divendres, 13 de desembre del 2019

CUANDO UN NIÑO DESCUBRE QUE ERES UN REY MAGO

- No hace falta que disimules, ya lo sé.


- A veces me cuesta aceptar que te hayas hecho tan mayor.

- Habéis hecho muy bien de pajes de Oriente.

- Espero que sus Majestades estén contentos con nuestro trabajo. 

- Si sé que vosotros sois los Reyes Magos,  ¿significa que ya no tendré regalos en Navidad?

El día que tu hijo o alumno te confiesa que sabe que los adultos son los mágicos de Oriente sientes como si un jarro de agua fría te recorriese la piel. Desde aquel preciso momento percibes que aquel niño que tiraba de la barba al Rey Melchor o lloraba cuando veía a Baltasar, empieza una nueva etapa en su vida.

Un período apasionante donde seguirá creciendo y aprendiendo, donde empezará a tomar sus propias decisiones y aprenderá a navegar siguiendo su instinto.  Ese preciso momento en el que debes ir aprendiendo a dejarle volar y aceptar que deberá caer en muchas ocasiones para poder avanzar.

Siempre he intentado mantener la magia con mis pequeños al igual que lo hicieron mis padres conmigo. Años después recuerdo con añoranza cuando mi padre limpiaba sus botas camperas con esmero el día antes que apareciera Papa Noel en mi colegio y cómo ese barrigudo con traje rojo  me cogía en brazos y me recordaba con cariño cada una de mis travesuras.

Creo firmemente en la necesidad de ayudar a nuestros hijos a desarrollar su pensamiento mágico, alimento imprescindible para germinar la fantasía y creatividad. 

Hacerles creer en personajes imaginarios, llenos de hechizo y sutileza, potencia su desarrollo emocional y colma la infancia de ensueño y emoción. 

Nunca pensé que cuando les hablaba de los Reyes Magos les estaba engañando sino que únicamente acaramelaba el camino de hacerse mayor. Sin duda uno sus mejores recuerdos de la infancia será siempre cuando una noche del 5 de enero los tres Reyes se colaron en nuestro salón y se dejaron susurrar al oído cada uno de sus deseos.

Creer en Gaspar, Papá Noel o el Ratoncito Pérez ayuda a los niños a comprender el mundo que les rodea. Personajes que reparten amor, ilusión y sonrisas, que endulzan la vida de momentos en los que no acaban de entender el firmamento. 

Personalidades que explican parte importante de nuestra cultura y nos hacen memoria de situaciones de nuestra infancia que provocan que se erice nuestra piel. Personajes que se convierten en los mejores mensajeros de valores como la bondad, el compañerismo o la generosidad y nos recuerdan que todos nuestros sueños se pueden hacer realidad siempre que los persigamos con todo nuestro empeño.


Y no encuentro mejor manera que mi hijo mayor haya entrado en el mundo de los adultos que convirtiéndose en el mejor cómplice de los reyes de Oriente para su hermano, en un porteador más del secreto universal de los niños, en un guardián más de la magia.

Cuando los niños descubren el gran secreto momento de aprender que lo mejor de los regalos, no es lo que hay debajo del envoltorio, sino en las manos que te lo ofrecen. De empezar a leer la vida de forma diferente aprendiendo que los sueños se consiguen con constancia y mucho trabajo, de comprobar que los errores se convertirán en grandes maestros a la hora de caminar.

De ser capaz de conseguir que te de igual perder si lo has intentado, de caer las veces que sean necesario, de querer contribuir a que este mundo sea cada día un poco mejor. 
La tarea de los adultos sigue siendo las misma hacer creer a nuestros pequeños en la magia del mundo, de las personas, de los detalles, de las miradas, las sonrisas, de los te quiero. 

diumenge, 1 de desembre del 2019

PRACTICAR EL AGRADECIMIENTO

- Mamá, ¿tú eres feliz?

- Cada vez más.

- ¿Por qué consigues todo lo que te propones?

- No, porque cada día necesito menos cosas para serlo.

- ¿Y eso cómo se consigue?

- Siendo agradecido.

Vivimos en la era de la inmediatez, de la insatisfacción, de la frustración constante. Con poco tiempo para valorar o reconocer todo lo bueno que nos sucede, para agradecer, para sentir lo privilegiados que somos en muchas ocasiones. Nos hemos vuelto unos auténticos expertos en enfocarnos en lo negativo, restando valor a lo que conseguimos, centrándonos únicamente en lo que nos falta.

