Sònia

Sònia
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris autoestima. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris autoestima. Mostrar tots els missatges

dijous, 7 de gener del 2021

CLAVES PARA QUE NUESTROS HIJOS TENGAN UNA BUENA AUTOESTIMA

Oscar Wilde decía que: “amarse a uno mismo es el comienzo de una larga vida romántica”, pero qué difícil es conseguir vivir sin necesitar la aprobación de los demás, priorizando lo que realmente necesitamos, sin dudar lo que merecemos.

 

A menudo acostumbramos a medirnos con el rasero más pequeño, a sentir que perdemos cuando nos comparamos con otros. Nos convertimos torpemente en nuestro peor enemig mirando únicamente nuestras imperfecciones. Atacamos sin tregua nuestros defectos y valoramos muy poco todo aquello que conseguimos gracias a nuestro esfuerzo.

 

Des de pequeños nos enseñan a ser fuertes, a esconder nuestras debilidades y a disfrazar nuestros miedos. A fingir nuestra entereza, aunque estemos rotos por dentro. Nos entrenan para ser capaces de superar todos los baches, para ser de aquellos que siempre lo consiguen. Poco nos hablan de las veces que vamos a tocar fondo, de que el error es parte imprescindible del aprendizaje.

 

Sería mucho más sencillo si desde niños nos enseñasen a valorarnos tal y como somos. Nos explicasen que las dificultades se convierten en magníficas oportunidades para crecer, para transformarnos por dentro. Que nuestros conflictos, insatisfacciones o derrotas curten el alma, que tenemos derecho a sentirnos frágiles o confusos.

 

Como papás o mamás debemos saber que la AUTOESTIMA es uno de los factores claves en el bienestar emocional de nuestros pequeños, pilar fundamental en su desarrollo personal y social. De ella dependerá la creación de un buen auto concepto y una adecuada respuesta emocional.

 

La autoestima es la valoración, percepción o juicio positivo o negativo que una persona hace de si misma en función de la evaluación de sus pensamientos, sentimientos y experiencias. Se construye día a día a partir de las experiencias y las relaciones personales de confianza y estima. Por este motivo nuestros hijos necesitan sentirse queridos, respetados y valorados.


Somos el espejo en el que se miran a diario y por esta razón es imprescindible que les retornemos una imagen positiva, sin matices ni distorsiones. Debemos conseguir que nuestros hijos se sientan únicos, valiosos, capaces de todo.

 

La autoestima es una herramienta fundamental para ayudar a los niños a que sean autosuficientes, seguros y puedan tomar sus propias decisiones. Una adecuada autoestima será fundamental para conseguir una buena adquisición de los aprendizajes, el establecimiento de relaciones positivas con el entorno y sobre todo la construcción de la propia felicidad.

 

Lo mejor que podemos enseñarles a nuestros hijos es a QUERERSE MUCHO. Sin reproches, excusas, ni desprecios. A mirarse al espejo con valentía, sin críticas despiadadas, etiquetas o justificaciones.

 

Un niño con buena autoestima tiende a ser seguro, valiente y presenta una buena tolerancia a la frustración. Se siente especial, útil, responsable, orgulloso de sí mismo y feliz. En cambio, un niño con baja autoestima se siente inseguro de sí mismo, cree que los demás no les aceptan y muestra dificultades para aceptar cuando fracasa.

 

La autoestima es un tesoro muy frágil, ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos a construirla?

 

1- Creemos un buen VÍNCULO, una base afectiva segura. Seamos una fuente de confort, seguridad y protección para ellos. Consigamos que sientan que los acompañamos sin CONDICIÓN y los queremos sin sobreprotegerlos. Démosles amor y afecto a diario, sin relacionar el amor con los éxitos.

 

2. Ajustemos nuestras EXPECTATIVAS a los hijos que tenemos y no a los que nos gustaría tener. Aceptémosles de forma incondicional sin excusas ni reproches. No les ahoguemos con nuestro excesivo nivel de exigencia, no deseemos hijos perfectos sino FELICES.

 

3. FELICITÉMOSLOS por todo aquello que son capaces de conseguir, valorando el esfuerzo no solo el resultado. Reconozcamos las virtudes, valores y talentos. Hagámosles conscientes de todas las fortalezas y capacidades que poseen. CONFIEMOS en ellos, respetemos sus intereses, necesidades y ritmos para aprender.

 

4. Evitemos EXAGERAR sus logros y aptitudes que puede tener un efecto muy contraproducente en el equilibrio de su auto concepto.

