“Mamá me gustas
más en vacaciones” me dice Pol mientras acaba de ducharse y yo intentaba sacar
al pequeñajo de la bañera cuando simulaba ser un temible tiburón y ponía
perdido el baño de agua. Cuento hasta 10 para no perder los nervios.
No
entiendo, ¿qué quieres decir? Pues que en vacaciones sonríes más. Recuerdo como
en Roma no parabas de bromear mientras hacíamos fotos. Cuando vuelves al
trabajo estás de peor humor. “Touché, tocada y hundida”. Dicen que los niños
nunca mienten.
Cuando
nos juntamos algunas madres a la salida del colegio hay una frase que se repite
continuamente en nuestras conversaciones “estoy agotada”. Se ha convertido en
una especie de mantra. Trabajo, niños, faenas de casa, vida social,… Madres que
acumulamos cientos de horas de sueño perdido y que por la noche caemos en la
cama como el árbol de un tronco talado.
Creer ser una supermadre, intentando llevar todo hacia
delante, produce extenuación. Estrés es
el estado en el que se encuentran muchas madres, una tensión provocada por
situaciones agobiantes al intentar bordar nuestro papel en todas las facetas.
Las
mujeres seguimos asumiendo múltiples roles con la necesidad de hacerlos todos a
la perfección y eso provoca un estado de agotamiento físico y mental casi constante. Nos hemos programado para
realizar multirareas que desempeñamos de forma casi automática; mientras
plancho la ropa, pregunto la lección de lengua y envío un correo urgente del
trabajo. Cada uno de nuestros movimientos incluye la programación del
siguiente.
Este
cansancio extremo nos puede llevar a situaciones límites donde podemos sentirnos
totalmente perdidas, anímicamente agotadas y con la fortaleza física por los
suelos. Ser madres full-time es agotador. Tensión, nerviosismo, apatía, irritabilidad,
enojo constante, ira súbita, preocupación excesiva ,pueden ser algunas de las
señales que harán saltar las alarmas.
Cada
vez soy más consciente que este círculo de cansancio puede afectar de manera
negativa en la relación con mis hijos. Ha llegado el momento de sacar el rol de
madre de la lista de deberes y ponerla en la lista de cosas agradables y
placenteras.
Asumo
que soy la única culpable de la situación. ¿Por qué nos cuesta tanto delegar?
¿Por qué creemos que sin nosotras se hunde el barco? Si estamos hartas de ir
corriendo a todos lados y no llegar bien a nada, ¿por qué no paramos?
Estoy
aprendiendo eso sí, poco a poco, a abastecerme de situaciones que renueven mis
energías, que me hagan hacer un alto en el camino y me ayuden a recuperar mi
equilibrio interior. Buscar un momento exclusivo para mí .Un desayuno sin
prisas, un rodaje en solitario, un café con amigas, una cena en pareja, una
fiesta descontrolada de celebración de los cuarenta (aunque cuando salga al día
siguiente quiera morirme mil veces y jure hasta la saciedad que no volveré a
salir). Espacios propios que me cargaran de energía positiva y repercutirán eficientemente
en la relación con mis hijos.
Desconectar,
delegar, reservar tiempo para una misma, dejar que los demás asuman sus
responsabilidades, alimentarse sanamente, hacer ejercicio, priorizar, aprender
a decir “no”, no sentirse culpable por no ser perfecta, tener autoconciencia de
todo aquello que haces, cargarse de paciencia, dejarse ayudar por la pareja, …serán
los puntos clave para prevenir el agotamiento.
“No
es lo que haces sino como lo haces” .Cambiar la idea del deber y conectarse con
las ganas del querer. La teoría es sencilla, ¿no? , ahora hay que ponerla en
práctica.
PD:
Quizás lo más difícil será asumir que ,si nuestras parejas elijen la ropa de
nuestros pequeños, posiblemente vayan mal conjuntados. Rayas y cuadros, rojos con naranjas, faldas
con bambas. Será nuestra primera prueba de fuego. J
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