“Déjame en paz,
eres una pesada, no te soporto”. Seguramente si eres madre o padre de un
adolescente, en algún momento de ira, tu hijo te ha dicho alguna frase parecida
mientras se encerraba en su habitación dando un portazo.
Como bien sabes, la adolescencia es una
etapa convulsa muy difícil de acompañar desde la calma y la empatía. Unos años
donde tu hijo debe enfrentarse a una gran cantidad de cambios físicos,
psicológicos, sociales y emocionales que le producen mucha inseguridad e
irritabilidad.
Si algo caracteriza esta etapa son las
discusiones que se desencadenan en casa. Broncas casi constantes que explotan
cuando tu hijo no cumple las normas pactadas o no es capaz de modular
correctamente sus emociones. Unas disputas en las que en ocasiones os gritáis,
amenazáis o os decís cosas que hieren al otro. Conflictos desagradables que
llenan a tu hijo de incomprensión e ira y a ti de culpa e impotencia.
El conflicto es inherente a la vida y es
a través de él que aprendemos a lidiar con un sinfín de situaciones y a reflexionar
sobre nuestras necesidades y las de las personas que nos
acompañan a diario. Como adultos no podemos permitir que se nos vayan de las
manos ni permitir que se llenen de respeto.
En muchas ocasiones la falta de recursos
ante estas situaciones te hacen adoptar una comunicación violenta normalizando las
palabras fuera de tono o las conversaciones llenas de órdenes, reproches o
juicios de valor. Esta forma de relacionarte con tu adolescente le crea un gran
malestar emocional y le hace sentir que no le entiendes.
Seguro que te cuesta entender por qué tu
hijo paga contigo su frustración o alzándote la voz o mostrándose tan
desagradable. Porque se muestra tan irreverente e irascible cuando no consigue
lo que se propone y le cuesta tanto escuchar tus opiniones o sugerencias. Tu
adolescente se ha convertido en un joven rebelde y desafiante pero eso no
significa que ya no necesite tu cariño y comprensión.
Si algo necesita tu hijo en esta etapa es
que le enseñes a controlar su ira y a hacer frente a su inseguridad con tu
paciencia y comprensión. Que le ayudes a entender en mundo de los adultos y a
hacer frente
Estos conflictos rompen vuestro
vínculo yos alejan creando una barrera de incomunicación.
Los conflictos en esta etapa se producen
porque nuestros adolescentes necesitan abandonar el nido y esto implica un
importante reajuste personal y familiar. Nuestros hijos e hijas buscan su
reafirmación, su lugar en el mundo, su libertad para pensar, hacer o decidir
qué desean hacer, para empezar a vivir con más libertad y sentir a su manera.
La comunicación debe continuar siendo uno
de los pilares más importantes en nuestro acompañamiento durante esta etapa y
por esta razón debemos encontrar estrategias que nos permitan crear nuevos
canales de comunicación. Es esencial que nuestros adolescentes se sientan
escuchados, reconocidos, y respetados.
El modo en el que hablemos a nuestros
hijos será un factor clave para ayudarles a desarrollar su personalidad y una
sana autoestima y para aprender la forma más idónea para relacionarse con otras
personas. Los conflictos no son buenos ni malos, si conseguimos hacerles frente
desde la calma, se convertirán en una magnífica oportunidad para aprender y
crear conexión. El problema no reside en lo que decimos sino en la forma en la
que lo hacemos.
Nuestros adolescentes necesitan sentir
que estamos a su lado sin condición, que les escuchamos con mucho respeto, que
existen los límites, que entendemos que para ellos no es nada fácil hacerse
mayor. Que establecemos unas expectativas acertadas hacia ellos y tenemos muy
en cuenta sus necesidades o opiniones.
Una comunicación afectiva y respetuosa
con nuestros adolescentes nos permitirá mostrarnos empáticos y hacer sentir a
nuestros hijos que pueden contar con nosotros para todo aquello que necesiten.
Un modelo de comunicación no violenta nos permitirá comunicarnos con ellos
desde la eficacia y la empatía respetando tanto las necesidades de nuestros
hijos como las nuestras.
Una buena comunicación proporcionará a
nuestros hijos un mayor bienestar emocional, mejores niveles de autoestima, un
autoconcepto más ajustado y un alto desarrollo moral y social. Les permitirá
desarrollar estrategias de comunicación y resolución de conflictos.
¿Cómo
podemos conseguir una comunicación eficaz y respetuosa con nuestros
adolescentes?
1) Hablando siempre desde el respeto y el
amor incondicional. Eliminando de nuestras conversaciones los improperios, las
críticas desmesuradas, los juicios de valor y comparaciones y las etiquetas que
tanto dañan a nuestros hijos e hijas. Utilizando un lenguaje lleno de respeto y
grandes dosis de afectividad.
2) Siendo accesibles, estando presentes y
disponibles. Buscando espacios para poder hablar sin prisas y escucharles con
interés para que puedan compartir con nosotros todo aquello que les gusta o les
preocupa respetando la intimidad que necesitan, sus ritmos vitales y estados
anímicos.
3) Dialogando con ellos con ganas de
entendernos, sin interrogaciones, ironías o comparaciones. Abriendo
conversaciones bidireccionales y eliminando los gritos o las palabras mal
sonantes cuando haya momentos complicados. Ayudándoles a identificar y
gestionar las emociones por las que transitan desde la calma y la
responsabilidad.
4) Explicándoles todo lo que nos gusta de
ellos, aceptándoles tal y como son. Valorando sus esfuerzos y logros,
ofreciéndoles nuestra ayuda siempre que lo necesiten. Recordando los límites y
escuchando sus quejas con cariño, sus propuestas y necesidades. Teniendo muy
presente las características propias de la etapa.
5) Dejando que tomen sus propias
decisiones y que se hagan responsables de las consecuencias de sus conductas.
Estableciendo normas y límites consensuados que deben cumplir con respeto.
6) Siendo el mejor ejemplo comunicativo
que puedan tener, gestionando correctamente nuestros propios conflictos,
controlando nuestra ira y ofreciendo soluciones desde la calma, el amor y la
comprensión.
Observemos con paciencia y cariño a
nuestros adolescentes para poderles ofrecer toda la seguridad y apoyo que
necesitan en esta etapa tan convulsa pero a su vez importante y necesaria.