Sònia

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diumenge, 1 de desembre del 2019

PRACTICAR EL AGRADECIMIENTO

- Mamá, ¿tú eres feliz?

- Cada vez más.

- ¿Por qué consigues todo lo que te propones?

- No, porque cada día necesito menos cosas para serlo.

- ¿Y eso cómo se consigue?

- Siendo agradecido.

Vivimos en la era de la inmediatez, de la insatisfacción, de la frustración constante. Con poco tiempo para valorar o reconocer todo lo bueno que nos sucede, para agradecer, para sentir lo privilegiados que somos en muchas ocasiones. Nos hemos vuelto unos auténticos expertos en enfocarnos en lo negativo, restando valor a lo que conseguimos, centrándonos únicamente en lo que nos falta.

Dicen que el agradecimiento es la memoria del alma, del corazón. Por este motivo la gratitud debería convertirse en uno de los pilares de la educación emocional de nuestros hijos. Poco valores son tan poderosos como el arte de valorar, el de dar las gracias. 

Ser agradecido es la emoción más saludable para el organismo. Una habilidad primordial para desarrollar y mantener una buena calidad de vida. Agradecer reduce el estrés, predispone al corazón al asombro, a saber valorar cada pequeño regalo con el que nos obsequia la vida casi a diario. Dar las gracias nos conecta con nosotros mismos, energiza, nos engrandece.

Las personas agradecidas son mucho más felices, sencillas y humildes. Huelen a amistad, amor y bondad. A respeto, empatía y serenidad.

El agradecimiento va mucho más allá que simplemente dar las gracias, debe convertirse en una actitud diaria, en un hábito de vida. Se educa el agradecimiento con nuestro ejemplo diario, con paciencia y constancia. Enseñando a nuestros pequeños a valorar a la familia, los amigos, a toda la gente que les quieren y les cuidan sin condición.

Educar en el agradecimiento es enseñar a SENTIR el agradecimiento, a apreciar la cantidad de cosas buenas que pasan a diario, las nuevas experiencias, pos pequellos detalles.

Es educar a sentir el privilegiado de vivir, amar o soñar. A saber saborear cada momento, la belleza de las cosas simples, a aprender a ser feliz sin que haya ocurrido nada extraordinario. A no valorar las cosas únicamente cuando las hayan perdido.

Enseñándoles a ser agradecidos no sólo con las palabras sino también con los gestos;  con abrazos que arropen o besos que contagien felicidad. Con rituales de gratitud diarios que les ayuden a conectar con el presente y a reconciliarse con el pasado y el futuro.

Los niños educados en el agradecimiento son personas con mayor autoconocimiento, autoestima y autorregulación personal. Son niños mucho más altruistas, comprometidos y optimistas ante las dificultades a las que se enfrentan a diario. Tienen unas relaciones sociales más plenas y efectivas y toleran mucho mejor la frustración ante el error. Pero sobre todo son mucho más FELICES con lo que son y no por lo que tienen.

No olvidemos nunca que la gratitud es la mejor forma de fortalecer la felicidad.

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