Sònia

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dimecres, 28 de juliol del 2021

Cómo ayudar en las discusiones entre hermanos y hermanas

Si algo recuerdo de mi infancia eran las constantes peleas que tenía con mis hermanas. Cualquier excusa era buena para discutir o para batallar. La cantidad de comida que teníamos en el plato, querer siempre el juguete que la otra poseía en esos momentos o elegir el programa que queríamos ver en la televisión.

En determinadas etapas de nuestra infancia la rivalidad y las disputas eran casi constantes. Pequeñas rencillas que llenaban nuestro hogar de mal humor, gritos, reproches y malestar. Que agotaban y acababan con la paciencia de mis padres.

La mayoría de estos conflictos eran insignificantes y estaban promovidos por los celos que sentíamos en ocasiones las unas de las otras o la necesidad de llamar la atención de mamá o papá. A veces peleábamos tanto que olvidábamos el motivo que nos había llevado a empezar.

También recuerdo que, pese a esas riñas, mis hermanas se convirtieron para mí en mis grandes confidentes, mis compañeras incansables de aventuras, mis grandes cómplices para toda mi vida.

Las peleas entre hermanos son necesarias para el proceso socializador de nuestros hijos. Favorecen el crecimiento personal, social y emocional de nuestros pequeños y son totalmente naturales y normales. Potencian la creatividad y la capacidad de liderar y tomar decisiones.

Los conflictos se producen por la necesidad de nuestros hijos de delimitar su espacio, de mostrar sus gustos y preferencias, de desarrollar sus propios recursos. La dificultad de modular correctamente las emociones o control de la impulsividad hace que la convivencia entre hermanos, en ocasiones, se haga muy complicada.

Las peleas son una gran fuente de aprendizaje que facilitan el desarrollo de las habilidades comunicativas, la practica de la negociación, el autocontrol y la autonomía en la búsqueda de soluciones. Se convierten en magníficas oportunidades de expresar todo aquello que sienten y de aprender a solucionar de forma autónoma los conflictos

En el conflicto siempre hay crecimiento, sin él no podríamos evolucionar, tomar conciencia de todo aquello que nos pasa, conocernos y entender el comportamiento o las ideas de los demás.

Peleando o discutiendo nuestros hijos aprenden a dialogar, ceder y ejercitar habilidades tan importantes como la empatía, la escucha activa y la tolerancia a la frustración. A reconocer los límites y las normas, a pedir disculpas y hacer frente al error.

Nuestros hijos e hijas, a través de las discusiones comparten sus necesidades,  anhelos y miedos, expresan su rabia, modifican conductas y exponen sus puntos de vista sobre lo que piensan o sucede a su alrededor. Aprenden a tener en cuenta los sentimientos del otro y los efectos de su comportamiento sobre él.

Los conflictos entre hermanos son muy comunes en los hogares, especialmente cuando pasamos mucho tiempo juntos en vacaciones. La falta de rutinas, el aburrimiento o el cansancio facilitan que aparezcan los conflictos.

Las peleas son una de las preocupaciones más comunes entre las familias ya que acaban con la paciencia y la capacidad de escucha. En muchas ocasiones,  mostramos muchas dificultades para mantener la calma ante ellas, para acompañar desde la neutralidad e intervenir de forma correcta.

Debemos aprender a desdramatizar cuando se produzcan, intervenir únicamente cuando sea imprescindible, acompañar desde la tranquilidad y la comprensión.

  1. Explicándoles que las peleas no se resuelven utilizando la violencia física, los insultos, los reproches o los gritos. Convirtiéndonos en el mejor ejemplo comunicativo y de resolución de conflictos que puedan tener. Nuestra actitud de serenidad ante ellas determinará la forma en la que nuestros hijos solucionarán sus desavenencias.
  2. Siendo muy conscientes que las peleas entre hermanos son normales, instructivas y muy necesarias en el desarrollo psicosocial de nuestros hijos. Que nuestros hijos se peleen no significa que no se quieran o tengan un mal vínculo afectivo. Eduquémosles en valores tan importantes como el respeto, la bondad y el agradecimiento.
  3. Ayudándoles a identificar, compartir y gestionar las emociones que aparecen en los conflictos, validándoles la ira, la tristeza o el enfado. Ofreciéndoles el tiempo y el espacio necesario para que puedan encontrar ellos mismos la solución. Enseñándoles a hacer un uso adecuado del lenguaje y el diálogo para resolver las diferencias y disconformidades.
  4. Siendo equitativos con nuestro cariño y atención ante ellos. Evitando las comparaciones, las etiquetas que dañan la autoestima y condicionan la conducta, las interrogaciones o la búsqueda de culpables. Las asambleas familiares y los ratos exclusivos con cada hijo ayudarán a  conseguir que nuestro hogar no sea un terreno tan fértil para las disputas.
  5. Evitando discutir con nuestra pareja delante de nuestros hijos. Que lo hagamos produce en nuestros pequeños inseguridad, miedo, preocupación y enfado.
  6. Interviniendo lo mínimo en los conflictos para evitar favoritismos. Evitando aumentar la rivalidad entre nuestros hijos y convertirnos en jueces. Sólo intervendremos en una pelea si se están utilizando palabras despectivas o existe alguna agresión física.
  7. Ante el conflicto, el adulto debe mostrarse objetivo y no mediar. Observar sin intervenir evitará que alcemos la voz, que perdamos la imparcialidad, que caigamos en la tentación de defender al que consideramos más débil o que le exijamos sólo la responsabilidad al mayor.
  8. Utilizando la técnica del  “método consciente” que permite encontrar una solución al problema que satisfaga a todos sin buscar culpables. Cada persona implicada en el conflicto debe poder expresar con libertad su punto de vista, proponer posibles soluciones que satisfagan a ambas partes y llegar así a poder cerrar la desavenencia.

Deberemos confiar siempre en la capacidad que tienen nuestros hijos de llegar a un acuerdo de forma autónoma ante una pelea. Cada conflicto les ayudará a desarrollar el autoconocimiento, la inteligencia social y les empoderará. Enseñemos a nuestros hijos a gastar sus energías resolviendo problemas y no creando conflictos.

Como decía Theodor Jaspers: “Los problemas y conflictos pueden ser la fuente de una derrota, una limitación para nuestra potencialidad pero también pueden dar lugar a una mayor comprensión de la vida y el nacimiento de una unidad más fuerte en el tiempo”.

Cómo ayudar en las discusiones entre hermanos y hermanas

Colaboración con el Club de Malasmadres: https://clubdemalasmadres.com/ayudar-discusiones-entre-hermanos/

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