La piezas del lego saltan por el aire y caen con violencia contra el suelo como el granizo en una tormenta de primavera. Grito ensordecedor y más de una palabra mal sonante que intento ignorar. Tras un suspiro, entro a su habitación e intento conseguir que los ánimos se calmen.
- ¿Puedo ayudarte en algo?
(Silencio absoluto y miradas que transgreden)
- De verdad, me gustaría poderte ayudar -insisto con paciencia.
- Tú no sabes lo que me pasa, tú nunca te equivocas- contesta con un hilo de voz.
- Creo que eso no es del todo cierto. Yo también me equivoco y antes me enfadaba como tú porque la rabia me consumía.
- A los grandes os salen las cosas a la primera, tenéis mucha suerte-replica sin mirarme.
- ¿Recuerdas aquel día que mamá se equivocó de ruta y nos perdimos con el coche?
- Sí, pero el GPS nos ayudó a encontrar el camino-contesta más relajado.
- Podría haberme puesto a gritar porque por mi culpa llegábamos tarde a nuestra cita importante, pero créeme, no me hubiera servido de nada. ¿Quieres que te de un consejo?
- Si mamá-ya encima de mi regazo
-Después de haberme equivocado miles de veces, intento siempre aprender de mis errores. Recuerda que tu mejor maestro siempre será tu último error. Yo siempre estaré a tu lado para ayudarte a caminar como un buen navegador.
- Pero yo cuando me equivoco me lleno de rabia y parece que vaya a estallar. A veces me da miedo que nunca pueda llegar a hacer las cosas bien.
- Te entiendo, pero debes saber que siempre habrá un lugar dentro tuyo donde nada es imposible.
- Mamá, ¿montamos juntos el lego?
En ocasiones me cuesta ver como mis hijos se equivocan, sufren por decisiones tomadas erróneamente o pierden alguna oportunidad importante por haber elegido el camino equivocado. Quizás alguien que lea este post creerá que soy yo la que me equivoco pero deseo de todo corazón que mis pequeños fracasen y caigan una y mil veces. No quiero evitar que tropiecen, no pienso levantarles inmediatamente, dejaré que lo hagan por si mismos. Deberán aprender que cuando no sean capaces de cambiar una situación estarán ante el desafío de cambiarse a ellos mismos, de buscar su mejor versión.
Yo siempre estaré ahí para explicarles que la vida es un deporte extremo que hay que aprender a jugar, que las reglas no siempre serán claras y el árbitro no siempre pitará a nuestro favor. A la vida hemos venido a cumplir todos nuestros retos y nadie deberá tirar la toalla hasta el pitido final. Tocará apretar los dientes, empezar una y otra vez, no siempre será posible subirse al caballo ganador. Espero que mis hijos se pierdan en laberintos, tengan que picar a miles de puertas y les resulte difícil elegir.
Les explicaré que si quieren ser grandes les tocará ganárselo, les enseñaré a levantarse valorando lo aprendido en cada una de sus caídas, pero nunca les ahorraré la frustración. Les recordaré que en muchas ocasiones es la última llave la que abrirá la puerta, no les evitaré el fracaso, la decepción o el enojo de no conseguir las cosas a la primera. Tendrán que aceptar que nadie es perfecto y aceptar que en la vida habrá que trabajar duro para conseguir lo que uno quiere. Estoy convencida que ese sentimiento de rabia, cólera y coraje que les producirán sus derrotas les hará mucho más fuertes.
Con el tiempo aprenderán que el fracaso es la mejor oportunidad de empezar de nuevo de forma más inteligente. Que lo que importa no es lo que sucede, ni en que te equivocas, sino como reaccionas ante el error. Les exigiré que hagan exactamente lo contrario de lo que el miedo les diga, aunque este les muerda y les arroje a la profundidades.
Seré el mejor ejemplo para demostrarles que las fuerzas siempre deberán ser más grandes que sus dudas, que lo que hoy resulta difícil mañana se convertirá en una gran conquista.
Equivocarse, errar, fracasar está permitido pero deberán concentrar toda la energía en buscar posibles soluciones y no a lamentarse. Serán sus mejores auditores, cada reto les exigirá un yo diferente y acabaran aprendiendo que la persona que más les enseñará será aquella que verán cuando se pongan delante del espejo.
