- Mamá, nunca hubiese pensado que sería capaz de conseguirlo.
- Yo nunca dudé que lo lograrías. Pero si no lo hubieses conseguido, el esfuerzo igualmente hubiese merecido la pena, ¿no crees?
- Ya mamá, pero a veces es difícil esforzarte cuando dudas si serás capaz de lograr tu objetivo. Cuando las cosas se complican me entran muchas ganas de tirar la toalla.
- Hijo, en la vida no siempre se consigue lo que uno desea, es más, en muchas ocasiones no ocurre lo que uno espera. Yo creo que en gran parte en eso reside la magia de nuestra existencia.
- ¿Eso quiere decir mamá que si me esfuerzo no siempre conseguiré alcanzar mis sueños?
- Exacto, pero eso no significa que debas dejar de soñar, porque cada camino que emprendas te regalará mil y un aprendizaje.
- ¿Y si me equivoco mamá?
- Tu mejor maestro será siempre tu último error, será tu mejor aliado para aprender. La experiencia es lo que te quedará cuando no hayas conseguido lo que querías.
- Y tu mamá, ¿alguna vez no has conseguido lo que te has propuesto?
- En muchas ocasiones, pero eso no significa que no haya trabajado lo suficiente para lograrlo. Las dificultades deben convertirse únicamente en un punto y seguido en nuestro camino.
Sin duda la resiliencia es una de las competencias más difíciles de enseñar a nuestros hijos. Las personas resilientes tienen la capacidad de hacer frente a las adversidades que les presenta la vida, superarlas y transformarse positivamente por ellas. En una sociedad en la que vivimos a una velocidad extrema, donde todo debe ser inmediato, donde en ocasiones se evita el fracaso y la tolerancia a la frustración es casi inexistente, es primordial enseñar a nuestros hijos a ser inteligentes emocionalmente, a desarrollar las habilidades necesarias para enfrentarse, con una actitud positiva, a los numerosos retos que les regalará la vida.
Al igual que a los adultos, a nuestros hijos el día a día les pondrá a prueba , les planteará situaciones que deberán superar y para ello será necesario que entiendan que el problema no reside en lo que te sucede sino en lo que haces con lo que te sucede. Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles. Es fundamental que nuestra actitud se convierta en el mejor ejemplo cuando las cosas se pongan cuesta arriba, que nos aseguremos que sepan que creemos en ellos sin titubear, que sientan que reconocemos cada uno de sus logros, que les encorajemos a seguir intentándolo una y otra vez, sin evitar que se caigan pero enseñándoles a levantarse. Uno de las claves será ofrecerles la seguridad y protección necesarias, animémosles a probar y aprender, sin reproches y sin "ya te lo avisé".
Enseñemos a nuestros hijos a convertir cada contratiempo en una gran oportunidad para aprender, para crecer. Ayudémosles a ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, a confiar en sus capacidades, a vivir en el aquí y en el ahora, aceptando lo que trae la tormenta de forma objetiva y optimista. Potenciemos la creatividad y flexibilidad ante las adversidades como la mejor arma para buscar soluciones, donde el humor y la tenacidad, se conviertan en los mejores socios. Eduquémosles a buscar ayuda cuando lo necesiten, a trabajar en equipo, a ser empáticos y bondadosos con los que les rodean, a ser agradecidos por lo mucho que poseen. Diseñemos juntos nuevos desafíos por los que trabajar, teniendo muy presente que el esfuerzo y la constancia serán la clave para el éxito.
La mejor manera de ayudar a nuestros hijos a ser personas resilientes será no justificando sus errores ni evitándoles las adversidades, ya que en la mayoría de las ocasiones no podremos cambiar las cartas que nos hayan tocado pero si aprender a hacer la mejor partida con ellas. Potenciemos su autoestima, alentemos cada uno de sus pasos, exijámosles que se comprometan con cada una de sus decisiones sin excusas ni reproches. Enseñémosles a hacerse preguntas y no sólo a contestarlas, a reflexionar sobre el por qué de las cosas, a verbalizar sus miedos, a ser útiles y con ganas de sumar, a ver la vida siempre desde la mejor perspectiva. Ayudémosles a focalizar toda su energía en todo lo que poseen y no en lo que les falta, a solucionar los problemas de forma autónoma sabiendo que siempre seremos su mejor apoyo, a relativizar. Animémosles a enamorarse de la vida, a aferrarse a los sueños, a querer mejorar día a día.
Y si hijo, habrá días que no querrás levantarte, ni reír, ni sentir y parecerá que nada merezca la pena. Será exactamente ese día en el que nadie te preguntará si quieres ser fuerte pero deberás obligarte a ello. No olvides nunca que la vida no es un problema para ser resuelto sino un misterio para ser vivido. No serás lo que logres, sino lo que superes.
!Muy bueno!
ResponEliminaMuchas gracias un abrazo!!
Elimina!Muy bueno!
ResponEliminaMuchas gracias, un abrazo
EliminaMe ha encantado, hay que enseñarles a luchar desde pequeños
ResponEliminaMuchas gracias Raquel, sin duda es uno de los mejores legados que les podemos dejar.
EliminaUn abrazo
inspiración pura...
ResponEliminaGràcies Núria
EliminaSonia, te felicito por tu reflexión. Estas son las ideas que necesitamos difundir y poner en práctica mediante ejemplos cotidianos con las jóvenes generaciones. Los padres, tutores o responsables de los menores de edad y adolescentes deben ser también resilientes para poner en práctica lo que dicen o de lo contrario sólo serán palabras huecas. Saludos desde Chiapas, en el sureste de México.
ResponEliminaMuchísima gracias, un abrazo
Elimina