Sònia

Sònia

dilluns, 27 d’abril del 2020

EL ARTE DE EDUCAR A UN ADOLESCENTE

- Portazos que distancian.

- Juicios de valor que llenan de recelos.

- Reproches que rompen la confianza.

- Tonos de voz que ensordecen.

- Pantallas que aíslan.


No es fácil convivir junto a un adolescente y menos 24 horas 7 días a la semana. Educar a alguien  que vive en constante ebullición, que en ocasiones cree que el mundo gira en contra suyo, que intenta dominar sus emociones torpemente. Con poca capacidad para la autocrítica, que vive entre la euforia y el catastrofismo, el llanto y las risas.

No es fácil acompañar con serenidad a un joven al que le cuesta reconocer sus errores, que está inmerso en un caos de cambios, que muestra dificultades para superar la frustración. Que vive en una vorágine de sentimientos, dudas y contradicciones.

No es fácil entender a alguien que en ocasiones se muestra poco empático, que tiene comportamientos desmesurados, que no sabe gestionar correctamente sus arrebatos de agresividad. Una persona en proceso de cambio, de descubrimiento, de construcción de su propia identidad.

No es fácil aceptar que esa persona que se pasa muchas horas solo en su habitación enganchado a su móvil ya no es aquel niño al que acurrucábamos cuando tenía miedo. Ahora es joven rebelde con ganas de descubrir el mundo a su manera, al que le cuesta escuchar nuestras opiniones y ha decidido querernos de forma diferente.

Que fácil es perder la paciencia, contagiarse de sus cambios de humor, sentirse herido con sus cuestionamientos.

Los adolescentes son rebeldes, egocéntricos, transgresores de normas, impulsivos. Pero también son cariñosos, colaboradores, creativos y han demostrado, al igual que los más pequeños, una ADMIRABLE CAPACIDAD de ADAPTACIÓN en este confinamiento que les ha robado su bien más preciado "SU LIBERTAD".

Ojalá fuésemos más conscientes de lo difícil que es para ellos madurar en una sociedad consumista, globalizada e individualizada como la nuestra. Ojalá recordásemos más a menudo lo torpe que también éramos nosotros cuando teníamos su edad.

Cómo acercarnos a nuestros adolescentes

Aprovechemos esta pandemia para estrechar vínculos con nuestros hijos adolescentes, para acercar posturas, para demostrarles nuestro amor incondicional.

1, Consensuemos normas, flexibilicemos límites, establezcamos consecuencias cuando no cumplan los pactos. Busquemos el equilibrio entre las reglas y el vínculo afectivo.

2. Regalemos miradas que acojan, palabras que entiendan, abrazos que protejan, espacios que acerquen. Recordémosles a diario lo mucho que nos importan, lo que valoremos sus esfuerzos.

3. Seamos el mejor de los ejemplos a la hora de gestionar los conflictos, de controlar nuestra ira, pactemos fórmulas que satisfagan a ambos lados.

4. Hablemos con ganas de entendernos, sin interrogaciones, ironías, tonos acusativos o comparaciones. Con un lenguaje lleno de respeto y grandes dosis de afectividad.

5. Démosles la libertad de dibujar su propio camino, de tomar decisiones aunque sepamos que van a equivocarse. Ayudémosles a descubrir sus propios valores, a mirarse al espejo aceptándose tal y como son.

6. Respetemos la intimidad que necesitan, sus ritmos vitales, sus silencios que calman. Ayudémosles a asumir sus responsabilidades sin expectativas que ahoguen.

7. Aceptemos que las pantallas son el cordón umbilical de sus relaciones, su ventana al mundo estos días, intentemos ayudarles en su gestión.

8. No infravaloremos sus emociones, preguntémosles qué es lo que les preocupa, ayudémosles a encontrar respuestas a sus miedos. Enseñémosles a gestionar los riesgos, los cambios anímicos, la melancolía.

9. Démosles protagonismo dentro de la familia, valoremos sus propuestas, escuchemos sus quejas con cariño. Compartamos actividades que fortalezcan nuestras relaciones.

10. Abramos nuevos canales de comunicación, interesémonos por lo que les gusta, preguntémosles qué es lo que les preocupa.

11. Acompañemos con toneladas de paciencia, serenidad y empatía. Compartamos con ellos cómo nos sentimos cuando pierden los papeles, eduquemos des del respeto mutuo,

Querámosles cuando más lo necesitan, cuando más vulnerables son.

diumenge, 19 d’abril del 2020

EDUCAR EL AQUÍ Y EL AHORA

Jamás hubiésemos imaginado vivir una situación tan excepcional. Donde de un día para otro TODO nuestra vida ha dado un giro de 180º, quedándose congelada en mucha de sus parcelas, modificándose en todo el resto.

Nos ha tocado reinventarnos de la noche a la mañana, acabar con nuestra imperiosa necesidad de  CONTROLARLO todo. Aprender a vivir sin saber qué pasará mañana, sin poder anticiparnos a los acontecimientos. Todo lo que estaba programado, cuantificado o examinado ahora ya no sirve. 

