Sònia

Sònia

diumenge, 28 de febrer del 2016

ÁNGELES CON NARIZ ROJA

- Me chifla que hagas eso.

- ¿El qué mamá?

- Sonreír.

- Mis ojos se vuelven pequeños.

- Pero tu cara se llena de luz.

- Tú  dices que siempre hay un motivo para no dejar de reír.

- La vida a diario nos regala cosas fascinantes, hay que aprender a saberlas apreciar. Además la sonrisa es un maravilloso analgésico que puede llegar a curar.

Existen muchos tipos de papás y mamás, para variedad los colores. Cada uno con su forma de entender la educación, de marcar límites o aplicar una pedagogía u otra . Están los autoritarios o permisivos, los que dan el pecho durante años o los que deciden apostar por el biberón, aquellos que educan en la libertad o los que prefieren pautar cada paso que su hijo da. Pero hay algo que une a todos los papás del universo, la necesidad de ver a nuestros hijos sonreír.

Lo maravilloso de nuestros hijos es que no necesitan un motivo concreto para lograrlo, cualquier circunstancia es ideal para esbozar una sonrisa. Un ruido, una situación inesperada o la melodía de una canción, puede desencadenar una ráfaga interminable de carcajadas. En cambio, los adultos nos olvidamos en muchas ocasiones de sonreír y acabamos tiñendo nuestra vida de gris. Nos convertimos en verdaderos expertos elaborando listados infinitos de pretextos ridículos para no hacerlo. Torpes y desacertados, perdemos el hábito sonreír  y olvidamos el sinfín de beneficios que aparta una carcajada o una sonrisa de medio lado.

La risa llena nuestro cuerpo de felicidad y se convierte en una aliada impecable para bajar los niveles de estrés. Reír mejora nuestras relaciones, refuerza nuestro sistema inmunológico y fortalece nuestro corazón. La sonrisa es el idioma de las personas inteligentes, el arma más poderosa de comunicación, la mejor herramienta para expresar el privilegio que tenemos de disfrutar de la vida a diario. La risa no necesita de estrategia ni plan para hacer feliz.

Por suerte, hay adultos con un aura singular que han escogido la sonrisa como insignia para hacer feliz. La utilizan a diario en su trabajo como la mejor medicina y consiguen endulzar el camino de niños y adultos que les ha tocado librar una batalla contra la enfermedad. Ángeles con nariz roja, artistas profesionales que consiguen ponerle a la desventura un rayo de color. Auténticos querubines llenos de magia, que consiguen enmascarar el pánico y la incertidumbre con música y buen humor. Príncipes del júbilo y del entusiasmo que consiguen erizar la piel. Chistes, guiños y muecas que destornillan a los que sufren algún tratamiento.

Son los Pallapupas, seres llenos de cariño que tienen por esencia las ganas de ayudar. Capaces de contagiar frenesí, optimismo y ganas de seguir luchando a aquellos pasan largas estancias en el hospital. Payasos maravillosos que consiguen poner las habitaciones patas arriba para abarrotarlas de esperanza e ilusión. Que transmiten cariño, consuelo y seguridad a aquellos que sufren una enfermedad. Que contagian a las familias de fuerza y aliento y consiguen humanizar los largos pasillos de las plantas de hospital. Hechiceros de las palabras que consiguen irradiar las ganas de sanar. Capaces de acompañar y llenar de ilusión a adultos y personas de la tercera edad con el bálsamo de la carcajada.

Miradas cómplices, canciones que alivian, momentos que desintoxican y logran hacer paréntesis en el dolor. Malabaristas en propagar fe, que contagian ganas de vivir. Ilusionistas encargados de acompañar a los pequeños peleones hasta el quirófano y conseguir que se duerman sin miedo a lo que pasará. Napias coloradas que llenan de luminosidad centros residenciales, sociosanitarios y la planta pediátrica del hospital. Comediantes que mediante el teatro social nos ayudan a comprender mejor las enfermedades mentales y abren la ventana de la expresión y la comunicación a quienes la padecen. La dramatización se convierte en un vehículo maravilloso para que  familiares y pacientes retomen las riendas de sus vidas convirtiéndose en verdaderos protagonistas de su propia historia. Porque en cualquier momento nosotros o nuestros pequeños podemos necesitar que nos echen una mano y nos tiñan el sufrimiento de tonalidad hagamos que nuestras celebraciones familiares, retos solidarios o donaciones colaboren con esta gran obra social. Expandamos la bondad de estos magníficos titiriteros que hacen de las habitaciones con sábanas blancas y lugar también para soñar.

2 comentaris:

  1. A mí este tipo de iniciativas me emocionan, porque me reconcilia con la generosidad y bondad humanas, Nos enseñan que con tan poco podemos hacer tanto. El poder de una sonrisa...Precioso como siempre

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