Sònia

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dimarts, 20 d’abril del 2021

PODCAST ADOLESCENCIA: ACOMPAÑAR DESDE LA CALMA

Hace unos días tuve el privilegio de grabar junto a Laura Baena este podcast sobre la ADOLESCENCIA.

Acompañar a un adolescente es una tarea ardua, repleta de retos diarios, de estrategias por aprender. No es fácil entender porque nuestros hijos adolescentes en ocasiones se muestran tan irreverentes,  irascibles y les cuesta tanto escuchar nuestras opiniones. No es fácil aceptar que hayan crecido tan rápidamente y necesiten volar fuera del nido.


Un adolescente es un volcán en erupción que estalla a menudo sin poder entender muy bien el motivo, un cóctel de emociones desbocado que intenta comprender un mundo que va a toda velocidad. Una persona que experimenta una metamorfosis de cambios y va tejiendo su propia identidad. Con sentimientos poco modulados, confusos  y llenos de contradicciones.


Una persona que piensa que en ocasiones el mundo gira en contra de él, con poca capacidad para la autocrítica y para gestionar la frustración.


La adolescencia es la etapa en la que nuestros hijos necesitan de nuestro cariño, comprensión y empatía aunque en ocasiones no parezca así. Que les acompañemos con calma y respeto, que entendamos sus cambios de humor y les ayudemos a poner freno a su impulsividad. 


Nuestros hijos necesitan que expresemos nuestro amor de forma incondicional a diario, que consensuemos normas, que flexibilicemos límites.  Que no les ahoguemos con nuestras expectativas o juicios de valor. Precisan toneladas de miradas que acojan, palabras que entiendan, abrazos que protejan.


Pero no es nada fácil conseguir acompañarlos con tranquilidad cuando se pasan muchas horas encerrados en su habitación enganchados a su móvil o a la consola,  cuando te sientes herido con sus constantes cuestionamientos, cuando deciden esconderse detrás de su silencio.


Espero que disfrutéis del podcast tanto como lo hice yo grabándolo:


LO PODÉIS ESCUCHAR AQUÍ:

https://podcasts.apple.com/es/podcast/adolescencia-acompa%C3%B1ar-desde-la-calma/id1538559887?i=1000517666346



dimecres, 14 d’abril del 2021

Acompañar a nuestros hijos ante el MIEDO

 Llevamos más de un año improvisando, pendientes de cifras de contagios, de restricciones, reinventándonos casi a diario para intentar adaptarnos a esta “nueva normalidad”. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es a darnos cuenta que no podemos controlar casi nada, que de la noche a la mañana todo puede cambiar.

Muchos meses después seguimos viviendo en días de máxima incertidumbre, rodeados de noticias sesgadas que nos confunden, de situaciones que nos llenan de angustia porque no las acabamos de entender. De pérdidas personales, laborales, de sueños rotos. Alejados de los nuestros y pendientes de cuándo las vacunas nos van a devolver parte de tantas cosas que hemos postergado.

Un virus que está condicionado enormemente la infancia de nuestros hijos, sus relaciones, sus deseos. Que les ha privado de estar junto a sus seres queridos que tanto necesitan, de jugar con libertad en los parques, de poder celebrar fiestas de cumpleaños junto a sus amigos.

Una crisis sanitaria y social que les ha obligado a adaptarse a una escuela que ha cambiado radicalmente. Las mascarillas les han robado poder ver las sonrisas de sus compañeros y maestros, la distancia social el juego libre en los patios, los grupos estables de convivencia la socialización con el resto de compañeros.

Una pandemia que les ha contagiado en muchos momentos de MIEDO. Miedo a no saber qué va a suceder, a perder a algún ser querido, a que papá o mamá pierdan su trabajo o a no poder salir a jugar a la calle con libertad.

Un sentimiento que se ha hecho mayor la dificultad de entender bien qué era lo que exactamente estaba pasando, ante el temor de poderse contagiar o tener que volver a vivir confinamientos por haber estado en contacto con algún positivo.

El miedo es una emoción natural, primaria y adaptativa imprescindible para nuestra supervivencia. El miedo nos protege, nos hace estar alerta delante de un peligro y poder reaccionar a tiempo, nos hace analizar, aprender y evolucionar. Nos permite identificar las situaciones de peligro y conocer dónde están los límites.