Nos hemos visto obligados a aprender a vivir en la improvisación, sin poder seguir un patrón establecido, todo es nuevo en nuestras vidas. No estábamos preparados para aceptar tanta incertidumbre, para convivir 24 diarias con los nuestros, para dejar de ver a la gente que necesitamos cerca.

Ojalá este confinamiento nos enseñe a educar y vivir en el AQUÍ  y el AHORA sin preocuparnos demasiado por lo que pasará mañana. Aceptando que nos va a tocar innovar en todas las facetas de nuestra vida, a aprender a aprovecharnos de los imprevistos, a saber ir a la deriva.

A dar la mano a lo impredecible, a bailar con lo inesperado, a abrazar el CAMBIO. Conectando con las emociones, aceptando que quien arriesga puede perder pero es inmensamente más feliz.

Eduquemos en la determinación, resilencia y disciplina. Enseñemos a confiar en el instinto, en dejar fluir. Aprendamos a darle una oportunidad a lo que no conocemos.

Motivemos a desafiar al miedo con descaro, a aceptar el error como parte imprescindible del viaje. A aceptar que ahora la creatividad es imprescindible para poder seguir caminando.

A trazar retos a corto plazo, a crear razones para seguir avanzando, a recordar a diario que todo puede acabar de un día para otro.

Ayudemos a encontrar eso que nos hace diferentes, a pelear con agallas,  facilitemos que cada uno viva su historia a su manera. Acompañemos a nuestro pequeños con cariño y comprensión, entendiendo el miedo que les produce la incertidumbre, el estrés de estar encerrados entre cuatro paredes.

Hagamos creer más que nunca en el "y por qué no", poniendo los sueños por encima del ego, creyendo que cuando lo das todo ganas siempre. Expliquemos que nuestra vida nunca será como era antes.

Recordemos a diario que seguramente las cosas más bonitas aún no las hayamos visto, probado o  experimentado. Grabemos a fuego que SIEMPRE es el momento para HACERLO

divendres, 3 d’abril del 2020

MATRÍCULA DE HONOR PARA NUESTROS PEQUEÑOS


Mamá, yo lo que quiero es volver a mi vida real.

Mamá, si el virus es tan malo ¿por qué tienes que irte a trabajar?

Mamá, ¿por qué estás tan triste? No quiero que llores.

Todos los papás y mamás de este país hemos tenido que enfrentarnos a preguntas como éstas estos días de confinamiento.  Aprender a compaginar nuestra vida familiar, laboral y personal desbordados emocionalmente, preocupados laboralmente y algunas familias sobrepasados con las tareas escolares. Con una incertidumbre que ahoga, con un nivel de exigencia que carga de culpa, con una pandemia que llena de impotencia.

Es muy complicado prever los efectos adversos que causará este encierro en nuestros hijos, una situación sin precedentes. Sin duda éstos serán diferentes en función de las circunstancias que cada familia esté viviendo. No es igual un hogar lleno de problemas, de reproches o de ansiedad por falta de ingresos que uno donde las consecuencias del COVID-19 sean menores y se viva con serenidad y paciencia.

Lo que sí sabemos con seguridad es que a todos los niños les afectará la actitud con la que sus padres se enfrenten ante este confinamiento. Cómo somos capaces de transmitirles lo que sentimos, qué herramientas les estamos enseñando para que puedan entender todo lo que está pasando, de qué forma les acompañamos.

Una difícil tarea educativa para la cual la mayoría no estamos preparados. No es nada fácil educar desde la vulnerabilidad que estamos viviendo,  cuando nos sentimos tristes, angustiados o acabamos de perder a un ser querido.

Debemos confiar en la capacidad de adaptación que tienen todos los niños y que estos días nos están demostrando. Si alguien saca matrícula ante el virus son ellos. Encerrados entre cuatro paredes sin perder la sonrisa, las ganas de aprender cosas, de disfrutar de nosotros.

Deberíamos convertirnos en su fuente de seguridad y confianza filtrando toda la información que les pueda dañar. Resolviéndoles todas las dudas y  rebajando la tensión con mucho sentido común y del humor. Ayudándoles a entender la importancia de vivir en el presente en este mundo en ocasiones tan  incierto e incómodo.

Convirtiendo el confinamiento en una gran oportunidad para aprender a  solucionar conflictos, para compartir talentos, para educar en valores tan esenciales como la resilencia, la solidaridad o la empatía.

Observando y validando las emociones que sienten, preguntándoles qué les preocupa, ayudándoles a gestionar la tristeza o la frustración correctamente. Estando atentos a las señales de alarma, relativizando, priorizando lo que es realmente importante. Permitiéndoles esos momentos de explosión donde salga la ira, el llanto o el miedo y ofreciéndoles momentos para que puedan canalizar toda la energía.

Estableciendo horarios y rutinas que les den seguridad, implicándoles en la creación de nuevas normas más flexibles, enseñándoles a pensar y trabajar en equipo con perseverancia.

Haciéndoles poco a poco responsables de sus tareas, potenciando el esfuerzo, la capacidad de decisión y la autonomía. Escuchando sus opiniones y dedicando todo el tiempo que tengamos a JUGAR y compartir tiempo de CALIDAD.

