- ¿Qué haces tú cuando
echas mucho de menos a alguien que ya no está?
- Intento recordar qué
era lo que más me gustaba de él.
- ¿Y eso te hace estar
menos triste?
- Eso me ayuda a saber
la suerte que tuve de poder tenerlo en mi vida.
- Yo no hay un solo día
que no eche de menos al abuelo.
La muerte es una parte
ineludible de la vida pero eso consuela poco. Nadie está preparado para
perder a alguien al que quiere, para padecer su vacío, para añorar su olor.
Para sentir su pérdida cada vez que miras su lado de la mesa, para extrañarle
en fechas importantes, para necesitar su consejo y que ya no esté.
A todos nos gustaría
que alguien volviese, aunque fuese sólo por unos instantes. Para volver a
compartir una sobremesa, para poder fundirnos con él en un silencioso abrazo, para
susurrarle al oído que sientes más miedo desde que se fue. Cuando alguien muere
se lleva parte de tu alma.
Dicen que nada enseña
más que la muerte, que es una gran maestra. La pérdida de un ser querido nos
obliga a reestructurar la vida, nos enseña una nueva forma de exprimirla, de
sentir. Nos recuerda nuestra torpeza cada vez que nos dejamos llevar por las excusas
y postergas, nos invoca a la necesidad de priorizar lo que es realmente
importante, de valorar los pequeños detalles.
Educar ante la muerte pertenece a la vida, es parte imprescindible de ella. Al igual que los adultos, los niños sufren pérdidas a lo largo de su infancia y por este motivo es imprescindible que les ayudemos a hacer frente a esta situación. Acompañándoles sin condición en el dolor y dando respuesta a todos los interrogantes que les aparecen.
Deberemos ser muy conscientes que la manera en la que nuestros hijos se enfrentarán a la muerte dependerá en gran medida de su edad, maduración, personalidad y las experiencias vitales que hayan tenido con anterioridad. Además, no será lo mismo enfrentarse a la pérdida de un progenitor o de un abuelo que al de una mascota o una separación.
¿Cómo se acompaña
correctamente a un niño ante la muerte? Transmitiendo seguridad y sintonizando
con todo aquello que está sintiendo a lo largo de todo su proceso de duelo. Con
empatía, coherencia y honestidad. Sin ocultar la realidad ni
sobreprotegiéndolo.
A la muerte se le hace
frente con grandes dosis de abrazos que reconforten y palabras llenas de amor. Con silencios compartidos y ofreciendo el tiempo necesario
para aceptar y comprender, para dejar fluir el dolor, para integrar la pérdida.
Ofreciendo las estrategias necesarias para enfrentarse a ella sin maquillar el dolor, sin edulcorar lo que sentimos, que nos permitan expresar todo aquello que nos angustia sin tapujos. Animando a expresar el adiós con dibujos o letras que sanen.
Evitando dramatismos que confundan, controlando nuestra reacción cuando ellos estén presentes, asegurándonos que entiendan que la muerte es universal e irreversible.
Ofreciendo las estrategias necesarias para enfrentarse a ella sin maquillar el dolor, sin edulcorar lo que sentimos, que nos permitan expresar todo aquello que nos angustia sin tapujos. Animando a expresar el adiós con dibujos o letras que sanen.
Evitando dramatismos que confundan, controlando nuestra reacción cuando ellos estén presentes, asegurándonos que entiendan que la muerte es universal e irreversible.
Educar ante la muerte es
enseñar a hablar de ella sin rodeos, fantasías o engaños. Llenándola de verdad,
de sencillez, de respuestas que ayuden entender. Utilizando un lenguaje claro y
cercano que permita ponerle palabras a
todo lo que sentimos por dentro. Explicando que no existe manera correcta o
equivocada de aceptarla.
A la muerte se la
acompaña sin crear falsas expectativas de retorno, compartiendo el llanto, la
pena y el dolor. Siendo conscientes que no existen atajos ante el desconsuelo,
aprendiendo a aceptar nuestra vulnerabilidad. Poniéndole una sonrisa al recuerdo,
sin tener miedo a recordar.
Ayudaremos a nuestros
pequeños a superar la pérdida asegurándonos que pasan correctamente por cada una de las etapas del duelo; la negación,
la ira, la impotencia, la depresión y la aceptación. Enseñando habilidades para
afrontar el vacío, la desolación o la impotencia. Permitiéndoles mostrar la ira y la tristeza.
Sin permitir que
florezcan sentimientos de culpabilidad, buscando espacios para compartir el
temor, estando muy atentos por si aparecen señales de alerta que nos anuncien
que no se está asumiendo correctamente la pérdida.
A la muerte se le
planta cara hablando con naturalidad de la ausencia y llenando el futuro de ilusión, de retos por alcanzar, de
motivos para seguir caminando.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada
Nota: Només un membre d'aquest blog pot publicar entrades.