- Aprendo el oficio a la vez que tú te haces mayor.
- ¿Y quién te dice lo que tienes que hacer?
- Me dejo guiar por mi intuición.
- Pues creo que tu intuición te chiva muy bien. ¿Y si un día tu olfato se equivoca?
- Los errores deben convertirse en las mejores lecciones de vida, la mejor manera de aprender es tener que volver a empezar.
Sin duda se aprende haciendo, recorriendo el camino, aprendiendo de cada bache y disfrutando de cada momento. La maternidad es una carrera de fondo, un trayecto lleno de altibajos donde no se puede tener prisa por conseguir ya que los objetivos se logran a largo plazo. Una ruta a veces llena de inseguridades, de culpas en busca de la perfección, de momentos en los que todo el mundo es capaz de opinar sobre lo que debes o no hacer.
Una itinerario perfecto para aprender a confiar en la intuición, para aceptar que se aprende mucho más del error que de los aciertos, para entender que tienes derecho a la duda, a no tener siempre la solución, a pedir ayuda cuando las cosas se empiecen a torcer.
Más de una década que me ha enseñado la necesidad de ser paciente, de gozar de cada uno de sus pequeños logros y a tener muy claro algunos de los errores que ninguna madre debería cometer.
- Creer que EDUCAR consiste en ENSEÑAR o adoctrinar. La educación debería centrarse en DESPERTAR, en contagiar las ganas de aprender, de descubrir, investigar o crear.
- Amar al hijo que QUEREMOS y no al que TENEMOS. En ocasiones nuestras expectativas no se ajustan a la realidad y ahogan a nuestros pequeños. No debemos proyectar nuestras frustraciones en ellos.
- Creer que en la educación existen ATAJOS. El arte de educar no contiene fórmulas mágicas que nos digan lo que debemos o no hacer. Así que tocará ser pacientes, estar presentes, establecer objetivos a largo tiempo, aprender de la experiencia y del ensayo-error.
- ALLANAR el camino para evitar que sufran o se equivoquen. Evitemos la sobreprotección y asumamos que la adversidad forma parte de sus vidas. Evitemos hacerles dependientes, inseguros y sin una buena tolerancia a la frustración. Dejémosles caer, probar, errar y volver a empezar.
- Olvidar lo maravilloso que es ser un NIÑO privándoles del tiempo para realizar la actividad más importante para su desarrollo que es la de JUGAR. No abarrotemos sus agendas y permitámosles el beneplácito del aburrimiento, el mejor aliado de la creatividad.
- Ignorar o minimizar los SENTIMIENTOS de nuestros pequeños. La educación emocional debe ser la columna vertebral de nuestra educación. Enseñemos a ponerle nombre a aquello que les pasa, a expresar las dudas o miedos, a compartir lo que les hace vibrar, a conectar con las emociones sin temor a sentir.
- OÍR sin ESCUCHAR, utilizando un código distinto. El DIÁLOGO debe ser un pilar en la educación con nuestros hijos. Aprendamos a conversar con ganas de entendernos, a darle valor a nuestras palabras, a escuchar de forma empática, a respetar su forma de pensar o hacer.
- Actuar en función de nuestro ESTADO de ÁNIMO. Las normas deben ser siempre las mismas independientemente del día que hayamos tenido. Actuemos siempre de igual forma controlando el humor provocado por el cansancio o el estrés. Evitemos la disparidad entre papá y mamá, trabajemos en equipo.
- Educar SIN LÍMITES y RESPONSABILIDADES. Si nuestros hijos crecen sin normas claras serán niños con dificultades para vivir en sociedad. Enseñémosles que deben o no hacer, hagámosles responsables de sus decisiones, motivémosles a asumir riesgos y las consecuencias de sus actos.
- COMPARAR constantemente a nuestros hijos con el resto de hermanos o otros niños sólo puede provocar celos, envidias y baja autoestima. Cada niño merece ser educado de forma individualizada, dando respuesta a sus necesidades, haciéndole sentir único, creyendo en él.
- HABLAR y ACTUAR de forma diferente. El ejemplo es el lenguaje más persuasivo y por eso debemos ser coherentes con el decir y el hacer. Un mal ejemplo llenará nuestra educación de incongruencia y decepción.