Sònia

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dimecres, 25 de maig del 2022

StayHealthy, el programa de la Fundación Quirónsalud que promueve los hábitos saludables de los adolescentes

                            
StayHealthy es un programa de innovación educativa de la Fundación Quirónsalud dirigido a todos los alumnos de secundaria de nuestro país. 

Des del 2018 han participado en él más de 800 centros educativos (públicos y concertados), superando los 14.000 alumnos en sus sesiones presenciales y los 45.000 a través de su motivadora aula virtual.

Un proyecto interactivo y digital basado en un aprendizaje activo, autónomo y cooperativo elaborado por psicopedagogos, alumnos y personal sanitario (especialistas en Nutrición, Neumología, Neurología, Dietética, Coaching, Fisioterapia, Pediatría y Psicología)que pretende promover los hábitos saludables de nuestros adolescentes y contribuir a mejorar su calidad de vida.

Los contenidos del programa están organizados en 7 temáticas: Nutrición, Sueño, Ejercicio físico, Covid19, Salud mental, Adicción a la nuevas tecnologías y Adicción a substancias. Unas temáticas que ayudarán a los alumnos a hacer frente a la vorágine de cambios físicos, psicológicos, cognitivos, emocionales y sociales por los que transitan y a resolver muchas de las dudas que éstos les despiertan.

A través de su plataforma virtual, los docentes que se inscriban de forma totalmente gratuita al programa, podrán encontrar todo el contenido del proyecto: completas guías didácticas, actividades interactivas, materiales descargables, videoblogs formativos y juegos interactivos que facilitarán el trabajo con los alumnos tanto de forma virtual como en el aula a través de diferentes proyectos de aprendizaje.

El programa ofrece dinámicas en formato online como presencial que se adaptan fácilmente a cada centro educativo, curso y estilo del profesorado. Además, a través del juego SIM Hospital Quirónsalud nuestros adolescentes podrán convertirse en coaches sanitarios y pasar consulta a pacientes ficticios con diferentes patologías trabajadas en las temáticas del programa.

Además, los centros interesados podrán solicitar sesiones presenciales donde expertos sanitarios especializados en las temáticas acompañan a los psicopedagogos que imparten los talleres en el aula. Así los alumnos pueden  resolver en primera persona las dudas e inquietudes que la temática les despierta.

Mediante un trabajo transversal e interdisciplinar y una metodología activa los alumnos podrán ir aprendiendo los conocimientos y procedimientos necesarios para adquirir unos buenos hábitos saludables y conseguir un desarrollo armónico, tanto a nivel físico como mental, y aprender a prevenir posibles adicciones tecnológicas o a substancias.

Si eres docente de secundaria, ¿a qué esperas para inscribir a tus alumnos? Podrás hacerlo rápidamente en https://stayhealthyaulavirtual.es/pre-registro-de-profesor/

Si eres papá o mamá de un chico o chica adolescente ¿te animáis a informar sobre el proyecto a los profesores del instituto o colegio de tu hijo? Te dejo la web para que puedas hacerlo: https://stayhealthyaulavirtual.es/

dimarts, 24 de maig del 2022

5 CLAVES PARA CONECTAR CON UN ADOLESCENTE

Si existe una etapa educativa difícil de acompañar es sin duda la de adolescencia. Un período educativo convulso que a las familias nos cuesta mucho entender y manejar. Donde parece que la conexión con nuestros hijos desaparece y tener un día en calma es casi una misión imposible.

Durante este período de desarrollo las disputas y los tira y afloja con nuestros adolescentes se entrelazan sin parar. La impotencia y la culpa nos invaden cuando las malas caras y las salidas de tono son casi constantes, cuando no nos entendemos y los silencios se vuelven incómodos.

Educar a un adolescente es una tarea complicada, repleta de retos diarios y de estrategias por aprender. No es fácil entender por qué nuestros hijos en ocasiones se muestran tan rebeldes, desafiantes y les cuesta tanto escuchar nuestras opiniones.

Que fácil es perder la paciencia con ellos, contagiarse de sus cambios de humor, sentirse herido con sus cuestionamientos. No alzar la voz cuando dan portazos o realizan juicios de valor que llenan de recelos el hogar.

Qué complicado es en ocasiones acompañar desde la calma y la empatía esta etapa. Entender la rebeldía, las conductas arriesgadas o la apatía que muestran ante las cosas. La falta de compromiso para cumplir con sus responsabilidades y la imperiosa necesidad de saltarse los límites y las normas. Que complicado se hace conversar sin discutir, aceptar que nos necesitan de forma diferente y dar respuesta a sus nuevas necesidades.

La adolescencia es el período de transformación y reafirmación personal en el que nuestros hijos deben hacer frente a una vorágine de cambios físicos, psicológicos, cognitivos, emocionales y sociales que les provocan mucha confusión e inestabilidad. A estos cambios, deberemos sumarles las dificultades que presentan para controlar su impulsividad y para modular correctamente las emociones por las transitan. Unos años de sana desobediencia  en los que mostrarán muchas dificultades para hacer frente a la frustración y para reconocer sus errores.

