Mamá, ¡mira que mal me queda este flequillo!
Pues a mí me gusta así.
Pero, ¿Cómo te puedo gustar si estoy tan feo?
Un día aprenderás que tu belleza está en tu
interior.
Qué difícil resulta, en
muchas ocasiones, que nuestros hijos adolescentes se miren al espejo y les
guste la imagen que se proyecta en él. Oscar Wilde decía que: “Amarse a uno
mismo es el inicio de una vida romántica”, pero que complicado es conseguirlo
cuando nuestros y nuestras jóvenes transitan
por una vorágine incontrolable de cambios físicos, cognitivos,
psicológicos, emocionales y sociales que les originan tanta inseguridad e
incertidumbre.
La adolescencia es una etapa
convulsa de descontrucción y construcción de una nueva identidad en el que
nuestros hijos deberán erigir su autoestima en medio de mucha inestabilidad. Por
esta razón, necesitarán que les
enseñemos a mirarse con dulzura, a aceptarse tal y como son, con sus defectos y
virtudes. Que les hagamos sentir valiosos y capaces de conseguir aquello
que se propongan.
La autoestima es la
valoración que una persona hace de sí
misma en función de la evaluación de sus pensamientos, sentimientos y conductas.
Se construye día a día a partir de las
experiencias y las relaciones personales de confianza y estima. En la
adolescencia estará muy condicionada por la forma en la que nuestros hijos
acepten los cambios físicos que experimentan y las valoraciones que reciban de
su grupo de iguales y los adultos que les acompañan.
La autoestima será uno de
los factores claves en el bienestar emocional, pilar fundamental en su
desarrollo personal y social. De ella
dependerá la creación de un buen autoconcepto y una adecuada respuesta
emocional. Influirá en la manera cómo el adolescente se sentirá, se
relacionará, se comportará, pensará y aprenderá.
Un adolescente con buena autoestima aprenderá
eficazmente, utilizará sus recursos con mayor facilidad, desarrollará
relaciones mucho más gratas y nutritivas y estará capacitado para aprovechar
las oportunidades que se le presenten para trabajar productivamente y ser
autosuficiente. Se mostrará seguro, valiente y presentará una buena tolerancia
a la frustración. Además, será capaz de empezar a tomar sus propias decisionesyconstruir
su propia felicidad.
En cambio, un jovencon baja autoestima se sentirá inseguro
de sí mismo y poco valioso. Creerá que los demás no le aceptan y mostrará
dificultades para aceptar las dificultades y posibles fracasos. Será muy influenciable,
demasiado autocrítico y querrá complacer siempre por miedo a no gustar.
Mostrará dificultades para obtener buenos resultados académicos y establecer
relaciones de calidad.
La
adolescencia es sin duda la etapa más desafiante para la crianza. Un período convulso
que a menudo a las familias nos desconcierta y nos produce cierto temor. En el
que no es fácil sintonizar con lo que viven y sienten y en muchas ocasiones nos
provoca un sentimiento de culpa e impotencia.
Pero es el momento en
el que nuestros hijos necesitan de nosotros nuestra mejor versión y que les ayudemos a quererse sin “peros” ni “pros”.
Que les acompañemos con grandes dosis de comprensión, empatía y paciencia. Que
les tendamos la mano ante sus caídas, les ayudemos a descifrar el caos
emocional que les provoca tanto malestary estemos a su lado sin condición.
¿Cómo
podemos ayudar a nuestros adolescentes a construir una buena autoestima?
1. Aceptándoles tal y como son, ajustando
nuestras expectativas a los hijos que tenemos y no a los que nos gustaría
tener. Eliminando las etiquetas, las comparaciones, los mensajes en negativo y
las frases condenatorias que tanto dañan su autoestima.
2. Ofreciéndoles nuestro amor incondicional,
apoyo y confianza. Escuchando con atención todo aquello que
necesitan o les preocupa. Creando una base afectiva segura y siendo una fuente
de confort y protección para ellos sin mentirles nunca.
3. Validando todas las emociones que
puedan sentir. Ayudándoles a ponerle nombre, a modularlas
y gestionarlas ofreciéndoles espacios para que las puedan compartir con
nosotros con calma y sin sentirse juzgados, fomentando el diálogo interno.
4. Felicitándoles por todo aquello que
son capaces de conseguir, valorando el esfuerzo y no únicamente el resultado. Ayudándoles
a reconocer sus virtudes, valores y talentos evitando exagerar los logros y
aptitudes que puedan tener un efecto muy contraproducente en el equilibrio de
su autoconcepto.
5. Dándoles
responsabilidades, fomentando la autonomía y estableciendo límites y normas
claras y consensuadas. Animémoslos a iniciar nuevos retos, a
tomar la iniciativa en sus vidas, a asumir riesgos.
6. Respetando sus
ritmos para aprender, sus espacios, su intimidad. Siendo
accesibles, estando presentes y disponibles.
7. Siendo el mejor modelo de conducta
que puedan tener, un ejemplo positivo que arrastre a soñar
grande, a sonreírle a la vida. Expliquémosles
cómo aceptamos nuestras propias imperfecciones, cómo superamos los
errores y lo volvemos a intentar, cómo pedimos ayuda cuando la necesitamos.
No olvidemos que lo mejor que podemos
enseñar a nuestros hijos adolescentes es a quererse mucho, sin reproches,
excusas, ni desprecios. A mirarse al espejo con valentía, sin críticas
despiadadas o etiquetas. A mimarse y darse oportunidades a diario y a luchar
por todo aquello que deseen sin dejar de repetirles que siempre estaremos para aquello que necesiten.