Sònia

Sònia

diumenge, 25 d’octubre del 2015

#YONORENUNCIO #YOCONCILIO

- Mamá me gustaría que fueses como la mamá de Esther.

- ¿Ah sí? ¿Y por qué?

- Porque ella la lleva siempre al colegio y la viene buscar.

- Ya sabes que hay días que mamá no lo puede hacer porque tiene que trabajar.

- Esther dice que su mamá la quiere más que tú a mi.

- ¿Y por qué dice eso? 

- Porque su mamá siempre está con ella.

- ¿Y tú también lo crees?

- No lo se mamá, ¿tú no podrías dejar de trabajar?

- Pues no se si podría o no, pero es que mamá no quiere dejar su profesión.

- ¿No te gustaría hacer sólo de mamá? así podrías acompañarme cada día a entrenar.

- ¿Crees que si no me separase nunca de ti te querría mucho más?

- No lo creo mamá, pero a veces me pongo triste cuando marco un gol y tú no estás. 

- Pero mamá siempre está ahí cuando necesitas que te de un buen abrazo, compartir lo que te preocupa o ayudarte con lo que no te sale bien.

- Tienes razón mamá, yo no quiero otra mamá.

- ¿Sabes qué? Le podrías explicar a Esther que tú mamá, aunque a veces no esté contigo porque va a trabajar, intenta ayudarte siempre a conseguir todo aquello que te haga sonreír. 


El reloj suena en casa al amanecer para hurtar al alba minutos para poder entrenar. El día transcurre a un ritmo frenético donde casi no hay tiempo para comer. Tardes de actividades, entreno, estudio y sobretodo momentos de complicidad que me colman de ganas de seguir. También de nervios y alguna frase fuera de tono, cuando las cosas se empiezan a torcer y el cansancio se come mis ganas de reír. Las jornadas acaban tarde porque, tras el beso de buenas noches, toca seguir preparando clases, adaptando material o haciendo cursos de formación. Los fines de semana el trabajo sigue presente e intento, como experta equilibrista,  hacer las mejores peripecias para seguir robándole horas al reloj. Cualquier momento es bueno para intentar poner al día toda aquella faena que se  ha ido acumulando porque durante la semana no ha habido tiempo para más, siempre con la agenda a punto de explotar.

Quien me conoce sabe que hace años descubrí que ser mamá es mi real vocación, aquel oficio que me hace realmente feliz. Aquella profesión que me obliga a desinstalarme, a desaprender a diario, me hace mejor persona y me da el privilegio de acompañar a dos personitas que tienen el don de sacar lo mejor de mí. Una madre que no sabe hacer croquetas, ni coser disfraces y en ocasiones olvida firmar alguna autorización, pero que lucha a diario para estar presente en la educación de sus hijos, ser un referente para ellos y ofrecerles el mejor ejemplo para conseguir el objetivo primordial que para mi es la felicidad. Que asume la responsabilidad de la educación de sus pequeños como el reto más importante que en la vida llegará a tener.

Y sí, no soy como la mamá de Esther y no siempre puedo estar con Xavier. Entiendo que a un niño de 7 años le cueste entender que su mamá se pierda cada año la actuación de Navidad que ve emocionada gracias al video que le envía papá, que nunca le pueda ir a decir adiós al autocar cuando se va de excursión o pueda acompañarle el día de carnaval en la escuela. Esa mamá que le observa mientras duerme y que, por motivos laborales, no ha podido llegar a leerle el cuento de dragones que tanto le gusta escuchar o le explica que en ese momento no puede jugar con él porque debe enviar un documento urgente antes de cenar.

