Sònia

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divendres, 24 de febrer del 2023

Claves para solucionar conflictos con un adolescente

Déjame en paz, eres una pesada, no te soporto”. Seguramente si eres madre o padre de un adolescente, en algún momento de ira, tu hijo te ha dicho alguna frase parecida mientras se encerraba en su habitación dando un portazo.

Como bien sabes, la adolescencia es una etapa convulsa muy difícil de acompañar desde la calma y la empatía. Unos años donde tu hijo debe enfrentarse a una gran cantidad de cambios físicos, psicológicos, sociales y emocionales que le producen mucha inseguridad e irritabilidad.

Si algo caracteriza esta etapa son las discusiones que se desencadenan en casa. Broncas casi constantes que explotan cuando tu hijo no cumple las normas pactadas o no es capaz de modular correctamente sus emociones. Unas disputas en las que en ocasiones os gritáis, amenazáis o os decís cosas que hieren al otro. Conflictos desagradables que llenan a tu hijo de incomprensión e ira y a ti de culpa e impotencia.

El conflicto es inherente a la vida y es a través de él que aprendemos a lidiar con un sinfín de situaciones y a reflexionar sobre nuestras necesidades y las de las personas que nos acompañan a diario. Como adultos no podemos permitir que se nos vayan de las manos ni permitir que se llenen de respeto.

En muchas ocasiones la falta de recursos ante estas situaciones te hacen adoptar una comunicación violenta normalizando las palabras fuera de tono o las conversaciones llenas de órdenes, reproches o juicios de valor. Esta forma de relacionarte con tu adolescente le crea un gran malestar emocional y le hace sentir que no le entiendes.

Seguro que te cuesta entender por qué tu hijo paga contigo su frustración o alzándote la voz o mostrándose tan desagradable. Porque se muestra tan irreverente e irascible cuando no consigue lo que se propone y le cuesta tanto escuchar tus opiniones o sugerencias. Tu adolescente se ha convertido en un joven rebelde y desafiante pero eso no significa que ya no necesite tu cariño y comprensión.

Si algo necesita tu hijo en esta etapa es que le enseñes a controlar su ira y a hacer frente a su inseguridad con tu paciencia y comprensión. Que le ayudes a entender en mundo de los adultos y a hacer frente a las dificultades. Estos conflictos rompen vuestro vínculo y nos alejan creando una barrera de incomunicación.

Los conflictos en esta etapa se producen porque nuestros adolescentes necesitan abandonar el nido y esto implica un importante reajuste personal y familiar. Nuestros hijos e hijas buscan su reafirmación, su lugar en el mundo, su libertad para pensar, hacer o decidir qué desean hacer, para empezar a vivir con más libertad y sentir a su manera.

La comunicación debe continuar siendo uno de los pilares más importantes en nuestro acompañamiento durante esta etapa y por esta razón debemos encontrar estrategias que nos permitan crear nuevos canales de comunicación. Es esencial que nuestros adolescentes se sientan escuchados, reconocidos, y respetados.

El modo en el que hablemos a nuestros hijos será un factor clave para ayudarles a desarrollar su personalidad y una sana autoestima y para aprender la forma más idónea para relacionarse con otras personas. Los conflictos no son buenos ni malos, si conseguimos hacerles frente desde la calma, se convertirán en una magnífica oportunidad para aprender y crear conexión. El problema no reside en lo que decimos sino en la forma en la que lo hacemos.

Nuestros adolescentes necesitan sentir que estamos a su lado sin condición, que les escuchamos con mucho respeto, que existen los límites, que entendemos que para ellos no es nada fácil hacerse mayor. Que establecemos unas expectativas acertadas hacia ellos y tenemos muy en cuenta sus necesidades o opiniones.

Una comunicación afectiva y respetuosa con nuestros adolescentes nos permitirá mostrarnos empáticos y hacer sentir a nuestros hijos que pueden contar con nosotros para todo aquello que necesiten. Un modelo de comunicación no violenta nos permitirá comunicarnos con ellos desde la eficacia y la empatía respetando tanto las necesidades de nuestros hijos como las nuestras.

