dimecres, 1 de març del 2023

CINCO CLAVES PARA MEJORAR LA RELACIÓN CON NUESTROS HIJOS ADOLESCENTES

La adolescencia es una etapa maravillosa a la vez que convulsa, repleta de retos y cambios para padres e hijos. Para nuestros adolescentes, supone abandonar la etapa de la infancia, llena de privilegios y pocas responsabilidades,para ir acercándose a la vida adulta. 

Una etapa de transformación y reafirmación personal que les hace actuar de una forma desajustada, impredecible y desmedida y les hace vivir entre extremos. Unos años de sana desobediencia, de numerosos aprendizajes, de búsqueda de nuevos límites y retos.

Las familias tendremos que aceptar que nuestros hijos transitan por una etapa en la que nos van a necesitar de forma muy diferente y nos van exigir esa libertad que tanto necesitan para empezar a volar del nido. Han crecido casi sin darnos cuenta y eso nos provoca mucho vértigo.

Educar a un adolescente es una tarea ardua, repleta de contratiempos y desafíos. Un período educativo complicado que a las familias a menudo nos cuesta mucho entender y manejar. Donde parece que la calma en casa sea casi una misión imposible y las disputas y los tira y afloja con nuestros hijos se entrelazan sin parar. Discusiones que nos llenan de culpabilidad, de preocupación e impotencia.

No es fácil comprender por qué nuestros hijos adolescentes en ocasiones se muestran tan irreverentes, irascibles y les cuesta tanto escuchar nuestras opiniones. Entender los comportamientos desmesurados, los arrebatos de agresividad o ira y el poco interés que muestran por aquello que les toca hacer.

Es muy complejo acompañar a alguien que muestra tantas dificultades para hacer frente a la frustración, reconocer sus errores y mostrarse reflexivo. Que reclama su espacio y libertad con mucha insolencia e indiferencia. Aceptar que su grupo de amigos es ahora su fuente de seguridad, comprensión y apoyo.

Si queremos conseguir que la relación con nuestros hijos adolescentes esté basada en el respeto y la empatía vamos a precisar toneladas de paciencia y comprensión. Conocer la metamorfosis de cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales por los que están transitando y que tanta indecisión les genera.

Es en esta etapa tan complicada cuando nuestros hijos e hijas necesitan que les mostremos nuestra mejor versión. Que sigamos siendo sus guías, el pilar donde apoyarse, el refugio donde acudir cuando sientan que todo cambia y se tambalea.

Nuestros adolescentes necesitan que les ayudemos a descifrar el torbellino de sentimientos que sienten, que les digamos a diario que seguimos estando a su lado sin condición, que les acompañemos y se sientan protegidos. Potenciando un lenguaje positivo y utilizando una mirada llena de reconocimiento y amor.

A su lado, necesitan adultos, pacientes que entiendan lo que les sucede, que atiendan sus necesidades, que los escuchen sin cuestionarlos. Que acompañen con cariño sus alegrías y los momentos más ansiosos, tristes o llenos de incertidumbre. Que les sostengan cuando se sientan vulnerables o desbordados, que les dejen ser tal y como ellos desean mostrarse y les ayuden a construir un buen autoconcepto.

Que sea una etapa tan agitada no significa que también pueda ser maravillosa. Para nuestros hijos es un período lleno de nuevas oportunidades, de primeras veces, de descubrimientos estimulantes y emociones muy intensas. Para nosotros el momento de seguir fortaleciendo nuestro vínculo compartiendo sus retos e ilusones.

¿Cómo podemos mejorar la relación con nuestros hijos adolescentes?

1. Estando presentes y disponibles, ofreciéndoles el tiempo y la atención que necesitan. Haciéndoles sentir queridos, valorados y apoyados. Estrechando nuevos vínculos adaptados a su edad para demostrarles nuestra confianza y amor incondicional.

2. Consensuando normas, flexibilizando límites, estableciendo consecuencias naturales y lógicas. Buscando el equilibrio entre la permisividad y la sobreprotección con mucha confianza y dejándoles caer.

3. Mirando la etapa desde un enfoque positivo basando nuestra relación en el sentido común y el del humor. Entendiendo que la adolescencia es un período de desarrollo crucial y necesario para llegar a la adultez, una etapa repleta de cambios y fluctuaciones que debemos entender.

4. Escuchando, entendiendo y validando todas las emociones por las que transitan nuestros hijos y que tantas dificultadas muestran para modular correctamente. Ayudándoles a ponerles nombres y a gestionarlas para que no dañen su autoestima.

5. Hablando con ganas de entendernos sin interrogaciones, juicios de valor, etiquetas o comparaciones que tanto dañan las relaciones. Mostrando nuestra empatía ante las inseguridades y miedos. Permitiéndoles que descubran el mundo a su manera, respetando sus gustos, ritmos de aprendizaje, deseos e intimidad. Dándoles el espacio que necesitan para ir creando su propia identidad.

6. Ofreciendo nuestras muestras de cariño a diario: con palabras que les alienten a soñar grande , miradas cómplices y regalándoles nuestros abrazos y besos que tanto siguen necesitando aunque no lo demuestren. Dándoles protagonismo dentro de la familia valorando sus opiniones y escuchando sus demandas.

Como decía Robert Louis Stevenson: “Quiéreme cuando menos lo merezco porque es cuando más lo necesito”, frase que resume de manera muy oportuna lo que nuestros hijos adolescentes necesitan de nosotros en esta etapa de desarrollo. Adultos que miren la adolescencia con respeto, cariño y empatía, abandonando los patrones adultistas.


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