Sònia

Sònia
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris miedo. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris miedo. Mostrar tots els missatges

dimecres, 14 d’abril del 2021

Acompañar a nuestros hijos ante el MIEDO

 Llevamos más de un año improvisando, pendientes de cifras de contagios, de restricciones, reinventándonos casi a diario para intentar adaptarnos a esta “nueva normalidad”. Si algo nos ha enseñado esta pandemia es a darnos cuenta que no podemos controlar casi nada, que de la noche a la mañana todo puede cambiar.

Muchos meses después seguimos viviendo en días de máxima incertidumbre, rodeados de noticias sesgadas que nos confunden, de situaciones que nos llenan de angustia porque no las acabamos de entender. De pérdidas personales, laborales, de sueños rotos. Alejados de los nuestros y pendientes de cuándo las vacunas nos van a devolver parte de tantas cosas que hemos postergado.

Un virus que está condicionado enormemente la infancia de nuestros hijos, sus relaciones, sus deseos. Que les ha privado de estar junto a sus seres queridos que tanto necesitan, de jugar con libertad en los parques, de poder celebrar fiestas de cumpleaños junto a sus amigos.

Una crisis sanitaria y social que les ha obligado a adaptarse a una escuela que ha cambiado radicalmente. Las mascarillas les han robado poder ver las sonrisas de sus compañeros y maestros, la distancia social el juego libre en los patios, los grupos estables de convivencia la socialización con el resto de compañeros.

Una pandemia que les ha contagiado en muchos momentos de MIEDO. Miedo a no saber qué va a suceder, a perder a algún ser querido, a que papá o mamá pierdan su trabajo o a no poder salir a jugar a la calle con libertad.

Un sentimiento que se ha hecho mayor la dificultad de entender bien qué era lo que exactamente estaba pasando, ante el temor de poderse contagiar o tener que volver a vivir confinamientos por haber estado en contacto con algún positivo.

El miedo es una emoción natural, primaria y adaptativa imprescindible para nuestra supervivencia. El miedo nos protege, nos hace estar alerta delante de un peligro y poder reaccionar a tiempo, nos hace analizar, aprender y evolucionar. Nos permite identificar las situaciones de peligro y conocer dónde están los límites.

Pero el miedo también puede llegar a bloquearnos, dominarnos y anular nuestra capacidad de razonamiento. A modificar nuestra conducta y hacernos tomar decisiones poco acertadas .Una situación angustiosa que nos hace sentir más frágiles y vulnerables, nos llena de ansiedad y nos imposibilita disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

Por este motivo, y en una situación tan excepcional como la que vivimos, nuestros hijos necesitan mamás y papás que mantengan la calma y les ayuden a entender todo lo que está pasando con serenidad y mucha comprensión. Que les expliquen que estamos viviendo días inciertos que nos producen inestabilidad pero que juntos será más fácil salir adelante.

Adultos que no les expongan a noticias procesadas por medios de comunicación que no tengan la capacidad de entender, que se conviertan en modelos asertivos a la hora de gestionar todos los cambios, que les transmitan amor, calma y seguridad. Ayudándoles a entender, con grandes dosis de afecto, que todo esto pasará y que pronto volveremos a recuperar la normalidad.

¿Cómo se educa ante el MIEDO?

1.    Lo primero que deberíamos hacer es explicarles que TODOS tenemos miedo, que es una emoción muy necesaria en nuestra vida. Miedo al virus, a la oscuridad, a la muerte o a estar solos.

2.    Enseñando que la mejor manera de afrontar el miedo es hablando de él sin vergüenza ni tapujos. Identificándolo, poniéndole nombre, validándolo, acogiéndolo y desarrollando habilidades para poder luchar contra él. PLANTÁNDOLE CARA con valentía sin dejar que condicione nuestro día al día.

3.    Ayudándoles a enfrentar sus miedos de forma gradual, poco a poco. Utilizando recursos como cuentos, películas, canciones o historias que les ayuden a verse triunfadores frente a lo que les da temor. Ofreciéndoles recursos de apoyo en las situaciones que le producen miedo y mucha protección.

4.    Fomentando la autoestima, la autonomía y la toma de decisiones ofreciéndoles nuestra comprensión y apoyo. Dándoles tiempo para aprender, respetando sus ritmos y necesidades, sus silencios.