Una buena comunicación proporcionará a nuestros hijos un mayor bienestar emocional, mejores niveles de autoestima, un autoconcepto más ajustado y un alto desarrollo moral y social. Les permitirá desarrollar estrategias de comunicación y resolución de conflictos.

¿Cómo podemos conseguir una comunicación eficaz y respetuosa con nuestros adolescentes?

1) Hablando siempre desde el respeto y el amor incondicional. Eliminando de nuestras conversaciones los improperios, las críticas desmesuradas, los juicios de valor y comparaciones y las etiquetas que tanto dañan a nuestros hijos e hijas. Utilizando un lenguaje lleno de respeto y grandes dosis de afectividad.

2) Siendo accesibles, estando presentes y disponibles. Buscando espacios para poder hablar sin prisas y escucharles con interés para que puedan compartir con nosotros todo aquello que les gusta o les preocupa respetando la intimidad que necesitan, sus ritmos vitales y estados anímicos.

3) Dialogando con ellos con ganas de entendernos, sin interrogaciones, ironías o comparaciones. Abriendo conversaciones bidireccionales y eliminando los gritos o las palabras mal sonantes cuando haya momentos complicados. Ayudándoles a identificar y gestionar las emociones por las que transitan desde la calma y la responsabilidad.

4) Explicándoles todo lo que nos gusta de ellos, aceptándoles tal y como son. Valorando sus esfuerzos y logros, ofreciéndoles nuestra ayuda siempre que lo necesiten. Recordando los límites y escuchando sus quejas con cariño, sus propuestas y necesidades. Teniendo muy presente las características propias de la etapa.

5) Dejando que tomen sus propias decisiones y que se hagan responsables de las consecuencias de sus conductas. Estableciendo normas y límites consensuados que deben cumplir con respeto.

6) Siendo el mejor ejemplo comunicativo que puedan tener, gestionando correctamente nuestros propios conflictos, controlando nuestra ira y ofreciendo soluciones desde la calma, el amor y la comprensión.

Observemos con paciencia y cariño a nuestros adolescentes para poderles ofrecer toda la seguridad y apoyo que necesitan en esta etapa tan convulsa pero a su vez importante y necesaria.

dilluns, 13 de febrer del 2023

Cinco formas de fortalecer un vínculo seguro con tu hijo para que sea más feliz

Todos los seres humanos necesitan sentirse queridos y aceptados. Vinculados afectiva y emocionalmente a las personas con las que conviven: que les cuidan, protegen y les muestran a diario su afecto. Un apego que les proporciona bienestar y que es imprescindible para que puedan entender el mundo que les rodea y gestionar adecuadamente las emociones. Este apego se convierte en una zona segura y confortable donde las personas pueden desarrollarse con calma y confianza. Ese lugar donde se siente el amor y el apoyo, donde todas las necesidades básicas quedan cubiertas y las posibles amenazas están controladas. Un espacio cálido donde pueden ser tal y como son sin miedo a ser juzgados.

En el caso de los niños, el apego seguro es la relación que establecen desde el momento de su nacimiento con sus padres o cuidadores de referencia que les ofrecen la seguridad, comprensión y confianza que necesitan para construir una buena autoestima, aprender a relacionarse con los demás y entender un mundo que, a veces, va demasiado deprisa. Todos los niños nacen con un instinto irrefrenable de apegarse a un adulto para le ayude y atienda todo aquello que precisan.

La presencia y la ternura de las figuras parentales son imprescindibles para poder cubrir las necesidades afectivas y emocionales que tienen los pequeños. La forma de apego que reciban establecerá la forma en la que desarrollarán su personalidad, cómo serán capaces de enfrentarse al mundo y se relacionarán con el resto de personas.

