Sònia

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dimarts, 20 d’abril del 2021

PODCAST ADOLESCENCIA: ACOMPAÑAR DESDE LA CALMA

Hace unos días tuve el privilegio de grabar junto a Laura Baena este podcast sobre la ADOLESCENCIA.

Acompañar a un adolescente es una tarea ardua, repleta de retos diarios, de estrategias por aprender. No es fácil entender porque nuestros hijos adolescentes en ocasiones se muestran tan irreverentes,  irascibles y les cuesta tanto escuchar nuestras opiniones. No es fácil aceptar que hayan crecido tan rápidamente y necesiten volar fuera del nido.


Un adolescente es un volcán en erupción que estalla a menudo sin poder entender muy bien el motivo, un cóctel de emociones desbocado que intenta comprender un mundo que va a toda velocidad. Una persona que experimenta una metamorfosis de cambios y va tejiendo su propia identidad. Con sentimientos poco modulados, confusos  y llenos de contradicciones.


Una persona que piensa que en ocasiones el mundo gira en contra de él, con poca capacidad para la autocrítica y para gestionar la frustración.


La adolescencia es la etapa en la que nuestros hijos necesitan de nuestro cariño, comprensión y empatía aunque en ocasiones no parezca así. Que les acompañemos con calma y respeto, que entendamos sus cambios de humor y les ayudemos a poner freno a su impulsividad. 


Nuestros hijos necesitan que expresemos nuestro amor de forma incondicional a diario, que consensuemos normas, que flexibilicemos límites.  Que no les ahoguemos con nuestras expectativas o juicios de valor. Precisan toneladas de miradas que acojan, palabras que entiendan, abrazos que protejan.


Pero no es nada fácil conseguir acompañarlos con tranquilidad cuando se pasan muchas horas encerrados en su habitación enganchados a su móvil o a la consola,  cuando te sientes herido con sus constantes cuestionamientos, cuando deciden esconderse detrás de su silencio.


Espero que disfrutéis del podcast tanto como lo hice yo grabándolo:


LO PODÉIS ESCUCHAR AQUÍ:

https://podcasts.apple.com/es/podcast/adolescencia-acompa%C3%B1ar-desde-la-calma/id1538559887?i=1000517666346



dimecres, 14 d’abril del 2021

Acompañar a nuestros hijos ante el MIEDO

 Llevamos más de un año improvisando, pendientes de cifras de contagios, de restricciones, reinventándonos casi a diario para intentar adaptarnos a esta “nueva normalidad”. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es a darnos cuenta que no podemos controlar casi nada, que de la noche a la mañana todo puede cambiar.

Muchos meses después seguimos viviendo en días de máxima incertidumbre, rodeados de noticias sesgadas que nos confunden, de situaciones que nos llenan de angustia porque no las acabamos de entender. De pérdidas personales, laborales, de sueños rotos. Alejados de los nuestros y pendientes de cuándo las vacunas nos van a devolver parte de tantas cosas que hemos postergado.

Un virus que está condicionado enormemente la infancia de nuestros hijos, sus relaciones, sus deseos. Que les ha privado de estar junto a sus seres queridos que tanto necesitan, de jugar con libertad en los parques, de poder celebrar fiestas de cumpleaños junto a sus amigos.

Una crisis sanitaria y social que les ha obligado a adaptarse a una escuela que ha cambiado radicalmente. Las mascarillas les han robado poder ver las sonrisas de sus compañeros y maestros, la distancia social el juego libre en los patios, los grupos estables de convivencia la socialización con el resto de compañeros.

Una pandemia que les ha contagiado en muchos momentos de MIEDO. Miedo a no saber qué va a suceder, a perder a algún ser querido, a que papá o mamá pierdan su trabajo o a no poder salir a jugar a la calle con libertad.

Un sentimiento que se ha hecho mayor la dificultad de entender bien qué era lo que exactamente estaba pasando, ante el temor de poderse contagiar o tener que volver a vivir confinamientos por haber estado en contacto con algún positivo.

El miedo es una emoción natural, primaria y adaptativa imprescindible para nuestra supervivencia. El miedo nos protege, nos hace estar alerta delante de un peligro y poder reaccionar a tiempo, nos hace analizar, aprender y evolucionar. Nos permite identificar las situaciones de peligro y conocer dónde están los límites.