5. Mostrando grandes dosis de cariño, empatía y paciencia. Haciéndoles sentir que entendemos y respetamos todo aquello que les puede causar temor y que estamos a su lado sin condición. Sin ignorarlos ni ridiculizarlos cuando muestren sus temores.

6.    Enseñándoles que al miedo se le combate con grandes dosis de humor; riámonos juntos de él, inventemos historias divertidas que nos ayuden a espantarlo, dibujémoslo buscando su lado más alegre.

7.    Nunca utilizar el miedo en forma de amenaza para lograr que nuestros hijos obedezcan, acepten o modifiquen ciertas conductas o valores. El miedo se hace monstruoso cuando lo usamos erróneamente.

8.    Explicando que el problema no reside en tener miedo sino en el efecto que éste tiene sobre nuestras vidas. Mostremos un modelo positivo de conducta y ayudémosles aconvertir el miedo en prudencia.

9.    Enseñándoles a contrarrestar el miedo con técnicas de relajación, escuchando música tranquila para serenarse o practicando la respiración consciente en los momentos que se sientan más nerviosos y muestren dificultades para aceptar la situación con serenidad.

10. Educando sin sobreprotegerlos, informándoles de todo aquello que es importante que sepan adaptándonos a lo que puedan entender por su a edad. Evitemos datos o cifras que les puedan alarmar, pero expliquémosles todo aquello que deberían saber con honestidad y rigurosidad.

11. Ofrezcamos a nuestros hijos una visión positiva del mundo, enseñándoles a no preocuparse excesivamente por las cosas, a buscar soluciones creativas ante los problemas, a pedir ayuda siempre que lo necesiten sin temor al qué dirán.

Consigamos ser el refugio donde nuestros hijos puedan cobijarse cuando se sientan frágiles, el lugar donde siempre puedan acudir cuando necesiten ayuda y una palabra de consuelo.

 

divendres, 13 de març del 2020

¿Cómo se EDUCA ante el MIEDO?


Vivimos días de máxima incertidumbre, rodeados de noticias sesgadas que nos confunden, de situaciones que no controlamos. El coronavirus ha dado un giro de 180º a nuestras vidas y lo ha paralizado casi todo. El pánico se apodera de parte de la población dejando imágenes bien pintorescas. Un miedo que paraliza y se contagia a máxima velocidad.

El miedo es una emoción natural, primaria y adaptativa que puede llegar a bloquearnos, modificar nuestra conducta y hacernos tomar decisiones poco acertadas. Un sentimiento que puede dominarnos y anular la razón.

Por este motivo, y en una situación tan excepcional como la que vivimos,  nuestros hijos necesitan mamás y papás que mantengan la calma y les ayuden a entender todo lo que está pasando con serenidad y mucha comprensión.

Adultos que no les expongan a medios de comunicación que no tengan la capacidad de entender, que se conviertan en modelos asertivos a la hora de gestionar todos los cambios, que les transmitan confianza y seguridad.

¿Cómo se educa ante el MIEDO?

Lo primero que deberíamos hacer es explicarles que TODOS tenemos miedo y que no por eso somos unos cobardes. Que al miedo se le hace frente PLANTÁNDOLE CARA con valentía, de forma gradual, hablando de él sin tapujos ni vergüenza.

Enseñando que la mejor manera de afrontar el miedo, al igual que el resto de emociones, es poniéndole nombre, validándolo, acogiéndolo y aprendiendo herramientas para poder luchar contra él.

Mostrando grandes dosis de amor, empatía y  paciencia. Haciéndoles sentir que entendemos y respetamos todo aquello que sienten y que estamos a su lado sin condición. Jamás los ignoremos o ridiculicemos.

Explicando que el problema no reside en tener miedo sino en el efecto que éste tiene sobre nuestras vidas. Mostremos un modelo positivo de conducta  y ayudémosles  a convertir  el miedo en prudencia.

Educando sin sobreprotegerlos, informándoles de todo aquello que es importante que sepan adaptándonos a cada edad. Evitemos datos o cifras que les puedan alarmar pero expliquémosles todo aquello que deberían saber con honestidad y rigurosidad.