Pero es en esta etapa tan compleja cuando nuestros hijos e hijas necesitan que les mostremos nuestra mejor versión, nuestra presencia y disponibilidad aunque no nos lo demuestren. Que sigamos siendo el pilar donde apoyarse, el refugio donde acudir cuando se sientan contrariados o perdidos. Que les ayudemos a descifrar el torbellino de sentimientos que sienten y nos convirtamos en un modelo seguro, estable y coherente para ellos.

A un adolescente se le educa con grandes dosis de serenidad y cariño. Entendiendo lo difícil que es para ellos hacerse mayor y vivir en una sociedad tan competitiva que va tan deprisa. A su lado, necesitan adultos, pacientes que entiendan lo que les sucede, que atiendan sus necesidades y les escuchen sin cuestionarlos pero sin mentirlos. Que les sostengan cuando se sientan vulnerables y les ayuden a construir una autoestima.

Que sea una etapa tan agitada no significa que también pueda llegar a ser maravillosa. Los adolescentes son egocéntricos, rebeldes e impulsivos pero también son elocuentes, cariñosos y colaboradores.

Nuestros adolescentes necesitan sentir que les entendemos, respetamos sus gustos y necesidades y no les juzgamos ni les llenamos de etiquetas. Que conectamos con ellos emocionalmente y les acompañamos sin dramatismos y con grandes dosis de sentido común y del humor.

Que consensuemos normas, no les presionemos con nuestras expectativas y les aceptamos tal y como son. Que les dejemos crecer sin sobreprotegerles y encontremos el equilibrio entre la exigencia y la libertad.

Aprovechemos esta etapa educativa para estrechar vínculos y demostrarles nuestro amor incondicional. Confiando en ellos, dejándoles la distancia necesaria para que puedan crecer libres, para que tomen decisiones aunque sepamos que van a equivocarse.

¿Cómo podemos conectar con nuestros hijos adolescentes?

1. Hablando con ellos con ganas de entendernos, sin ironías, interrogaciones, tonos acusativos o comparaciones. Con un lenguaje lleno de respeto y grandes dosis de afectividad. Pactemos fórmulas que satisfagan a ambos lados, interesémonos por aquello que les gusta o les preocupa.

2. Regalándoles grandes dosis de cariño con miradas que acojan, abrazos que protejan, palabras que entiendan y gestos que mimen. Recordémosles a diario lo mucho que les queremos y valoramos sus esfuerzos. Convirtiéndonos en mejor de los ejemplos a la hora de gestionar los conflictos, modular nuestras emociones y controlar nuestra ira.

3. Consensuando normas, flexibilizando límites, estableciendo consecuencias cuando no cumplan los pactos. Respetando la intimidad que necesitan, sus ritmos vitales, sus silencios que calman. Ayudémosles a asumir sus responsabilidades sin expectativas que ahoguen, a quererse con sus capacidades y defectos.

4. Validando todas las emociones que sienten, a identificar los sentimientos preguntándoles qué es lo que les preocupa, ayudándoles a encontrar respuestas a sus inquietudes o miedos. Enseñándoles a gestionar los riesgos, los cambios anímicos, la melancolía.

5. Dándoles protagonismo en la familia, valorando sus opiniones, escuchando sus demandas, ofreciendo nuestra ayuda sin reproches. Educándoles con mucho respeto y permitiendo que empiecen a dibujar su propio camino con autonomía e iniciativa personal.

Robert Louis Stevenson decía “Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite”. Ofrezcamos a nuestros hijos adolescentes nuestro apoyo, oportunidades y no nos cansemos de decirles lo importante que son para nosotros.

dijous, 21 d’abril del 2022

Seis errores que debemos dejar de cometer con nuestro hijo adolescente

 Si existe una etapa educativa difícil de acompañar es sin duda la adolescencia. Un período educativo convulso que a las familias a menudo nos cuesta mucho entender y manejar. Donde parece que la calma en casa sea casi imposible y las disputas y los tira y afloja con nuestros hijos se entrelazan sin parar.

Como padres y madres siempre actuamos con nuestros hijos con la mejor de las intenciones, pretendiendo darles todo aquello que necesitan y mostrándoles nuestra ayuda y comprensión. Pero cuando nuestros hijos e hijas llegan a la adolescencia, parece que esa sintonía desaparezca y nuestra relación empeore sin saber muy bien cómo entenderles y seguir acompañándoles.

La impotencia y la culpa nos invaden cuando las malas caras, las salidas de tono y los reproches son constantes. Conductas en ocasiones rebeldes, insolentes y desafiantes que nos hacen sentir que hemos pasado a un segundo plano, que nos han perdido el respeto y que nuestros consejos u opiniones han dejado de interesarles.

La adolescencia es el período de desarrollo en el que nuestros hijos deben hacer frente a numerosos cambios físicos, psicológicos, cognitivos, emocionales y sociales que les provocarán mucha inestabilidad e incertidumbre. A estos cambios, deberemos sumarles las dificultades que presentan para controlar su impulsividad, para modular las emociones por las que transitan con tan alto voltaje y expresar correctamente qué es lo que les sucede o preocupa.