Con los más mayores, respetando sus espacios, silencios y sus ritmos vitales, mostrándonos accesibles e interesados por todo aquello que les pasa, abriendo nuevos canales de comunicación.

Al igual que ellos, después de este confinamiento todos habremos aprendido a  ser más conscientes de lo que realmente es esencial en nuestra vida, a quejarnos menos, a convivir tolerando. A ser más agradecidos y pacientes.

dijous, 2 d’abril del 2020

UN MUNDO FASCINANTE

- Me hubiera encantado gustarle.

- ¿Y quien te ha dicho que no lo has hecho?

- Ni siquiera me ha hablado mamá.

- Que no te haya hablado no significa que no le haya gustado conocerte. 

- Cuando le hablaba no me miraba.

- Sólo necesitáis más tiempo para poder congeniar.

- A ti si que te ha dado un beso cuando le hemos dicho adiós. 

Podría empezar explicando que Pablo sufre un trastorno generalizado del desarrollo. Que no le dirigió ni una palabra ni un gesto a Xavier, mi hijo. Que no le miró ni se despidió de él. Seguiría aclarando que está diagnosticado como alguien que padece un trastorno autista. Podría explicar que comprendo la desilusión que sentía Xavier ese día sentado en el parque sin acabar de entender a Pablo.

Pero prefiero empezar contando que Pablo es un niño muy especial, al que todo el mundo le gustaría conocer. Tengo el privilegio de poder decir que es mi alumno. Y digo privilegio porque sé que desde que conozco a Pablo soy mucho mejor persona.

Podría asegurar que si tu mirada logra entrelazarse con la suya el vínculo será de por vida. Un niño al que le fascina jugar al igual que a todos los compañeros de su edad, no para de reír cuando le haces cosquillas sin avisar y se enfada cuando no entiendes lo que te quiere decir. 

Al que le gusta que le achuches cuando las cosas no salen bien y le animes a intentar cosas nuevas que probar. Que te pide protección cuando el ruido empieza a aumentar y te expresa su miedo cuando no entiende lo que va a pasar. 

Podría concentrarme en hablar de todo lo diferente que es de los demás, en describir todo lo que nunca podrá llegar a hacer, en los problemas que presenta a la hora de comunicarse con los demás. Elijo focalizar mi energía en explicar todo lo que día a día es capaz aprender, de sentir, de intuir. 

Nunca llegará a la universidad pero ya es un licenciado en el arte del querer. Jamás formará una familia pero posee el master en lograr que a su alrededor todos lo quieran sin condición. No conseguirá conducir un coche pero encarrilará su vida para llegar a descubrir todo lo que le hace feliz.  

Debo confesar que hay días en los que me cuesta mucho aceptar que no tenga ganas de mí, que me exija una paciencia infinita para poder llegarle a ayudar, que no pueda conectar con la realidad. Que no muestre interés por escuchar y aprender todo lo que le quiero enseñar. 

De que haya jornadas donde no se deje tocar y se muestre indiferente a que le narre ese cuento que días antes le hipnotizó. Que me niegue un abrazo o nunca me explique lo que siente por mi. Mañanas en las que no logro entender el porqué de su llanto que me lleva a desesperar. en los que me invaden las ganas de abortar mi esfuerzo y volver a la normalidad.


Pero llega el día que consigues aliarte con la incertidumbre y lo desconocido te deja de molestar, que te anclas en la clínica de la comprensión y decides ir borrando cada una de las etiquetas que le quieren colgar. 

Ese justo momento en el que decides centrar tu mensaje en hablar de convivencia y no de inclusión, de igualdad y no de diferencia, de oportunidad y sensatez. 

El día a día en el aula te lleva a aprender que, sea cual sea la condición, todos los niños necesitan un abrazo cuando todo se tiñe de gris, un "eres capaz de hacerlo" cuando las cosas se empiezan a torcer o un "estoy aquí a tu lado" cuando empiezan a temer. Pablo, al igual que sus compañeros,  sólo necesita comprensión, que respeten sus ritmos, que compartan su silencio y crean en él. Que le susurren al oído "Todo saldrá bien". 

Trabajo a diario por conseguir sumergirme en su mundo en ocasiones inaccesible para mí, aceptar que con él dos más dos nunca son cuatro. Un mundo extraordinario donde nada está regulado y ordenado, donde nuestras miradas llegan a ser cómplices sin pedir uno al otro ninguna explicación.

Me pides que te ayude a comprender, que te anticipe lo que va a suceder y elimine el caos en tu vida porque te produce estupor. Que entienda tu fascinación por cosas a las que yo ni siquiera he llegado a apreciar, que respete tu ritmo y tu forma especial de comprender la realidad. Que no hable demasiado deprisa porque sino no entiendes lo que quiero de tí, que te felicite cada vez que lo haces bien. Que entienda tus rituales que sea previsible para que me puedas seguir. 

Gracias por haberte cruzado en mi vida y obligarme a diario a improvisar, crear o inventar para encontrar la tecla que te haga feliz. Por hacer que me enternezca por tu ingenuidad, tu manera de besar, tu forma de decirme que te gusta mi olor.