No utilicemos nunca el miedo en forma de amenaza para lograr que nuestros hijos obedezcan, acepten o modifiquen ciertas conductas o valores. El miedo se hace monstruo cuando lo usamos erróneamente.

Enseñando técnicas de relajación, escuchando música tranquila o practicando la respiración en los momentos que se sientan más nerviosos y muestren dificultades para aceptar la situación con serenidad.

Recordemos siempre que al miedo se le combate con grandes dosis de humor; riámonos juntos de él, dibujémoslo, inventemos historias divertidas. Ayudémosles a entender con grandes dosis de afecto que todo esto pasará y que pronto volveremos a recuperar la normalidad.

dissabte, 22 de setembre del 2018

¿POR QUÉ NO SE EDUCA ANTE EL MIEDO?

Fui una niña extremadamente miedosa. Recuerdo como el miedo me paralizaba, me hacía pequeña, me desbordaba. Un miedo que me hacía sentir extremadamente vulnerable,  que me privaba de hacer lo que realmente deseaba. Miedos que diluían sueños, que hacían añicos el alma.

Miedo a la oscuridad, a estar sola, a no ser lo suficientemente buena. A la muerte, a perder a los que quería, a no dar la talla. A ser diferente, a sentir demasiado, al rechazo. Miedo extremo a sentir miedo.

Un monstruo enorme que me perseguía,  limitaba y me obligaba a esconderme. Un fantasma atroz que me hacía disimular mis deseos, guardar las apariencias, ser alguien en el que no me reconocía.  Que intoxicaba mis elecciones, que me hacía actuar con excesiva prudencia.

Que poco nos entrenan para PLANTAR CARA al miedo. Para hablar de él sin tapujos, para poder identificarlo, para ser capaces de mirarlo a la cara con valentía. Para dejar de ser sumisos ante sus garras, para romper sus cadenas, para decirle "conmigo no puedes".


¿Por qué no nos han EDUCADO ante el miedo? Todo sería más fácil si desde pequeños alguien te explicase que TODOS tenemos miedo y que no por eso eres un cobarde. Que va a acompañarnos siempre y que deberemos aprender a domarlo. 

Ojalá nos aclarasen  que el problema no reside en tener miedo sino en el efecto que este tiene en nuestra vida. Que nos asegurasen que va a llegar un día en el que vamos a tener todas las armas necesarias para poder mirarle sin temor.

Ojalá nos enseñasen que la mejor manera de afrontar el miedo es aliándote con él, aceptándolo, conociéndolo. Cambiando tu forma de mirarlo, de ponerle nombre,  de conocer sus forma.

Asomándote ante él sin que te tiemble el pulso,  dándole la mano con firmeza, sin rodeos. Perdiendo el pudor a dejar ir,  a cerrar historias, a mirarte al espejo sin peros. 

Aprendiendo que el miedo flaquea cuando te atreves a buscar lo que realmente te gusta, cuando dejas de silenciar deseos, de tener temas pendientes contigo mismo. Dejándote de hacer de trampa, de engañarte con postergas, sin tener la necesidad de gustar a todos.

Creyendo que el propósito de la vida es crecer aprendiendo, cayendo, volviendo a empezar pese al miedo.

diumenge, 3 de desembre del 2017

NO TENGAS MIEDO

- ¿Qué hay que hacer cuando uno tiene miedo?

- Intentar ponerle nombre.

- ¿Y si no sabes de dónde viene?

- Atacarlo sin retroceder un solo milímetro.

Todos tenemos miedo. Con formas, nombres o trajes diferentes pero todos lo sentimos. Miedos que arrastramos desde pequeños o que van apareciendo en nuestro camino. 

Miedo a perder lo que uno ama, a no estar a la altura, a ser juzgado. A no convencer a los que mandan, al fracaso o a lo desconocido. A los imprevistos, al que dirán, a las estúpidas discusiones. A sentirnos vulnerables, poco capaces o a no tener suficiente talento.

Miedos producidos por nuestros errores, frustraciones o complejos. Por nuestra manera equivocada de ver las cosas, de escuchar el alma, de querernos. Algunos nos los contagian y otros torpemente nos los creamos.

