Sònia

Sònia

dimecres, 22 de gener del 2020

NO ME LLAMES ASÍ, me haces sentir PEQUEÑO

Vivimos en una sociedad llena de estereotipos que empequeñecen. Tenemos mucha tendencia a encasillar a las personas para definir las.  Todos llevamos colgadas etiquetas, cualquiera podría reconocerse en alguna. Nos las ponen en casa, en la escuela, incluso gente que ni siquiera nos conoce.

Recuerdo como de pequeña esas etiquetas que iban otorgándome acababan condicionando mi conducta, mi forma de mirar el mundo, la forma de quererme. Simples palabras que a menudo arañaban mi autoestima, condicionaban mis decisiones, cargaban mi mochila de peros. Palabras que me hacían sentir que siempre decepcionaba  a alguien,  que nunca daba la talla ante las expectativas que ponían sobre mi. 

Que poco somos conscientes del daño que generan las etiquetas. Opiniones subjetivas que menudo nos encasillan, nos paralizan, nos atan inútilmente a expectativas que nos ahogan. Que nos esculpen por dentro erróneamente, que engrandecen nuestros defectos, que nos definen torpemente.

Ojalá fuésemos capaces de educar sin etiquetar, sin catalogar a nuestros pequeños según sus habilidades, procedencia o su nivel de inteligencia. Sin poner nombre a comportamientos o a la forma sentir y de actuar. Sin juicios de valor que coartan, que marcan la personalidad, que merman la confianza.

Ojalá consiguiésemos que nuestros pequeños puedan mirarse al espejo sin filtros que les condicionen, sin rótulos que les recuerden sus defectos, sin marcas que engrandezcan el miedo a fallar.

Educar desde la aceptación,  la confianza y el respeto. Ofreciendo siempre una imagen positiva de nuestros hijos o alumnos. Haciéndoles sentir que les acompañamos sin condición pase lo que pase, hagan lo que hagan, consigan o no sus objetivos.

Asegurándonos que saben que les queremos independientemente de sus logros, errores o defectos. Que estamos a su lado para todo aquello que les haga falta.

Ojalá fuésemos capaces de potenciar al máximo las capacidades, reforzando las debilidades con mimo o respeto, empatizando con los tropiezos con dulzura y paciencia. Haciéndoles sentir comprendidos y escuchados, dándoles la oportunidad de equivocarse las veces que sea necesario, alentándoles a empezar de cero sintiendo que cada amanecer supone una nueva oportunidad.

Eduquemos SIN ETIQUETAS, enseñándoles a escoger lo que realmente quieren ser, regalémosles  oportunidades para el éxito.

dissabte, 4 de gener del 2020

LA CULTURA DEL ESFUERZO


Vivimos a máxima velocidad, donde todo debe ser inmediato, donde un solo click nos acerca a casi todo aquello que deseamos. Nos hemos acostumbrado a que todo sea fácil, a conseguir las cosas con el mínimo sacrificio. Valoramos únicamente la victoria, no el ESFUERZO.

En muchas ocasiones educamos a nuestros hijos acomodándoles la vida para que consigan lo que desean con el mínimo sufrimiento. Poco les hablamos de las derrotas, de los tropiezos, de las veces que les va a tocar a volver a empezar de cero.

Ojalá fuésemos capaces de poner de moda la CULTURA DEL ESFUERZO, aquella que te lleva a conseguir las cosas con tesón y trabajo. La fuerza de la voluntad debería convertirse en uno de los pilares en la educación emocional de nuestros pequeños.

Una educación centrada en enseñar a ser resilientes, a asumir responsabilidades, a afrontar las adversidades con optimismo. En desarrollar el potencial con constancia y paciencia.

1. Démosles mil y un motivo para esforzarse, para no cansarse de aprender. Demostrémosles que cada paso les acercará a su objetivo, que cada intento suma, que cada dificultad fortalece, que cada logro engrandece el alma. Hagámosles creer que la voluntad es la fuerza del querer, el deseo que las cosas ocurran.

2. Consigamos que se hagan amantes de los retos y de las ganas de dar lo mejor de ellos en cada momento, a creer en el camino. Enseñémosles a comprometerse con sus sueños especialmente cuando las cosas se compliquen, a gestionar la frustración que los errores provocan, convirtámonos en el mejor ejemplo.

3. Démosles la mano para que sean capaces de enfrentarse a sus miedos, motivémosles  a probar con valentía sin temor a fallar, despertemos el interés por sentirse orgullosos de cada pequeño triunfo, por la búsqueda de la satisfacción personal.

4. Consigamos que entiendan que la perseverancia es la virtud por la cual todas las otras virtudes dan su fruto, donde la práctica diaria se convierte en el mejor maestro.

5. Logremos que apuesten a fuego por lo que deseen, hagamos que la constancia, la paciencia, la tolerancia a la frustración y el compromiso sean pilares en sus vidas. Seamos capaces de que se sientan orgullosos de su esfuerzo, que se miren al espejo con dulzura, que se traten con respeto.

6. Ayudémosles a planificar la ruta, a definir objetivos, a trabajar sin bajar los brazos. Contagiémosles de energía, de voluntad, de optimismo, borremos la queja absurda de sus labios.

7. Hablémosles del éxito bien entendido,  ese que se logra comprometiéndose, siendo valiente y apasionado. Del triunfo como la capacidad de disfrutar de lo cotidiano, de ser agradecido por todo lo bueno que pasa sin tener que demostrar nada a nadie.

8. Grabémosles a fuego que no existe una FUERZA más poderosa que la VOLUNTAD.