Xavier , el peque de la familia, cursa su último
año de parvulario. Es un niño entusiasmado por aprender, por experimentar, que
disfruta de cada nuevo aprendizaje. Cada
nuevo descubrimiento produce que sus ojos brillen y se anime a ir un poco más
allá.
Esta mañana, mientras mareaba sus cereales en la
leche, contaba sin cesar. Le fascina llegar al cien y poder continuar. Su
hermano mayor le miraba aburrido pensando que gracia tenía el contar como un
loro.
Después de un largo rato de números y más números ha
parado en seco. Se ha girado y me ha dicho: “¿mamá y donde se acaban los
números? ¿Puedo contar hasta que llegue la noche?. Le he explicado que los
números no se acababan nunca y que llegan hasta el infinito. Él ha arrugado su
nariz mostrando que no lo acababa de entender. Entonces en una servilleta de
papel le he dibujado el signo de
infinito y le he explicado que podría contar días y más días y no llegaría al
final. Él emocionado iba mirando el número dibujado y se ha absorto en sus
pensamientos.
Como cada mañana prisas para acabar el desayuno,
para vestirse, para dedicar un rato a la lectura. Abrigos puestos, mochilas
preparadas, desayunos guardados, un besazo y hacia al colegio junto a su padre.
Cuando ya habían salido, Xavier ha llamado al timbre. Yo, con prisas he abierto
la puerta y él, con una sonrisa de oreja a oreja, me ha dicho:
“¡Ya lo tengo mamá, a papa y
a ti os quiero hasta el INFINITO!
¿Existe una mejor manera de empezar el día?
¿Existe una mejor manera de empezar el día?
No. Es imposible.
ResponEliminaGran manera!!
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