Dicen que el agradecimiento es la memoria del alma, del corazón. Por este motivo la gratitud debería convertirse en uno de los pilares de la educación emocional de nuestros hijos. Poco valores son tan poderosos como el arte de valorar, el de dar las gracias. 

Ser agradecido es la emoción más saludable para el organismo. Una habilidad primordial para desarrollar y mantener una buena calidad de vida. Agradecer reduce el estrés, predispone al corazón al asombro, a saber valorar cada pequeño regalo con el que nos obsequia la vida casi a diario. Dar las gracias nos conecta con nosotros mismos, energiza, nos engrandece.

Las personas agradecidas son mucho más felices, sencillas y humildes. Huelen a amistad, amor y bondad. A respeto, empatía y serenidad.

El agradecimiento va mucho más allá que simplemente dar las gracias, debe convertirse en una actitud diaria, en un hábito de vida. Se educa el agradecimiento con nuestro ejemplo diario, con paciencia y constancia. Enseñando a nuestros pequeños a valorar a la familia, los amigos, a toda la gente que les quieren y les cuidan sin condición.

Educar en el agradecimiento es enseñar a SENTIR el agradecimiento, a apreciar la cantidad de cosas buenas que pasan a diario, las nuevas experiencias, pos pequellos detalles.

Es educar a sentir el privilegiado de vivir, amar o soñar. A saber saborear cada momento, la belleza de las cosas simples, a aprender a ser feliz sin que haya ocurrido nada extraordinario. A no valorar las cosas únicamente cuando las hayan perdido.

Enseñándoles a ser agradecidos no sólo con las palabras sino también con los gestos;  con abrazos que arropen o besos que contagien felicidad. Con rituales de gratitud diarios que les ayuden a conectar con el presente y a reconciliarse con el pasado y el futuro.

Los niños educados en el agradecimiento son personas con mayor autoconocimiento, autoestima y autorregulación personal. Son niños mucho más altruistas, comprometidos y optimistas ante las dificultades a las que se enfrentan a diario. Tienen unas relaciones sociales más plenas y efectivas y toleran mucho mejor la frustración ante el error. Pero sobre todo son mucho más FELICES con lo que son y no por lo que tienen.

No olvidemos nunca que la gratitud es la mejor forma de fortalecer la felicidad.

dijous, 7 de novembre del 2019

UNA NUEVA EDUCACIÓN

Hemos sido educados para ser prudentes, para esperar el momento perfecto, para no llamar la atención demasiado. Para desear poco y seguro, para vivir en nuestra zona de confort sin riesgos ni sobresaltos. Pasándonos el día cancelando, postergando, creando excusas. Sintiéndonos cómodos con el conformismo.

Hemos normalizado el vivir supeditados a lo que pueda pasar, a esperar el momento perfecto, a estar cómodos en el conservadurismo. A pensar en círculo y evitar los riesgos.

Ojalá en la escuela y la familia fuese obligatorio educar en la VALENTÍA, en el ATREVIMIENTO, en las GANAS de exprimir la vida. Ojalá se enseñasen las competencias necesarias para MIRAR a la vida con CORAJE, para saber empezar de cero las veces que haga falta, para mitigar los daños de los tropiezos. Para exprimir cada instante con intensidad, para saber comprometernos con nuestros sueños,  para SOBRESALIR.

Materias que enseñen a vivir conectados con uno mismo para ser capaces de mirarnos con dulzura ante el espejo.

Que instruyesen a saber decidir lo que realmente lo necesitas, a re-inventarnos constantemente, a priorizar sobre las prioridades.

Asignaturas que ejerciten a mirar la vida con pasión, a saber escuchar a la intuición, a creer en los imposibles.

Una educación centrada en enseñar a liderar sin complejos el propio camino, a creer a fuego en los propios ideales, a definir correctamente el éxito. A persistir y trabajar sin que nos engulla el desánimo, a descubrir los propios talentos, a transformar los errores en oportunidades.

Clases que entrenen a tomar decisiones sin que nos tiemble el pulso, a no tener miedo a perder, a pensar en grande. Que expliquen la importancia de saber que no siempre se gana, que el ego puede convertirse en nuestro peor enemigo, que los cobardes pocas veces consiguen lo que quieren.