El miedo nos hace pequeños, detiene nuestro impulso. Roba nuestros sueños, nos hace diminutos. Llena de obstáculos nuestros días, contamina nuestro tiempo, nos instala en un laberinto. Nos colma de reproches, de tristeza, de llanto. Hace que nos sintamos extraños en nuestro propio cuerpo, que el alma nos pese, saca nuestra peor versión.

Difumina nuestros proyectos, nos seduce a abandonar nuestro empeño. Nos confunde, paraliza y nos encoge por dentro. El miedo nos limita, sabotea nuestras emociones, se adueña de nuestra sonrisa. Sutilmente nos recuerda que quizás no seamos suficientemente buenos.

Inútilmente invertimos nuestra energía en evitarlo olvidando que lo más importante es nuestra actitud ante él. Postergamos mirarle cara a cara sin importarnos que sea la brújula que marca nuestros pasos.

La única forma de ganarle es ir a por él, sin medias tintas ni excusas. Pegándole con rabia, intimidándole para que vea que ya no tenemos miedo a decidir, a coger las riendas.

Rompiendo con todos los moldes que no han funcionado hasta el que el momento, reconociendo lo que nos inmobilizaba, entendiendo que la cobardía es la peor compañera de viaje. Haciéndonos inmensos, creciendo ante las adversidades. Luchando contra el miedo admitiendo nuestros defectos, ajustando nuestras metas, buscando nuevos aliados. Queriendo nuestras rarezas, asumiendo riesgos, buscando respuestas.

Y cuanto más le atacas más diminuto se hace, más tímido y cobarde. Porque se da cuenta que ya no huyes, que ya no utilizas pretextos baratos, que contra más te quieres menos le temes. Y logras borrar el dolor que te ha causado al saber cuántas puertas ha sido capaz de cerrarte, los planes que ha envenenado, las ilusiones que te ha estafado.

Ahuyentándolo, colisionando contra él con fuerza, identificando tus ridículas ansiedades. Sin achicarnos, sin darle tregua. Probando, cayendo, aprendiendo. Admitiendo que el miedo va a acompañarnos toda la vida ganemos o perdamos.

Hijo, el cobarde es el que no se enfrenta al miedo no el que no lo supera. Serás feliz el día en el que seas consciente que todo lo que quieres está justo detrás él.

dilluns, 27 de març del 2017

¿Y tú a qué tienes MIEDO?

- ¿Tú también tienes miedo?

-  Por supuesto.

- ¿Y por qué la gente disimula tenerlos?

- Mostrarnos vulnerables nos da pavor.

-  ¿Y a ti qué es lo que te da más miedo?

- Ser cobarde y no atreverme a hacer lo que mi instinto me marca.

Todos tenemos miedo, muchos más de los que pensamos. Miedo a lo desconocido, al fracaso o al éxito. A no estar a la altura, a la oscuridad, a lo que nos depara el futuro o a los fantasmas del pasado. Miedos irracionales a cosas que nunca llegarán a pasar y que nos atormentan por dentro. Miedos que nos paralizan, nos restan energía y dejan nuestros sueños atrás. Terrores que nos llevan a no hacer, a no decir, a no sentir, a no desear, a no arriesgar.

Hablamos poco de ellos, de cómo nos afectan, del daño que nos causan, de las puertas que nos cierra. Hemos sido educados para esconderlos, para disimularlos, para vivirlos en silencio. Ahora lo que se lleva es ser valiente, intrépido. La sociedad actual nos da  poca opción al titubeo, a las dudas, al pavor. Los miedosos tienen poco espacio en este mundo de osados, de atrevidos, de intrépidos, de pocos límites.

Yo soy de las que tienen miedo, algunos los arrastro hace años y otros me acompañan desde hace poco tiempo. Miedo a caer, a perder, a desear, a sentir, a ser. Soy quien soy gracias a mis miedos. El paso del tiempo me ha enseñado a no esconderlos, a escucharlos poco, a luchar a diario contra ellos. Reconociéndolos, entendiéndolos, aceptándolos. Dejándoles formar parte de mí pero sin permitir que me manipulen, me controlen, me contengan. Estrujándolos bien fuerte para sacar lo mejor de ellos.