 

5. Trabajemos a diario la TOLERANCIA a la FRUSTRACIÓN, la aceptación del error como parte esencial del aprendizaje. Enseñémosles a relativizar los fracasos, animémoslos a tomar decisiones y resolver problemas asumiendo las consecuencias de sus decisiones.

 

6. Establezcamos NORMAS  y LÍMITES claros que les ayuden a sentirse seguros. Cumplamos siempre con nuestras promesas, seamos firmes en nuestro acompañamiento.

 

7. Eliminemos las ETIQUETAS, las COMPARACIONES, los mensajes en negativo, las frases condenatorias. Pongamos atención no sólo a lo que les decimos sino al cómo lo hacemos. Realicemos críticas CONSTRUCTIVAS siempre referidas a las acciones y no a la personalidad.


 


8. Eduquémoslos en la cultura del AGRADECIMIENTO, enseñémosles a valorar todo lo que tienen en sus vidas, a dar las GRACIAS. Hagámosles conscientes de sus conversaciones interiores.



 

9. Animémoslos a iniciar nuevos RETOS, a tomar la iniciativa en sus vidas, a asumir riesgos. A apostar por ellos a fuego, a que vivan fuera de su zona de confort. Ayudémosles a detectar y corregir sus ideas limitantes.

 

10. Enseñémoslos a hablarse con un lenguaje lleno de DULZURA Y RESPETO, a mirarse al espejo sin complejos, a verse guapos con sus defectos.

 

11. VALIDEMOS todas las EMOCIONES que puedan sentir. Ayudémosles a ponerle nombre y a gestionarlas ofreciéndoles espacios para que las puedan compartir con nosotros con clama y sin sentirse juzgados fomentando el diálogo interno.

 

12. Demos responsabilidades y fomentemos la AUTONOMÍA.

 

13. Seamos el mejor MODELO de CONDUCTA que puedan tener, un ejemplo positivo que arrastre a soñar grande, a sonreírle a la vida. Aceptemos nuestras propias imperfecciones, pidamos perdón cuando sea necesario, crezcamos de la mano junto a ellos.



 

14. Pasemos tiempo de CALIDAD con nuestros hijos, compartiendo momentos de juegos, confidencias y aficiones, haciéndoles sentir que son muy importantes para nosotros.

 

Consigamos que nuestros hijos se sientan a gusto con ellos mismos porque son las personas con las que van a pasar toda la vida.


dissabte, 24 de març del 2018

SEGURO QUE ERES MEJOR DE LO QUE PIENSAS

Acostumbramos a medirnos con el rasero más pequeño. Sentimos que perdemos cuando nos comparamos con otros. Solemos posicionamos siempre en nuestra propia contra, nos convertimos en nuestro peor juez. Lamentamos a diario nuestra falta de valentía sin estar dispuestos a arriesgar demasiado. Atacamos sin tregua nuestros defectos. No valoramos los progresos. Creamos una coraza entorno a todo lo que nos incomoda, huimos de lo que nos reta.

Nos hemos habituado a avergonzarnos de nuestros tropiezos, a maquillar nuestros defectos, a despreciar nuestro talento. A exagerar las consecuencias, a disimular nuestras carencias, a no querer aceptar lo que nos duele. Morimos poco a poco sin atrevernos a decir lo que pensamos, a pedir lo que realmente necesitamos, al dejar de perseguir nuestros sueños.

Hasta que llega el día que reconoces que el error reside en la manera que has adoptado a la hora de mirarte, valorarte, de quererte. En el que aceptas que has sido infiel a tu intuición , has dejado de apreciar tus logros, has renegado a tus principios.

En el que admites que te has vuelto dependiente del juicio de los otros y no recuerdas la última vez que te sonreistes delante del espejo.

Ese momento en el que decides empezar a ser honesta contigo misma, en el que aprendes a conectar con lo que eres. A eliminar las creencias limitantes, los juicios irracionales, las excusas baratas.

Que aceptas que eres la oportunidad que aprovechas, aquello que te atreves a ser. Y te aventuras a crear tu destino, a defender tus principios, a no tomarte demasiado en serio.

A persistir aunque los otros no te entiendan, a decirte SÍ ante las locuras, a abrir tu alma sin reservas. A no esperar siempre ser correspondido, a ser humilde para aceptar tus limitaciones, a no tener que encajar.

Y empiezas a creer firmemente que lo importante es el valor que le das a lo que quieres, a ser capaz de disfrutar de lo que ya tienes, a querer tu propio caos.  Eres la actitud que tomas ante tus sueños, con honradez para decidir, con honestidad entre lo que dices y lo que piensas.

Y ya no dejas de creer en la magia y no vuelves a esconderte bajo la culpa.

diumenge, 7 de gener del 2018

CUANDO NADIE TE VE

- Mamá, ¿a ti te gusta estar sola?