Un niño no precisa saber que un adulto le quiere, sino que necesita sentirlo a diario sin ninguna condición. Que le amen, respeten y le acompañen con grandes dosis de cariño y empatía y que den respuesta a sus necesidades según el período evolutivo en el que se encuentre. Que le enseñen a regularse emocionalmente y a vincularse de manera sana con los demás. Que le ofrezcan el tiempo que necesita para aprender sin tener miedo a fallar.

No se debe creer que establecer un apego seguro generará una relación de dependencia entre padres e hijos. Si no todo lo contrario, este apego basado, en la protección y la confianza, potenciará la autonomía del niño a través de la exploración y la creatividad. Cubrir las necesidades no significa que se deba satisfacer todos sus deseos o caprichos o que pueda hacer siempre lo que le apetezca. Este apego le permitirá aprender a responsabilizarse de sus tareas, a tener iniciativa personal y a asumir las consecuencias de sus conductas y actos.

Un niño con un apego seguro habitualmente tiene mejor capacidad para aprender, mayor facilidad para adaptarse al entorno, desarrollar sus habilidades sociales y hacer frente a los problemas considerando el error como parte esencial del proceso de aprendizaje. En cambio, si un niño carece de este tipo de apego se mostrará muy dependiente del adulto, inseguro y tendrá muchas dificultades para tomar decisiones y a todo aquello que siente.

Algunas pautas que los padres puedan utilizar para generar vínculos de afecto y seguridad con sus hijos son:

- Respetar, legitimizar y acompañar desde la empatía todas las emociones que sienten sin cuestionarlas ni etiquetarlas. Enseñando a identificarlas y regularlas correctamente. Acompañando la rabia, el miedo o la frustración con empatía y grandes dosis de comprensión.

- Pasar tiempo de calidad con ellos para poder crear vínculos estables, fomentando así la comunicación asertiva y respetuosa. Mostrar interés por todo aquello que les guste, interese o preocupe compartiendo momentos de juego y tiempo libre. Estos instantes distendidos serán claves para la construcción de un apego sólido que dure en el tiempo.

- Explicitar a diario el afecto a través de los abrazos, las caricias, los besos, las cosquillas y las palabras de aliento. Sin condicionar el amor o apoyo en función de los resultados académicos que obtengan o de si el comportamiento es adecuado o no.

- Aceptar al niño tal y como es con sus virtudes y defectos, haciéndole saber que sus padres y madres le aman por lo que es y no por lo que hace o consigue. Establecer sobre él unas perspectivas adecuadas que le hagan sentir que confían en él, que le quieren sin condiciones, que le incitan a ser valiente. Mostrar una actitud abierta a escuchar, dialogar y solucionar conflictos desde el respeto.


divendres, 10 de febrer del 2023

Claves para reducir los conflictos con tu hijo adolescente

 Si hay algo que desconcierta a las familias es mirar a su hijo y apreciar que casi no lo reconocen. Sentir que ha dejado de ser aquel niño dulce y cariñoso que no paraba de explicar todo aquello que hacía en el colegio para convertirse en un joven arisco y reservado al que le tienen que sacar las palabras a cuentagotas.
 Que solo muestra interés por sus cosas y quiere estar todo el día encerrado en su habitación, absorto en sus pensamientos y conectado con sus amigos a través de las redes sociales. Un joven que va a la suya y que, en ocasiones, se muestra poco respetuoso y agradecido por todo aquello que hacen sus padres por él. Que quiere pasar la mayor parte de su tiempo con su grupo de iguales porque en él encuentra el apoyo y la comprensión que necesita.
La adolescencia es un período de desarrollo convulso, repleto de cambios que a las familias les cuesta mucho acompañar desde la calma y la empatía. Su llegada trae con ella muchos conflictos y desavenencias entre padres e hijos. El orden, las responsabilidades en el hogar, los estudios, la hora de volver a casa o las nuevas amistades son algunos de los motivos que desencadenan estas riñas. Momentos en los que la comunicación parece casi imposible y las cosas no fluyen como antes. Donde se pierden los nervios o se levanta la voz. Discusiones constantes que hacen que los progenitores sientan culpa, inseguridad o impotencia al percibir que el vínculo con su hijo está muy dañado.

