Sònia

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dijous, 20 de gener del 2022

Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a marcarse nuevos propósitos para este 2022

Iniciamos un nuevo año condicionados por un virus que lleva demasiados meses provocando que vivamos a expensas de su comportamiento y transmisión. Una pandemia mundial que hace ya mucho tiempo cambió nuestra forma de entender la vida, de relacionarnos, de mostrar nuestro afecto o de trabajar.

Desde su aparición, el desconcierto, el miedo al contagio o la preocupación por posibles confinamientos marcan nuestras actividades y relaciones. Una crisis sanitaria que nos ha hecho replantearnos muchos aspectos de nuestra vida, reflexionar sobre aquello que es realmente importante y nos ha demostrado la necesidad de aprender a vivir en el aquí y el ahora.

Las fiestas as navideñas son días propicios para evaluar todo lo conseguido en los últimos meses y para escribir propósitos nuevos. Unos propósitos que nos acerquen a aquello que realmente nos haga felices y nos den motivos para trabajar a diario para conseguirlos.

A menudo el día 1 de enero lo dedicamos a elaborar largas listas de objetivos que queremos conseguir los próximos 365 días: dejar de fumar, perder peso, ahorrar dinero, buscar un trabajo mejor, pasar más tiempo con la familia o aprender algo nuevo. Todos ellos suelen ocupar el ranking de los deseos. Propósitos que a menudo olvidamos a los pocos días de haberlos escrito cuando nos damos cuenta de que conseguirlos no va a ser fácil.


Existen dos tipos de personas; las que deciden sentarse a esperar que la vida les sorprenda y las que optan por llenar sus días de adrenalina y retos. Los primeros se convierten en simples espectadores de sus propias historias, expertos en buscar excusas para no intentarlo. Los segundos no esperan que llegue el momento perfecto para dar el primer paso aunque estén muertos de miedo porque creen en la magia de la actitud.

Los propósitos son esas locuras que aparecen en nuestra mente justo antes de quedarnos dormidos, esas razones que nos hacen poner los sueños en práctica. Deseos que inyectan emoción a nuestros días y hacen de la vida algo mucho más emocionante.

Objetivos que nos regalan motivos para seguir caminando, nos comprometen con lo que sentimos, nos revelan que al final somos lo que nos atrevemos a intentar. Que nos demuestran que somos mucho más capaces de lo que imaginamos, que los sueños no se cumplen sino que se entrenan a diario.

Desafíos que nos transforman, nos descubren o recuerdan nuestros talentos y fortalezas, nos regalan aliados que alientan nuestra locura. Propósitos que nos enseñan a mirar la vida desafiándola, nos hacen más agradecidos, nos empujan a abandonar los deberías, a atrevernos a asumir riesgos.

Objetivos que nos enseñan a fallar aprendiendo, a disfrutar de los pequeños logros, a superar inseguridades y complejos. Que nos transforman por dentro, nos ayudan a sobresalir de nuestros fantasmas y desarrollan nuestra valentía, coraje y honradez.

Sin duda, una de las cosas más importantes que debemos enseñar a nuestros hijos e hijas es a marcarse propósitos para este nuevo año. Animarles a que elaboren una lista realista de cosas que les gustaría conseguir y por las cuales se comprometen a esforzarse.

Propósitos que les ayuden a adquirir hábitos que les faciliten el camino, que desarrollen su disciplina y voluntad. Que refuercen la confianza en ellos mismos, potencien la autoestima y la resilencia. Que les enseñen el valor del error como parte imprescindible del aprendizaje, la importancia de tomar buenas decisiones y la necesidad de rodearse de personas que les ayuden a conseguirlos.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a marcarse objetivos?