- Mucho

- ¿Y no te asusta el silencio?

- Para nada. A menudo nos regala las mejores respuestas.

Que difícil es en ocasiones estar solos, escuchar lo que nos corre por dentro, aceptarnos tal y como somos. Tratarnos con dulzura, hablarnos con respeto, conseguir que nuestras culpas y defectos no se coman nuestros sueños. Dejar de utilizar palabras que actúan en nuestra contra, de medirnos de forma exigente, de acobardarnos por creer que no somos lo suficiente buenos.

Que complicado es aceptar nuestra cara B, aquella que escondemos con recelo por miedo a ser diferentes, a que no nos entiendan. Esa teñida de gris que maquillamos por pavor a sentirnos vulnerables, que nos hace sentir sin coherencia.

Ojalá fuésemos capaces de sacar nuestra mejor versión cuando nadie nos ve, cuando estamos solos ante el espejo. Aprender a dejarnos en paz, a cuidarnos con mimo, a valorar todo el talento que poseemos. A perdonar nuestra falta de valentía cuando no nos atrevemos a dar el primer paso, a dejar de ser nuestros peores rivales, a aceptar nuestras carencias. Saber lo que nos sobra, decidir quién nos gustaría ser.

Dejar de sentirnos incapaces al compararnos con el resto, de intentar encajar a la fuerza, de ser víctimas de nuestros propios fantasmas. Abandonar el pasado que tanto nos condiciona, lidiar con aquellas emociones que nos deterioran, cambiar la forma de afrontar nuestro pequeño mundo.

Dejar de juzgar nuestras cicatrices, nuestros tropiezos, nuestros momentos llenos de incertidumbre. De sobrevivir, de refugiarnos en ridículos pretextos y admitir que la batalla más importante es la que libramos dentro.

Seamos capaces de estar siempre de nuestra parte, de sentir que merecemos todo lo bueno que nos pasa, de demostrar lo que realmente somos. De pedir lo que necesitamos, de sentir sin filtros, de saltar al vacío si eso nos acerca a nuestros retos. Atrevámonos a vivir sin demostrar, a neutralizar nuestros miedos, a no depender de los likes de los demás. A sentirnos libres con nuestras decisiones, a mostrarnos transparentes, a hacernos responsables de nuestras sombras.

Querámonos con avaricia y será mucho más fácil caer y volver a empezar, aceptar que no siempre vamos a estar a la altura, que va a tocar rectificar a menudo. Sin ocultar nuestros defectos, resolviendo nuestras inseguridades, encontrando lo que armoniza nuestra vida,

Hijo, si te quieres sumas siempre.

diumenge, 26 de novembre del 2017

NO SIEMPRE TIENES QUE SER FUERTE


- Me he aguantado el lloro y nadie se ha enterado mamá.

- Llorar delante de los demás no es un signo de debilidad.

- Todo el mundo disimula cuando no está bien.

- Quizás deberíamos aprender a que fingir lo que sentimos es la peor forma de crecer.

Nos enseñan ser fuertes, a mostrarnos implacables. A esconder nuestras debilidades y disfrazar nuestras fisuras. A fingir nuestra entereza aunque estemos rotos por dentro. Nos entrenan para ser capaces de superar todos los baches, para ser de aquellos que siempre lo consiguen.

Nos instruyen para maquillar nuestras debilidades por miedo a mostrarnos vulnerables.  A embotellar nuestras emociones , a esconder lo que realmente somos, sentimos o necesitamos. A seguir las señales que otros marcan, a hacer cosas porque tocan. No nos dan permiso a expresar lo que nos quema por dentro.

Nadie nos enseña a tocar fondo, a mostrarnos frágiles, a admitir que necesitamos que nos cuiden. 

A ser honestos con lo que nos pasa, a aceptar que las cosas nos afectan, que nos rompen por dentro.

Ocultamos lo que sentimos para evitar mostrarnos derrotados. Nos escudamos en una falsa valentía sabiendo que las emociones tristes incomodan, que están fuera de moda. Sobrevivimos  a cada paso del vendaval sin plantearnos si realmente somos felices.

Sería mucho más sencillo si nos hubiesen explicado que las dificultades se convierten en magníficas oportunidades para crecer, para transformarnos por dentro. Que nuestros conflictos, insatisfacciones o derrotas curten el alma. Que tenemos el derecho a sentirnos extraviados, confusos o muertos de pánico.