Pero el miedo también puede llegar a bloquearnos, dominarnos y anular nuestra capacidad de razonamiento. A modificar nuestra conducta y hacernos tomar decisiones poco acertadas .Una situación angustiosa que nos hace sentir más frágiles y vulnerables, nos llena de ansiedad y nos imposibilita disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

Por este motivo, y en una situación tan excepcional como la que vivimos, nuestros hijos necesitan mamás y papás que mantengan la calma y les ayuden a entender todo lo que está pasando con serenidad y mucha comprensión. Que les expliquen que estamos viviendo días inciertos que nos producen inestabilidad pero que juntos será más fácil salir adelante.

Adultos que no les expongan a noticias procesadas por medios de comunicación que no tengan la capacidad de entender, que se conviertan en modelos asertivos a la hora de gestionar todos los cambios, que les transmitan amor, calma y seguridad. Ayudándoles a entender, con grandes dosis de afecto, que todo esto pasará y que pronto volveremos a recuperar la normalidad.

¿Cómo se educa ante el MIEDO?

1.    Lo primero que deberíamos hacer es explicarles que TODOS tenemos miedo, que es una emoción muy necesaria en nuestra vida. Miedo al virus, a la oscuridad, a la muerte o a estar solos.

2.    Enseñando que la mejor manera de afrontar el miedo es hablando de él sin vergüenza ni tapujos. Identificándolo, poniéndole nombre, validándolo, acogiéndolo y desarrollando habilidades para poder luchar contra él. PLANTÁNDOLE CARA con valentía sin dejar que condicione nuestro día al día.

3.    Ayudándoles a enfrentar sus miedos de forma gradual, poco a poco. Utilizando recursos como cuentos, películas, canciones o historias que les ayuden a verse triunfadores frente a lo que les da temor. Ofreciéndoles recursos de apoyo en las situaciones que le producen miedo y mucha protección.

4.    Fomentando la autoestima, la autonomía y la toma de decisiones ofreciéndoles nuestra comprensión y apoyo. Dándoles tiempo para aprender, respetando sus ritmos y necesidades, sus silencios.

5. Mostrando grandes dosis de cariño, empatía y paciencia. Haciéndoles sentir que entendemos y respetamos todo aquello que les puede causar temor y que estamos a su lado sin condición. Sin ignorarlos ni ridiculizarlos cuando muestren sus temores.

6.    Enseñándoles que al miedo se le combate con grandes dosis de humor; riámonos juntos de él, inventemos historias divertidas que nos ayuden a espantarlo, dibujémoslo buscando su lado más alegre.

7.    Nunca utilizar el miedo en forma de amenaza para lograr que nuestros hijos obedezcan, acepten o modifiquen ciertas conductas o valores. El miedo se hace monstruoso cuando lo usamos erróneamente.

8.    Explicando que el problema no reside en tener miedo sino en el efecto que éste tiene sobre nuestras vidas. Mostremos un modelo positivo de conducta y ayudémosles aconvertir el miedo en prudencia.

9.    Enseñándoles a contrarrestar el miedo con técnicas de relajación, escuchando música tranquila para serenarse o practicando la respiración consciente en los momentos que se sientan más nerviosos y muestren dificultades para aceptar la situación con serenidad.

10. Educando sin sobreprotegerlos, informándoles de todo aquello que es importante que sepan adaptándonos a lo que puedan entender por su a edad. Evitemos datos o cifras que les puedan alarmar, pero expliquémosles todo aquello que deberían saber con honestidad y rigurosidad.

11. Ofrezcamos a nuestros hijos una visión positiva del mundo, enseñándoles a no preocuparse excesivamente por las cosas, a buscar soluciones creativas ante los problemas, a pedir ayuda siempre que lo necesiten sin temor al qué dirán.

Consigamos ser el refugio donde nuestros hijos puedan cobijarse cuando se sientan frágiles, el lugar donde siempre puedan acudir cuando necesiten ayuda y una palabra de consuelo.

 

EDUCAR EN LA FELICIDAD

Es bien curioso que en muchas ocasiones olvidemos mostrar a nuestros hijos o a nuestros alumnos la materia más importante que existe. Seguimos basándonos en la idea tradicional de que educar es adquirir el máximonúmero de conceptos. Nos obsesionamos con que desde muy pequeños aprendan o memoricen la mayor cantidad de contenidos posibles o queaprendan idiomas, toquen instrumentos y practiquen el mayor número de deportes.

Para mi el objetivo principal de la educación debería ser enseñarla CIENCIA de la FELICIDAD. Esa ciencia que te abra la posibilidad de vivir una vida plena de sentido. Según la RAE la felicidad es el estado de grata satisfacción espiritual y física. Si algo nos une a todos los seres humanos es el deseo de conseguirla.

