Ser
padres es bonito pero no fácil. Parece que se ha convertido en una profesión
cada vez más difícil de desarrollar. Los padres que asisten a las charlas
formativas que realizo así lo expresan. No hay sesión en la que no aparezcan
afirmaciones como no “puedo con ellos."
Convertirse
en padres hoy poco tiene que ver con aquello que vivimos en casa cuando éramos
niños. La familia, como a institución social, ha experimentado profundas
transformaciones en las últimas dos décadas.
Ser
padres del SXXI se ha convertido, en ocasiones, en una verdadera odisea. Padres
acróbatas que deben combinar trabajo, tareas domésticas, vida social y la
educación de sus pupilos.
En
muchas ocasiones pienso que nos complicamos demasiado la vida. ¿Por qué
nuestros abuelos, con una mínima formación, eran capaces de disfrutar de este
maravilloso oficio y nosotros no lo hacemos?
Debemos
simplificar nuestras responsabilidades. Debemos convertirnos en los principales
guías y orientadores en la vida de nuestros hijos. Partamos de una percepción
positiva. Creamos en ellos. No les facilitemos la vida. Seamos exigentes. No
nos de miedo trabajar sus emociones. Tendámosle la mano. Seamos partícipes de
sus miedos. Soñemos juntos.
Nuestros
hijos únicamente necesitan sentirse queridos, respetados, elogiados y admirados.
Ofrezcámosle
tiempo pero de calidad. Pongamos todos nuestros sentidos en aquella actividad
que realicemos con ellos. No nos compliquemos. Nuestros hijos no quieren saber
chino, practicar esgrima o adquirir un método matemático que le permita
calcular a toda velocidad.
Ellos
quieren recibir un abrazo, pasear tranquilamente por el bosque o realizar una
apasionante excursión en bicicleta. Nuestros hijos necesitan que les dediquemos
tiempo para conocerles mejor, para que nos abran sus pensamientos, sus proyectos,
sus temores.
Intentémoslo mañana. Cada día es
una nueva oportunidad para seguir aprendiendo. Tenemos derecho a errar, a
perder los nervios. Preguntémosle que es lo que necesitan, nos sorprenderán
seguro. Ellos serán de mayores lo que nosotros les hayamos enseñado con nuestro
ejemplo.
Tengamos una autoridad
comprensiva, seamos firmes y lógicos. Aceptemos nuestros errores y pidamos
perdón cuando nos equivoquemos. Consigamos una confianza mutua. Negociemos. Marquémonos
pequeños objetivos. No nos desanimemos antes de empezar.
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