Una etapa de transformación y reafirmación personal que les hace actuar de una forma desajustada, impredecible y desmedida y les hace vivir entre extremos. Unos años de sana desobediencia, de numerosos aprendizajes, de búsqueda de nuevos límites y retos. De vulnerabilidad y fuerza a igual medida y egocentrismo en estado puro.

Es muy complicado acompañar a alguien que muestra tantas dificultades para hacer frente a la frustración, reconocer sus errores y mostrarse reflexivo. Que reclama su espacio y libertad, en ocasiones con mucha insolencia e indiferencia. Pero es en esta etapa tan complicada cuando nuestros hijos e hijas necesitan que les mostremos nuestra mejor versión. Que sigamos siendo sus guías, el pilar donde apoyarse, el refugio donde acudir cuando sientan que todo cambia y se tambalea.

Nuestros adolescentes necesitan que les ayudemos a descifrar el torbellino de sentimientos que sienten, que les digamos a diario que estamos a su lado sin condición que les acompañemos y se sientan protegidos. Potenciando un lenguaje positivo y utilizando una mirada llena de reconocimiento y amor.

A un adolescente se le educa con grandes dosis de serenidad y empatía. Entendiendo lo difícil que es para ellos hacerse mayor y vivir en una sociedad tan cambiante como es la nuestra. Comprendiendo y aceptando que educar es una carrera de fondo, un trayecto lleno de altibajos donde no se puede tener prisa por conseguir lo que pretendemos, ya que los objetivos se logran a largo plazo.

A su lado, necesitan adultos, pacientes que entiendan lo que les sucede, que atiendan sus necesidades, que los escuchen sin cuestionarlos. Que acompañen con cariño sus alegrías y los momentos más ansiosos, tristes o llenos de incertidumbre. Que les sostengan cuando se sientan vulnerables o desbordados, que les dejen ser tal y como ellos desean mostrarse y les ayuden a construir un buen autoconcepto y una apropiada autoestima.



dijous, 7 d’abril del 2022

7 ESTRATEGIAS QUE MEJORARÁN LA AUTOESTIMA DE NUESTROS HIJOS ADOLESCENTES

Mamá, ¡mira que mal me queda este flequillo!

 Pues a mí me gusta así.

 Pero, ¿Cómo te puedo gustar si estoy tan feo?

Un día aprenderás que tu belleza está en tu interior.

Qué difícil resulta, en muchas ocasiones, que nuestros hijos adolescentes se miren al espejo y les guste la imagen que se proyecta en él. Oscar Wilde decía que: “Amarse a uno mismo es el inicio de una vida romántica”, pero que complicado es conseguirlo cuando nuestros y nuestras jóvenes transitan por una vorágine incontrolable de cambios físicos, cognitivos, psicológicos, emocionales y sociales que les originan tanta inseguridad e incertidumbre.

La adolescencia es una etapa convulsa de descontrucción y construcción de una nueva identidad en el que nuestros hijos deberán erigir su autoestima en medio de mucha inestabilidad. Por esta razón, necesitarán que les enseñemos a mirarse con dulzura, a aceptarse tal y como son, con sus defectos y virtudes. Que les hagamos sentir valiosos y capaces de conseguir aquello que se propongan.

La autoestima es la valoración  que una persona hace de sí misma en función de la evaluación de sus pensamientos, sentimientos y conductas. Se construye día a día a partir de las experiencias y las relaciones personales de confianza y estima. En la adolescencia estará muy condicionada por la forma en la que nuestros hijos acepten los cambios físicos que experimentan y las valoraciones que reciban de su grupo de iguales y los adultos que les acompañan.

La autoestima será uno de los factores claves en el bienestar emocional, pilar fundamental en su desarrollo personal y social. De ella dependerá la creación de un buen autoconcepto y una adecuada respuesta emocional. Influirá en la manera cómo el adolescente se sentirá, se relacionará, se comportará, pensará y aprenderá.

Un adolescente con buena autoestima aprenderá eficazmente, utilizará sus recursos con mayor facilidad, desarrollará relaciones mucho más gratas y nutritivas y estará capacitado para aprovechar las oportunidades que se le presenten para trabajar productivamente y ser autosuficiente. Se mostrará seguro, valiente y presentará una buena tolerancia a la frustración. Además, será capaz de empezar a tomar sus propias decisionesyconstruir su propia felicidad.

En cambio, un jovencon baja autoestima se sentirá inseguro de sí mismo y poco valioso. Creerá que los demás no le aceptan y mostrará dificultades para aceptar las dificultades y posibles fracasos. Será muy influenciable, demasiado autocrítico y querrá complacer siempre por miedo a no gustar. Mostrará dificultades para obtener buenos resultados académicos y establecer relaciones de calidad.

La adolescencia es sin duda la etapa más desafiante para la crianza. Un período convulso que a menudo a las familias nos desconcierta y nos produce cierto temor. En el que no es fácil sintonizar con lo que viven y sienten y en muchas ocasiones nos provoca un sentimiento de culpa e impotencia.