Ojalá fuésemos capaces de enseñar a nuestros pequeños una felicidad bien entendida, sin edulcorantes y llena de realismo. Definiéndola como una responsabilidad individual, como una elección que mucho tiene que ver con la forma en la nos observamos, nos juzgamos o nos queremos. Sin confundirla con una obligación o un estado final o con la cantidad de cosas que somos capaces de poseer.

Una felicidad entendida como un viaje y no como un destino, donde dejas de consumir el tiempo y empiezas a exprimirlo. Esa que te permite vivir con intensidad los días, vivir la vida con sentido y disfrutar de lo cotidiano. Ese sentimiento que permite sentir el privilegiado de poder abrir los ojos cada mañana y te ayuda a ser a diario un poco mejor.

La felicidad se consigue con mucho trabajo, dándote cuenta de cuándo lo eres y qué has hecho para lograrla. Con paciencia y perseverancia, sin identificarla únicamente con el éxito. Se aprende a serlo siendo feliz pero también en los momentos en los que parece que nada funciona o no conseguimos lo que nos proponemos.

La educación emocional debería convertirse en el pilar fundamental en la educación, el eje vertebrador de la felicidad. Una formación centrada en enseñar a decidir, a comprometerse, a responsabilizarse,  a dibujar caminos con coherencia. A identificar y gestionar las emociones, a establecer expectativas adecuadas , a aprender a liderar la propia vida. 

Una educación que prepara a nuestros hijos a vivir en una sociedad compleja, vacilante y llena de incertidumbre. Que prime la formación de una personalidad fuerte y flexible, que enseñe resilencia y crea en el valor educativo de los errores.

¿Cómo se educa en la felicidad?

A ser FELIZ se aprende a diario, con esfuerzo y mucha, mucha práctica. La felicidad no es un código binario sino un subir y bajar, una montaña rusa a la que hay que aprender a domar. Así que hay que enseñar a nuestros pequeños a ser constantes, a asumir que el error es parte imprescindible del juego, a saber perder. 

1. Se educa la FELICIDAD  ofreciendo la oportunidad de vivir experiencias de felicidad diversas pero sobretodo aprendiendo a crearlas. Enseñando a cultivar relaciones sanas, a identificar el sentido de aquello que hacemos, a creer en las sinergias.

2. Se educa la FELICIDAD mostrando la manera de reilusionarse cada vez que las cosas se tambalean,  enseñando a enfocarse en las propias fortalezas, a centrarse en las emociones positivas.

3. Se educa la FELICIDAD haciendo sentir a nuestros pequeños que estamos orgullosos de ellos, ofreciéndoles nuestra protección y seguridad, creando vínculosque enfortezcan. Queriéndoles sin etiquetas, comparaciones o reproches.

4. Se educa la FELICIDAD entrenando a reaccionar de forma positiva ante las cosas que nos pasan, a esforzarse para conseguir aquello que queremos, a creer que la actitud es el mejor arma para conseguir que las cosas sucedan.

5. Se educa la FELICIDAD enseñando que no existen emociones buenas o malas, a convivir con emociones incómodas como la ira, el miedo o la ansiedad, a superar los baches del camino. A buscar ayuda cuando sea necesario, a aprender a convivir con los problemas con optimismo, a no avergonzarse de los baches o fracasos.

6. Se educa la FELICIDAD ayudando a nuestros pequeños a establecerse retos, fomentando la autoestima, la autoregulación, la curiosidad y la autonomía. Potenciando la valentía y la confianza en uno mismo.

7. Se educa la FELICIDAD valorando el esfuerzo que hacen nuestros hijos a diario, alentándolos a no renunciar a los proyectos que les hagan felices, a saber priorizar lo que realmente es importante, a soñar grande.

8. Se educa la FELICIDAD enseñando el valor del agradecimiento que tiene un poder sanador y empático para quien lo da y lo recibe. Que nos conecta con el amor, con la paz, la seguridad y la confianza. Con la abundancia, la positividad y la alegría interna.


9. Se educa la FELICIDAD sin culpas ni autoexigencias que ahogan, convirtiéndonos en el mejor modelo de conducta que puedan tener. Transmitiendo valores y contagiando las ganas de vivir con grandes dosis de buen humor.

10. Se educa en la FELICIDAD aprendiendo a valorar cada pequeño gesto que tienen con nosotros aquellos que nos acompañan y nos quieren; los besos, los abrazos, las palabras que reconfortan y ayudan a seguir adelante.

