Sònia

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dijous, 11 de febrer del 2021

EDUCAR CON SERENIDAD

Qué difícil es en ocasiones educar desde la calma, entender correctamente el comportamiento que tienen nuestros hijos, dar respuesta a todo aquello que necesitan. Dominar nuestra ira, nuestras reacciones desproporcionadas, nuestro mal humor debido al cansancio y al estrés. Saber acompañar las emociones de forma empática, mostrarnos disponibles, ofrecer nuestra mejor versión a nuestros pequeños.

Vivimos a toda velocidad con poco tiempo para EDUCAR CON SERENIDAD. Educamos desde la impaciencia, las prisas y el estrés que nos produce el ritmo de vida que llevamos. No tenemos tiempo para escuchar, para conversar con tranquilidad, para mirar a los ojos y compartir momentos de forma distendida, para jugar sin mirar el reloj.

Hemos normalizado los gritos, las faltas de respeto, las amenazas y los reproches que tanto daño hacen a nuestros pequeños.Que en casa haya siempre un ambiente hostil con palabras fuera de tono, con conflictos que se entrelazan, con problemas por resolver. Que utilicemos las represalias para que nos hagan caso, para que cumplan las normas o se responsabilicen de las tareas.

Educamos sin encontrar el equilibrio entre la permisividad y la sobreprotección, en función de nuestro estado de ánimo, utilizando premios o castigos que solo consiguen confundir más a nuestros hijos. Elogiando en exceso o exigiendo sin medida, contradiciendo a menudo nuestras palabras con nuestras acciones, utilizando etiquetas que dañan directamente el corazón.

Perdiendo los nervios y el control con facilidad convirtiéndonos en el peor ejemplo comunicativo que nuestros hijos pueden tener. Mostrando falta de coherencia y de constancia en nuestro acompañamiento y no cumpliendo lo que prometemos.

Aunque no sea fácil conseguirlo todo sería mucho más fácil si fuésemos capaces de EDUCAR desde la CALMA. Con un modelo educativo que acompañe el desarrollo y crecimiento de nuestros hijos desde el respeto mutuo, el amor incondicional, la empatía y la comprensión.Desde la conexión, la mirada cómplice y el entendimiento mutuo.

Siendo adultos significativos que cuiden y protejan, amables y firmes al mismo tiempo. Que sepan valorar el esfuerzo, que empoderen con palabras que alienten, que quieran sin condición.

Que estén disponibles, que se muestren cercanos, que recuerden  y entiendan que es muy difícil hacerse mayor. Capaces de ofrecer un apego seguro, un acompañamiento emocional que conecte y valide todas las emociones, que sintonice con las necesidades que van surgiendo a medida que nuestros hijos crecen.

Una educación sin expectativas que ahoguen ni juicios de valor que dañen la autoestima. Que sea capaz de hacerles sentir valiosos, queridos y especiales. Que les anime a ser valientes, a trabajar por todo aquello que se propongan, a aceptar el error como parte imprescindible del aprendizaje.

Educar en positivo nada tiene que ver con educar desde la permisividad o sin normas. Dejándoles hacer lo que quieran en cada momento o solucionándoles los problemas. Significa acompañar desde el orden y la disciplina, estableciendo límites y normas que protejan, que les responsabilicen de sus decisiones, que les ayuden a entender el mundo tan cambiante en el que vivimos. Que les hagan sentirse protagonistas y responsables de sus propias vidas.

¿Cómo podemos educar con serenidad?

1. Siendo conscientes que los gritos, las comparaciones, las faltas de respeto afectan negativamente al desarrollo armonioso de la personalidad y dañan seriamente la autoestima. Llenan a nuestros hijos de dolor, tristeza, culpabilidad e inseguridad.

2.  Acompañando con serenidad y empatía todas las emociones que sientan. Expliquémosles que no existen emociones malas o buenas, ayudémosles a identificarlas, compartirlas y gestionarlas con destreza.

3.   Creando vínculos positivos con ellos y consiguiendo que vivan en un contexto en elque se sientan queridos y aceptados. Pasemos tiempo de calidad juntos, mostrémosles nuestra ayuda, afecto y confianza a diario. Los abrazos, las miradas cómplices, los besos y las palabras afectuosas nunca pueden faltar.

4.  Estableciendo normas y límites claros y pactados con serenidad que den confianza y seguridad, que creen vínculos afectivos y ayuden al niño a saber cómo debe actuar.

5.    Conociendo las características propias de cada etapa educativa, entendiendo como se sienten, piensan o reaccionan según la etapa de desarrollo en la que están para poder dar respuesta a sus necesidades.

6.    Optando por la resolución de los conflictos de forma positiva sin utilizar los castigos y las amenazas como moneda de cambio. Afrontando los conflictos de manera empática, utilizando herramientas de escucha activa y buscando soluciones negociadas.

7.   Confiando plenamente en las capacidades de nuestros hijos, dejándoles que resuelvan sus problemas de forma autónoma y tomen sus propias decisiones. Animándoles a marcarse metas valorando el esfuerzo y respetando sus ritmos evolutivos.

8.    Siendo coherentes entre nuestras palabras y nuestros actos, estableciendo expectativas acertadas, mostrando interés por todo aquello que les gusta o preocupa.

9. Enseñándoles habilidades para la vida como el respeto, el agradecimiento y la colaboración, valores como la solidaridad, la honestidad o la voluntad que les ayuden a afrontar la vida con valentía e ilusión.

10. Asumiendo que a educar se aprende a diario sin recetas mágicas y con grandes dosis de paciencia y comprensión. Aprendiendo a dejar a un lado la exigencia desmesurada y siendo capaces de saborear cada instante de nuestro acompañamiento.

