Sònia

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dimarts, 5 de desembre del 2023

Niños altamente sensibles: la necesidad de entender este rasgo de personalidad para que puedan ser felices

Llantos frecuentes, berrinches incontrolados, emociones intensas, hipersensibilidad a los sonidos o a los olores, pánico a acercarse a desconocidos, negación a probar un alimento por su textura o a ponerse una prenda de ropa con un tejido que pica o molesta. Estas son algunas conductas que alertan de que nuestro hijo podría ser un niño con alta sensibilidad. Unas conductas que nada tienen que ver con que actúe de forma caprichosa, que actúe de forma exagerada o quiera llamar la atención del adulto en todo momento.

Las personas PAS (niños o jóvenes con alta sensibilidad o altamente sensibles) no sufren ninguna enfermedad o trastorno psicológico. El NAS (rasgo de personalidad de niños y niñas altamente sensibles) , definido por primera vez en 1991 por la psicóloga e investigadora estadounidense Elaine Aron, es un rasgo de personalidad hereditario que se manifiesta desde muy temprana edad y que puede afectar a uno de cada cinco niños. Una característica que condiciona su desarrollo y la manera en la que perciben y sienten las cosas, aprenden y se relacionan con su entorno.


El niño o joven NAS tiene un sistema sensorial muy agudo siendo capaz de captar pequeños detalles que otras personas no observan. A través de unos sentidos muy desarrollados procesan cognitivamente la información sensorial, social y emocional con más profundidad. Perciben el mundo de manera distinta y eso condiciona la forma en la que van construyendo su propia identidad. Suelen mostrar sensibilidad a estímulos externos: mostrarse muy incómodos ante los ruidos estridentes, con la intensidad de la luz o los lugares donde se aglomera mucha gente.


Tienden a ser niños y jóvenes muy reflexivos, cariñosos, intuitivos y poco impulsivos. Necesitan analizar todo aquello que pasa a su alrededor con detenimiento y buscar respuesta a aquello que no comprenden. Con un mundo interior muy rico, viven inmersos en un mar de sentimientos y pensamientos. Esta hipersensibilidad les permite disfrutar de la belleza, la bondad o la naturaleza y ser muy creativos llamándoles mucho la atención la música y el arte.


Por otro lado, experimentan el miedo, los celos, la tristeza, la frustración, la rabia o la injusticia de forma muy intensa, llegándose a sentir abrumados o inmensamente incomprendidos. Unas emociones que pueden afectarles a la hora de tomar decisiones, comportarse en el colegio o en casa o relacionarse con los demás. Son niños y jóvenes que pueden llegar a sentirse solos, incomprendidos y superados por los estímulos que les rodean. Por esta razón es tan importante que desde bien pequeños sientan el calor y la empatía de las personas que les quieren, que les eviten situaciones estresantes y que les ayuden a desarrollar estrategias para mesurar la importancia de las cosas.


Claves para poder acompañar un niño o joven PAS desde la comprensión y la serenidad:

  1. Integrar este rasgo de personalidad en su vida para que pueda vivir de una manera equilibrada. Aceptándole tal y como es, sin compararlo con otras personas o sobreprotegerlo, atendiendo sus necesidades. Sentirse aceptado y comprendido le permitirá construir una autoestima sana y pedir ayuda siempre que lo necesite sin sentir vergüenza.
  2. En edades tempranas, controlar mucho el uso de las pantallas y todo el contenido que pueda ver a través de internet o en la televisión. Cualquier imagen o noticia puede desestabilizarlo y afectarle creándole mucha inseguridad y miedo.

Tres claves para fomentar el juego en la infancia y por qué hay que hacerlo

Al igual que los adultos, los niños deben cumplir con una agenda repleta de actividades. Entre las horas que pasan en la escuela, las actividades extraescolares y los deberes que tiene que hacer en casa les queda muy poco tiempo libre para jugar con libertad o tranquilidad. Y esa es una actividad principal en la infancia que responde a la necesidad humana de mirar, tocar, curiosear e inventar.

En las últimas décadas, la cantidad de tiempo que los niños dedican al juego ha ido disminuyendo progresivamente. Muchos han sido los factores que han influido: menos lugares seguros en las grandes ciudades para jugar en la calle, horarios escolares y familiares sumamente estructurados, saturación de actividades complementarias o el aumento del uso de los dispositivos digitales desde edades bien tempranas.

El juego es una actividad natural, universal y espontánea que a lo largo de la historia de la humanidad ha estado siempre presente en todas las civilizaciones. La pedagoga y científica María Montessori decía: “El juego es el trabajo de los niños”, una actividad fundamental para su desarrollo y el aprendizaje significativo. 


En 1989, en la convención de los Derechos del Niño, se definió el juego como un derecho fundamental porque la vida infantil no se puede concebir sin él. Más que una simple oportunidad para la diversión y el ocio permite que los pequeños se desarrollen correctamente, crezcan de manera sana y armoniosa. En los primeros meses de vida el juego está relacionado con el descubrimiento del propio cuerpo. A medida que el chico crece, el juego irá tomando un carácter mucho más socializador. 

El niño empezará a relacionarse con los demás, descubrirá los límites de su entorno y buscará aliados para divertirse. Así que la tipología de juego irá cambiando con la edad, pero la necesidad de jugar no desaparecerá, sino que se irá transformando. El juego estará más centrado en los sentidos y el movimiento cuando el niño sea más pequeño y evolucionará hacia el juego social en las etapas más avanzadas.