Pero el miedo también puede llegar a bloquearnos, dominarnos y anular nuestra capacidad de razonamiento. A modificar nuestra conducta y hacernos tomar decisiones poco acertadas .Una situación angustiosa que nos hace sentir más frágiles y vulnerables, nos llena de ansiedad y nos imposibilita disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

Por este motivo, y en una situación tan excepcional como la que vivimos, nuestros hijos necesitan mamás y papás que mantengan la calma y les ayuden a entender todo lo que está pasando con serenidad y mucha comprensión. Que les expliquen que estamos viviendo días inciertos que nos producen inestabilidad pero que juntos será más fácil salir adelante.

Adultos que no les expongan a noticias procesadas por medios de comunicación que no tengan la capacidad de entender, que se conviertan en modelos asertivos a la hora de gestionar todos los cambios, que les transmitan amor, calma y seguridad. Ayudándoles a entender, con grandes dosis de afecto, que todo esto pasará y que pronto volveremos a recuperar la normalidad.

¿Cómo se educa ante el MIEDO?

1.    Lo primero que deberíamos hacer es explicarles que TODOS tenemos miedo, que es una emoción muy necesaria en nuestra vida. Miedo al virus, a la oscuridad, a la muerte o a estar solos.

2.    Enseñando que la mejor manera de afrontar el miedo es hablando de él sin vergüenza ni tapujos. Identificándolo, poniéndole nombre, validándolo, acogiéndolo y desarrollando habilidades para poder luchar contra él. PLANTÁNDOLE CARA con valentía sin dejar que condicione nuestro día al día.

3.    Ayudándoles a enfrentar sus miedos de forma gradual, poco a poco. Utilizando recursos como cuentos, películas, canciones o historias que les ayuden a verse triunfadores frente a lo que les da temor. Ofreciéndoles recursos de apoyo en las situaciones que le producen miedo y mucha protección.

4.    Fomentando la autoestima, la autonomía y la toma de decisiones ofreciéndoles nuestra comprensión y apoyo. Dándoles tiempo para aprender, respetando sus ritmos y necesidades, sus silencios.

5. Mostrando grandes dosis de cariño, empatía y paciencia. Haciéndoles sentir que entendemos y respetamos todo aquello que les puede causar temor y que estamos a su lado sin condición. Sin ignorarlos ni ridiculizarlos cuando muestren sus temores.

6.    Enseñándoles que al miedo se le combate con grandes dosis de humor; riámonos juntos de él, inventemos historias divertidas que nos ayuden a espantarlo, dibujémoslo buscando su lado más alegre.

7.    Nunca utilizar el miedo en forma de amenaza para lograr que nuestros hijos obedezcan, acepten o modifiquen ciertas conductas o valores. El miedo se hace monstruoso cuando lo usamos erróneamente.

8.    Explicando que el problema no reside en tener miedo sino en el efecto que éste tiene sobre nuestras vidas. Mostremos un modelo positivo de conducta y ayudémosles aconvertir el miedo en prudencia.

9.    Enseñándoles a contrarrestar el miedo con técnicas de relajación, escuchando música tranquila para serenarse o practicando la respiración consciente en los momentos que se sientan más nerviosos y muestren dificultades para aceptar la situación con serenidad.

10. Educando sin sobreprotegerlos, informándoles de todo aquello que es importante que sepan adaptándonos a lo que puedan entender por su a edad. Evitemos datos o cifras que les puedan alarmar, pero expliquémosles todo aquello que deberían saber con honestidad y rigurosidad.

11. Ofrezcamos a nuestros hijos una visión positiva del mundo, enseñándoles a no preocuparse excesivamente por las cosas, a buscar soluciones creativas ante los problemas, a pedir ayuda siempre que lo necesiten sin temor al qué dirán.

Consigamos ser el refugio donde nuestros hijos puedan cobijarse cuando se sientan frágiles, el lugar donde siempre puedan acudir cuando necesiten ayuda y una palabra de consuelo.

 

EDUCAR EN LA FELICIDAD

Es bien curioso que en muchas ocasiones olvidemos mostrar a nuestros hijos o a nuestros alumnos la materia más importante que existe. Seguimos basándonos en la idea tradicional de que educar es adquirir el máximonúmero de conceptos. Nos obsesionamos con que desde muy pequeños aprendan o memoricen la mayor cantidad de contenidos posibles o queaprendan idiomas, toquen instrumentos y practiquen el mayor número de deportes.

Para mi el objetivo principal de la educación debería ser enseñarla CIENCIA de la FELICIDAD. Esa ciencia que te abra la posibilidad de vivir una vida plena de sentido. Según la RAE la felicidad es el estado de grata satisfacción espiritual y física. Si algo nos une a todos los seres humanos es el deseo de conseguirla.

