Nos autoimponemos obligaciones, hacemos de lo fácil algo complicado. Tendemos a entorpecer todo lo que nos pasa con nuestras razones erróneas. Dedicamos nuestro tiempo a autoequitarnos de forma ridícula, a resolver cálculos innecesarios, ecuaciones que entorpecen nuestros deseos. A hacer lo preestablecido, a seguir corrientes que poco se identifican con lo que realmente necesitamos.
Cedemos nuestra libertad a aquellos que no nos conocen, dejamos que nos arruguen sus críticas, que acaben con nuestra autenticidad. Creamos dependencia a cosas absurdas, a manías ridículas, a críticas sin sentido. Vivimos atrapados entre nuestras inseguridades, nuestros complejos, nuestra pésima autoestima.
Se nos pasan los días entre polémicas, entre postergas, entre pretextos, enfrascados en nuestras preocupaciones. Inventamos tramas por miedo a que nos hagan daño, a no estar a la altura, posponemos por creer que nunca es el momento adecuado. Desperdiciamos gran parte de nuestra vida condicionados por el pasado, amenazados por el futuro, desperdiciando el presente.
Nos aterroriza hacernos responsables de nuestras acciones, de nuestras emociones, de nuestros sueños. Eternizamos con nuestra actitud los malos momentos, nos arrugamos ante cualquier contratiempo, preferimos crear excusas a soluciones.
Llenamos todos nuestros nuevos proyectos de ruido, de desorden, de recuerdos que nos atormentan. De oportunidades desperdiciadas, resentimientos absurdos, apegos que limitan.
Cedemos nuestra libertad a aquellos que no nos conocen, dejamos que nos arruguen sus críticas, que acaben con nuestra autenticidad. Creamos dependencia a cosas absurdas, a manías ridículas, a críticas sin sentido. Vivimos atrapados entre nuestras inseguridades, nuestros complejos, nuestra pésima autoestima.
Se nos pasan los días entre polémicas, entre postergas, entre pretextos, enfrascados en nuestras preocupaciones. Inventamos tramas por miedo a que nos hagan daño, a no estar a la altura, posponemos por creer que nunca es el momento adecuado. Desperdiciamos gran parte de nuestra vida condicionados por el pasado, amenazados por el futuro, desperdiciando el presente.
Nos aterroriza hacernos responsables de nuestras acciones, de nuestras emociones, de nuestros sueños. Eternizamos con nuestra actitud los malos momentos, nos arrugamos ante cualquier contratiempo, preferimos crear excusas a soluciones.
Llenamos todos nuestros nuevos proyectos de ruido, de desorden, de recuerdos que nos atormentan. De oportunidades desperdiciadas, resentimientos absurdos, apegos que limitan.
Por suerte un día la vida te pega fuerte y aprendes a que NO VAS A SER ETERNO. Un zarpazo que te pone en el filo del precipicio donde le ves de verdad las orejas al lobo. Ese momento en el que todo cambia, donde aprendes a releer todo lo que pasa, a exprimir cada una de tus oportunidades.
Hagámonos un favor, dejemos de complicarnos la vida, de mostrar únicamente nuestra torpeza. Arriesguémonos a vivirla con intensidad, a asumir el riesgo a sentir, a tropezar, a perder. Atrevámonos a buscar aquello que realmente deseamos, a salir de la línea que nos vienen marcadas. A liderar con orgullo cada uno de nuestros retos, a buscar nuestra excelencia, a hacer pequeño nuestro ego.
A descubrir lo extraordinario de nuestra diferencia, a huir de la uniformidad, a no tener que encajar siempre. A vivir en ocasiones en la cuerda floja, a ver oportunidades en los problemas, a utilizar los contratiempos para aprender.
Exprimamos nuestro talento, creamos en los imposibles, decidamos vivir de la forma que queramos. Dejemos marchar todo lo que ya no suma, a dejarnos llevar por nuestra intuición sin tener que controlarlo todo, sin justificar nuestras
DEJEMOS DE EXISTIR PARA VIVIR, seamos lo que se nos antoje.
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