Sònia

Sònia

dijous, 29 de novembre del 2018

MUCHO MÁS QUE CORRER


Unas décimas de segundo bastan para que todo cambie radicalmente, para que tus días queden congelados, para que tu tobillo se parta en dos. Una simple torcedura que  provoca que todo se frene, que cada uno de tus objetivos se desvanezcan, que te toque volver a empezar de cero.  Que difícil es aceptar que en ocasiones la vida te enseña a golpes.

Una grave lesión que te hace sentir frágil, que es capaz de sacar tu mejor y peor versión. Que te exige confiar en tu perseverancia, luchar a diario contra tu mente y pone sobre el papel la posibilidad de que no vuelvas a correr. Un tropiezo que te hace mucho más agradecida, más humilde, más paciente.

Nuestra inmensa torpeza nos lleva a menudo a valorar las cosas cuando ya no las puedes hacer, cuando aparece la imposibilidad. Más de un año de recuperación sin poder correr me ha permitido reconocer lo mucho que el atletismo aporta en mi vida, aceptando que la ha transformado radicalmente.

Quien corre sabe que calzarse unas zapatillas es mucho más que dar zancadas, participar en carreras o colgarse un dorsal. Cientos de historias, de motivos, de circunstancias provocan que a diario millones de personas en todo el mundo salgan a correr.

Están los que buscan retos al alcance de pocos, los que quieren cambiar hábitos, los que corren por los que no pueden. Los que desean compartir momentos, los que lideran retos solidarios, los que salen en solitario a cazar sueños. Están los que quieren ayudar a otros a que sean mejores, los que cumplen promesas, los que corren en busca de motivos para sonreír.

Miles de razones con un mismo destino, la superación personal. Retos que te llevan a apostar a fuego por ti mismo, a comprometerte paso a paso, pase lo que pase. Fortaleciendo tu tenacidad, aprendiendo que las batallas se ganan con la práctica diaria, con la osadía, con el tesón.

Sacrificando horas de descanso, haciendo equilibrios para conciliar los entrenamientos con tu vida, robando horas al alba.

Una búsqueda de sensaciones que te hacen sentir diferente, que convierten los fracasos en aprendizajes, que llenan tu existencia de valores. Que te enseñan a disfrutar sin más de la soledad, a desafiar tus límites, a creer en tu determinación. Una rutina que te ayuda a encontrarte, a aceptar desafíos que te engrandecen, a no permitir regatear con tus ambiciones. Sin condiciones, creyendo en las utopías, deseando ser cada día un poquito mejor.

Un deporte que te demuestra que el éxito no se mide por tus marcas sino por tu empeño, valentía y corazón. Por las agallas que le pones cada vez que vuelves a intentarlo, por ser capaz de empequeñecer tus miedos creyendo que las grandes gestas se construyen a diario.

Que complicado es describir todas las emociones que experimentas cuando cruzas el arco de meta, cuando sientes que has ganado gracias a tu coraje, tu amor propio, tu ahínco. Sin haber secundado a las ganas de lanzar la toalla cuando todo se balanceaba, alegrándote de las victorias de tus compañeros, sabiendo que te has convertido en el mejor ejemplo que tus hijos puedan tener.

Mucho más que correr, que dar zancadas, que colgarse una medalla.

dissabte, 24 de novembre del 2018

EDUCAR ES HACER BRILLAR A OTRAS PERSONAS

Que diferente sería educar sin sentirnos presionados por el currículum, por las pruebas que acotan, los ránkings que comparan, los niveles de exigencias que ahogan. Mucho más allá de los contenidos obsoletos , las competencias, la burocracia y los exámenes. 

Que diferente sería educar sin criterios competitivos que relantizan, que encasillan, que etiquetan. Sin premiar estúpidamente la memorización, la obediencia o la mediocridad.

Que diferente sería educar si imperase el sentido COMÚN y el del HUMOR. El sentir ante el hacer,  el cariño ante la reprimenda, el respeto ante la segregación.

Que diferente sería si pudiésemos ofrecer a cada alumno la atención que merece, que demanda, que necesita. Con los recursos necesarios, la innovación adecuada, sin aulas masificadas 

Que diferente sería si centrásemos nuestra educación en enseñar a entender la emoción, a escuchar, a agradecer, a mantener vivo el asombro. Potenciando la iniciativa, la excelencia bien entendida, el lideraje que ayude a sumar.

Que diferente sería si nuestra acción educativa se centrase en contagiar el PLACER por VIVIR, en estimular las ganas de aprender, de descubrir, de probar. Invitar a SOÑAR,  despertar las ganas de saber, de entender, de mejorar.

Que diferente sería si entendiésemos que: 

EDUCAR es acompañar sin proteger, estar disponible sin condición, convertirse el mejor ejemplo que el niño pueda tener.

EDUCAR es saber dejar ir, permitir que cada niño viva su propia experiencia, que dibuje su camino. Dándole las estrategias necesarias para volar, para vivir con valentía, para convertir la resilencia en la mejor arma que puedan tener.

EDUCAR es enseñar a sentir sin filtros, a expresar todo lo que nos remueve por dentro, a poner nombre a la emoción. A gestionarlas con maestría, a saber pedir ayuda, a ofrecer todo lo bueno que tenemos.

EDUCAR es enseñar a respetarse, a quererse sin condiciones, a tratarse con dulzura. A saber valorar cada pequeño logro, a ser capaz de mirarse al espejo con coraje.

EDUCAR es enseñar a ver el mundo con diferentes perspectivas, desarrollar el pensamiento crítico, formar personas comprometidas con la sociedad.

EDUCAR es enseñar a respetar los límites, entrenar hábitos, conseguir personas responsables  que toman decisiones en todos los aspectos de su vida.

