dimecres, 19 de novembre del 2014

LA IMPORTANCIA DE LA PRÁCTICA DEPORTIVA EN LA INFANCIA

Piden cenar pizza como hace papá la noche antes de un triatlón. Ordenan escrupulosamente la ropa que utilizarán en el partido, como hace mamá antes de una maratón. Se van a dormir con la ilusión, emoción y los nervios que tienen los adultos el día antes de colgarnos un dorsal. Disfrutan practicando deporte al igual que lo haría un pro.

Que importante es que nuestros hijos nos vean haciendo deporte y disfrutando de ello. Es la única manera de poder transmitirles un modelo de vida activo, fomentar hábitos saludables y convertirnos en el mejor espejo para que aprendan valores tan importantes como la perseverancia, el esfuerzo, la constancia,  la superación personal, el sacrificio o el compañerismo.

Los beneficios de la práctica deportiva son cuantiosos pero, en edades infantiles, su praxis resulta esencial. Numerosos estudios describen un sinfín de beneficios físicos y psicológicos. Junto a los innumerables beneficios físicos , el deporte previene la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y favorece el desarrollo de músculos y huesos, nuestros hijos practicando deporte también se educan en valores. Aprender a perder y ganar, a tolerar la frustración, a creer en uno mismo, a experimentar mil y una emoción. La actividad física les ayuda a socializarse, a superar la timidez, a controlar la impulsividad, a relajar tensiones y a mejorar la calidad del sueño.


Los niños que practican algún deporte son más disciplinados, organizados, muestran más interés por los aprendizajes, mantienen mayor atención en el aula y, en muchas ocasiones, obtienen un mejor rendimiento escolar.

No olvidemos que la finalidad del deporte debe ser siempre la de divertirse, jugar, experimentar  y aprender de una forma saludable junto a otros niños. Aprender a valorar el propio esfuerzo y aumentar la autoestima les hará más felices y fuertes. La competición sólo debe añadir emoción al ejercicio pero nunca debe convertirse en el fin para practicarlo.

Animémosles a encontrar y practicar el deporte que les guste y les apasione. Dejémosles probar, ofrezcámosles nuestro apoyo, seguridad y determinación creando un ambiente motivador para su práctica. Enseñémosles a pasarlo bien corriendo, montando en bicicleta, nadando o jugando con el balón. Seamos el mejor ejemplo para que aprendan a ganar con humildad, a perder con deportividad, a tener respeto por el rival, a trabajar en equipo y a mejorar cada día un poco más.

Hagámosles partícipes de nuestros entrenamientos y competiciones. Convirtámosles en nuestros mejores animadores, seamos sus más fervores seguidores.

Desde que mis hijos me acompañan en la entrada de mis maratones sueñan con completar la distancia de Filípides. Desde que acompañan a papá sobre la alfombra roja nadan, pedalean y corren y ya han sido capaces de completar su primer triatlón.

dilluns, 10 de novembre del 2014

MAMÁ, ¿PUEDES PARAR UN MOMENTO?

Antes que suene el despertador ya tengo los pies en el suelo. Entreno de forma casi mecánica controlando las agujas del reloj. Cuando empiezo a disfrutar, no hay tiempo para más. 

El día ya ha levantado y hace cientos de minutos que cumplo con la lección. Ducha automática, buenos días mi amor. Dudo si he comido las galletas que me tocan o si he ventilado la habitación.

- !Mamá, mamá, mamá!

- !Pol,  ahora no!

Mientras escucho leer a Xavier, repaso la fecha de la próxima revisión, el plazo de entrega del último texto y cuando deberíamos cambiar el colchón. A la vez que recojo, controlo que todo esté allí donde toca; mochilas, equipación, desayunos de media mañana y las zapatillas en su cajón.

- !Mamá, mamá, mamá!

- !Pol,  ahora no!

Completo la lista de la compra, maldigo haberme olvidado una importante felicitación, programo una lavadora y vuelvo a prometer que empezaré a delegar un montón.

- !Mamá, mamá, mamá!

- !Pol,  ahora no!

Besos, abrazos y deseos que las clases vayan bien. Última recogida veloz por la casa y al trabajo como un tizón. Antes de entrar a clase rápida llamada para saber qué es lo que quería Pol.

- Mamá, no era nada importante, sólo necesitaba que me dieses un buen achuchón.

¿Tiene sentido llevar un ritmo de vida que no te permita disfrutar de los placeres que ésta ofrece? ¿Quiero vivir metida en una vorágine de tareas que conlleve en un ritmo demasiado rápido? No quiero ser consciente  que mis hijos crecen a pasos agigantados en el momento que les compro un número de zapato más grande que el mío. Quiero vivirlo en directo, en primera persona del presente de indicativo.

Estoy aprendiendo a frenar, a ser consciente de todo aquello que hago y, muy especialmente, en todo lo relacionado con la educación de mis hijos. A planificar los retos como medios y no cómo objetivos, donde ellos siempre ocupan un lugar primordial.

Leer el cuento que cierra nuestro día, dejar de teclear y jugar un rato juntos, hablar sin prisas mientras volvemos del colegio, asumir que siempre pierdo cuando jugamos al monopoly. Anclarme a vivir el presente,  en el aquí y el ahora, aprender a centrar mi atención únicamente en lo que tengo entre manos, a tratar mi tiempo educativo como si fuera el mejor de mis tesoros. El después no es importante si no soy capaz de disfrutar el ahora.

Soy muy consciente de la dificultad de conciliar, de mis horarios imposibles, de que llegar a todo supone una heroicidad,  de que me toca madrugar y trasnochar.  Pero intento lograr que mi tiempo con ellos sea siempre de calidad, es cuestión de habilidad, motivación y mucho entrenamiento. Estoy ejercitándome a hacer las cosas de una en una y luchando por no vivir con la sensación constante de no llegar a todo. En la educación de mis hijos utilizo mi presencia como antídoto, mi cariño y comprensión, mamá siempre intenta estar allí donde ellos lo necesitan a toda consciencia. Cada minuto es especial cuando estoy junto a ellos porque esos instantes serán irrepetibles

Seguro que es mejor tener pocas cosas entre  manos que muchas sin atenderlas bien. No quiero vivir mi vida apagando fuegos, sintiendo que se me escurre entre mis dedos, a un ritmo vertiginoso, en una constante insatisfacción. Disminuir la velocidad me permite controlar mi nivel de exigencia y aprender a delegar. He aprendido que la presión más fuerte es aquella que yo misma me pongo.

Quiero estar presente en la vida de mis hijos, aprender a cultivar mi atención, a acabar con las obligaciones que yo misma me creo, a no vivir en una inercia galopante. Recuerdo que una de las cosas que más me gustaba de mi abuela es que siempre tenía tiempo para escucharme. Siempre éramos su prioridad, atendía entusiasmada todo aquello que le explicaba y me daba los mejores consejos. Ojalá lo consiga yo con mis hijos.

Aprender a priorizar, clave para gestionar mi tiempo. Decidir quién y cómo quiero ser, cuáles son mis prioridades, valorar en cada momento que debo atender. Ser realista a la hora de programar hasta donde quiero llegar, a vivir de forma auténtica.

No se me ocurre mejor plan en los próximos años que pasar una tarde de manta y sofá viendo una película que hayan elegido, hacer divertidas excursiones en bicicleta y disfrutar de todas las montañas rusas que podamos probar. También quiero intentar aprender las mejores estrategias para dejar de perder a los juegos de mesa que compartimos, no sabéis lo duro que se hace que durante días te recuerden que te han vuelto a derrotar.