Sònia

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dilluns, 14 de febrer del 2022

Cómo hablar de la muerte con nuestros hijos: siete consejos para ayudarles a afrontar el duelo

 “¿Qué haces tú cuando le echas tanto de menos?”, me pregunta mi hijo. “Intento recordar qué era lo que más me gustaba de él”, les respondo. “¿Y eso te hace estar menos triste?”, incide. “Eso me ayuda a saber lo importante que era para mí y no olvidarlo”, les digo con consuelo. “Mamá, lo echo tanto de menos…”, se lamenta. Sin duda uno de los momentos más difíciles de mi maternidad, ha sido el acompañar a mis hijos ante la pérdida de un ser querido. El abuelo se fue muy pronto y deprisa, casi sin podernos despedir de él. Recuerdo los días llenos de llantos y desconsuelo, la tristeza y la rabia que sentíamos, las preguntas constantes sobre el sentido de la muerte que me hacían estremecer. No hay día en casa que no lo nombremos porque lo seguimos echando de menos. ¡Cuánto dinero pagaría porque pudiese ver a sus nietos crecer!

Alphonse de Lamartine decía que a menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd. La muerte es parte ineludible de la vida, pero eso consuela muy poco. Nadie está preparado para perder a alguien al que quiere, al que necesita a su lado, con el que te gustaría compartir todo lo bueno y lo malo que te sucede. 

A todos nos gustaría que alguien volviese, aunque fuese solamente por unos instantes. 

Para volver a compartir una sobremesa, para fundirnos con él en un silencioso abrazo, para poder susurrarle al oído que sientes más miedo desde que se fue.

Dicen que nada enseña más que la muerte, que es una gran maestra. La muerte hace que la vida sea más solemne y nos recuerda la necesidad imperiosa de exprimir cada día al máximo sin caer en las excusas y las postergas. Nos enseña a identificar lo que realmente es importante y a priorizar.

Educar ante la muerte pertenece a la vida, es parte imprescindible de ella. Pero que complejo es hacerlo cuando esa persona que se ha ido era parte de ti y de tu familia, cuando sientes que todo era mucho mejor cuando él o ella estaban a tu lado. Hablar de la muerte a nuestros hijos no es una cosa sencilla, nos cuesta hacerlo porque, desde la protección y el amor más absoluto, no queremos que sufran, que estén tristes, que lo pasen mal.

Niños y adultos nos parecemos mucho en las emociones que sentimos cuando alguien muere. El dolor por perder a alguien querido, la pena al ver que ya no forma parte de nuestra vida y nunca volverá, la ira por saber que ya nada será como antes o el vacío en el día a día que esa persona nos ha dejado es muy similar.

Cuando alguien cercano muere, nuestros hijos necesitan que nosotros pongamos palabras a lo que sucede, sin mentiras y de manera sencilla. Será esencial que les ayudemos a transitar por el duelo adecuadamente, a enfrentarse a la pérdida sintiéndose arropados, protegidos y comprendidos.

Cada niño se enfrentará a la muerte de manera distinta y por eso debemos estar preparados respetar todo tipo de reacciones.

Tendremos que explicarles, con un lenguaje claro y sencillo, que todos moriremos y que cuando eso sucede nuestro cuerpo deja de funcionar para siempre. También, que la muerte no es culpa de nadie, sino que es un hecho natural.

Nuestros hijos necesitarán realizar muchas preguntas ante la pérdida que tendremos que contestar con mucho amor, empatía y paciencia. Deberemos hablar con ellos sin rodeos, ensayándoles a enfrentarse a ella con naturalidad y valentía poniéndoles nombre a todos los sentimientos que esta les genera.

Seguir : https://elpais.com/mamas-papas/2022-02-12/como-hablar-de-la-muerte-con-nuestros-hijos-siete-consejos-para-ayudarles-a-afrontar-el-duelo.html

Enseñar a nuestros hijos a hacer frente al error

 Fallar puede convertirse en una gran suerte, en un gran maestro. Recuerdo que cuando era pequeña sentía miedo cada vez que no hacía las cosas bien. Estudié en un colegio muy estricto que penalizaba a sus alumnos cada vez que cometían un error. Durante mis años escolares, siempre tuve la sensación de que nunca estaba a la altura ante la exigencia de mis profesores y eso me provocaba una gran frustración. Me daba pánico salir a la pizarra o exponer un trabajo ante el resto de compañeros por miedo a sentirme ridiculizada por no haberlo correctamente o como lo esperaba el maestro.


En casa era muy diferente, ya que mis padres y hermanas siempre acompañaban mis tropiezos con paciencia y comprensión. Jamás me reprocharon que me equivocase a menudo y siempre me tendieron la mano para ayudarme, explicándome cómo podía mejorar.
Vivimos en una sociedad demasiado competitiva donde todo va muy deprisa y la búsqueda del éxito está muy presente. Un éxito malentendido y relacionado siempre con el ser el mejor, poseer o aparentar. Determinado en muchos momentos por el número de “me gustas” que somos capaces de obtener.

Una sociedad donde no hay espacio para aquellos que fracasan, para los tropiezos o los segundos puestos. Donde desde bien pequeños nos programan para tener que ganar siempre, para ser perfectos, para esconder nuestros errores por el miedo al qué dirán.
Nuestros hijos necesitan que les enseñemos que fallar forma parte del intentarlo, a encajar golpes ofreciéndoles las estrategias necesarias para poder aprender de cada nuevo intento o tropiezo. Que les expliquemos que tienen derecho a fallar y que el error es necesario para mejorar. 

Que hablemos con ellos de las derrotas sin tapujos y les ayudemos a desarrollar la capacidad de reconocer y aceptar las equivocaciones con calma sin permitir que el miedo o las dudas les inmovilicen cuando fallen.

Demostrándoles que no nos enfadamos cuando se equivocan, que respetamos sus ritmos de aprendizaje y damos respuesta a sus intereses y necesidades. Si enseñamos a nuestros pequeños y jóvenes a hacer frente al error y a las adversidades de la vida, se convertirán en niños resilientes, resolutivos y felices capaces de vivir en el aquí y el ahora sin la necesidad de tenerlo todo controlado o con la idea que todo tiene que ser perfecto. De perseguir y conseguir todo aquello que se propongan aprendiendo a abrazar el cambio, a dar la mano a lo imprevisible.

¿Cómo podemos enseñar a nuestros hijos a hacer frente al error?

  1. 1. Hablando del error en términos positivos, enseñándoles a verlo como una gran oportunidad para aprender y volver a empezar con la experiencia acumulada. Para buscar nuestra mejor versión en cada momento y seguir hacia delante con determinación.
  2.              Seguir leyendo: https://elpais.com/mamas-papas/expertos/2022-01-29/como-podemos-ensenar-a-nuestros-hijos-a-hacer-frente-al-error.html