Ojalá fuésemos capaces de enseñar a nuestros pequeños una felicidad bien entendida, sin edulcorantes y llena de realismo. Definiéndola como una responsabilidad individual, como una elección que mucho tiene que ver con la forma en la nos observamos, nos juzgamos o nos queremos. Sin confundirla con una obligación o un estado final o con la cantidad de cosas que somos capaces de poseer.

Una felicidad entendida como un viaje y no como un destino, donde dejas de consumir el tiempo y empiezas a exprimirlo. Esa que te permite vivir con intensidad los días, vivir la vida con sentido y disfrutar de lo cotidiano. Ese sentimiento que permite sentir el privilegiado de poder abrir los ojos cada mañana y te ayuda a ser a diario un poco mejor.

La felicidad se consigue con mucho trabajo, dándote cuenta de cuándo lo eres y qué has hecho para lograrla. Con paciencia y perseverancia, sin identificarla únicamente con el éxito. Se aprende a serlo siendo feliz pero también en los momentos en los que parece que nada funciona o no conseguimos lo que nos proponemos.

La educación emocional debería convertirse en el pilar fundamental en la educación, el eje vertebrador de la felicidad. Una formación centrada en enseñar a decidir, a comprometerse, a responsabilizarse,  a dibujar caminos con coherencia. A identificar y gestionar las emociones, a establecer expectativas adecuadas , a aprender a liderar la propia vida. 

Una educación que prepara a nuestros hijos a vivir en una sociedad compleja, vacilante y llena de incertidumbre. Que prime la formación de una personalidad fuerte y flexible, que enseñe resilencia y crea en el valor educativo de los errores.

¿Cómo se educa en la felicidad?

A ser FELIZ se aprende a diario, con esfuerzo y mucha, mucha práctica. La felicidad no es un código binario sino un subir y bajar, una montaña rusa a la que hay que aprender a domar. Así que hay que enseñar a nuestros pequeños a ser constantes, a asumir que el error es parte imprescindible del juego, a saber perder. 

1. Se educa la FELICIDAD  ofreciendo la oportunidad de vivir experiencias de felicidad diversas pero sobretodo aprendiendo a crearlas. Enseñando a cultivar relaciones sanas, a identificar el sentido de aquello que hacemos, a creer en las sinergias.

2. Se educa la FELICIDAD mostrando la manera de reilusionarse cada vez que las cosas se tambalean,  enseñando a enfocarse en las propias fortalezas, a centrarse en las emociones positivas.

3. Se educa la FELICIDAD haciendo sentir a nuestros pequeños que estamos orgullosos de ellos, ofreciéndoles nuestra protección y seguridad, creando vínculosque enfortezcan. Queriéndoles sin etiquetas, comparaciones o reproches.

4. Se educa la FELICIDAD entrenando a reaccionar de forma positiva ante las cosas que nos pasan, a esforzarse para conseguir aquello que queremos, a creer que la actitud es el mejor arma para conseguir que las cosas sucedan.

5. Se educa la FELICIDAD enseñando que no existen emociones buenas o malas, a convivir con emociones incómodas como la ira, el miedo o la ansiedad, a superar los baches del camino. A buscar ayuda cuando sea necesario, a aprender a convivir con los problemas con optimismo, a no avergonzarse de los baches o fracasos.

6. Se educa la FELICIDAD ayudando a nuestros pequeños a establecerse retos, fomentando la autoestima, la autoregulación, la curiosidad y la autonomía. Potenciando la valentía y la confianza en uno mismo.

7. Se educa la FELICIDAD valorando el esfuerzo que hacen nuestros hijos a diario, alentándolos a no renunciar a los proyectos que les hagan felices, a saber priorizar lo que realmente es importante, a soñar grande.

8. Se educa la FELICIDAD enseñando el valor del agradecimiento que tiene un poder sanador y empático para quien lo da y lo recibe. Que nos conecta con el amor, con la paz, la seguridad y la confianza. Con la abundancia, la positividad y la alegría interna.


9. Se educa la FELICIDAD sin culpas ni autoexigencias que ahogan, convirtiéndonos en el mejor modelo de conducta que puedan tener. Transmitiendo valores y contagiando las ganas de vivir con grandes dosis de buen humor.

10. Se educa en la FELICIDAD aprendiendo a valorar cada pequeño gesto que tienen con nosotros aquellos que nos acompañan y nos quieren; los besos, los abrazos, las palabras que reconfortan y ayudan a seguir adelante.

Gandhi afirmaba que la “ felicidad aparece cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía”. Seamos capaces de enseñar a nuestros hijos a vivir en el aquí y el ahora, a hacer frente a las dificultades con realismo yoptimismo, a valorar todo lo que ya tienen. Ese será el secreto para vivir la vida con felicidad.