dilluns, 9 de maig del 2016

HIJO, NO TENGAS PRISA

- No tengas tanta prisa por acabar.

- Si lo hago rápidamente me dará tiempo a hacer más cosas.

- Quizás,  pero estás olvidando lo más importante, disfrutar del momento.

- Tienes razón mamá.

- Cuando no gozamos o aprendemos haciendo algo es cuando realmente perdemos el tiempo.

-  De mayor inventaré una máquina que sea capaz de detenerlo.

- ¿Y qué harás con ese tiempo?

- Ver anochecer sin miedo a que desaparezca el sol.

Vivimos siempre con prisas, con la sensación que nunca llegamos. No hay tiempo que perder, todo es rápido, apresurado, acelerado.  Una velocidad que en ocasiones no controlamos, que nos arrastra a hacer cosas por pura inercia, donde lo urgente nos limita. Corremos para ganarle tiempo al tiempo cometiendo la estupidez de perderlo. Días, horas, instantes irrecuperables que no hemos sabido exprimir. Invertimos toda nuestra energía en lo próximo que llegará, ignorando que lo importante es lo que tenemos justo entre las manos.

Días de intentos, de obligaciones, de largas listas por hacer, de creer poder con todo. Donde prima la cantidad, la inquietud por lo que llegará, la culpabilidad por no estar, el desear hacer aún más. Atropellados por la inmediatez, las ganas de conseguir, de demostrar. No hay espacio para la improvisación, para perderse y sentir, para valorar. Vamos tan deprisa que sólo sobrevivimos.

Prisa por crecer, por llegar, por marchar, por madurar, poco tiempo para vibrar. Apremio por cumplir cada uno de nuestros sueños sin importarnos si realmente los gozamos, olvidando que lo que realmente nos hace feliz es el camino. Deseos de explicar metas obviando si hemos sonreído.


Tememos perder el control, hacer lo que realmente nos hace crecer. No hay holgura para hallarse, notarse, estar. Para que se nos erice la piel, para gozar de cada paso, de cada suspiro, de cada detalle. No hay tiempo para susurrar al oído, para bailar pausado, para sentir el latido.

Olvidamos que el tiempo es lo único que realmente nos pertenece, aquello que nos iguala, nuestro más valioso capital. Ese oro negro que malgastamos sin sentido, aquel que puede convertirse en el mejor juez para sentenciar que todo es finito, condenando la torpeza con el peor de los castigos. Lo único que nos diferencia de los demás es lo que hacemos con él, nuestra capacidad para estrujarlo, macerarlo o comprimirlo.

Aprendamos a que justo ahora es el momento, antes que la vida nos prive de él. Tracemos el mejor plan, de manera explícita y valiente, delegando todo aquello que no sea realmente ineludible. Conjuguemos nuestro presente como nuestro único propósito, demos la mano a la inseguridad, al riesgo, a la ventura. Vivamos como si fuese el último amanecer, riamos sin miedo al que dirán, compartámoslo únicamente con los que quieran aportar. Obliguémonos a asombrarnos a diario, a gozar a pleno rendimiento, a romper la rigidez, a gestionar la incertidumbre. A perder el miedo a la desconocido, al cambio, a salir de nuestra zona de confort. Cambiemos la comodidad por un corazón a máxima pulsaciones, por la velocidad, por la ocurrencia.

Olvidemos los objetivos a largo plazo, las planificaciones a dos navidades vista, no esperemos que los astros se alineen a nuestro favor. Enfoquemos, mitiguemos los ladrones del placer, entendamos que el éxito está justo detrás del riesgo, del salto al vacío, de seguir aunque seas el único que crea que saldrá bien. Demos la mano a los imposibles si es eso lo que te hace vibrar. Saquemos el máximo partido a nuestra existencia, creamos en la disrupción, en nuestras utopías, sacudamos con nuestro trabajo, provoquemos ilusión. Aprovechemos cada milésima de segundo sólo en aquello que nos hace conmover.

Seamos el mejor modelo para nuestros pequeños en demostrar que el futuro es ahora sin importarnos el mañana, que la esencia es este preciso momento. Hijo la vida no se elige, se vive.


3 comentaris:

  1. Me encanta, desde luego que es cierto lo que dices.
    Muchos besos y gracias por escribir cosas que te hacen pararte y pensar en el tiempo

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  2. Nou article ple de veritats, de sentit comú, de reflexió ben entesa. Escrit amb pulcritud i des del cor. Ja acostumo a "no tenir pressa" però cal fer cas del Carpe Diem ben entès.

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