Vivimos a máxima
velocidad, donde todo debe ser inmediato, donde un solo click nos acerca a casi
todo aquello que deseamos. Nos hemos acostumbrado a que todo sea fácil, a
conseguir las cosas con el mínimo sacrificio. Valoramos únicamente la victoria,
no el ESFUERZO.
En muchas ocasiones educamos
a nuestros hijos acomodándoles la vida para que consigan lo que desean con el
mínimo sufrimiento. Poco les hablamos de las derrotas, de los tropiezos, de las
veces que les va a tocar a volver a empezar de cero.
Ojalá fuésemos capaces de
poner de moda la CULTURA DEL ESFUERZO, aquella que te lleva a conseguir las cosas con tesón y
trabajo. La fuerza
de la voluntad debería convertirse en
uno de los pilares en la educación emocional de nuestros pequeños.
Una educación centrada en
enseñar a ser resilientes, a asumir responsabilidades, a afrontar
las adversidades con optimismo. En desarrollar el potencial con constancia y
paciencia.
1. Démosles mil y un motivo
para esforzarse, para no cansarse de
aprender. Demostrémosles que cada paso les acercará a su objetivo, que cada
intento suma, que cada dificultad fortalece, que cada logro engrandece el alma.
Hagámosles creer que la voluntad es la fuerza
del querer, el deseo que las cosas ocurran.
2. Consigamos que se hagan amantes de los retos y de las ganas de
dar lo mejor de ellos en cada momento, a creer en el camino. Enseñémosles a
comprometerse con sus sueños especialmente cuando las cosas se compliquen, a
gestionar la frustración que los errores provocan, convirtámonos en el mejor ejemplo.
3. Démosles la mano para que
sean capaces de enfrentarse a sus miedos,
motivémosles a probar con valentía sin
temor a fallar, despertemos el interés por sentirse orgullosos de cada pequeño
triunfo, por la búsqueda de la satisfacción personal.
4. Consigamos que entiendan
que la perseverancia es la virtud
por la cual todas las otras virtudes dan su fruto, donde la práctica diaria se
convierte en el mejor maestro.
5. Logremos que apuesten a fuego por lo que deseen, hagamos que
la constancia, la paciencia, la tolerancia a la frustración y el compromiso
sean pilares en sus vidas. Seamos capaces de que se sientan orgullosos de su esfuerzo, que se miren
al espejo con dulzura, que se traten con respeto.
6. Ayudémosles a planificar la ruta, a definir objetivos, a trabajar sin bajar los brazos. Contagiémosles de energía, de voluntad, de optimismo, borremos la queja absurda de sus labios.
7. Hablémosles del éxito bien entendido, ese que se logra comprometiéndose, siendo
valiente y apasionado. Del triunfo como la capacidad de disfrutar de lo
cotidiano, de ser agradecido por todo lo bueno que pasa sin tener que demostrar
nada a nadie.
8. Grabémosles a fuego que
no existe una FUERZA más poderosa que la
VOLUNTAD.
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