- No demasiado.
- ¿Y si no pasa lo que tú esperas?
- Intentaré adaptarme a lo que llegue.
- ¿Y no te gustaría poder controlar el tiempo?
- La vida perdería toda su espontaneidad.
- Ya, pero así pasaría únicamente lo que deseamos.
- ¿Sabes qué? lo mejor que podemos hacer es dedicar toda nuestra energía a aprender a disfrutarlo.
El tiempo es nuestra mercancía más preciada, nuestro mejor valor, aquello que nos iguala. Da igual el éxito del que disfrutemos, el dinero que tengamos en nuestra cuenta corriente o nuestra posición social. Sea cual sean nuestras raíces, se detiene a la misma velocidad. Puede desaparecer en milésimas de segundo y es entonces cuando nos hacemos diestros en lamentar.
Nuestra torpeza a menudo hace que se nos escurra entre los dedos como el agua de un manantial, que se nos escape a diario con brutal estupidez. Un compañero de viaje al cual valoramos únicamente cuando algo está a punto de arrebatárnoslo, cuando lo que sucede nos pone contra las cuerdas, nos acerca al acantilado. Somos verdaderos expertos a la hora de malgastarlo, en perder cartuchos que no volverán a recargarse, en dejar pasar el tren siendo muy conscientes que no volverá.
Deberíamos aprender a concentrarnos en nuestras prioridades, en invertir toda nuestra energía en aquello que nos hace realmente feliz. En planificar y definir qué es lo realmente importante, priorizando los compromisos con uno mismo. Siendo leales a nuestras corazonadas, eliminando lo que nos resta, aquello que se lleva nuestro entusiasmo.
Aprendamos a decir NO, a descartar dudas o titubeos porque los otros no lo ven claro, a intentar dar explicaciones de todo lo que nos mueve por dentro. A llenar de excitación todo lo que tenemos entre manos, a soñar grande. Démosle la espalda al fracaso con el trabajo como mejor aliado, invirtiendo cada minuto en mejorar, a vibrar con cada uno de nuestros proyectos. Forcémonos a hacer cosas nuevas, a picar nuevas puertas sin miedo al rechazo, aunque nuestra zona de confort nos recuerde el riesgo.
Vivamos sin relegar ningún deseo, dominando cada segundo, pintando con nuestro propio color el camino. Sin mapas que nos encadenen, confiando en el instinto, seleccionando los mejores compañeros para nuestro viaje. Aprendamos a no guardar nada por si todo cambia, a vivir el presente sin peros ni excusas, saboreando cada regalo que la vida nos ofrece a diario. Sintamos esos pequeños detalles que erizan nuestra piel, que le dan sentido a todo lo que hacemos, que nos empujan a seguir dando pasos.
Aprendamos a aflojar el ritmo, a dar las gracias, a centrarnos en lo que tenemos y no en lo que anhelamos. A dedicar todo nuestro esfuerzo a cultivar el alma, a dejarnos sorprender por la incertidumbre, a hacer aquello que los otros no se atreven. A no vivir la vida de otra persona, a no permitir que se apoderen de él sin permiso o lo llenen de distracciones banales, excusas o pleitos.
Escuchemos al alma cuando nos diga que no quiere detenerse, a hacer cosas que nos embelesan, a jugar correctamente nuestras cartas para que no llegue un día que debamos lamentarlo.
Hijo, somos un instante en el tiempo pero nunca olvides que nuestro impacto es para siempre.
Precioso, como siempre...
ResponElimina"pintemos con nuestro propio color el camino"....
Gracias amiga!!
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