Estoy convencida que Xavier, cuando se haga mayor, entenderá que tiene una mamá que lucha a diario para que cada uno de sus sueños se hagan realidad y eso le conlleva, en ocasiones, a perderse algunos momentos en los que pagaría cualquier precio por poder estar. Ojalá un día sea capaz de apreciar que le tocó una mamá osada, dispuesta a trabajar de sol a sol para crecer, para mejorar, para llegar a ser una gran profesional. Que exige tiempo para emprender, para dibujar todo aquello que le hace feliz, para ser mamá sin dejar de ser mujer. Una mujer que no cree en los ideales de maternidad que la sociedad le quiere vender y que acepta que en ocasiones la maternidad le llega a sobrepasar.

Una mamá que hace años se cansó de buscar la perfección ya que se dio cuenta que nunca la iba a conseguir, que guardó la capa de superwoman en un cajón, que rompió el disfraz de maternidad que le querían subastar. Una mujer que nunca se cansa de exigir la igualdad en todos los ámbitos que tiene la suerte de actuar, que está harta de demostrar las cosas sólo por el hecho de ser mujer. Que en ocasiones se siente exhausta de tener la obligación de estar siempre al pie del cañón, de sentir que sólo logra sobrevivir.

Una madre que se niega a vivir perseguida por la sombra de la culpa, los complejos, el miedo y el que dirán. Que no cree en el modelo de madre que la publicidad y los medios de comunicación le quieren vender, que está saturada de escuchar, a otras mamás juzgar, la manera que tenemos de entender la maternidad las mujeres valientes que buscamos conseguir todos nuestros propósitos fuera de la vida familiar.

Una mujer que exige tener tiempo de calidad para poder ver crecer a sus hijos, que necesita estar presente en todos los momentos importantes de sus vidas para poderles ofrecer un acompañamiento repleto de afecto, confianza y apoyo incondicional. Que no quiere enterarse de cada uno de sus logros por las fotos de whatsaap que papá le pueda enviar. 

Una madre que quiere ser la responsable de encorajarles a probar, experimentar, descubrir y estar ahí cuando caigan y necesiten una mano para levantarse y continuar. Una mamá que convierte cada "te quiero" en un motivo para luchar. Una mujer dispuesta a planificar, a priorizar lo que debe o no atender, que ha aprendido a delegar,  que tiene la suerte de tener a su lado un papá que cree en la corresponsabilidad, que comparte con él de forma equitativa las tareas a hacer, que establece prioridades donde la familia es siempre la punta del iceberg. Me niego a aceptar que conciliar es renunciar o elegir.


Y junto a mi, hay miles de mujeres que luchamos a diario para que la reivindicación de conseguir una  conciliación real no sea escuchada como una queja sino como un derecho que deben tener todas las mujeres profesionales de este país. Hemos tenido la suerte que Laura Baena, creadora de el Club de las Malasmadresapoyada por miles de mujeres que han decidido fundir su voz, haya creado la campaña #Yonorenuncio #Yoconcilio con el objetivo de conseguir 100.000 firmas para solicitar a Change.org que se incentive fiscalmente a aquellas pymes que implanten una jornada continua con flexibilidad horaria.

¿Y tú, ya has firmado? ¿nos ayudas a que nuestra voz nos acerque a una conciliación real?



Hijos, recordad siempre que mamá no está dispuesta a compraros por sus ausencias,  lo que si os puede prometer que hará todo lo posible por ayudaros a conseguir tocar con los dedos las estrellas.




8 comentaris:

  1. Vamos a por las 100000 firmas!!! Lo conseguiremos

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  2. Me has emocionado. Creo q esos valores calarán y ayudarán a esos niños a ver que los padres lo intentan y que cada uno llega a unas cosas pero que nunca les falta el cariño.
    Nuestro legado más importante. ..ellos, sus vivencias y nuestro amor incondicional.
    Gracias por escribir cosas con las q conecto tan bien.

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  3. Ya van 250.000, Sonia, y subiendo. Porque somos muchas las mamás que no queremos renunciar ni a nuestros hijos, ni a nuestro trabajo. Eres una mamá estupenda y seguro que Xavier no podría encontrar una mejor.
    Un beso.

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