Una escuela y una familia que no se canse de repetir que con los valores no se negocian, que enseñe a bailar con los imprevistos, a saltar haya o no red. A aprender a diseminar los miedos, a soltar lo que nos daña, a descubrir nuevos límites.

A saber que la vida es caprichosa, que exige comprometerse para aspirar a todo. No nos cansemos de explicar a nuestros pequeños que la VIDA es demasiado corta para DEJARLA IR, que la decisión de hacerlo es lo que cambia todo.

diumenge, 20 d’octubre del 2019

¿CÓMO SE EDUCA A UN ADOLESCENTE?

Le miras y te das cuenta que ya no es aquel niño al que acurrucabas entre tus brazos cuando tenía miedo o aquel que te pedía un cuento antes de irse a dormir. Ahora ves a un joven con ganas de descubrir el mundo a su manera, al que en muchas ocasiones le cuesta escuchar tus opiniones, que solicita su espacio para alejarse del nido.

Un volcán en erupción que estalla a menudo sin poder entender muy bien el motivo, un cóctel de emociones desbocado que intenta buscar su lugar en el mundo. Una persona en proceso de cambio, de descubrimiento, de construcción de su propia identidad. Con emociones poco moduladas, con sentimientos confusos, con altas dosis de impulsividad. 

Un adolescente con poca capacidad para la autocrítica, que vive entre la euforia y el catastofismo, las risas y el mal humor. Una época de sana desobediencia, de numerosos aprendizajes, de búsqueda de nuevos límites. De vulnerabilidad y fuerza a igual medida, de rebeldía y egocentrismo en estado puro.

Este combinado explosivo hace que en muchas ocasiones acabemos etiquetando a nuestros adolescentes de pasotas, interesados o egoístas. Que miremos la etapa desde la confianza o el enfado, enfocando nuestras relaciones en los conflictos, las amenazas y las contradicciones que surgen casi a diario. Un estado de permanente alerta que nos aleja en ocasiones de sus vidas, que nos llena de prejuicios y temores.

Deberíamos ser capaces de aceptar que nuestros hijos o alumnos adolescentes han crecido, que necesitan su espacio, que son desobedientes por naturaleza. De entender que muestran dificultades para expresar lo que sienten o necesitan, para ser pacientes, para gestionar los errores.

Ojalá fuésemos capaces de conectar con ellos emocionalmente,  acompañarles sin dramatismo con sacos de paciencia y sentido común. Sin desesperar ante los desplantes, las discrepancias y los conflictos que se entrelazan.

Aprendamos a dejar la distancia necesaria para que puedan crecer libres, para que tomen decisiones de forma autónoma, creamos en ellos sin condición. Querámoslos cuando más nos necesitan, cuando más frágil se sienten, cuando más vulnerables son.

Mostremos las ganas de entender el amasijo de emociones que les invaden, los conflictos internos que sienten a diario, las salidas de tono. Enseñándoles a gestionar los riesgos, los cambios anímicos, la melancolía.

Logremos acompañarlos aceptando que sus necesidades e intereses han cambiado, sin imponer nuestro modelo de vida, convirtiéndonos en el mejor influencer que puedan tener. Estando presentes, disponibles, sin imposiciones ni amenazas.

Recordándoles a diario lo mucho que nos importan, lo orgullosos que estamos de ellos, con un lenguaje lleno de respeto y grandes dosis de afectividad.

Ayudémosles a descubrir sus propios valores, a mirarse con cariño ante el espejo, a quererse sin peros ni pros. Sigamos contagiándoles las ganas de aprender, de descubrir un mundo de oportunidades, de valorar las pequeñas cosas.

Compartamos actividades que fortalezcan  nuestras relaciones, marquemos normas que les protejan, encorajémosles a ser valientes, a trabajar por lo que desean. Compartamos sus miedos e inquietudes sin recelo, entendamos su mundo digital, desarrollemos su espíritu crítico.

A un adolescente se le educa con empatía, con respeto y con grandes dosis de amor.

dissabte, 5 d’octubre del 2019

10 COSAS QUE TODOS LOS NIÑOS DEBERÍAN APRENDER

- ¿Qué es lo más importante que debería aprender?

- Lo que de verdad importa.

- Ya, pero de eso no te examinas.

- Exprimir la vida debería ser tu prioridad.

- ¿No te preocupa que escriba o cuente bien?

- Lo que más me importa es que todo lo que te propongas te haga feliz.