Durante esta etapa el adolescente necesita sentir que sus padres saben lo complicado que en ocasiones es para él hacerse mayor. Que son conscientes que su cerebro aún no está lo suficientemente preparado para actuar y decidir desde la reflexión y aplacar los impulsos que a menudo le llevan a actuar de forma desajustada. Unos padres que validan sus emociones sin juzgarlas y le ayudan a dar respuesta a sus nuevas necesidades con su presencia y disponibilidad. 

Que le aceptan tal como es, con sus virtudes y defectos, y le enseñan con paciencia a hacer las cosas bien. Que confían en él y le dejan descubrir y diseñar con libertad su propio camino. Que le exigen para que cada día sea una mejor persona. Que le ayudan a construir desde la tranquilidad su nueva identidad.

Hay que comprender que la necesidad que tiene un adolescente de cuestionar la autoridad de sus padres es natural y necesaria, y ese será el primer paso para poder acompañar esta etapa de forma consciente y empática. En este período el adolescente necesita empezar a llevar las riendas de su vida y hacer las cosas a su manera y ritmo sin sentir que el adulto que le acompaña se pasa el día controlando, criticando sus errores o ridiculizándole porque no hace las cosas bien.
El segundo paso será entender que muchas de las conductas inapropiadas que tiene el adolescente son una manera errónea de demandar ayuda cuando se siente inseguro.

Estas son cinco claves que los padres pueden poner en práctica para disminuir el número de conflictos con su hijo adolescente:

  1. 1. Para poder acompañar la etapa con serenidad es imprescindible que los progenitores conozcan las características propias de la edad. Este conocimiento permitirá entender la forma de actuar y decidir de su hijo adolescente, comprendiendo la rebeldía e impulsividad con la que a veces procede.
  1. 2. Aceptando que ahora lo que necesita el adolescente es espacio, intimidad y libertad para poder crecer. Para experimentar y relacionarse con su entorno de forma muy distinta a la que hasta ahora lo había hecho. Una autonomía que le permitirá empezar a tomar sus propias decisiones y a asumir las consecuencias de las mismas.
  1. 3. Propiciando una comunicación basada en el respeto donde el joven pueda expresar lo que siente o necesita sin sentir miedo a ser juzgado o etiquetado. Validar sus emociones será la mejor manera de crear un vínculo sólido y afectuoso y propiciar así que tenga ganas de compartir todo aquello que le pasa o necesita.
  1. 4. Cuando el conflicto estalle, el adulto será el encargado de sofocar el incendio, no de avivar las llamas. Ofreciéndole el tiempo y espacio que necesita para calmarse, escuchando atentamente y hablando con un tono de voz adecuado, sin acusaciones y reproches. Ofreciendo soluciones creativas para solucionarlo desde el cariño y la intuición.
  1. 5. Ofreciendo el tiempo que necesitan para aprender a descifrar el mundo complejo de los adultos. Un mundo que, en ocasiones, va demasiado rápido y es excesivamente complicado y exigente con ellos.
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Estos son los propósitos de 2023 que todo padre desea para sus hijos

Hoy se inicia un año nuevo repleto de buenas intenciones y muchos retos por cumplir. Con la lista de propósitos ya preparada y 365 días por delante para que se puedan conseguir. Estos serían: mejorar los hábitos para que sean más saludables, pasar más tiempo de calidad con las personas queridas y aprender nuevas cosas que alimenten el intelecto y la ilusión y que, seguramente, aparecen en la mayoría de listas de deseos para 2023.

Este domingo 1 de enero, padres e hijos se despiertan embriagados por la ilusión de olvidar todo lo malo que trajo el año pasado. Doce meses en el que se padecieron los últimos coletazos de la covid-19 que condicionó durante demasiado tiempo la forma de relacionarse, en los que se aprendió a convivir con este virus de una forma más tranquila y cesaron los confinamientos que tanto hicieron sufrir a muchos.