Pero es el momento en el que nuestros hijos necesitan de nosotros nuestra mejor versión y que les ayudemos a quererse sin “peros” ni “pros”. Que les acompañemos con grandes dosis de comprensión, empatía y paciencia. Que les tendamos la mano ante sus caídas, les ayudemos a descifrar el caos emocional que les provoca tanto malestary estemos a su lado sin condición.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros adolescentes a construir una buena autoestima?

1. Aceptándoles tal y como son, ajustando nuestras expectativas a los hijos que tenemos y no a los que nos gustaría tener. Eliminando las etiquetas, las comparaciones, los mensajes en negativo y las frases condenatorias que tanto dañan su autoestima.

2. Ofreciéndoles nuestro amor incondicional, apoyo y confianza. Escuchando con atención todo aquello que necesitan o les preocupa. Creando una base afectiva segura y siendo una fuente de confort y protección para ellos sin mentirles nunca.

3. Validando todas las emociones que puedan sentir. Ayudándoles a ponerle nombre, a modularlas y gestionarlas ofreciéndoles espacios para que las puedan compartir con nosotros con calma y sin sentirse juzgados, fomentando el diálogo interno.

4. Felicitándoles por todo aquello que son capaces de conseguir, valorando el esfuerzo y no únicamente el resultado. Ayudándoles a reconocer sus virtudes, valores y talentos evitando exagerar los logros y aptitudes que puedan tener un efecto muy contraproducente en el equilibrio de su autoconcepto.

5. Dándoles responsabilidades, fomentando la autonomía y estableciendo límites y normas claras y consensuadas. Animémoslos a iniciar nuevos retos, a tomar la iniciativa en sus vidas, a asumir riesgos.

6. Respetando sus ritmos para aprender, sus espacios, su intimidad. Siendo accesibles, estando presentes y disponibles.

7. Siendo el mejor modelo de conducta que puedan tener, un ejemplo positivo que arrastre a soñar grande, a sonreírle a la vida. Expliquémosles  cómo aceptamos nuestras propias imperfecciones, cómo superamos los errores y lo volvemos a intentar, cómo pedimos ayuda cuando la necesitamos.

No olvidemos que lo mejor que podemos enseñar a nuestros hijos adolescentes es a quererse mucho, sin reproches, excusas, ni desprecios. A mirarse al espejo con valentía, sin críticas despiadadas o etiquetas. A mimarse y darse oportunidades a diario y a luchar por todo aquello que deseen sin dejar de repetirles que siempre estaremos para aquello que necesiten.

dimarts, 22 de març del 2022

Siete errores que te impiden conectar con tu hijo adolescente

Qué difícil es en ocasiones comprender a nuestro hijo o hija adolescente. Entender sus salidas de tono, sus conductas arriesgadas, su apatía ante las cosas. Su falta de compromiso para cumplir con sus responsabilidades, su rebeldía y su imperiosa necesidad de probar de forma casi constante los límites y saltarse las normas. Que complicado es acompañarle desde la calma, hablar sin tener que discutir y dar respuesta a sus nuevas necesidades. Aceptar que haya crecido casi sin darnos cuenta y que necesite empezar a volar dibujando su propio camino sin ir de nuestra mano.

Recuerdo que la mayor parte de mi adolescencia sentí que muy poca gente me entendía y podía acompañar con serenidad todas las emociones que me recorrían por dentro. Unos sentimientos que me producían mucha inseguridad y me hacían sentir muy vulnerable. Únicamente en mi grupo de iguales sentía la libertad de comportarme tal y como era, de expresar aquello que me molestaba o me inquietaba y de compartir todos mis dudas o miedos.

Fueron unos años convulsos, repletos de meteduras de pata donde necesité tiempo para aprender a dominar mi frustración, para saber identificar mis emociones, ponerles nombre y gestionarlas correctamente. Mis padres siempre estuvieron a mi lado ofreciéndome su ayuda y apoyo incondicional lo mejor que supieron.

La adolescencia es sin duda la etapa más desafiante para la crianza. Un período convulso que a menudo a las familias nos desconcierta y nos exige nuestra mejor versión. Un período en el que no es fácil sintonizar con lo que viven y sienten que nos provoca un sentimiento de culpa e impotencia y nos llena de dudas.

Ahora que soy madre de dos adolescentes, intento entender por qué mis hijos a menudo viven entre extremos y se muestran irascibles, tristes o ausentes sin tener un motivo aparente. El carrusel de emociones y estados de ánimo por el que transitan, la intensidad con a la que sienten y la dificultad que tienen para leer correctamente todo aquello que pasa a su alrededor.

Nuestros hijos adolescentes necesitan que acompañemos esta etapa tan importante de transformación y reafirmación personal desde la mayor serenidad, confianza y empatía. Que entendamos que para ellos es muy complicado hacerse mayor en esta sociedad tan cambiante y que transcurre tan deprisa. Que les mostremos la manera de controlar sus impulsos y sus conductas a menudo desajustadas e imprevisibles.