EDUCAR es entrenar la persistencia, el esfuerzo, la fuerza de voluntad. Aprender a ver en cada dificultad una nueva oportunidad, a levantarse después de cada tropiezo.

EDUCAR es HACER BRILLAR A OTRAS PERSONAS

dissabte, 10 de novembre del 2018

¿Y SI NO TRIUNFO QUÉ PASA?

Nos educan para ser mejor que los otros, para brillar pase lo que pase, para destacar. Para ser los primeros, para conseguir lo que nos propongamos sin titubeos, para no fallar . Nos inculcan la necesidad de ganar siempre, de competir sin miramientos, de mirar hacia los lados para que nadie nos avance. Nos venden un éxito determinado por los likes conseguidos, por la fama de nuestras acciones, por el número de seguidores que conseguimos obtener.

Un triunfo que se publica a bombo y platillo, que se alardea aunque no sea cierto, que crea deseo por su perfección. Un éxito idealizado, confundido con tener dinero o popularidad. Enmascarado por un brillo erróneo con una hoja de doble filo que únicamente alimenta el ego y te vuelve vanidoso.

Vivimos en una sociedad donde no hay sitio para los segundos puestos. Donde se valora únicamente la victoria, no el ESFUERZO. Poco se habla de las derrotas, de los tropiezos, de las veces que nos va a tocar a volver a empezar de cero. De los pierden, de últimos de la fila, de los que no consiguen sus sueños.

Ojalá nos hablasen del éxito bien entendido, ese que significa seguir trabajando aunque no se consigan resultados, en seguir creyendo en nuestras potencialidades cuando todo se tuerza. Ojalá educásemos en que al éxito se llega superando obstáculos, peleando hasta que haga daño,  empequeñeciendo las excusas, las postergas, los por qué.

Expliquemos a nuestros hijos o alumnos  que el triunfo se consigue cultivando la determinación, la curiosidad y el optimismo, que caer está permitido pero que levantarse es una obligación.

Un éxito que se logra TRABAJANDO,  siendo valiente, apasionado, constante. Apostando por el compromiso y la perseverancia. Dejando de excusarnos en la mala suerte, en que no es el momento perfecto, en culpar a los demás.

Un triunfo que entiende la vida como una aventura en la que los errores y los fracasos son parte imprescindible del viaje. Aprendiendo que no todo resbalón significa una caída, que el verdadero triunfo es el que sale de lo que hayas aprendido del último error.


Éxito es ser capaz de ganarse el respeto de las personas que te quieren,  comprometerse, no tener la necesidad de demostrar. No permitir que tus miedos te ganan pequeño, mirarte con dulzura, tratarte con respeto. Ser capaz de generar todo aquello que deseas, permitirte fallar sin que la culpa te aplaste.

Triunfar es ser capaz de disfrutar de lo cotidiano, saber agradecer todo lo bueno que te pasa, reír sin mesura, apreciar la belleza de los momentos. Mostrarte disponible para la gente que amas, exprimir cada oportunidad. ser paciente

Ganar es disfrutar de lo que te gusta, saber renunciar aunque duela, estar enamorado de todo aquello que hagas aunque salga al revés.

diumenge, 4 de novembre del 2018

EDUCAR ANTE LA MUERTE

- ¿Tú también le echas de menos?

- Creo que no hay un sólo día que no me acuerde de él.

- Como me gustaría que pudiese ver como me hago mayor.

La muerte es parte ineludible de la vida pero eso consuela poco. Nadie está preparado para perder a alguien al que quiere, al que necesita a tu lado, al que admira. Para sentir su vacío, para añorar sus palabras, para echarle de menos en cada celebración. 

Dicen que nada enseña más que la muerte, que es una gran maestra. La muerte de un ser querido marca siempre un punto y seguido en tu vida, hace que la reestructures de nuevo, te marca el camino para exprimirla de forma diferente.

Una pérdida que te hace maldecir tu suerte, que te recuerda la torpeza de llenar nuestros días de excusas y postergas, de peros y por qué. Que te enseña a aceptar la vida tal y como viene, a disfrutar de las pequeñas cosas, a ser más agradecido. 

Educar ante la muerte pertenece a la vida, es parte imprescindible de ella. Pero que difícil es hacerlo cuando esa persona que se ha ido era parte de ti. Que complicado es explicarle a un hijo que nunca más volverá a ver a su abuelo. 

Conseguir que entienda que la vida en ocasiones pega fuerte, que es injusta, que hay cosas que no tienen explicación. Lograr hablar de la muerte sin rodeos, enfrentarse a ella con naturalidad.

Que complejo es explicar con coherencia todo aquello que necesitan saber, evitar los detalles innecesarios, atender cada bajón. Acompañar el duelo con dulzura, respetando los retrocesos, los cambios de humor, los silencios.

Que arduo es aprender a conversar sobre ella sin edulcorarla, sin rodeos o engaños. Poniendo nombre a la furia, a la tristeza, a la negación. Admitiendo que la muerte te rompe por dentro, que transforma tus emociones, que te ancla en la desolación.

A la muerte se le acompaña llorado juntos, permitiéndote tener días grises, confiando en que poco a poco todo irá a mejor. Admitiendo que no hay respuesta para todos las preguntas, poniéndole nombre a los miedos que van apareciendo, respetando los ritmos de aceptación. Entrenando la resilencia, confiando en el futuro, poniendo valor a todo lo bueno que tenemos.

A la muerte hay que mirarla a la cara, desarrollando mecanismos para eliminar la culpa, para mitigar el enojo. Utilizando un leguaje que ayude a entender, a sanar, a mantener vivo el recuerdo. Verbalizando lo mucho que añoramos a la persona que ya no está, lo importante que era en nuestra vida, lo que nos gustaría volverle a ver.