Nos obsesionamos con que nuestros hijos o alumnos aprendan el máximo de contenidos. Pocas veces nos planteamos si lo que nos empeñamos a que memoricen o practiquen les ayudará a conseguir el objetivo prioritario en sus vidas, ser felices.

A menudo olvidamos enseñarles las competencias necesarias para vivir en equilibrio, para que crean en sus sueños, para que se respeten, valoren y sean capaces de seguir su intuición.

A medida que nuestros hijos o alumnos crecen empiezas a ser consciente que lo realmente importante que deberían aprender es:

1Las GANAS de VIVIR se entrenan cada día. Dándole una oportunidad a cada nuevo amanecer, deseando avanzar a diario, creyendo que cada paso te acerca a tu objetivo. Olvidando las veces que hayas tropezado, buscando los mejores cómplices de viaje.

2. Haz lo que te haga FELIZ con mucho EXCESO. Busca lo que te ilumine la mirada, aquello que te toque el alma, eso que te robe el sueño a diario.

3. Los DESEOS no se piden, se CUMPLEN. Actúa, trabaja, traza puentes, dibuja soluciones, empieza de nuevo las veces que sea necesario. Con firmeza y coraje.

4. Al final SOMOS lo que nos atrevemos a INTENTAR. Sin miedo a probar, a fallar, a avanzar aunque los otros no lo entiendan. Aprendiendo de cada tropiezo, siendo valientes, osados.

5. Las EXCUSAS sólo valen para perder OPORTUNIDADES. El mañana quizás no exista, el presente es lo único debemos exprimir. Sin postergar, sin buscar culpables, sin envidiar. 


RODÉATE de personas que se alegren de cada uno de tus ÉXITOS. Que te ayuden a sumar, que te ofrezcan buenos consejos, que te quieran sin condición. Que te critiquen con la intención que mejores, que te ayuden a ser más fuerte.

7. VALORA lo que tienes a DIARIO. Da las gracias, muéstrate agradecido, aprende lo que realmente es importante, ayuda desinteresadamente.

8. Cuando NADIE te ve es cuando tienes que mostrar tu mejor VERSIÓN. Quiérete sin condición, con avaricia, mantén el compromiso contigo mismo a diario. Sonríete ante el espejo con dulzura, aceptando tus imperfecciones, 

9. SONREÍR aunque duela es la mejor forma de seguir. Acepta los fracasos, los imprevistos, creyendo que a menudo los mejores comienzos aparecen tras los peores finales.

10. GANAR por casualidad nunca será una buena opción. Trabaja sin descanso, reajusta tu brújula las veces que sean necesarios, vive despierto. Siente que mereces todo lo bueno que te pase.

Hijo o alumno si quieres aprender algo importante, aprende a amar la vida con AVARICIA.

dissabte, 28 de setembre del 2019

ESO NO ES EDUCAR

Ha empezado un nuevo curso escolar y con él las carreras, los horarios enloquecidos, las clases y las extraescolares. Vuelta a las aulas donde nuestros hijos y alumnos se enfrentarán a nuevos y apasionantes retos educativos. 

En ocasiones, como padres o maestros, nos obsesionamos con que aprendan el máximo número de contenidos y procedimientos sin interrogarnos sobre si esos aprendizajes les van hacer competentes para vivir en una sociedad cambiante como la nuestra. 

Una educación en ocasiones obsoleta que olvida enseñarles las competencias necesarias para vivir en equilibrio, para saber escuchar y descifrar emociones, para conseguir ser perseverantes, agradecidos y capaces de superar los tropiezos que la vida nos regala a diario.

A menudo seguimos repitiendo torpemente los mismos errores a la hora de EDUCAR:

- Creer que EDUCAR consiste en "llenar" de contenidos. La educación debería centrarse en DESPERTAR, en contagiar las ganas de aprender, de descubrir, investigar o crear.

- Establecer EXPECTATIVAS desproporcionadas hacia ellos que les ahogan y les etiquetan. Sin respetar ritmos de aprendizajes, sin conseguir hacerles protagonistas del proceso, sin escuchar sus necesidades.

- Creer que en la educación existen ATAJOS, fórmulas mágicas. Seamos pacientes, establezcamos objetivos a largo tiempo, aprendamos de la experiencia.

ALLANAR el camino para evitar que se equivoquen. Dejémosles caer, probar, aprender útilmente de cada tropiezo. Evitemos la sobreprotección haciendo del error un gran maestro.