Ojalá nos hubiesen enseñado a utilizar las mejores herramientas para sobreponernos a la adversidad sin escondernos, sin juzgarnos, sin sentirnos culpables. A tener miedo, a aprender de él sin silenciarlo entre las sábanas, a no disimular nuestro dolor con máscaras o excusas. A vivir sin necesitar la aprobación de los otros, priorizando lo que realmente necesitamos, sin dudar lo que merecemos.

Aprendiendo sin la necesidad de tenerlo todo controlado, estando dispuestos a retroceder las veces que hagan falta sin que nos tiemble el pulso. A admitir que a veces los cambios duelen, que no es fácil tomar decisiones. A no pedir perdón por dudar, por sentir temor, por fallar. A llorar acompañados, a pedir auxilio sin sonrojarnos. A no ser menos de lo que queremos, a reinventarnos las veces que hagan falta atacando a nuestros fantasmas cara a cara.

Hijo, tienes derecho a mostrar lo que sientes, a bailar el momento coreografiando tus pasos, a vivir amando lo impredecible  porque caer no te hace pequeño. 

dijous, 26 d’octubre del 2017

HIJO, TÚ TIENES LA CULPA

- Si él hubiese hecho lo que le tocaba no habría pasado nada.

- Seguramente deberías haber buscado soluciones antes.

- Si nos hubiesen dado más tiempo seguro que el resultado sería diferente.

- Quizás estés olvidando una parte importante del problema.

- ¿Cuál?

- Ser consciente de tu parte de culpa.

A menudo nuestra zona de confort se llena de excusas, de culpables, de situaciones postergadas. El si lo hubiese sabido, venido o llamado nos sirve para crearnos un perfecto colchón de pretextos. Nos hemos acostumbrado a repartir nuestras culpas, a dispersar nuestras responsabilidades, así todo se lleva mucho mejor. A culpar a los demás de nuestros tropiezos, decisiones equivocadas, decepciones o fantasmas. De nuestra falta de valentía, pereza o ambición.

Es mucho más fácil vivir sin querer asumir que somos vulnerables y que a menudo son nuestras malas decisiones las que nos llevan al mismísimo abismo. Los demás no tienen culpa que quizás hayamos dejado de soportarnos, de tratarnos con respeto, de creer en nuestros sueños. De nuestra falta de valor para tomar distancia cuando es necesario o de nuestro temor a hacer las cosas que nos producen vértigo.

Sólo nosotros tenemos la culpa de vivir condicionados por los cobardes, por los que no ansían el cambio, por los que no creen en los imposibles. Sólo es nuestra la falta de no creer en nuestro potencial, de haber decidido abandonar a nuestro instinto, de no querer apostar a fuego.

Todo cambia cuando logras cargarte de valor y decides comprometerte. Ese día que dejas de echar la culpa al universo de todo lo que te pasa y decides dejarte de esconder. Aprendiendo de tus cicatrices, trabajando tu coraje, entendiendo que la inmovilidad es el peor de los venenos. Aceptando que todos en algún momento decepcionamos, nos mostramos estúpidamente y nos convertimos en pequeños fraudes.

La culpa se hace más dócil cuando reconocemos nuestras propias rarezas, limitaciones y manías. Cuando perdemos el miedo a bucear por nuestros errores, baches o frustraciones. Cuando ya no necesitamos antifaces para reconocer nuestras fragilidad y entendemos que no merecemos nada que no nos hayamos ganado con nuestras acciones, con nuestro firme trabajo.

Y si queremos sentirnos culpables de algo que sea de fallar valiosamente, de perder el aliento por lo que deseamos, por no permitir que sean los otros quien dibujen nuestros caminos. De estar en primera línea de fuego, con las expectativas acertadas, las exigencias equilibradas, sin querer ser algo al que no estamos preparados.

Seamos los únicos responsables de no permitir que la culpa boicoteé nuestros proyectos, se convierta en una losa o devore nuestras ilusiones. De empezar de cero las veces que sean necesarias, de intentar aquello que deseamos, de tener la clarividencia de saber lo que nos roba la sonrisa.

Hijo, si tienes que ser culpable que sea por no haber abandonado jamás tus sueños. 

dimecres, 4 d’octubre del 2017

HIJO, TÚ YA ERES EXTRAORDINARIO

- ¿Por qué hay gente que parece que brille siempre?

- Yo creo que todos lo hacemos.

- ¿Y por qué hay días que no lo notamos?

 - Porque nos empeñamos a ver siempre la parte más oscura de nosotros mismos.

- ¿Y cómo conseguimos ver el lado más bonito?

-  Queriéndonos sin condición.