  • Ayudándoles a definir sus propósitos asegurándonos que son concretos y realistas, concretando con ellos los pasos necesarios que deberán realizar para lograr sus metas. Desarrollando estrategias que les ayuden a comprometerse y a superar los obstáculos que se irán encontrando en el camino.
  • Enseñándoles a visualizar el proceso y no el resultado para que sean capaces de focalizar toda la atención en los pasos necesarios para lograr el objetivo. Explicándoles que las dificultades y los fracasos se convierten en grandes oportunidades para aprender. Enseñándoles a comprometerse con sus sueños, especialmente cuando las cosas se compliquen.
  • Seguir leyendo artículo en: Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a marcarse nuevos propósitos para este 2022

dimecres, 19 de gener del 2022

Seis estrategias para mejorar la comunicación con nuestro hijo adolescente

 Un fuerte portazo y te quedas al otro lado de la puerta sin entender muy bien el motivo de la explosión del conflicto. Después de unos minutos, abres sigilosamente la puerta y preguntas: “¿Estás bien?”; “Déjame en paz”; “¿Puedo ayudarte en algo?” o te enfrentas a un silencio sepulcral. El conflicto es inherente a la vida y a través de él aprendemos a lidiar con un sinfín de situaciones. Es la confrontación de intereses entre dos o más personas, que frente a una misma situación, tienen ideas, metas u objetivos diferentes. Además, nos permite reflexionar sobre nuestras necesidades y la de las personas que nos acompañan a diario, conocer diferentes formas de ver el mundo y llegar a acuerdos.

Si algo caracteriza la etapa de la adolescencia, son las constantes desavenencias que se desencadenan entre padres e hijos. Disconformidades que a los progenitores nos llenan de culpa e impotencia y a nuestros hijos de incomprensión y rabia. La ropa, el pelo, los estudios, el orden, la hora de llegar a casa o las amistades son algunos de los motivos que producen estas discusiones. Estos conflictos nos hacen sentir que no somos capaces de entender las necesidades o el malestar de nuestros adolescentes y que nos alejan enormemente de ellos. No es fácil entender por qué se muestran tan irreverentes, irascibles y les cuesta tanto escuchar nuestras opiniones o sugerencias.

La falta de recursos ante estas situaciones, en ocasiones, nos hace adoptar una comunicación violenta normalizando los gritos o las conversaciones llenas de órdenes, reproches o juicios de valor. Esta forma de relacionarnos les crea un gran malestar emocional y les hace sentir incomprendidos y diferentes.

Sin duda, los adolescentes son rebeldes y desafiantes habitualmente y muestran poco interés por querernos escuchar, pero eso no significa que no necesiten nuestro cariño y comprensión. Sus miedos e inseguridades provocadas por los cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales que atraviesan les hacen comportarse de manera irreverente e impulsiva. Los conflictos en esta etapa se producen porque nuestros hijos necesitan abandonar el nido y esto implica un importante reajuste personal y familiar. Buscan su reafirmación, su lugar en el mundo, su libertad para pensar, hacer o decidir qué desean hacer, para empezar a vivir con más libertad y sentir a su manera.


La comunicación debe continuar siendo uno de los pilares más relevantes en nuestro acompañamiento durante esta etapa y, por esta razón, debemos encontrar estrategias que nos permitan crear nuevos canales de comunicación. Es esencial que nuestros adolescentes se sientan escuchados, reconocidos, y respetados. El modo en el que hablemos será un factor clave para ayudarles a desarrollar su personalidad y una sana autoestima y para aprender la forma más idónea para relacionarse con otras personas. Los conflictos no son buenos ni malos, si conseguimos hacerles frente desde la calma, se convertirán en una magnífica oportunidad para aprender y generar conexión. El problema no reside en lo que decimos sino en el modo en lo que lo hacemos.


Nuestros adolescentes necesitan sentir que estamos a su lado sin condición, que les escuchamos con mucho respeto, que existen los límites, que entendemos que para ellos no es nada fácil hacerse mayor. Que establecemos unas expectativas acertadas hacia ellos y tenemos muy en cuenta sus necesidades u opiniones. Una comunicación afectiva y respetuosa con nuestros adolescentes nos permitirá mostrarnos empáticos y hacer sentir a nuestros hijos que pueden contar con nosotros para todo aquello que necesiten. Un modelo de comunicación no violenta nos permitirá hablar con ellos desde la eficacia y la empatía respetando tanto las necesidades de nuestros hijos como las nuestras.



Por último, proporcionará a nuestros hijos un mayor bienestar emocional, mejores niveles de autoestima, un autoconcepto más ajustado y un alto desarrollo moral y social. Les permitirá desarrollar estrategias de comunicación y resolución de conflictos.


¿Cómo podemos conseguir una comunicación eficaz y respetuosa con nuestros adolescentes?

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