Si algo recuerdo de mi abuela materna era las veces que me repetía que en esta vida iba a tener que esforzarme mucho si quería conseguir todo aquello que me propusiese. Me explicaba con nostalgia como ella sola había trabajado muy duro para sacar adelante a sus siete hijos, como gracias a su tesón y esfuerzo habían logrado sobrevivir. Ahora vivimos en el otro extremo, en una sociedad con poca cultura del esfuerzo, donde el sacrificio es casi inexistente y se ha instaurado la falsa idea que nuestras metas se pueden conseguir sin esfuerzo. Nos hemos acostumbrado a que un solo clic nos acerca a casi todo lo que deseamos. Todo parece que sea fácil, asequible, inmediato, que pueda comprarse o conseguirse con facilidad. La recompensa rápida y fácil está muy presente y buscada.
Nos han hecho creer que podemos aprender idiomas, estar en perfecta forma física o conseguir mucha popularidad con muy poco trabajo y sacrificio. Las redes sociales nos acercan a un falso éxito, ese que se confunde con tener muchos likes o seguidores. Nos venden que podemos ser felices confiando únicamente en la suerte o el trabajo de terceros. En ocasiones los padres sufrimos cuando nuestros hijos se esfuerzan y no consiguen lo que se proponen. Sentimos la tentación de allanarles el camino, de resolverles los problemas, de sobreprotegerles para que no se frustren o se equivoquen. Evitamos el sufrimiento momentáneo y satisfacemos rápidamente las necesidades o caprichos para que no se enfaden o se pongan tristes.
Pero es precisamente este esfuerzo el que hace falta que eduquemos, porque necesitarán cultivarlo a lo largo de toda su vida y sin él no podrán ser realmente felices. Nuestros hijos necesitan que les expliquemos que el esfuerzo es el medio por el cual lograrán conseguir muchos de sus objetivos.
Seguir leyendo el artículo aquí: Diez claves para educar a nuestros hijos en la cultura del esfuerzo
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