Gandhi afirmaba que la “ felicidad aparece cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía”. Seamos capaces de enseñar a nuestros hijos a vivir en el aquí y el ahora, a hacer frente a las dificultades con realismo yoptimismo, a valorar todo lo que ya tienen. Ese será el secreto para vivir la vida con felicidad.

diumenge, 21 de març del 2021

EDUCAR EN EL AGRADECIMIENTO, PILAR PARA LA FELICIDAD

Vivimos en la sociedad de la sobreabundancia, donde parece que tenemos de todo y todo pasa demasiado deprisa. Hemos dejado de valorar o reconocer lo bueno que nos sucede, de agradecer lo mucho que tenemos, de saber valorar lo privilegiados que somos. La inmediatez, la forma inadecuada en la que leemos la vida nos ha condenado a una insatisfacción perpetua.

Nos hemos vuelto unos auténticos expertos en enfocarnos en lo negativo, restando valor a lo que conseguimos, centrándonos únicamente en lo que nos falta. Pensando siempre que no tenemos suficiente, deseando justo lo que nos falta, envidiando la buena suerte de los demás. Mostrando mucha dificultad para vivir en el aquí y el ahora.

Tuve la suerte de tener una maestra de historia del arte que me regaló uno de los aprendizajes más importantes de mi vida. Me enseñó que la gratitud es la mayor de las virtudes, el pilar del bienestar. Que es la memoria del alma, aquella que abre la puerta a la felicidad.

Sin duda el propósito más importante para todas las familias es que sus hijos sean felices. Y esa felicidad pasa por conseguir desarrollar en ellos el hábito de agradecer y sentirse agradecido, base de la educación emocional. A ser agradecido se aprende y cuando más se practique a diario mejor se integrará en la personalidad.

Ser agradecido es esencial para poder apreciar y disfrutar plenamente de la vida y de las personas que la comparten con nosotros. Para vivir con atención plena apreciando cada detalle del día al día, centrándonos en lo que nos hace sentir bien. Para ser capaces de valorar lo que somos, lo que conseguimos, lo que tenemos. 

El agradecimiento nos hace vivir en armonía y con un alto grado de satisfacción, regala paz a nuestro presente y optimismo a nuestro futuro. Predispone el corazón al asombro, a saber valorar cada pequeño detalle con el que nos obsequia la vida a diario. Dar las gracias nos conecta con nosotros mismos, nos energiza, nos engrandece.

El agradecimiento es la emoción más saludable y enriquecedora para el organismo. Es la virtud de reconocimiento, valoración y respuesta justa. Además de hacernos sentir bien, es buena para la mente y el cuerpo. Pocos valores hay más beneficiosos.

Numerosas son las ventajas que el agradecimiento tiene sobre nuestra salud, conducta y química interna. El agradecimiento potencia nuestra ilusión, nos genera tranquilidad, mejora nuestro descanso y ayuda a disminuir los niveles de estrés y depresión liberando endorfinas y oxitocinas.

Practicarlo mejora nuestro autoconocimiento y autorregulación emocional, potencia nuestra autoestima y fortalece nuestro sistema inmunológico.

El agradecimiento nos conecta con el amor, con la paz, la seguridad y la confianza. Con la abundancia, la positividad y la alegría interna. Tiene un poder sanador y empático para quien lo da y lo recibe.

Los niños educados en el agradecimiento son mucho más empáticos, aprenden a sacar lo mejor de los demás y desarrollan un liderazgo positivo. Son menos negativos, posen mejores conexiones interpersonales y muestran mayor tolerancia a la frustración.

Educar en el agradecimiento es enseñar a sentir el privilegio de vivir, soñar y amar. A apreciar los pequeños detalles, la belleza de las cosas simples, a aprender a ser feliz sin que haya ocurrido nada extraordinario. A valorar a las personas que nos cuidan y nos acompañan. 

Se educa el agradecimiento con nuestro ejemplo diario, con paciencia y perseverancia. Siendo muy conscientes que va mucho más allá que simplemente dar las gracias.

 ¿Cómo podemos conseguirlo?

1    Siendo conscientes de la importancia que tiene este valor como estrategia para superar dificultades y los beneficios que nos aporta como método de sanación, estabilidad y consciencia positiva.

2.   Convirtiéndonos en el mejor modelo de conducta que puedan tener nuestros pequeños: dando las gracias siempre que podamos, compartiendo con ellos todo lo que conseguimos gracias a nuestro fuerzo, explicándoles lo feliz que nos hace tener a nuestro lado a gente que nos quiere y nos cuida.

3.   Ayudándoles a prestar atención a todas las cosas buenas que tienen o les ocurre. Haciéndoles conscientes de lo privilegiados que son en muchos aspectos de su vida: en el colegio, en la familia, con sus amigos.

