Vivimos tiempos inciertos a nivel individual y colectivo. En un mundo volátil, vacilante y muy complejo. Nuestra sociedad se tambalea ante tanto cambio mientras intenta hacerle frente a una crisis sanitaria, económica y social que está transformando nuestra forma de leer la vida, de relacionarnos y de planificar el futuro. Ahora ya nada es previsible y las reglas del juego han cambiado drásticamente para todos.
Todas las previsiones sobre el futuro se han visto superadas. Si algo nos ha recordado y puesto de manifiesto la pandemia del COVID-19 es que la vida es cambio continuo y no podemos hacer nada para controlarlo. Unos cambios que en muchas ocasiones nos producen inseguridades, nos vuelven vulnerables y ponen en evidencia todas nuestras fragilidades.
Ante la incerteza, parece que dentro de nosotros todo se tambalea y nos sumergimos en un tsunami emocional que nos contagia de inseguridad, preocupación y desconcierto, que nos hace ver la vida con pesimismo o pánico.
La incertidumbre ha afectado todos los ámbitos de nuestra vida, ha creado una nueva normalidad donde las reglas no están claras y parecen no existir. La imposibilidad de tener respuestas inmediatas pone en jaque toda nuestra planificación y hace que nos invada el miedo. Un miedo al futuro, a perder las rutinas que tanto nos protegen, a no saber qué pasará con nuestro trabajo o salud.
Sentir que hay cosas que se escapan de nuestro control nos angustia, nos paraliza, no nos permite disfrutar del presente. Nos hace estar en continua alerta, a sumirnos en la tristeza, el estrés y la desconfianza.
La incertidumbre es una reacción normal y adaptativa ante una situación imprevista que nos exiges un gran esfuerzo psicológico. Ante ello tendemos a mostrar una actitud negativa, a temer el peor de los desenlaces, a mostrar la mayor de nuestras inseguridades.Es capaz de paralizarnos, de condicionar nuestras elecciones, de hacernos sentir pequeños. Sin duda uno de los aprendizajes
más importantes que deberíamos regalar a nuestros hijos es aprender a gestionar
las emociones que les generará la falta de certezas. Educar ante la incertidumbre es ineludible para que aprendan a
encarar la vida con ilusión, para que sepan solucionar los contratiempos y
buscar respuestas a todas las situaciones nuevas que les brinden los cambios
con calma y optimismo.
No podremos garantizar el futuro de nuestros hijos pero si darles las herramientas necesarias para que ellos sean capaces de construir su camino, de buscar los recursos o aliados que necesiten y tomar sus propias decisiones con libertad y responsabilidad.
Dotarles de una base psicológicamente fuerte para poder convivir con las incertezas y desarrollar una capacidad adaptativa que les permita ser felices y resilientes.
Educar ante la incertidumbre es enseñar a pensar, a decidir y a vivir en sociedad. Aprender a darle una coyuntura al cambio, a los contratiempos y las oportunidades. Vivir en el aquí y el ahora de forma consciente sin preocuparnos demasiado por lo que pasará mañana.
. Haciéndoles tomar conciencia que la vida es un enigma que tenemos que aprender a descifrar y comprender a diario. Aceptando los cambios, los tropiezos y las crisis como una oportunidad para la mejora continúa.
. Acompañándoles con serenidad y calma, ofreciéndoles confianza y creando pequeñas certidumbres que les ayuden a forjar raíces firmes y un buen desarrollo psicológico e intelectual. Recodándoles a diario que pase lo que pase estaremos a su lado.
. Convirtiéndonos en el mejor ejemplo a la hora de aceptar el cambio, de tener una actitud positiva ante la vida, de creer en el trabajo, la disciplina y la perseverancia como valores esenciales para conseguir todo aquello que nos proponemos.
. Motivándoles a hacerse preguntas, a buscar respuestas ingeniosas, a indagar y gestionar adecuadamente la información. A desarrollar un espíritu crítico que les permita analizar objetivamente las situaciones, tener capacidad de análisis, razonamiento y posicionamiento.
. Mostrándoles la manera de identificar y comprender las emociones que les genera la incertidumbre, a hacerles frente de forma reflexiva, flexible e inventiva.
. Ayudándoles a tener una adecuada competencia personal desarrollando una buena autoestima, autonomía y empatía. Potenciando el autoconocimiento, el autoaprendizaje, la responsabilidad y la toma de decisiones consciente.
. Animándoles a hablar sin miedo de la incertidumbre, a compartir la vulnerabilidad y las inseguridades que los cambios les pueden provocar.
. Enseñándoles a utilizar la incertidumbre como una oportunidad para plantearnos cómo queremos que sea nuestro presente y futuro, para transformar creativamente la realidad, para construir un mundo lleno de valores individuales y colectivos.
. Empoderándoles con palabras que alienten, que fortalezcan, que les hagan ser conscientes de sus fortalezas, capacidades y puntos débiles.
. Ayudándoles a desarrollar una inteligencia social que les permita conectar con los demás, creer en el trabajo en equipo, mostrarse disponibles para ayudar a los demás.
. Recordándoles a diario la importancia que tiene ser capaz de valorar lo cotidiano, apreciar la libertad, ser capaz de disfrutar de las cosas simples. Aprender a vivir con menos, a ser agradecido por lo mucho que ya tenemos, a aprender a relativizar.
Immanuel Kant decía que se mide la inteligencia de un individuo por
la cantidad de incerteza que es capaz de soportar, consigamos que nuestros
hijos le hagan frente con maestría, surfeando todos los cambios que el destino
les tiene preparado y disfrutando con ello.
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