A menudo postergamos nuestra felicidad por esperar ser alguien que quizás nunca conseguiremos. Nos autoimponemos etiquetas, creamos excusas o dibujamos imperfecciones que nos hacen sentir pequeños. Nos traicionamos a diario pensando que no somos demasiado buenos, que siempre habrá alguien que piense, haga o actúe mucho mejor que nosotros. Nos autoanulamos sin compasión, nos sobreexigimos, nos autosabotamos.

Nos hablamos sin cariño olvidando que somos lo más valioso que tenemos. Esperamos que el tiempo nos regale cosas que no estamos dispuestos a pelear por miedo al tropiezo, confiamos más en la suerte que en nuestra capacidad de lograrlo. Nos escondemos detrás de un personaje que a menudo no nos representa, nos otorgamos errores que nos rompen por dentro.
 
Hasta que llega ese día en el que te das cuenta que no tienes que ser extraordinario porque YA lo ERES. Ese instante en el que te atreves a hacerle muecas al espejo, te ríes de tus tropiezos y empiezas a brillar. Sin miedo a deslumbrar a nadie, con ganas de llenar tus días de retos, de oportunidades, de puertas por abrir. Ese en el que ya no buscas lejos lo que necesitas porque lo tienes justo en la punta de tu nariz. Sin atajos ni escondites.

Ese momento donde aprendes a aquietar tus miedos, a valorar tus logros y agradecer todo lo especial que hay en ti. A ser sincero con lo que necesitas, a exigir respeto, a imponer tus reglas, a saber que la verdadera batalla es la llevas por dentro. Sin buscar en los otros lo que te falta, amando lo que decides, apostando a fuego por tu intuición.

Esa mañana en la que decides que ha llegado el momento de quererte sin condición, en el que la confianza en ti mismo se convierte en tu mejor compañera de viaje, en el que necesitas empezar a volar. Siendo capaz de jugar con tus propias sombras, retando a la incertidumbre que antes te paralizaba, respirando fuerte aunque duela.

Y empiezas a vivir priorizando lo que te dicta el alma, convenciéndote que sólo tú diriges el timón de tu vida. Decidiendo, descartando, renunciando, creyendo en tu nueva ACTITUD. Aprendiendo, practicando, resolviendo inseguridades sin huir de uno mismo, sin rencores, titubeos o rabia.

Viviendo sin disfraces, mirándote por dentro como te mereces, aprendiendo a hacer magia con los errores. Sin necesidad de demostrar, de ser perfecto, de tenerlo todo controlado. Entendiendo por fin que lo importante no es lo que haces, tienes o aparentas sino lo que ERES, lo que SIENTES, lo que DESEAS.

Y dibujas tu vida sin guiones ajenos, rediseñándola las veces que sea necesario, sin fraudes ni mentiras piadosas. Sintiéndote especial, cuidándote con mimo, susurrándote a diario lo mucho que vales.

Hijo, nunca olvides que tú ya eres EXTRAORDINARIO.

dimarts, 13 de juny del 2017

HIJO, PERDÓNATE A DIARIO

- No me lo voy a perdonar nunca.

- No hay nada que perdonar, todo el mundo falla a menudo. Además equivocarse es una de las mejores formas de aprender.

- Ya, pero yo esperaba mucho más de mi.

- ¿Y eso significa que no vayas a conseguirlo nunca?

Tenemos la imperiosa necesidad de infravalorarnos, de autoderribarnos, de ser demasiados duros con nosotros mismos. Somos verdaderos expertos en el arte de reprocharnos, de poner peros en nuestro camino, de convertirnos en nuestros peores enemigos. Nos autoimponemos un nivel de exigencia que nos ahoga, nos paraliza e inútilmente nos aleja de lo que realmente deseamos. Nuestra estupidez hace que nuestros errores usurpen nuestros sueños o que nos acostumbremos a culpar a los otros de aquello que nos pasa.

Todo sería mucho más sencillo si aprendiésemos a perdonar nuestros errores sin resentimiento, a indultarnos de la culpa que nos hace sentir minúsculos ante las caídas, a eximirnos de la brutal responsabilidad de querer hacerlo todo perfecto. A ser capaces de disfrutar del sentimiento de saber que has hecho todo lo que estaba en tus manos aunque no lo hayas conseguido, a valorar nuestros sacrificios.

Ojalá aprendiésemos desde la valentía a saber valorar los tropiezos, a tener piedad cuando fallamos.  A simplificar nuestras vidas, a ser capaz de cuidar todo lo que valemos, a aceptarnos tal y como somos y no como nos gustaría ser. A saber huir de las comparaciones, a ganar la batalla a nuestro ego, a sentir que merecemos todo lo bueno que nos pasa. A no tener que vivir pendiente de las aprobaciones, a aceptar el cambio, a arriesgar sin freno.