 Que les ayudemos a hacer frente a los numerosos cambios físicos, psicológicos, sociales y emocionales por los que transitan, a descifrar el caos emocional que les provoca tanto malestar. Que les tendamos la mano ante sus caídas y les demos el tiempo necesario para aprender.


¿Qué errores nos impiden conectar con nuestros hijos adolescentes?

1. Esperar que sean capaces de mantener en todo momento el control de sus impulsos y emociones. Si algo caracteriza a la adolescencia es la dificultad que tienen nuestros hijos para modular correctamente todo aquello que sienten. Necesitan que les ayudemos a identificar sus sentimientos y a desarrollar estrategias para poder hacer frente. Una regulación emocional que les permitirá controlar sus comportamientos e impulsos.


dimecres, 19 de gener del 2022

Seis estrategias para mejorar la comunicación con nuestro hijo adolescente

 Un fuerte portazo y te quedas al otro lado de la puerta sin entender muy bien el motivo de la explosión del conflicto. Después de unos minutos, abres sigilosamente la puerta y preguntas: “¿Estás bien?”; “Déjame en paz”; “¿Puedo ayudarte en algo?” o te enfrentas a un silencio sepulcral. El conflicto es inherente a la vida y a través de él aprendemos a lidiar con un sinfín de situaciones. Es la confrontación de intereses entre dos o más personas, que frente a una misma situación, tienen ideas, metas u objetivos diferentes. Además, nos permite reflexionar sobre nuestras necesidades y la de las personas que nos acompañan a diario, conocer diferentes formas de ver el mundo y llegar a acuerdos.

Si algo caracteriza la etapa de la adolescencia, son las constantes desavenencias que se desencadenan entre padres e hijos. Disconformidades que a los progenitores nos llenan de culpa e impotencia y a nuestros hijos de incomprensión y rabia. La ropa, el pelo, los estudios, el orden, la hora de llegar a casa o las amistades son algunos de los motivos que producen estas discusiones. Estos conflictos nos hacen sentir que no somos capaces de entender las necesidades o el malestar de nuestros adolescentes y que nos alejan enormemente de ellos. No es fácil entender por qué se muestran tan irreverentes, irascibles y les cuesta tanto escuchar nuestras opiniones o sugerencias.

La falta de recursos ante estas situaciones, en ocasiones, nos hace adoptar una comunicación violenta normalizando los gritos o las conversaciones llenas de órdenes, reproches o juicios de valor. Esta forma de relacionarnos les crea un gran malestar emocional y les hace sentir incomprendidos y diferentes.

Sin duda, los adolescentes son rebeldes y desafiantes habitualmente y muestran poco interés por querernos escuchar, pero eso no significa que no necesiten nuestro cariño y comprensión. Sus miedos e inseguridades provocadas por los cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales que atraviesan les hacen comportarse de manera irreverente e impulsiva. Los conflictos en esta etapa se producen porque nuestros hijos necesitan abandonar el nido y esto implica un importante reajuste personal y familiar. Buscan su reafirmación, su lugar en el mundo, su libertad para pensar, hacer o decidir qué desean hacer, para empezar a vivir con más libertad y sentir a su manera.


La comunicación debe continuar siendo uno de los pilares más relevantes en nuestro acompañamiento durante esta etapa y, por esta razón, debemos encontrar estrategias que nos permitan crear nuevos canales de comunicación. Es esencial que nuestros adolescentes se sientan escuchados, reconocidos, y respetados. El modo en el que hablemos será un factor clave para ayudarles a desarrollar su personalidad y una sana autoestima y para aprender la forma más idónea para relacionarse con otras personas. Los conflictos no son buenos ni malos, si conseguimos hacerles frente desde la calma, se convertirán en una magnífica oportunidad para aprender y generar conexión. El problema no reside en lo que decimos sino en el modo en lo que lo hacemos.


Nuestros adolescentes necesitan sentir que estamos a su lado sin condición, que les escuchamos con mucho respeto, que existen los límites, que entendemos que para ellos no es nada fácil hacerse mayor. Que establecemos unas expectativas acertadas hacia ellos y tenemos muy en cuenta sus necesidades u opiniones. Una comunicación afectiva y respetuosa con nuestros adolescentes nos permitirá mostrarnos empáticos y hacer sentir a nuestros hijos que pueden contar con nosotros para todo aquello que necesiten. Un modelo de comunicación no violenta nos permitirá hablar con ellos desde la eficacia y la empatía respetando tanto las necesidades de nuestros hijos como las nuestras.



Por último, proporcionará a nuestros hijos un mayor bienestar emocional, mejores niveles de autoestima, un autoconcepto más ajustado y un alto desarrollo moral y social. Les permitirá desarrollar estrategias de comunicación y resolución de conflictos.


¿Cómo podemos conseguir una comunicación eficaz y respetuosa con nuestros adolescentes?

