- Mamá, ¿tú crees en las coincidencias?
- Creo más en que todo tiene una causa.
- ¿Aunque a veces las cosas parezcan que pasen por arte de magia?
- Yo pienso que todo pasa gracias a nuestra intención.
- Entonces, ¿no crees en la suerte?
- Creo que son nuestras acciones las que dibujan el destino.
Creo en las casualidades buscadas, los tropiezos inesperados, los momentos complicados, los cambios bruscos de rumbo. Esos que desequilibran y rasgan nuestra alma, que desnudan nuestro espíritu. Creo en las oportunidades perdidas, los fallos que avergüenzan, los errores repetidos que piden a gritos nuestra atención. En las personas que se cruzan en tu vida para mejorarla, los silencios que explican y la magia de las estrellas. En las curvas del camino, las sonrisas provocadas, las señales del destino.
En las interferencias que aparecen en nuestra vida, las canciones que ponen letra a lo que sentimos, en los poemas que roban suspiros. Creo en las conexiones imposibles que acaban triunfando, las cosas que fluyen sin garrea, los enlaces disruptivos.
En los reveses que desnivelan, las decisiones equivocadas, los días con niebla. En el futuro incierto que cada uno dibuja, el miedo contenido, la libertad luchada, las decisiones en primera persona.
En el pasado doloroso que instruye, las distancias que unen, los sacrificios sigilosos, las reflexiones bajo la luna. En los pasos que atraen la fortuna, el susurro que alienta, los faroles que dan tiempo.
En las ecuaciones que encuentran su incógnita, la suma de un todo, los milagros que crean. En las esencias que calan por dentro, el zarandeo que espabila, las cartas cifradas y los pensamientos arriesgados. En las pistas confusas, las conexiones eléctricas, los rechazos que enseñan y en el emprender con locura.
Creo en la brújula del compromiso, en que fluyan los sentidos, en los accidentes que cambian la mirada. En las mentiras piadosas, en las combinaciones imposibles, las caídas con encargo, las risas entrelazadas, En los talentos ocultos que pocos captan, las heridas que sanan, las horas robadas que dan tregua.
Creo en los días sin desconfianzas, sin absurdas excusas, sin tareas postergadas. Sin aferrarnos a lo que nunca ha funcionado, sin vivir lamentando, consiguiendo que las cosas pasen.
Hijo, creo en que la vida te responde en función de lo que estés dispuesto a arriesgar.