4.    Enseñándoles a ser agradecidos no únicamente con palabras sino también con los gestos, con abrazos que arropen, con palabras que acaricien o besos que contagien felicidad. 

5.    Explicándoles la importancia que tiene el rodearnos de personas con actitud positiva y agradecida que les ayuden a sumar. Aprendiendo a identificar a aquellos que no les aportan cosas positivas.

6.    Estableciendo rituales de gratitud diarios que les ayuden a conectar con el presente, a saber por qué tenemos que estar agradecidos, a valorar cada pequeño logro y a mirar al futuro con optimismo. Escribir un diario de gratitud o elaborar tarjetas de agradecimiento puede ser un buen recurso.

7.    Ayudándoles a reflexionar sobre lo que necesitan o desean los demás, recordándoles la importancia que tiene que den las gracias a cada persona que les acompañan en el camino, que les ayudan y confían en ellos.

8.    Animándoles a ayudar a aquellos que lo necesitan: en casa cumpliendo con las tareas asignadas, en la escuela teniendo una buena actitud en clase o colaborando con un compañero que muestra dificultades, respetando a los adultos.

Ojalá seamos capaces de conseguir que adultos y niños jamás olvidemos este proverbio judío “El que da no debe volver a acordarse, pero el que recibe nunca debe olvidar”

dimarts, 9 de març del 2021

APRENDER A VIVIR EN LA INCERTIDUMBRE

Vivimos tiempos inciertos a nivel individual y colectivo. En un mundo volátil, vacilante y muy complejo. Nuestra sociedad se tambalea ante tanto cambio mientras intenta hacerle frente a una crisis sanitaria, económica y social que está transformando nuestra forma de leer la vida, de relacionarnos y de planificar el futuro. Ahora ya nada es previsible y las reglas del juego han cambiado drásticamente para todos.

Todas las previsiones sobre el futuro se han visto superadas. Si algo nos ha recordado y puesto de manifiesto la pandemia del COVID-19 es que la vida es cambio continuo y no podemos hacer nada para controlarlo. Unos cambios que en muchas ocasiones nos producen inseguridades, nos vuelven vulnerables y ponen en evidencia todas nuestras fragilidades.

Ante la incerteza, parece que dentro de nosotros todo se tambalea y nos sumergimos en un tsunami emocional que nos contagia de inseguridad, preocupación y desconcierto, que nos hace ver la vida con pesimismo o pánico.

La incertidumbre ha afectado todos los ámbitos de nuestra vida, ha creado una nueva normalidad donde las reglas no están claras y parecen no existir. La imposibilidad de tener respuestas inmediatas pone en jaque toda nuestra planificación y hace que nos invada el miedo. Un miedo al futuro, a perder las rutinas que tanto nos protegen, a no saber qué pasará con nuestro trabajo o salud.

Sentir que hay cosas que se escapan de nuestro control nos angustia, nos paraliza, no nos permite disfrutar del presente. Nos hace estar en continua alerta, a sumirnos en la tristeza, el estrés y la desconfianza.

La incertidumbre es una reacción normal y adaptativa ante una situación imprevista que nos exiges un gran esfuerzo psicológico. Ante ello tendemos a mostrar una actitud negativa, a temer el peor de los desenlaces, a mostrar la mayor de nuestras inseguridades.

Es capaz de paralizarnos, de condicionar nuestras elecciones, de hacernos sentir pequeños. Sin duda uno de los aprendizajes más importantes que deberíamos regalar a nuestros hijos es aprender a gestionar las emociones que les generará la falta de certezas. Educar ante la incertidumbre es ineludible para que aprendan a encarar la vida con ilusión, para que sepan solucionar los contratiempos y buscar respuestas a todas las situaciones nuevas que les brinden los cambios con calma y optimismo. 

No podremos garantizar el futuro de nuestros hijos pero si darles las herramientas necesarias para que ellos sean capaces de construir su camino, de buscar los recursos o aliados que necesiten y tomar sus propias decisiones con libertad y responsabilidad.

Dotarles de una base psicológicamente fuerte para poder convivir con las incertezas y desarrollar una capacidad adaptativa que les permita ser felices y resilientes.

Educar ante la incertidumbre es enseñar a pensar, a decidir y a vivir en sociedad. Aprender a darle una coyuntura al cambio, a los contratiempos y las oportunidades. Vivir en el aquí y el ahora de forma consciente sin preocuparnos demasiado por lo que pasará mañana.

 ¿Cómo podemos educar ante la incertidumbre?

. Haciéndoles tomar conciencia que la vida es un enigma que tenemos que aprender a descifrar y comprender a diario. Aceptando los cambios, los tropiezos y las crisis como una oportunidad para la mejora continúa.