 Seguir leyendo https://elpais.com/mamas-papas/expertos/2022-01-15/seis-estrategias-para-mejorar-la-comunicacion-con-nuestro-hijo-adolescente.html



dijous, 25 de novembre del 2021

Ocho claves para educar a nuestros hijos de forma responsable en el uso de la tecnología

TikTok, Instagram, WhatsApp, YouTube o Snapchat son algunas de las plataformas donde nuestros hijos pasan parte de su tiempo libre. Algunos de ellos lo hacen de manera desproporcionada y sin ningún control parental y otros, en cambio, siguen unas pautas establecidas en familia que les ayudan a hacer un uso correcto de ellas.


Nuestros hijos son nativos digitales, pero, que lo sean, no significa que hayan nacido con las habilidades tecnológicas necesarias para manejar la información y las redes correctamente, que conozcan todos los peligros que puede esconder el mundo digital o las consecuencias que el mal uso de las tecnologías pueden comportarles en un presente y en su futuro laboral.


Numerosos estudios nos alertan que los menores de nuestro país acceden cada vez a edades más tempranas a los dispositivos tecnológicos sin tener la formación adecuada y un control parental adecuado. El 95% de los niños de 10 años han accedido a internet en alguna ocasión sin ningún control por parte de un adulto, nueve de cada 10 niños menores de tres años han estado expuestos a pantallas y el 86% de los niños 12 años ya tienen un móvil propio.


El uso de pantallas en edad infantil ha provocado el incremento de casos de alteraciones visuales transitorias y permanentes tal y como: cefaleas, mareos, tics, visión doble, miopía o perdida de la visión 3D. Además del aumento de niños y jóvenes con problemas de sobrepeso, hiperactividad y concentración.


Las pantallas, si se hace un uso correcto de ellas, pueden convertirse en una valiosa fuente de información y aprendizaje, nos facilitan un acceso fácil y rápido a contenidos y nos permiten la interacción con otras personas de forma dinámica y divertida.



En cambio, si se usan de manera incorrecta favorecen el aislamiento, la dependencia, el sedentarismo y el acceso a contenidos poco apropiados para menores.

Sin duda, educar en tiempos de internet representa un gran reto para las familias. Las redes han cambiado de modo radical nuestra manera de informarnos, de comunicarnos y relacionarnos con los demás. La sociedad digital en la que vivimos nos hace vivir demasiado deprisa e hiperconectados y en ocasiones, aun siendo adultos, la información es tanta que ni nosotros mismos podemos gestionar nuestro tiempo ante el uso de estos dispositivos.


Pueden existir tres tipos de familias: aquellas que consideran las pantallas e Internet como el enemigo número uno en la vida de sus hijos y les prohíben su uso de modo radical. En el lado opuesto, encontramos a aquellos papás y mamás que consideran que sus hijos no necesitan un acompañamiento y una formación específica para usar correctamente las redes sociales. Y en el tercer grupo encontramos a aquellas que ven la necesidad de incorporar el uso de la tecnología en la educación que dan a sus hijos desde la responsabilidad y la formación constante.


Las familias debemos favorecer que nuestros hijos accedan al mundo digital de manera gradual, con la formación necesaria para que puedan sumergirse en él y utilizarlo de forma responsable. Debemos evitar que las pantallas se conviertan en la única alternativa ante el aburrimiento o provoquen una desconexión del mundo real que les lleve a un posible aislamiento.


Seguir leyendo en: https://elpais.com/mamas-papas/expertos/2021-11-13/ocho-claves-para-educar-a-nuestros-hijos-de-forma-responsable-en-el-uso-de-la-tecnologia.html



dilluns, 1 de novembre del 2021

9 CLAVES PARA DAR RESPUESTA A LA INTENSIDAD EMOCIONAL DE NUESTROS ADOLESCENTE

 

Risas y llantos.

Ilusión y pasotismo.

Miedo y osadía.

Silencios y carcajadas descontroladas.

Secretos y confidencias.

Las persones adolescentes viven entre extremos. Subidos en un carrusel de emociones que les lleva a transitar por muchos estados de ánimos en un solo día, a sentir a máxima intensidad.Una etapa de transformación y reafirmación en la que deben hacer frente a numerosos cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales.

Esta vorágine de emociones provoca que, en muchas ocasiones muestren dificultades para identificar lo que sienten, para gestionar correctamente todo aquello que les recorre por dentro, para compartir con los demás aquello que les preocupa o incomoda.

Un caos emocional que les provoca inseguridad, malestar y en ocasiones, baja autoestima. Que les hace moverse por impulsos y reaccionar de forma desajustada, impulsiva e impredecible.

Si algo caracteriza la adolescencia es la dificultad que tenemos las familias para entender y acompañar desde la calma esta etapa tan compleja. Es muy difícil acompañar a alguien que se muestra rebelde, insolente y desafiante. Al que les cuesta reconocer sus errores, escuchar nuestros consejos o nos cuestiona la mayoría de nuestras decisiones.

Una persona en proceso de descubrimiento, de cambio, con altas dosis de ego e impulsividad. Llena de contradicciones, inapetencia y poca capacidad para la reflexión. Que reclama su espacio y libertad, en ocasiones con mucha insolencia. Que se deja llevar por la emoción porque su sistema límbico ha tomado fuerza.

