumemos esfuerzos para dar visibilidad a la pesadilla que sufren a diario muchas niños y jóvenes inocentes, no esperemos que el conflicto se convierta en urgencia,  trabajemos interdisciplinarmente con todos los afectados. Busquemos consecuencias razonables para los que agreden sin sentido, canales de comunicación eficientes para los que observan, protejamos a los que sufren.

Aseguramos que TODOS nuestros hijos y/o alumnos tengan el derecho a sentirse seguros, a ser aceptados y valorados dentro de un grupo, a poder disfrutar de la niñez. Consigamos que TODOS se sientan queridos, protegidos, valorados.

Con adultos que sean referentes, modelos a la hora de solucionar conflictos, que intervengan reforzando las conductas positivas. Profesionales capaces de realizar una pronta detención del problema, de crear estructuras donde nuestros pequeños puedan expresar sus problemas, elaborando protocolos que ayuden a actuar eficazmente ante las señales de alarma.

Busquemos soluciones rápidas y eficaces para hacer frente a los abusos centrando nuestro acompañamiento en la educación en el respecto, la igualdad de oportunidades, en la aceptación de la diferencia.  Eduquemos la empatía, realicemos un acompañamiento emocional que proteja a todos, que trabaje la autoestima, que enseñe a escuchar activamente.

Establezcamos consecuencias razonables para los que agreden sin sentido, enseñemos a pedir ayuda a los que sufren, emponderemos a los observadores a romper su silencio, a denunciar el acoso, a no permitir que la  víctima se sienta solo. Prevengamos situaciones, enseñemos a reconocer las diferentes formas de acoso, a detectar el abuso, a intervenir eficientemente.

Trabajemos codo a codo familia y escuela, exijamos a las administraciones actuaciones que eviten infancias robadas.

dissabte, 4 de maig del 2019

SER MAMÁ, EL MEJOR OFICIO DEL MUNDO

Ojalá antes de ser mamá alguien me hubiese explicado que existían mil formas de entender la maternidad y que todas eran acertadas. Que ser mamá es el único oficio del mundo en el que primero te otorgan el título y luego cursas la carrera, una licenciatura abarrotada de aprendizajes diarios, de incertidumbre, de errores que enseñan.

Ojalá alguien me hubiesen aclarado que mis hijos no necesitaban una madre perfecta, sólo alguien que les acepte y les acompañe sin condición. Que les quiera con avaricia, que les proteja, que les susurre al oído que siempre va a estar a su lado.

Ojalá me hubiesen explicado que la maternidad iba a cambiar mi concepción del tiempo, de los hechos, del sentir. Que ser mamá me haría más constante, más valiente y cambiaría mi forma de ver el mundo. Pondría en orden mis sentimientos, me haría más flexible y me enseñaría a priorizar. 

Ojalá me hubiesen asegurado que las mamás tenemos derecho a la QUEJA, a sentirnos agotadas, a exigir tiempo para cuidarnos. A no tener la solución para todo, a sentir miedo, a dudar.

Ojalá me hubiesen contado que en la educación de mis hijos no iban a existir atajos ni formulas mágicas.  Que la peor forma de educar era a través de la impaciencia, las etiquetas o los niveles de exigencia pocos acertados. Mediante gritos, castigos o amenazas que poco solucionan.

Ojalá me hubiesen enseñado a que se educa con el ejemplo, con grandes dosis de paciencia y comprensión. Aprendiendo a relativizar, sin maximizar los problemas, escuchando.

Estando presente, confiando, con mucho sentido común y del humor. Acompañando sin proteger, respetando ritmos e intereses, despertando las ganas de aprender. Con el objetivo que sean felices, agradecidos y se acepten sin excusas.

Ojalá me hubiesen advertido que la CULPA iba a convertiste en mi una nueva compañera de viaje. Una culpa que iba a limitarme, a hacerme creer que no lo podía hacer mejor.

Ojalá me hubiesen obligado a pedir ayuda cuando la necesitaba, a saber que las soluciones rápidas o las recetas de otras mamás no servían con mis hijos, que lo estaba haciendo bien aunque lo dudase. Que a ser mamá se aprende a medida que crecen nuestros hijos.

Hoy día de la madre , después de casi catorce años de maternidad, sigo sintiendo que ser mamá se ha convertido en el viaje más maravilloso de mi vida, en mi gran vocación. Sin duda el  mejor oficio del mundo, ese que me hace desaprender a diario y me hace mucho mejor.