A cortar con la carga del pasado, a aceptar la fragilidad, a amar nuestras fortalezas y debilidades. A soltar, a dejar fluir, a no atarnos a la mirada de los otros. A entrenar nuestro talento bajo la tormenta, a invertir en nosotros como el mejor capital, a comprometernos con avaricia. A mirar el mundo sin reproches ni excusas, a no vivir de alquiler en nuestras propias vidas, a no sentirnos pequeños antes los que no confían en nosotros.

A aprender que el perdón es la mejor forma de cerrar las heridas, a no preocuparnos si los otros no creen en nuestra locura, a no poner el piloto automático a nuestras emociones. A comprometernos con nuestra propia felicidad, a no necesitar convencer, encajar, imponernos parar sentirnos vivos. A no dar poder a los demás en nuestras vidas, a no vivir de sueños prestados, a no ser esclavos de los golpes de suerte para atrevernos a empezar de nuevo.

Hijo, perdónate a diario, vive sin la necesidad que la vida te ponga un ultimátum, sin aceptar las segundas opciones, sin esperar que los demás cumplan sus sueños mientras tu esperas el beneplácito para sonreír a diario.

dimecres, 10 de maig del 2017

QUIÉRETE BIEN ADENTRO

¿Por qué hay días que no nos vemos guapos cuando nos miramos al espejo?

- Porque olvidamos de mirarnos con ternura.

- ¿Y qué podemos hacer para sonreírnos siempre?

- Debemos aceptarnos sin peros ni pros.

- ¿Aunque hayan cosas que no nos gusten de nosotros?

- ¿Alguien ha dicho que debemos ser perfectos?

La autoestima es uno de los factores claves en el bienestar emocional de nuestros pequeños, pilar  fundamental en su desarrollo personal y social. De ella dependerá la creación de un buen autoconcepto y una adecuada respuesta emocional.

La clave de una buena autoestima radica en que nuestros hijos se sientan queridos, respetados y valorados. Somos el espejo en el que se miran a diario y por esta razón es imprescindible que les retornemos una imagen positiva, sin matices ni distorsiones. Debemos conseguir que nuestros hijos se sientan únicos, valiosos, capaces de todo.

Una adecuada autoestima será fundamental para conseguir un apropiado desarrollo personal, una buena adquisición de los aprendizajes, el establecimiento de relaciones positivas con el entorno y sobretodo la construcción de la propia felicidad. 

La autoestima se construye día a día a partir de las experiencias y las relaciones personales de confianza y estima. Un niño con buena autoestima es seguro, valiente y tiene una buena tolerancia a la frustración. Se siente especial, útil, responsable, orgulloso de sí mismo y feliz.

 La autoestima es un tesoro muy frágil, ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos a construirla?

1- Creemos un buen VÍNCULO, una base afectiva segura. Seamos una fuente de confort, seguridad y protección para nuestros pequeños. Consigamos que sientan que les acompañamos sin CONDICIÓN y les queremos sin sobreprotegerlos. Demostrémosles amor y afecto a diario, dedicándoles tiempo de calidad. No nos cansemos de decirles lo MUCHO que les queremos y lo importante que son para nosotros.

2. Ajustemos nuestras EXPECTATIVAS a los hijos que tenemos y no a los que nos gustaría tener. Aceptémosles de forma incondicional sin excusas ni reproches. No les ahoguemos con nuestro excesivo nivel de exigencia, no deseemos hijos perfectos sino FELICES.

3. FELICITÉMOSLES por todo los que son capaces de conseguir a diario, utilizando un lenguaje positivo, hagámosles conscientes de todas las fortalezas y capacidades que poseen. CONFIEMOS en ellos, respetemos sus intereses, necesidades y ritmos para aprender.

4. Trabajemos a diario la TOLERANCIA a la FRUSTRACIÓN, la aceptación del error como parte esencial del aprendizaje. Enseñémosles a relativizar los fracasos, animémosles a tomar decisiones y resolver problemas asumiendo las consecuencias de sus decisiones. Establezcamos límites claros y cumplamos nuestras promesas.

5. Eliminemos las ETIQUETAS, las COMPARACIONES, los mensajes en negativo, las frases condenatorias. Pongamos atención no sólo a lo que les decimos sino al cómo lo decimos. Realicemos críticas CONSTRUCTIVAS siempre referidas a las acciones y no a la personalidad.

6. Eduquémosles en la cultura del AGRADECIMIENTO, enseñémosles a valorar todo lo que tienen en sus vidas, a dar las GRACIAS. Hagámosles conscientes de sus conversaciones interiores.

7. Animémosles a iniciar nuevos RETOS, a tomar la iniciativa en sus vidas, a asumir riesgos. A apostar por ellos a fuego, a que vivan fuera de su zona de confort.