Una etapa muy convulsa que a menudo nos desconcierta y nos exige nuestra mejor versión. Que nos hace perder la paciencia y nos llena de numerosos interrogantes. Que nos provoca culpa e impotencia cuando no logramos sintonizar con lo que viven o sienten.

Nuestros hijos no pretenden sacarnos de nuestras casillas o hacernos daño cuando  tienen reacciones desproporcionadas contra nosotros. Con sus portazos, gritos o malas contestaciones solicitan nuestra ayuda torpemente.

Nuestros adolescentes necesitan que les ayudemos a entender el mundo tan cambiante al que deben hacer frente, a descifrar el torbellino de emociones por las que transitan, que les digamos a diario que estamos a su lado sin condición. Potenciando un lenguaje positivo y utilizando una mirada llena de reconocimiento y amor.

Demandan más que nunca nuestro presencia, apoyo, serenidad y comprensión. De nosotros depende que puedan aprender a gestionar las emociones de manera sana mientras transitan por esta etapa.

A su lado necesitan adultos pacientes que entiendan todo lo que les sucede, que atiendan sus necesidades, que les escuchen sin cuestionarlos. Que acompañen con cariño los momentos ansiosos, tristes o llenos de incertidumbre. Que entiendan sus dificultades para hacer frente a la frustración, que les sostengan cuando se sientan vulnerables o desbordados por las emociones.

Que sea una etapa tan agitada no significa que también pueda ser maravillosa. Es un momento lleno de oportunidades, de primeras veces, de nuevas amistades y experiencias.

Han crecido mucho pero siguen siendo nuestros pequeños a los que les gustaba que les achuchásemos y les protegiésemos. Nuestros adolescentes necesitan sentir que les entendemos, respetamos y nos les juzgamos ni les llenamos de etiquetas por todo aquello que sienten.

Que conectamos con ellos emocionalmente y les acompañamos sin dramatismos y con grandes dosis de sentido común y del humor.

¿Cómo podemos ayudarles a realizar una buena gestión emocional?

1. Siendo conscientes y responsables de nuestras propias emociones, manejándolas desde la calma y la reflexión sin dramatismos. Convirtiéndonos en el mejor modelo de gestión emocional que puedan tener.

2. Validando todas las emociones que sienten, acompañándoles desde un lugar neutro, conectado y empático. Explicándoles que todas las emociones son naturales y necesarias, que no existen buenas o malas.

3. Ayudándoles a hablar de las emociones sin tapujos, a compartir todo aquello que sienten sin vergüenza, a filtrarlas y modelarlas correctamente. Dejándoles sentir con libertad y a la intensidad que necesiten sin interrumpirlos, juzgarles o reprocharles.

4. Atendiéndoles la emoción para ayudarles a modular, controlar y anticipar sus conductas evitando provocar heridas emocionales a través de nuestras comparaciones, etiquetas, humillaciones o injusticias.

5. Mirando y aceptando a nuestros hijos tal y como son, con expectativas acertadas y dejando al lado nuestros prejuicios, nuestra opinión sobre sus elecciones, nuestros deseos sobre el futuro.

6. Respetando los silencios, el tiempo y el espacio que necesitan para aprender. Practicando con ellos una comunicación asertiva y respetuosa que enfortezca nuestro vínculo.

7. Cuidando su autoestima a través de nuestro amor incondicional. Apoyando sus decisiones, haciéndoles ver sus cualidades, ayudándoles a esforzarse y valorando sus logros.

8. Apoyándoles con nuestras palabras de aliento, nuestras miradas cómplices y regalándoles a diario nuestros abrazos y besos que tanto siguen necesitando.

9. Siendo firmes y flexibles cuando lo creamos oportuno estableciendo normas y límites consensuados. Enseñándoles estrategias para aprender a regular sus reacciones ante la frustración y los imprevistos.

Consigamos que nuestros hijos se sientan sostenidos, aceptados y queridos. La manera que la que nosotros les hablemos, les queramos y cuidemos de sus emociones determinará la manera en la ellos se hablen y se quieran. 

dilluns, 4 d’octubre del 2021

CONECTAR CON UN ADOLESCENTE

Silencios que incomodan, distancias que se alargan y separan, vínculos que desaparecen. Portazos que rompen el alma, castigos sin sentido, exigencias que ahogan o asfixian. Conversaciones llenas de reproches, amenazas y peros que pesan en el alma.

Que difícil es acompañar a alguien que se muestra rebelde, insolente y desafiante. Que manifiesta poco interés por compartir con nosotros todo aquello lo que le sucede que, para hacer frente a su frustración, para modular la montaña rusa de emociones por la que transita.

Que complicado es conectar con un hijo que, en ocasiones, nos falta al respeto, nos alza la voz o se muestra desagradecido. Que no reconoce sus errores, le cuesta escuchar nuestros consejos y se siente inseguro y perdido. Una persona en proceso de descubrimiento, de cambio, con altas dosis de ego e impulsividad, donde solo existe el todo o la nada. Lleno de contradicciones, inapetencia, y poca capacidad para la reflexión.