. Acompañándoles con serenidad y calma, ofreciéndoles confianza y creando pequeñas certidumbres que les ayuden a forjar raíces firmes y un buen desarrollo psicológico e intelectual. Recodándoles a diario que pase lo que pase estaremos a su lado.

. Convirtiéndonos en el mejor ejemplo a la hora de aceptar el cambio, de tener una actitud positiva ante la vida, de creer en el trabajo, la disciplina y la perseverancia como valores esenciales para conseguir todo aquello que nos proponemos.

. Motivándoles a hacerse preguntas, a buscar respuestas ingeniosas, a indagar y gestionar adecuadamente la información. A desarrollar un espíritu crítico que les permita analizar objetivamente las situaciones, tener capacidad de análisis, razonamiento y posicionamiento.

. Mostrándoles la manera de identificar y comprender las emociones que les genera la incertidumbre, a hacerles frente de forma reflexiva, flexible e inventiva.

. Ayudándoles a tener una adecuada competencia personal desarrollando una buena autoestima, autonomía y empatía. Potenciando el autoconocimiento, el autoaprendizaje, la responsabilidad y la toma de decisiones consciente.

. Animándoles a hablar sin miedo de la incertidumbre, a compartir la vulnerabilidad y las inseguridades que los cambios les pueden provocar. 

. Enseñándoles a utilizar la incertidumbre como una oportunidad para plantearnos cómo queremos que sea nuestro presente y futuro, para transformar creativamente la realidad, para construir un mundo lleno de valores individuales y colectivos.

. Empoderándoles con palabras que alienten, que fortalezcan, que les hagan ser conscientes de sus fortalezas, capacidades y puntos débiles.

. Ayudándoles a desarrollar una inteligencia social que les permita conectar con los demás, creer en el trabajo en equipo, mostrarse disponibles para ayudar a los demás.

. Recordándoles a diario la importancia que tiene ser capaz de valorar lo cotidiano, apreciar la libertad, ser capaz de disfrutar de las cosas simples. Aprender a vivir con menos, a ser agradecido por lo mucho que ya tenemos, a aprender a relativizar.

Immanuel Kant decía que se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incerteza que es capaz de soportar, consigamos que nuestros hijos le hagan frente con maestría, surfeando todos los cambios que el destino les tiene preparado y disfrutando con ello.

dijous, 11 de febrer del 2021

EDUCAR CON SERENIDAD

Qué difícil es en ocasiones educar desde la calma, entender correctamente el comportamiento que tienen nuestros hijos, dar respuesta a todo aquello que necesitan. Dominar nuestra ira, nuestras reacciones desproporcionadas, nuestro mal humor debido al cansancio y al estrés. Saber acompañar las emociones de forma empática, mostrarnos disponibles, ofrecer nuestra mejor versión a nuestros pequeños.

Vivimos a toda velocidad con poco tiempo para EDUCAR CON SERENIDAD. Educamos desde la impaciencia, las prisas y el estrés que nos produce el ritmo de vida que llevamos. No tenemos tiempo para escuchar, para conversar con tranquilidad, para mirar a los ojos y compartir momentos de forma distendida, para jugar sin mirar el reloj.

Hemos normalizado los gritos, las faltas de respeto, las amenazas y los reproches que tanto daño hacen a nuestros pequeños.Que en casa haya siempre un ambiente hostil con palabras fuera de tono, con conflictos que se entrelazan, con problemas por resolver. Que utilicemos las represalias para que nos hagan caso, para que cumplan las normas o se responsabilicen de las tareas.

Educamos sin encontrar el equilibrio entre la permisividad y la sobreprotección, en función de nuestro estado de ánimo, utilizando premios o castigos que solo consiguen confundir más a nuestros hijos. Elogiando en exceso o exigiendo sin medida, contradiciendo a menudo nuestras palabras con nuestras acciones, utilizando etiquetas que dañan directamente el corazón.

Perdiendo los nervios y el control con facilidad convirtiéndonos en el peor ejemplo comunicativo que nuestros hijos pueden tener. Mostrando falta de coherencia y de constancia en nuestro acompañamiento y no cumpliendo lo que prometemos.

Aunque no sea fácil conseguirlo todo sería mucho más fácil si fuésemos capaces de EDUCAR desde la CALMA. Con un modelo educativo que acompañe el desarrollo y crecimiento de nuestros hijos desde el respeto mutuo, el amor incondicional, la empatía y la comprensión.Desde la conexión, la mirada cómplice y el entendimiento mutuo.