8. Seamos el mejor ESPEJO, un ejemplo positivo que arrastre a soñar grande, a sonreírle a la vida. Recordemos que nuestros hijos no siempre nos escuchan pero si nos observan. Aceptemos nuestras propias imperfecciones, pidamos perdón cuando sea necesario, crezcamos de la mano junto a ellos.

Seamos capaces de conseguir que nuestros hijos se quieran con AVARICIA, que se miren con valentía al espejo, que se hablen con palabras bonitas.Que pisen sin miedo, que se sientan inmensos.

diumenge, 13 de novembre del 2016

HIJO, QUIÉRETE MUCHO

- ¿Tú siempre te gustas cuando te miras al espejo?

- No siempre.

- ¿Y qué haces cuando eso pasa?

- Averiguar cómo puedo cambiarlo.

- ¿Y si a los demás no les gusta el cambio que tú decides hacer?

- Sólo yo tengo el poder de decidir quién quiero SER.

Lo mejor que puedo enseñarle a mi hijo es a QUERERSE MUCHO. Sin reproches, excusas, ni desprecios. A mirarse al espejo con valentía, sin críticas despiadadas, etiquetas o  justificaciones.  A reflejarse en él sin complejos, sin limitaciones, sin pretender ser algo que no siente. A prohibirse verse pequeño, a aprender a quererse con avaricia, con cariño, aceptando las cicatrices que en ocasiones la vida regala.

A hablarse con palabras bonitas, con dulzura, sin engaños, sin encogerse cuando las cosas se empiezan a tambalear. A mirar bien adentro, a conocerse sin miedo al ridículo, a desafiar a los que no crean en él. A creer en él exprimiendo cada experiencia sin olvidar NUNCA que a la única persona que no debe defraudar es a ÉL MISMO.

A quererse sin condición, a valorar cada batalla ganada, a nadar a contracorriente cuando sea necesario, a PISAR sin miedo. A esforzarse aunque duela, sin mediocridad y paciencia. A sentirse INMENSO en cada amanecer, a sorprenderse a diario, a cambiar las circunstancias cuando haga falta. A vivir sin copiar, sin reproducir como otros viven. A no cansarse jamás de trabajar por aquello que le hace emocionar aunque los demás no lo entiendan.

Le entrenaré a diario a tratarse con RESPETO, a ser amable con sus imperfecciones, a saber que tiene derecho a sentirse frágil o vulnerable. A permitirse titubear, a no verlo claro, a aprender a pedir ayuda sin pudor al qué dirán. A ser irreverente con los que no se atreven, a no pedir permiso ni licencias, a ser siempre la mejor VERSIÓN de él mismo.

Le ayudaré a BUSCAR su potencial sin pereza, a amar sus rarezas, a creer en sus capacidades. A valorar cada pequeño paso, a ver en las dificultades una nueva oportunidad, a no postergar el cambio cuando haga falta. A tomar las riendas de su vida, a VIVIR COMO SUEÑA, a no acumular tareas pendientes, a no esperar aprobaciones.

Le acompañaré hasta que se convierta en su MEJOR compañero de viaje, su gran aliado. Hasta que sea fiel a sus valores, auténtico, convirtiéndose en su mejor visionario, sobresaliendo de él mismo sin sucedáneos. A vivir con coraje, a alejarse de los que no suman, a apostar a fuego por cada uno de sus retos. A SABER que merece todo lo bueno que les ocurre.

Con ternura y afecto le recordaré a diario que me gusta por lo que ES y NO por lo consigue, por lo que significa en mi vida, asegurándome que sabe que CREO ciegamente en él. Sin transmitirle mis dudas o miedos, sin que le ahogue mi exigencia, dejando que se caigan y se enfrente a sus retos. Potenciando más que frenando, dándole tiempo para estar preparado, enseñándole a SOÑAR GRANDE.

Hijo,  aquel día en el que sientas que te QUIERES SIN CONDICIÓN estarás preparado para hacer que las cosas sucedan, para conseguir propósitos fascinantes, para hacer mucho ruido y ser gigante. No olvides nunca que no hay nadie como TÚ.


dilluns, 6 d’abril del 2015

MAMÁ, ¿TÚ SIEMPRE CREES EN TI?

- Mamá, tú tienes mucha suerte.

- ¿Ah sí? ¿Y por qué lo crees?

- Porque siempre consigues lo que te propones.

- Creo que no es del todo cierto, no siempre lo hago.

- Lo sé, pero no te cansas de intentarlo.

- Hay días que también me canso pero intento al día siguiente seguir trabajando. ¿Tú crees que las que las cosas sólo se consiguen con suerte?