PD: Recordad siempre que si os rendís, de nada habrá servido el esfuerzo que hicisteis ayer. Algunas cosas parecen imposible hasta que viene alguien y las hace.
- A los grandes os salen las cosas a la primera, tenéis mucha suerte-replica sin mirarme.
- ¿Recuerdas aquel día que mamá se equivocó de ruta y nos perdimos con el coche?
- Sí, pero el GPS nos ayudó a encontrar el camino-contesta más relajado.
- Podría haberme puesto a gritar porque por mi culpa llegábamos tarde a nuestra cita importante, pero créeme, no me hubiera servido de nada. ¿Quieres que te de un consejo?
- Si mamá-ya encima de mi regazo
-Después de haberme equivocado miles de veces, intento siempre aprender de mis errores. Recuerda que tu mejor maestro siempre será tu último error. Yo siempre estaré a tu lado para ayudarte a caminar como un buen navegador.
- Pero yo cuando me equivoco me lleno de rabia y parece que vaya a estallar. A veces me da miedo que nunca pueda llegar a hacer las cosas bien.
- Te entiendo, pero debes saber que siempre habrá un lugar dentro tuyo donde nada es imposible.
- Mamá, ¿montamos juntos el lego?
En ocasiones me cuesta ver como mis hijos se equivocan, sufren por decisiones tomadas erróneamente o pierden alguna oportunidad importante por haber elegido el camino equivocado. Quizás alguien que lea este post creerá que soy yo la que me equivoco pero deseo de todo corazón que mis pequeños fracasen y caigan una y mil veces. No quiero evitar que tropiecen, no pienso levantarles inmediatamente, dejaré que lo hagan por si mismos. Deberán aprender que cuando no sean capaces de cambiar una situación estarán ante el desafío de cambiarse a ellos mismos, de buscar su mejor versión.
Yo siempre estaré ahí para explicarles que la vida es un deporte extremo que hay que aprender a jugar, que las reglas no siempre serán claras y el árbitro no siempre pitará a nuestro favor. A la vida hemos venido a cumplir todos nuestros retos y nadie deberá tirar la toalla hasta el pitido final. Tocará apretar los dientes, empezar una y otra vez, no siempre será posible subirse al caballo ganador. Espero que mis hijos se pierdan en laberintos, tengan que picar a miles de puertas y les resulte difícil elegir.
Les explicaré que si quieren ser grandes les tocará ganárselo, les enseñaré a levantarse valorando lo aprendido en cada una de sus caídas, pero nunca les ahorraré la frustración. Les recordaré que en muchas ocasiones es la última llave la que abrirá la puerta, no les evitaré el fracaso, la decepción o el enojo de no conseguir las cosas a la primera. Tendrán que aceptar que nadie es perfecto y aceptar que en la vida habrá que trabajar duro para conseguir lo que uno quiere. Estoy convencida que ese sentimiento de rabia, cólera y coraje que les producirán sus derrotas les hará mucho más fuertes.
Con el tiempo aprenderán que el fracaso es la mejor oportunidad de empezar de nuevo de forma más inteligente. Que lo que importa no es lo que sucede, ni en que te equivocas, sino como reaccionas ante el error. Les exigiré que hagan exactamente lo contrario de lo que el miedo les diga, aunque este les muerda y les arroje a la profundidades.
Seré el mejor ejemplo para demostrarles que las fuerzas siempre deberán ser más grandes que sus dudas, que lo que hoy resulta difícil mañana se convertirá en una gran conquista.
Equivocarse, errar, fracasar está permitido pero deberán concentrar toda la energía en buscar posibles soluciones y no a lamentarse. Serán sus mejores auditores, cada reto les exigirá un yo diferente y acabaran aprendiendo que la persona que más les enseñará será aquella que verán cuando se pongan delante del espejo.
PD: Recordad siempre que si os rendís, de nada habrá servido el esfuerzo que hicisteis ayer. Algunas cosas parecen imposible hasta que viene alguien y las hace.
Estoy de acuerdo contigo. ahora solo necesto ser menos crítica conmigo misma para poder ayudarles mejor.
ResponEliminabesos
Totalmente de acuerdo contigo a mi me pasa igual. Un abrazo
ResponEliminaFantástico post, ojalá sea capaz de transmitírselo a Mini Yo.
ResponEliminaMuchísimas gracias!
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