11. Dedicando tiempo a cuidarnos, si nosotros no estamos bien ellos tampoco lo estarán. Hagamos ejercicio, cuidemos nuestra alimentación con mimo, pasemos tiempo con nuestros amigos y seres queridos, no nos olvidemos de ser felices.

Recordemos siempre que ser papá o mamá es el único oficio del mundo que primero te otorgan el título y luego cursas la carrera. Una carrera llena de obstáculos y muchos aprendizajes por realizar. Así que seamos pacientes, ofrezcamos nuestro amor de forma incondicional, eduquemos con firmeza y amabilidad y disfrutemos de ver a nuestros hijos crecer felices y libres con calma.

APRENDIZAJES IMPRESCINDIBLES

Acabamos de cerrar un año aterrador donde el mundo ha dado un giro de 180 grados, donde un virus ha sido capaz de matar a millones de personas en poco tiempo y cambiar nuestro modelo productivo. La primera pandemia moderna de dimensiones globales que ha provocado una crisis humanitaria, sanitaria y económica.

Un acontecimiento totalmente excepcional que ha acelerado el proceso digital que tanto ansiábamos y nos ha demostrado que éramos más resilientes de lo que pensábamos. Que nos ha obligado a modificar nuestra manera de relacionarnos con los demás, de trabajar, de hacer planes. Nuestros hábitos y preferencias, nuestro tiempo libre y consumo.

A aprender a gestionar emociones para las que no estábamos preparados y analizar nuestro mundo emocional. A hacer frente a pérdidas desde la distancia y teletrabajar.

Sin duda una de las lecciones más importantes que nos regaló el 2020 fue darnos cuenta de lo frágil que puede ser nuestra existencia. De la noche a la mañana, una pandemia mundial nos mostró lo que era realmente importante, la necesidad de no dar nada por hecho, de aprovechar cada instante de nuestros días.

Una pandemia que puso patas arriba nuestra vida cotidiana y nos recordó que a menudo el destino hace planes sin considerar los nuestros, que es muy difícil vivir sin el calor de los nuestros, que las postergas no son buenas.

El covid ha puesto de manifiesto muchas de las carencias de nuestra sociedad y en especial de la educación. Esta pandemia ha señalado su fragilidad, la brecha de desigualdad que existe entre nuestros alumnos y el escaso poder de innovación que pose nuestro sistema educativo. El confinamiento nos hizo darnos cuenta de lo imprescindible que es la presencialidad en la enseñanza y que la burocracia y el exceso de contenido asfixian la educación.

Ojalá haya servido también para saber cuáles son los aprendizajes más importantes que nuestros pequeños y jóvenes deben adquirir. Para dejar de obsesionarnos porque acumulen contenidos sin sentido, procedimientos obsoletos y memorizaciones inútiles. Para que de una vez por todas nos debemos cuenta de la necesidad que la educación de respuesta a las necesidades reales de nuestros hijos.

Ojalá este virus, que tanto nos ha castigado, consiga centrar la educación en la dimensión humana y social. En dotarles de las competencias necesarias para poder hacer frente a la vida y a la adversidad. Al cambio y la incertidumbre con valentía, para vivir en equilibrio entre los sueños y el esfuerzo, para saber que lo más importante es nuestra actitud ante la vida.

¿Qué deberíamos enseñar a un niño o un adolescente en este 2021?

1. Que la vida es un continuo aprendizaje, que hay que vivir en el AQUÍ y el AHORA, exprimir cada instante porque nadie sabe lo que pasará mañana.

2. A hacer lo que les haga feliz con mucho exceso, a buscar lo que les ilumine la mirada,

3. A conectar corazón, cuerpo y cerebro y cultivar el mundo interior. A desarrollar una inteligencia emocional que les permita comprender, modular, y transformar las emocione y entender los sentimientos de las personas que les acompañan desarrollando la empatía y la compasión.

4. A persistir y trabajar por conseguir retos diarios, a transformar los errores en oportunidades, a buscar soluciones de forma creativa sin excusas ni postergas.

5. A pensar por ellos mismos de forma libre, crítica y creativa, a analizar todo aquello que escuchan, a hacerse preguntas que les ayuden a razonar adecuadamente

6. A desarrollar las habilidades socio-emocionales interpersonales, tales como la resilencia, el autoconocimiento, la autorregulación o la autoestima que les permita hacer frente cuando el camino se ponga cuesta arriba.

7. A saber que nuestra manera de leer la vida viene determinada por los VALORES. Unos valores que deben sustentarse en el respeto, la tolerancia, la solidaridad y generosidad.

8. A cultivar el espíritu positivo, a creer que se puede, a saber que las ganas de vivir se entrenan cada día, a creer que cada paso te acerca a tu objetivo.

9. A ser conscientes que el planeta no nos pertenece y debemos cuidarlo con mimo. Ahorando energía, reciclando y siendo responsables con el consumo.

10. A saber que las cosas más importantes no se pueden comprar con dinero, a valorar lo que tienen, a ser agradecidos con todas aquellas personas que les cuidan a diario.

11. A rodearse de personas que se alegren de cada uno de sus éxitos. Que les  ayuden a sumar, que les ofrezcan buenos consejos, que quieran participar en cada uno de tus retos. Que les critiquen de forma constructiva con la intención que cada día sean mejores.

12. Que los deseos no se piden, sino que se cumplen. Actuando, tomando decisiones, trazando puentes, buscando soluciones con firmeza y coraje.

Ojalá este 2021 regale a nuestros niños y jóvenes miles de oportunidades de aprender útilmente, acompañados de adultos que les acompañen con respeto, confianza e ilusión.