dimarts, 11 de març del 2014

INFINITO



Xavier , el peque de la familia, cursa su último año de parvulario. Es un niño entusiasmado por aprender, por experimentar, que disfruta de cada nuevo aprendizaje.  Cada nuevo descubrimiento produce que sus ojos brillen y se anime a ir un poco más allá.
Esta mañana, mientras mareaba sus cereales en la leche, contaba sin cesar. Le fascina llegar al cien y poder continuar. Su hermano mayor le miraba aburrido pensando que gracia tenía el contar como un loro.
Después de un largo rato de números y más números ha parado en seco. Se ha girado y me ha dicho: “¿mamá y donde se acaban los números? ¿Puedo contar hasta que llegue la noche?. Le he explicado que los números no se acababan nunca y que llegan hasta el infinito. Él ha arrugado su nariz mostrando que no lo acababa de entender. Entonces en una servilleta de papel  le he dibujado el signo de infinito y le he explicado que podría contar días y más días y no llegaría al final. Él emocionado iba mirando el número dibujado y se ha absorto en sus pensamientos.
Como cada mañana prisas para acabar el desayuno, para vestirse, para dedicar un rato a la lectura. Abrigos puestos, mochilas preparadas, desayunos guardados, un besazo y hacia al colegio junto a su padre. Cuando ya habían salido, Xavier ha llamado al timbre. Yo, con prisas he abierto la puerta y él, con una sonrisa de oreja a oreja, me ha dicho:

“¡Ya lo tengo mamá, a papa y a ti os quiero hasta el INFINITO!

¿Existe una mejor manera de empezar el día?



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