- Olvidar lo maravilloso que es ser un NIÑO privándoles del tiempo para JUGAR. No abarrotemos sus agendas  de actividades, regalémosles tiempo para crecer sin prisas, compartamos tiempo de calidad. 


- Ignorar o minimizar los SENTIMIENTOS. La educación emocional debe ser la columna vertebral de nuestra educación. Enseñemos a ponerle nombre a aquello que les pasa, a expresar las dudas o miedos, a compartir lo que sienten o necesitan.

OÍR sin ESCUCHAR, la comunicación debe ser un pilar en la educación. Aprendamos a conversar con ganas de entendernos, a darle valor a las palabras, a escuchar de forma empática. 

- Actuar en función de nuestro ESTADO de ÁNIMO, hablando y actuando de forma diferente. Seamos coherentes con el decir y el hacer, evitemos la disparidad entre los adultos, trabajemos en equipo. Convirtámonos en el mejor de los EJEMPLOS.

- Educar SIN LÍMITES y RESPONSABILIDADES. Hagámosles responsables de sus decisiones, motivémosles a asumir riesgos y analizar sus consecuencias, enseñémosles a vivir en sociedad.

- COMPARAR constantemente a nuestros hijos o alumnos provocando celos, envidias y baja autoestima. Cada niño merece ser educado de forma individualizada, dando respuesta a sus necesidades, haciéndole sentir único, creyendo en él.

Ojalá este curso escolar seamos capaces de acompañar sin condición, crear las condiciones necesarias para inspirar a  todos nuestros pequeños el deseo de aprender sin olvidar que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo.

dissabte, 21 de setembre del 2019

EL ARTE DE EQUIVOCARSE

HIJO/A ALUMNO/A:

Ojalá te digan muchas veces que NO.

Ojalá les cueste creer en tu talento.

Ojalá tardes en encontrar tu vocación.

Ojalá tengas que empezar de cero en más de una ocasión.

Ojalá te equivoques a menudo. 

Ojalá sientas que en ocasiones has hecho el ridículo.

Ojalá toques fondo, te sientas roto.

Ojalá la vida te ponga contra las cuerdas y aprendas inteligentemente del achuchón.

Ojalá alguien nos explicase desde bien pequeños que la VIDA va de eso, de fallar, aprender y volverlo a intentar. Que a menudo las dificultades acaban convirtiéndose en grandes maestros, que cada NO que encontramos en el camino puede convertirse en una nueva oportunidad. Que después de la tormenta llega la calma si tienes paciencia y trabajas para ello.

Que poco tiempo dedicamos en ocasiones a hablar con nuestros hijos o alumnos de las caídas, los fracasos, de las salidas de tono. Que poco les enseñamos a perder, a fallar útilmente, a aceptar el error de forma constructiva. A convivir con la derrota, a aceptar que no siempre es fácil conseguir lo que deseamos, a aceptar que hay cosas que no dependen de ti.

Ojalá existiese una asignatura en todas las escuelas y hogares que enseñase el ARTE DE EQUIVOCARSE, el de encajar golpes. Que explique que la vida no es sencilla ni previsible,  que nos ejercite a creer en la voluntad y el empeño, en el trabajo y la constancia, a aceptar la vulnerabilidad. 

Una educación que desarrolle las estrategias necesarias para superar los tropiezos, para saber reconstruirnos cada vez que nos rompemos, para dejar de culparnos cuando no hemos sabido estar a la altura.

Que enseñe a vivir en el aquí y el ahora con honestidad y agradecimiento. Una materia que nos entrene en perseverancia y valentía,  que nos enseñe a pedir ayuda siempre que haga falta, a tomar decisiones sin que nos tiemble el pulso, a asumir responsabilidades. Que nos prepare a crecer sin excusas ni postergas, a poner el foco en lo importante, a asumir retos eligiendo los mejores aliados.

Ojalá pongamos de moda en la educación la práctica del error, el arte de la equivocación, la maestría de saber encajar golpes con.

dimarts, 3 de setembre del 2019

GENTE QUE VALGA LA PENA



Empieza septiembre y con él las prisas, los malabarismos para conciliar, el pasar de 0 a 100. Atrás quedan los días con sabor a sal, las rutas a pie, los juegos entre carcajadas y los helados al atardecer.