Dedicar tiempo al juego mejora las capacidades de los niños para relacionarse con los demás, planificar, organizar y regular las emociones. Jugando imitan la realidad en la que viven, ensayan situaciones futuras a la vez que aprenden a resolver conflictos y expresan sentimientos. Es una actividad que protege y ayuda a enfrentar situaciones de estrés. 


A través de él, los pequeños exploran el entorno, potencian su imaginación y creatividad, expresan su particular forma de ver el mundo y mejoran su capacidad lingüística y su vocabulario. Aprenden también a esperar y respetar turnos y muchos valores como la colaboración, el respeto, la bondad, la paciencia o el esfuerzo.



Cuando tu hijo ADOLESCENTE empieza a volar del nido

Una de las emociones más complejas de gestionar en la maternidad es sentir que tu hijo adolescente ha dejado de necesitarte. Que se ha alejado de ti y muestra poco interés por pasar tiempo juntos, por compartir contigo todo aquello que le pasa o le preocupa, por escuchar tus consejos u opiniones.

Sentir que tu corazón se hace pequeño al ver que lo estás perdiendo, al saber que no volverá a ser aquel niño pequeño que te necesitaba casi para todo, al comprobar como ha cambiado la forma en la que te habla y expresa su cariño. Observar como en él todo cambia; su actitud en la familia, sus preferencias, sus expresiones y el tono de sus respuestas.

Nadie te prepara para asumir que tu hijo ha crecido tanto y a esa velocidad y pronto emprenderá su propio camino. Para aceptar que a partir de ahora te va a necesitar de forma muy diferente y va a tomar sus propias decisiones sin importarle demasiado si te parecen bien o mal.

Un duelo que te descoloca, entristece y te obliga a reconstruir tu vida nuevamente. Que te obliga a entender sus silencios, a aceptar que a partir de ahora las reglas de vuestra relación van a cambiar.

Durante la adolescencia la relación entre padres e hijos se transforma radicalmente. En muchas ocasiones, se tensa instalándose en casa el mal humor y los conflictos casi constantes que nos condenan a no entendernos. Una situación que te llena de incertidumbre, malestar y mucha vulnerabilidad. Que te hace sentir que todo lo que habías conseguido en términos educativos durante la infancia, con mucha paciencia y perseverancia, parece desplomarse como un castillo de naipes.

Qué difícil resulta acompañar a un adolescente con calma y empatía cuando se muestra tan distante, impertinente y arisco. Cuando exige su libertad con torpeza, no asume sus responsabilidades y es incapaz es de modular correctamente sus emociones. Cuando paga su frustración contigo y te alza la voz.

No es sencillo aceptar que sus necesidades hayan cambiado tanto y quiera cambiar las normas y rutinas que tan bien os habían funcionado hasta el momento. Que se muestre tan reservado y rechace tus muestras de cariño.

Aunque sientas que se ha convertido en un auténtico desconocido al que únicamente le importa sus amigos, estar fuera de casa y conseguir lo que le apetece, es el momento de su vida que más necesita que estés a su lado sin condición. Que le muestres tu mejor versión aunque haya días en los que sientas que ya no puedes más.

No cabe duda que tu adolescente se muestra a menudo impulsivo, irreverente y malhumorado pero, si eres capaz de leer entre líneas sus palabras y conductas, verás que no lo hace por fastidiarte o acabar con tu paciencia, sino simplemente porque camina por un laberinto donde en muchos momentos se siente perdido y vulnerable. Donde avanza a tientas a través de una oscuridad que le colma de inseguridad y miedo y le hace comportarse en ocasiones de forma desajustada y pretenciosa.

Tu adolescente también está transitando por un duelo, vive en una constante contradicción entre el deseo de crecer y conseguir la ansiada libertad y seguir conservando los privilegios que tenía cuando era un niño.

Aunque en muchas ocasiones resulte muy complicado, esta etapa educativa debería convertirse en una gran oportunidad para seguir fortaleciendo el vínculo con él, para ofrecerle tu ayuda en todo aquello que necesite, para hacerle sentir que entiendes que para él es muy difícil hacerse mayor.

¿Qué necesita ahora tu hijo de ti ?

1. Que haya crecido tanto no significa que no siga necesitando tu presencia, disponibilidad y apoyo. Tus consejos respetuosos y tu afecto. Hazle sentir a diario que estás a su lado sin peros ni pros, que le aceptas tal y como es y te hace muy feliz ver en la persona que se está convirtiendo.

2.  Ofrécele la seguridad y orientación que necesita en esta etapa tan convulsa repleta de cambios. Acompaña su tristeza, irritabilidad o temores con grandes dosis de cariño y comprensión. Respeta la intimidad que necesita, sus ritmos de aprendizaje y estados anímicos utilizando un lenguaje lleno de afecto y positividad que le haga sentirse valorado.

3.  Aprende a escoger las batallas buscando el lugar y el momento y adecuado para poder hablar con él con tranquilidad cuando no sepa controlarse. Un espacio donde pueda expresarse u opinar con libertad sin sentir que le interrogas o cuestionas sus emociones o necesidades

4.  Propicia una comunicación basada en el respeto donde tu hijo pueda expresar lo que siente o necesita sin sentirse juzgado. Eliminando de vuestras conversaciones las críticas desmesuradas o los juicios de valor que tanto dañan su autoestima.

Tu hijo necesita tener a su lado un adulto sereno y capaz de entender el espacio y la confianza que ahora necesita. Que le ayude a empezar a volar del nido con grandes dosis serenidad, amor incondicional y optimismo. Que le dejes aprender a su manera aunque se equivoque y no siempre tome las mejores decisiones sin reprochárselo.

No pierdas la oportunidad de recordarle a diario lo mucho que le quieres y que pese que haya crecido tanto estarás a su lado siempre.