- Yo creo que no, hay que esforzarse para conseguir lo que uno quiere.

- Hay gente que piensa que las cosas se consiguen gracias al destino, otras a los dioses y las hay que creen en los golpes de suerte.

- Y tú mamá, ¿cómo lo consigues?

- Yo creo que el secreto está en creer en uno mismo, que todo depende de nuestra voluntad. Cuando estamos convencimos, cuando el deseo surge desde dentro, seremos capaces de conseguir todo aquello que nos propongamos. Recuerda que lo único imposible es aquello que no se intente.


No creo que haya una declaración de amor más grande que decirles a tus hijos que crees en ellos. Una de las cosas que más me gustaría en la vida sería que pudiesen verse a través de mis ojos. Sólo entonces descubrirían lo especiales que son para mí, el potencial que veo en ellos y cómo valoro cada uno de sus avances.

Trabajo a diario para ser el mejor ejemplo y mostrarles que, con constancia y sacrificio, se puede conseguir lo imposible. La mayoría de las cosas no se consiguen a la primera y creo que en eso reside uno de los secretos de la felicidad. Cuando logras aquello que tiempo atrás parecía inalcanzable gracias a tu trabajo te sientes poderoso, invencible, capaz de tocar el cielo con las puntas de los dedos.

Invierto todo mi esfuerzo en explicarles la importancia de creer en uno mismo, en confiar en nuestro empeño y trabajar duro por conseguir todo aquello que nos propongamos. Me gustaría enseñarles que las pequeñas mejoras del día a día son la clave para los resultados a largo plazo y pedirles que nunca esperen el momento adecuado para lanzarse a buscar sus sueños porque éste nunca llegará.

Les alentaré a desear con el corazón, a no dejar las ganas de luchar por el camino, a no depositarlas en la bandeja de tareas pendientes e intentaré que guarden las excusas en un cajón. No dejaré que inviertan su energía en hablar de sus retos y haré que los lleven a cabo, les demostraré que el éxito no se activa por control remoto y que, si queremos conseguir aquello que nos hace diferente, nos exigirá trabajo continuo, tesón y firmeza. Tocará labrar desde diferentes frentes y con estrategias cruzadas.

Creer en uno mismo supondrá redescubrirse, reinventarse, caer y volver a emerger. Les tocará crear sus propias oportunidades porque los sueños se construyen, se sudan, se trabajan con esfuerzo, optimismo, estrategia y decisión. No habrá holgura para las lamentaciones o los descontentos y la única actitud acertada será la de hacer.

Ojalá se conviertan en esas personas que cambian, brillan y sobresalen porque se extenúan hasta conseguir lo que se han propuesto. Que pongan pasión en todo lo que hagan, amen cada uno de sus retos, se comprometan con sus proyectos, sepan donde quieren ir. Recordad que las mejores cosas sólo pasan a aquellas personas  que van a por ello, arriesgan, pierden y vuelven a empezar una y otra vez.

No importa que al principio no lo veáis claro, dar el primer paso, poco a poco, e irá apareciendo el camino. Tened fe en vuestro potencial, dejaros llevar por lo que sentís, buscar siempre la mejor versión de vosotros mismos, sed aquella persona a la que os gustaría conocer y admirar. No escuchéis vuestras palabras de desánimo, proteged vuestros sueños y recordad que no podréis cambiar vuestro destino pero si la dirección de aquello que os haga vibrar por dentro.

El fracaso será vuestro mejor aliado para crecer, después de las grandes sacudidas siempre llegará la calma. No aceptéis la derrota y recordad que todo lo que deseáis está justamente detrás del miedo que os invadirá cuando estéis en el filo del abismo. Os guste o no seréis los únicos responsables de vuestro éxito, de vuestra vida, por eso deberéis alimentar vuestro coraje, valentía, paciencia, y convicción. Sed honestos con vosotros mismos, perseverantes y recordad que cuando miréis un espejo aparecerá el único rival que os podrá derribar.

Las cosas no se consiguen con magia o casualidad. Levantaros cada día con la convicción que algo maravilloso va a pasar y sólo vuestra insistencia hará que esto sea posible. Si algo no sale bien no pasará nada,  la perseverancia será la virtud por la cual todas las otras virtudes darán su fruto. Trabajad cada jornada para ser capaces de cultivar actitudes especiales que os posibilitarán conseguir cosas increíbles.

No dejéis que la vida se os escape mientras hacéis planes. Cuando el cielo se ponga gris, cuando las gotas os empiecen a mojar, recordad que mamá y papá estarán allí para que juntos sea mucho más fácil recorrer el camino.