Si algo caracteriza este mes es la vuelta al cole de nuestros pequeños y con ella nuestra preocupación por los contenidos y procedimientos que deberían aprender. Dejándonos arrastrar por una sociedad donde prima la competitividad, en ocasiones establecemos sobre ellos niveles de exigencia desproporcionados que únicamente generan estrés y frustración. Aceleramos aprendizajes y competencias para las cuales aún no están preparados y les hacemos cumplir horarios de adultos con mil y una extraescolar.

Ojalá este curso escolar las familias y la escuela fuésemos capaces de educar de la mano, con pausa y sentido común. Priorizando una educación que enseñe competencias para vivir en equilibrio, para saber descifrar las emociones, para conseguir ser perseverantes en la persecución de los sueños.

Estando presente, acompañando sin condición, facilitando experiencias que fomenten aprendizajes motivadores que alimenten las ganas de aprender. Siendo capaces de respetar ritmos, maneras de sentir y ver, convirtiéndonos en el mejor de los ejemplos.

Ojalá consiguiésemos que el principal objetivo de la educación fuese que nuestros hijos se conviertan en GENTE que VALGA la pena. La gente que vale la pena huele a amabilidad, a esperanza, a caminos por descubrir. No necesitan la aprobación de los otros para tener motivos para sonreír, para brillar, para creer.

La gente que merece la pena creen en el poder del sentido del humor, de los abrazos y las palabras. Son nobles, transparentes, conectan con la emoción. Dejan huella en los demás, transmiten serenidad, ayudan sin esperar nada a cambio.

La gente que merece la pena no buscan protagonismo ni necesitan likes. No venden sus vidas en busca de reconocimiento ni simulan ser algo que no sienten. Inspiran, cumplen sus promesas, no necesitan golpes de suerte para ser feliz.

La gente que merece la pena no juzgan ni comprometen. No intentan imponerse, se adaptan, aceptan, confían. Celebran los éxitos ajenos, elogian, empatizan. Agradecen y valoran los cumplidos, se equivocan sin culpar a los demás.

Demuestran, convierten lo ordinario en extraordinario, creen en la magia de las casualidades. Las personas que merecen la pena arreglan sus errores con trabajo y esfuerzo, se muestran inconformistas, toman decisiones y se quieren sin condición.

La gente que merece la pena saben lo que quieren y van a por ello sin titubear. Dicen lo que piensan y hacen lo que dicen. Bailan ante las adversidades, impregnan de optimismo, de intención. De valentía, confianza e ilusión. Dan sin esperar recibir, actúan de corazón. 
Las personas que merece la pena hacen del fracaso el mejor de los aprendizajes, batallan por sus retos, creen en su intuición. Se enorgullecen de sus cicatrices, de sus arañazos, de lo que  aprenden cada vez que la vida se les complica.
Ojalá este curso escolar consigamos grandes y pequeños desarrollar las competencias y aptitudes necesarias para ser GENTE que MEREZCA la pena conocer. ¿Empezamos?

diumenge, 16 de juny del 2019

LO BUENO DE HACERSE MAYOR

El paso de los años te enseña que envejecer es un privilegio, un regalo, una oportunidad prolongada. Un viaje con únicamente billete de ida, una oportunidad que no todo el mundo tiene.

Lo bueno de hacerse mayor es que aprendes a mirar con calma, a dejarle poco espacio al miedo, a dejarte llevar por los impulsos.

Lo bueno de hacerse mayor es aprender a saber cuando estás en un sitio equivocado, a identificar a la gente que no suma, a no escuchar las críticas que no construyen.

Lo bueno de hacerse mayor es que te das la oportunidad de volver a empezar de cero las veces que hagan falta sin reproches, sin pavor a bailar con la incertidumbre, sin tener que justificarte constantemente.

Lo bueno de hacerse mayor es que aprendes a tratarte con dulzura,  a querer sin peros, a adaptarte al ritmo que la vida marca, a no necesitar tenerlo todo bajo control.

Lo bueno de hacerte mayor es que entiendes que no debes complacer a todos, sabes lo que no quieres y veta todo aquello que limita.

Lo bueno de hacerte mayor es que aprendes a encontrar la magia de los inicios, a escoger la forma en la que miras tus cicatrices, a creer en la intuición.

Lo bueno de hacerte mayor es que aprendes a tomar decisiones sin que te tiemble el pulso, a aceptar los errores sin sonrojarte, a dar las gracias con ternura.

Lo bueno de hacerte mayor es que te vuelves mucho más agradecida, aprendes a valorar los pequeños detalles, a saber quien te quiere sin excusas.