Un 2022 convulso que ha castigado duramente la economía con la subida estrepitosa del precio de los alimentos, de la electricidad y del gas. En el que se inició también la terrible invasión de Rusia en Ucrania y que aún no ha finalizado. Además, todavía millones de personas en el mundo siguieron sufriendo pobreza extrema y viviendo en condiciones infrahumanas. Aunque también pasaron cosas maravillosas durante estos meses: como los avances científicos en la cura de la diabetes, el cáncer y el diagnóstico del alzhéimer o las muestras de solidaridad en todo el planeta con los pueblos que más sufren.

Yo este año he decidido ponerme pocos propósitos para centrar toda mi energía en conseguirlos. Con el paso de los años, he aprendido que si elaboro una larga lista de objetivos termino no cumpliéndolos porque me acaban invadiendo las postergas o las excusas. Para 2023, he elegido pocos pero muy importantes: todos ellos centrados en mi autocuidado y en la educación de mis hijos.

En mi opinión, cada inicio de año los padres y madres deberían animar a los niños y adolescentes a establecer su propia lista de propósitos. Una lista de pequeños objetivos que quieran alcanzar durante los próximos meses. Escribirlos, además, junto a ellos hará que se comprometan más fácilmente y muestren ilusión por conseguirlos. Los adultos deberían ayudarles a buscar objetivos concretos y realistas tanto a nivel propio como familiar. 

Estableciendo muy detalladamente con ellos los pasos necesarios que deberán seguir para poderlos lograr. Explicándoles que para conseguirlos tendrán que centrar toda su atención en el proceso y no únicamente en el resultado. Siendo muy conscientes que a lo largo del camino se encontrarán algunas dificultades y deberán ser persistentes y trabajar duro.

El hacerlo por escrito ayudará a niños y adolescentes a evaluar todo aquello que ya hacen bien y los aspectos que necesitan mejorar. Les posibilitará fortalecer la disciplina y la voluntad, potenciará su autoestima y autonomía personal, su capacidad para resolver contratiempos y les enseñará que los tropiezos son imprescindibles para aprender. 

Los propósitos educativos que los padres les deberían marcar deben centrarse en su crecimiento personal. Un desarrollo que nada tiene que ver con que sean populares, obtengan siempre excelentes notas y destaquen sobre los demás. Si no que fomenten una estabilidad y progreso basado en que aprendan a esforzarse por lo que de verdad desean, a cuidar y respetar a los que les quieren, a mostrarse generosos, agradecidos y colaboradores con los que lo necesitan.

La experiencia como madre y docente me ha enseñado que los objetivos más importantes que deberíamos marcarnos en la educación deberían ser:

  1. 1. Que sean niños y jóvenes libres y con autonomía. Con un pensamiento crítico que les permita pensar y decidir sin sentirse condicionados por lo que puedan pensar u opinar los demás.
  2. 2. Que aprendan a ser dueños de sus vidas, que luchen por cada uno de sus sueños y no los dejen en manos de la suerte o del destino. Que estén dispuestos a esforzarse todo lo que haga falta sin poner excusas, siendo conscientes que en ocasiones la vida será injusta. Que aprendan a pedir ayuda sin vergüenza.
  3. 3. Que sepan amar a los demás aunque sean muy distintos a ellos. A mostrarse respetuosos ante la diferencia de edad, género, religión e ideología. Sin juzgar el camino que deciden elegir los otros y mostrando interés por conocer formas de vivir y pensar diferentes a las suyas.
  4. 4. Que encuentren aquellas cosas que le llenen la vida de ilusión a través de la música, la ciencia, la literatura o el deporte. Que no se cansen nunca de aprender, de investigar, de preguntar las dudas, de mejorar un poco a diario. De conocer a gente nueva o viajar descubriendo lugares maravillosos.
  5. Seguir leyendo en : https://elpais.com/mamas-papas/expertos/2023-01-01/estos-son-los-propositos-de-2023-que-todo-padre-desea-para-sus-hijos.html