Desde que las tabletas, los portátiles, las consolas y, especialmente, los smartphones llegaron a nuestra vida, hace ya unos cuantos años, nuestra forma de trabajar, comunicarnos, consumir e interaccionar con nuestro entorno ha cambiado radicalmente. Vivimos conectados casi las 24 horas a los dispositivos. Sin ser muy conscientes de ello, los consultamos de forma casi constante. Al levantarnos, mientras comemos, cuando caminamos por la calle, esperamos a alguien o incluso cuando compartimos sobremesa con amigos y familiares. Cualquier pretexto es bueno para echar un vistazo rápido a una notificación o enviar un mensaje a alguno de nuestros contactos.
Estos instrumentos móviles se han convertido en un elemento imprescindible e indispensable para la mayoría y nos han aportado muchas cosas positivas a nuestras vidas: nos permiten trabajar desde casa, jugar en línea, comunicarnos con nuestros seres queridos desde cualquier punto del mundo o acceder a cualquier tipo de información.
Pero pasar demasiado tiempo conectados a estos terminales, o hacer un mal uso de ellos, provoca consecuencias negativas tanto a nivel físico como mental. Si los utilizamos en exceso y sin ningún control puede conllevar adicción, problemas asociados con el sueño o la visión, sedentarismo o baja autoestima, en el caso de que en las redes sociales no se obtengan el número de seguidores o Me gusta que se desea, por ejemplo. Los niños y adolescentes no están exentos de padecer estos problemas porque están creciendo en un mundo digital que les envuelve y domina. Muchos de ellos pasan demasiado tiempo conectados a internet sin un control adecuado por parte de sus adultos de referencia.
Un empleo descontrolado de la tecnología puede provocar también en los hijos aislamiento, irritabilidad, estrés, bajo rendimiento académico y afectar directamente a sus relaciones sociales. El abuso de los dispositivos tecnológicos exige inmediatez, provoca hiperestimulación y dificulta la tolerancia a la frustración, llegando a convertirse, en algunos casos, en una golosina emocional que calma o esconde emociones como la tristeza, la ira, la inseguridad o el miedo.
La solución para que los niños y adolescentes hagan un buen empleo de sus dispositivos no pasa por prohibir de forma radical su uso. El objetivo de las familias debería centrarse en enseñarles a gestionarlos de manera adecuada y sana. Si desde bien pequeños aprenden a utilizarlos correctamente, las tecnologías pueden convertirse en grandes aliados para el aprendizaje, los momentos de ocio y el contacto con otros. Establecer unos hábitos saludables con los dispositivos tecnológicos es clave para evitar conflictos en casa o evitar el consumo de contenido inadecuado.
Claves para un buen empleo de la tecnología
- Limitar el tiempo en función de la edad del niño. Un aparato electrónico nunca puede sustituir el tiempo que los padres pasan con sus hijos o convertirse en la única forma de ocio, distracción o contacto con otras personas. Elaborar un horario donde se establezcan los momentos en los que el menor puede emplear los dispositivos en casa ayudará a evitar el abuso y mal uso.
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