Siendo adultos significativos que cuiden y protejan, amables y firmes al mismo tiempo. Que sepan valorar el esfuerzo, que empoderen con palabras que alienten, que quieran sin condición.

Que estén disponibles, que se muestren cercanos, que recuerden  y entiendan que es muy difícil hacerse mayor. Capaces de ofrecer un apego seguro, un acompañamiento emocional que conecte y valide todas las emociones, que sintonice con las necesidades que van surgiendo a medida que nuestros hijos crecen.

Una educación sin expectativas que ahoguen ni juicios de valor que dañen la autoestima. Que sea capaz de hacerles sentir valiosos, queridos y especiales. Que les anime a ser valientes, a trabajar por todo aquello que se propongan, a aceptar el error como parte imprescindible del aprendizaje.

Educar en positivo nada tiene que ver con educar desde la permisividad o sin normas. Dejándoles hacer lo que quieran en cada momento o solucionándoles los problemas. Significa acompañar desde el orden y la disciplina, estableciendo límites y normas que protejan, que les responsabilicen de sus decisiones, que les ayuden a entender el mundo tan cambiante en el que vivimos. Que les hagan sentirse protagonistas y responsables de sus propias vidas.

¿Cómo podemos educar con serenidad?

1. Siendo conscientes que los gritos, las comparaciones, las faltas de respeto afectan negativamente al desarrollo armonioso de la personalidad y dañan seriamente la autoestima. Llenan a nuestros hijos de dolor, tristeza, culpabilidad e inseguridad.

2.  Acompañando con serenidad y empatía todas las emociones que sientan. Expliquémosles que no existen emociones malas o buenas, ayudémosles a identificarlas, compartirlas y gestionarlas con destreza.

3.   Creando vínculos positivos con ellos y consiguiendo que vivan en un contexto en elque se sientan queridos y aceptados. Pasemos tiempo de calidad juntos, mostrémosles nuestra ayuda, afecto y confianza a diario. Los abrazos, las miradas cómplices, los besos y las palabras afectuosas nunca pueden faltar.

4.  Estableciendo normas y límites claros y pactados con serenidad que den confianza y seguridad, que creen vínculos afectivos y ayuden al niño a saber cómo debe actuar.

5.    Conociendo las características propias de cada etapa educativa, entendiendo como se sienten, piensan o reaccionan según la etapa de desarrollo en la que están para poder dar respuesta a sus necesidades.

6.    Optando por la resolución de los conflictos de forma positiva sin utilizar los castigos y las amenazas como moneda de cambio. Afrontando los conflictos de manera empática, utilizando herramientas de escucha activa y buscando soluciones negociadas.

7.   Confiando plenamente en las capacidades de nuestros hijos, dejándoles que resuelvan sus problemas de forma autónoma y tomen sus propias decisiones. Animándoles a marcarse metas valorando el esfuerzo y respetando sus ritmos evolutivos.

8.    Siendo coherentes entre nuestras palabras y nuestros actos, estableciendo expectativas acertadas, mostrando interés por todo aquello que les gusta o preocupa.

9. Enseñándoles habilidades para la vida como el respeto, el agradecimiento y la colaboración, valores como la solidaridad, la honestidad o la voluntad que les ayuden a afrontar la vida con valentía e ilusión.

10. Asumiendo que a educar se aprende a diario sin recetas mágicas y con grandes dosis de paciencia y comprensión. Aprendiendo a dejar a un lado la exigencia desmesurada y siendo capaces de saborear cada instante de nuestro acompañamiento.

11. Dedicando tiempo a cuidarnos, si nosotros no estamos bien ellos tampoco lo estarán. Hagamos ejercicio, cuidemos nuestra alimentación con mimo, pasemos tiempo con nuestros amigos y seres queridos, no nos olvidemos de ser felices.

Recordemos siempre que ser papá o mamá es el único oficio del mundo que primero te otorgan el título y luego cursas la carrera. Una carrera llena de obstáculos y muchos aprendizajes por realizar. Así que seamos pacientes, ofrezcamos nuestro amor de forma incondicional, eduquemos con firmeza y amabilidad y disfrutemos de ver a nuestros hijos crecer felices y libres con calma.

APRENDIZAJES IMPRESCINDIBLES

Acabamos de cerrar un año aterrador donde el mundo ha dado un giro de 180 grados, donde un virus ha sido capaz de matar a millones de personas en poco tiempo y cambiar nuestro modelo productivo. La primera pandemia moderna de dimensiones globales que ha provocado una crisis humanitaria, sanitaria y económica.