Lo bueno de hacerte mayor es que sientes sin filtros, escuchas sin reproches, creas tus por qués. 

Lo bueno de hacerte mayor es que aprendes a fortalecer tus habilidades, a controlar los impulsos, a no desear algo para lo que no estás preparado.

Lo bueno de hacerte mayor es que aprendes a valorar la sencillez,  a desear el ahora, a buscar atajos inteligentes.

Lo bueno de hacerte mayor es que te atreves a desafiar tus dudas, a ser propietario de tus retos, a soltar.

Lo bueno de hacerte mayor es poder ver crecer a tus hijos, sentirte orgullosa de cada uno de sus pasos, a morir de amor cuando te abrazan.

Lo bueno de hacerte mayor es soñar con los pies en el suelo, crear tus propias oportunidades, elegir lo que realmente te roba una sonrisa.

Lo bueno de hacerte mayor es que aprendes que VIVIR es URGENTE

dissabte, 15 de juny del 2019

OCHO LECCIONES REGALADAS A UN NIÑO EL DÍA DE LA GRADUACIÓN

Nos obsesionemos con transmitir a nuestros alumnos o hijos la mayor cantidad de formación posible. Les atiborramos de contenidos y procedimientos que no siempre son útiles, les exigimos sin censura, les robamos las ganas de aprender con itinerarios empobrecidos que en ocasiones únicamente premian la memoria repetitiva.

A menudo acabamos ofreciéndoles una educación academicista, una instrucción que poco les interesa basada casi exclusivamente en las calificaciones. Priorizamos la cantidad ante la calidad obviando estimular la curiosidad y las ganas de aprender.

Ojalá nuestro sistema educativo fuese siempre capaz de desarrollar las habilidades y capacidades de cada uno de nuestros pequeños con mimo y paciencia para lograr que sean personas con la valentía necesaria para sobresalir de ellos mismos, con el coraje de trazar su propio camino aceptando el error como gran compañero de viaje. 

Ojalá fuésemos capaces de reorientar el sistema educativo para centrarlo más en la persona, para ofrecer a todos las mismas oportunidades, para  acompañar siempre con afecto y confianza.

En estos días en los que muchos de nuestros alumnos o hijos se gradúan consigamos enseñarles   estas ocho lecciones de vida:

1. VIVE el AHORA para que nunca puedas arrepentirte de que el tiempo se te haya escurrido entre los dedos, sin que te pese el pasado ni te ciegue el futuro. Reinvéntate a diario, involúcrate, impacta con tu trabajo, ves siempre más allá de lo ordinario. Baila con las dificultades, comprométete con lo que sientas, sueña en grande.

2. Nunca olvides que lo importante es lo que ERES y no lo que logras hacer. Se de esos que SUMAN, que ofrecen, que merecen lo que consiguen, que viven con pasión. Da siempre rienda suelta a tu GENIALIDAD. Los resultados nunca serán fruto de la casualidad.

3. QUIÉRETE con avaricia, sonríete a diario ante el espejo, mímate. Perdona tus tropiezos, respétate, aprende a decir no. No seas un fraude contigo mismo, cumple tus promesas, reconoce tus grandezas. Escúchate con atención.

4. Sé VALIENTE y toma DECISIONES. Haz que tus metas sucedan, no sientas miedo al mirar diferente, cree en tu INSTINTO. Vuélvete un experto en aquello que te haga realmente feliz. No vivas demostrando.

5. SUEÑA GRANDE y no permitas que los otros te presten sus sueños. Dibuja tu propio mapa, haz sin dejar dudas, conviértete en un inconformista, sé lo que realmente deseas. Crea oportunidades

6. Trabaja con tus MIEDOS a diario, falla útilmente, ponle nombre a los monstruos que te atormentan. Acepta tu vulnerabilidad, aprende a caminar por la cuerda floja, ponle compás a la incertidumbre.

7. Recuerda siempre que lo importante no es lo que nos pasa sino la ACTITUD con la que nos enfrentamos a ello. Enfoca correctamente, vive en equilibrio, identifica y pausa tus emociones, se HONESTO.

8. Ríe con EXCESO, salta los márgenes, ama tu caos, prueba sin miedo. Sé agradecido, consciente de lo mucho que ya tienes. No te mientas ni postergues.

PELEA a diario por aquello que te HAGA FELIZ.