Que frustrante es sentir que en muchas situaciones no sabemos dar respuesta a sus necesidades, que parece que hablamos idiomas diferentes y no logramos encontrar el adecuado equilibrio entre la exigencia y la libertad. Que no somos capaces de entender cuando reaccionan de forma desajustada, impulsiva e impredecible.

No es nada fácil aceptar que tu hijo haya crecido tan rápidamente, que prefiera pasar su tiempo libre junto a sus amigos y no contigo, que te quiera y necesite de manera diferente. Que reclame su espacio y libertad, en ocasiones con mucha insolencia.


La adolescencia es la etapa educativa más difícil de acompañar y en la que nuestros hijos más necesitan de nuestra comprensión, serenidad y empatía. Que les ayudemos a descifrar el mundo cambiante al que se enfrentan, que les digamos a diario que estamos a su lado sin condición aunque parezca que no nos escuchan. Potenciando un lenguaje positivo y utilizando una mirada llena de reconocimiento y cariño.


Una etapa muy convulsa que a menudo nos desconcierta y nos exige nuestra mejor versión. Que nos hace perder la paciencia, contagiarnos del mal humor que muestran habitualmente y nos llena de numerosos interrogantes. Que nos hace sentir culpa e impotencia cuando no logramos sintonizar con lo que viven y sienten. 


Que sea una etapa tan agitada no significa que también pueda ser maravillosa. Es un momento para nuestros hijos lleno de oportunidades, de primeras veces, de descubrimientos estimulantes y emociones muy intensas que podemos vivir a su lado. De empezar a conocer el mundo adulto desde la ilusión y la inocencia.

Han crecido mucho, pero siguen siendo nuestros pequeños a los que les gustaba que les achuchásemos y les protegiésemos. Nuestros adolescentes necesitan sentir que les entendemos, respetamos y nos les juzgamos ni les llenamos de etiquetas. Que conectamos con ellos emocionalmente y les acompañamos sin dramatismos y con grandes dosis de sentido común y sentido del humor.


Que entendemos el torbellino de cambios a los que deben hacer frente y lo difícil que es para ellos hacerse mayor. Que les dejamos ser tal y como ellos desean y les ayudemos a construir un buen autoconcepto y una apropiada autoestima. Que les ayudemos a despertar el interés y la curiosidad.


¿Cómo podemos conseguir conectar con nuestros hijos adolescentes?

  1. 1. Estando presentes y disponibles, ofreciéndoles el tiempo y la atención que necesitan. Haciéndoles sentir queridos, valorados y apoyados. Estrechando vínculos nuevos adaptados a su edad para demostrarles nuestra confianza y amor incondicional.
    1. 2. Entendiendo que la adolescencia es una etapa necesaria y temporal para llegar a la adultez, un periodo repleto de cambios y fluctuaciones. Hacer el ejercicio de recordar qué tipo de adolescente fuimos, qué problemas ocasionamos a nuestros padres y qué errores cometimos nos permitirá ser mucho más empáticos con nuestros hijos. 
    2. Seguir leyendo artículo en: Adolescencia

dilluns, 30 d’agost del 2021

Diez claves para educar a nuestros hijos en la cultura del esfuerzo

Si algo recuerdo de mi abuela materna era las veces que me repetía que en esta vida iba a tener que esforzarme mucho si quería conseguir todo aquello que me propusiese. Me explicaba con nostalgia como ella sola había trabajado muy duro para sacar adelante a sus siete hijos, como gracias a su tesón y esfuerzo habían logrado sobrevivir. Ahora vivimos en el otro extremo, en una sociedad con poca cultura del esfuerzo, donde el sacrificio es casi inexistente y se ha instaurado la falsa idea que nuestras metas se pueden conseguir sin esfuerzo. Nos hemos acostumbrado a que un solo clic nos acerca a casi todo lo que deseamos. Todo parece que sea fácil, asequible, inmediato, que pueda comprarse o conseguirse con facilidad. La recompensa rápida y fácil está muy presente y buscada.

Nos han hecho creer que podemos aprender idiomas, estar en perfecta forma física o conseguir mucha popularidad con muy poco trabajo y sacrificio. Las redes sociales nos acercan a un falso éxito, ese que se confunde con tener muchos likes o seguidores. Nos venden que podemos ser felices confiando únicamente en la suerte o el trabajo de terceros. En ocasiones los padres sufrimos cuando nuestros hijos se esfuerzan y no consiguen lo que se proponen. Sentimos la tentación de allanarles el camino, de resolverles los problemas, de sobreprotegerles para que no se frustren o se equivoquen. Evitamos el sufrimiento momentáneo y satisfacemos rápidamente las necesidades o caprichos para que no se enfaden o se pongan tristes.

Pero es precisamente este esfuerzo el que hace falta que eduquemos, porque necesitarán cultivarlo a lo largo de toda su vida y sin él no podrán ser realmente felices. Nuestros hijos necesitan que les expliquemos que el esfuerzo es el medio por el cual lograrán conseguir muchos de sus objetivos.

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