Un acontecimiento totalmente excepcional que ha acelerado el proceso digital que tanto ansiábamos y nos ha demostrado que éramos más resilientes de lo que pensábamos. Que nos ha obligado a modificar nuestra manera de relacionarnos con los demás, de trabajar, de hacer planes. Nuestros hábitos y preferencias, nuestro tiempo libre y consumo.

A aprender a gestionar emociones para las que no estábamos preparados y analizar nuestro mundo emocional. A hacer frente a pérdidas desde la distancia y teletrabajar.

Sin duda una de las lecciones más importantes que nos regaló el 2020 fue darnos cuenta de lo frágil que puede ser nuestra existencia. De la noche a la mañana, una pandemia mundial nos mostró lo que era realmente importante, la necesidad de no dar nada por hecho, de aprovechar cada instante de nuestros días.

Una pandemia que puso patas arriba nuestra vida cotidiana y nos recordó que a menudo el destino hace planes sin considerar los nuestros, que es muy difícil vivir sin el calor de los nuestros, que las postergas no son buenas.

El covid ha puesto de manifiesto muchas de las carencias de nuestra sociedad y en especial de la educación. Esta pandemia ha señalado su fragilidad, la brecha de desigualdad que existe entre nuestros alumnos y el escaso poder de innovación que pose nuestro sistema educativo. El confinamiento nos hizo darnos cuenta de lo imprescindible que es la presencialidad en la enseñanza y que la burocracia y el exceso de contenido asfixian la educación.

Ojalá haya servido también para saber cuáles son los aprendizajes más importantes que nuestros pequeños y jóvenes deben adquirir. Para dejar de obsesionarnos porque acumulen contenidos sin sentido, procedimientos obsoletos y memorizaciones inútiles. Para que de una vez por todas nos debemos cuenta de la necesidad que la educación de respuesta a las necesidades reales de nuestros hijos.

Ojalá este virus, que tanto nos ha castigado, consiga centrar la educación en la dimensión humana y social. En dotarles de las competencias necesarias para poder hacer frente a la vida y a la adversidad. Al cambio y la incertidumbre con valentía, para vivir en equilibrio entre los sueños y el esfuerzo, para saber que lo más importante es nuestra actitud ante la vida.

¿Qué deberíamos enseñar a un niño o un adolescente en este 2021?

1. Que la vida es un continuo aprendizaje, que hay que vivir en el AQUÍ y el AHORA, exprimir cada instante porque nadie sabe lo que pasará mañana.

2. A hacer lo que les haga feliz con mucho exceso, a buscar lo que les ilumine la mirada,

3. A conectar corazón, cuerpo y cerebro y cultivar el mundo interior. A desarrollar una inteligencia emocional que les permita comprender, modular, y transformar las emocione y entender los sentimientos de las personas que les acompañan desarrollando la empatía y la compasión.

4. A persistir y trabajar por conseguir retos diarios, a transformar los errores en oportunidades, a buscar soluciones de forma creativa sin excusas ni postergas.

5. A pensar por ellos mismos de forma libre, crítica y creativa, a analizar todo aquello que escuchan, a hacerse preguntas que les ayuden a razonar adecuadamente

6. A desarrollar las habilidades socio-emocionales interpersonales, tales como la resilencia, el autoconocimiento, la autorregulación o la autoestima que les permita hacer frente cuando el camino se ponga cuesta arriba.

7. A saber que nuestra manera de leer la vida viene determinada por los VALORES. Unos valores que deben sustentarse en el respeto, la tolerancia, la solidaridad y generosidad.

8. A cultivar el espíritu positivo, a creer que se puede, a saber que las ganas de vivir se entrenan cada día, a creer que cada paso te acerca a tu objetivo.

9. A ser conscientes que el planeta no nos pertenece y debemos cuidarlo con mimo. Ahorando energía, reciclando y siendo responsables con el consumo.

10. A saber que las cosas más importantes no se pueden comprar con dinero, a valorar lo que tienen, a ser agradecidos con todas aquellas personas que les cuidan a diario.

11. A rodearse de personas que se alegren de cada uno de sus éxitos. Que les  ayuden a sumar, que les ofrezcan buenos consejos, que quieran participar en cada uno de tus retos. Que les critiquen de forma constructiva con la intención que cada día sean mejores.

12. Que los deseos no se piden, sino que se cumplen. Actuando, tomando decisiones, trazando puentes, buscando soluciones con firmeza y coraje.

Ojalá este 2021 regale a nuestros niños y jóvenes miles de oportunidades de aprender útilmente, acompañados de adultos que les acompañen con respeto, confianza e ilusión.