El miedo arropa y agudiza mis sentidos, me protege, me libra del aturdimiento. A veces me irrita, me agrede, me rompe por dentro. Otras me incomoda, me provoca, me invita a seguir adelante, convierte mi incertidumbre en nuevos retos. Contra más me quiero más pequeños son, cuanto más confío, más rápido se desvanecen. Los miedos me recuerdan que no tengo la obligación de tenerlo todo bajo control, de saber siempre que tengo que hacer, de creer que puedo con todo.

Y los supero practicando, trabajando, admitiendo que la batalla es conmigo. Mirándolos con respeto pero sin temor, convirtiéndolos en una ocasión para crecer, para experimentar, para aprender. Buscando a los mejores aliados para hacerlo, pidiendo ayuda siempre que la necesito sin sentirme frágil.  Me facilitan admitir mi imperfección, dibujar a la persona que quiero ser. Me enseñan a bailar con la vida, a aprender que las batallas más importantes son las que libran en el interior. Sin pavor al ridículo, a sentirse pequeña.

Aprendes a dejar de encubrirlos, a no sentir terror al ridículo, a no tener miedo a preguntar por temor a parecer estúpido, a dibujar nuevos caminos. A compartir lo que me incomoda, a decidir aunque los otros no entiendan, a pedir lo que realmente deseas vivir sin filtros, a acotar lo que te limita. A comunicar las emociones,  a analizarlo con detalle para conocer los pros y contras, a comprometerte y actuar, a adiestrar a las sombras.

Hijo nunca olvides que todo lo que vale la pena está justo detrás del miedo.

divendres, 13 de març del 2015

MAMÁ, ¿TÚ TAMBIÉN TIENES MIEDO?

- Mamá, ¿tú alguna vez tienes miedo?

- Claro que sí, a veces sí que lo tengo.

- ¿Y es malo tenerlo?

- No, ¿por qué debería serlo?

- Porque cuando tengo miedo me siento inseguro y triste.

- A mí me pasa lo mismo, pero a medida que crezcas, aprenderás que la mayoría de esos miedos sólo existen en nuestro pensamiento.

- A mí a veces me dan miedo los sitios oscuros, los ruidos fuertes o las personas que no conozco. Y los mayores, ¿a qué tenéis miedo?

- A veces tengo miedo a no hacer bien mi trabajo o a no esforzarme al máximo para alcanzar mis sueños.

- Y tú, ¿qué haces cuando tienes miedo?

- Intento no darle demasiada importancia, compartirlo con los que quiero y esforzarme para superarlo.

- Yo a veces cuando me voy a la cama tengo miedo a que esté tan oscuro o me pase algo malo.

- ¿Sabes? Recuerdo que cuando era pequeña buscaba mi peluche, lo apretaba bien fuerte y pensaba en todo lo bueno que me había pasado ese día.

- Mamá, esta noche apretaré tan fuerte a mi peluche que tendré que ir con cuidado para no dejarle sin respiración y pensaré que tú estás al otro lado de la puerta para defenderme de cualquier maléfico personaje.


Los miedos juegan un papel fundamental en el desarrollo evolutivo de nuestros hijos. El miedo es un mecanismo de protección y supervivencia que enseña a las personas a ser cautelosas y valorar los riesgos. Superar los miedos hará a nuestros hijos mucho más fuertes.

Nuestra ayuda será básica en la superación de tales sentimientos, seremos el mejor modelo de referencia. Los miedos infantiles son frecuentes y normales, todos los niños manifiestan algún tipo. No existe una edad concreta para su aparición, un mediador de intensidad o un mismo motivo para que surjan. El miedo es una emoción natural con la que nuestros pequeños deben experimentar y que desaparecerá de forma natural a medida que crezcan.

Animo a mis hijos a que compartan sus miedos conmigo, ignorarlos no hará que desaparezcan. Les transmito que tenerlos es normal, que es un estado pasajero. Busco su complicidad para que me expliquen lo que les asusta, me esfuerzo a entenderlos, les animo que describan las emociones que les produce.

El mejor antídoto para ayudar a superarlos es ofrecerles una dosis extra de amor, afecto, protección, tranquilidad y confianza. Respeto el tiempo que necesitan para vencerlo y la forma de hacerlo. Pongo énfasis en felicitarles cuando son capaces de ponerle nombre al miedo, de compartirlo, de pedir ayuda, de buscar refugio entre mis brazos. Les encorajo a superarlos de la mano formando el mejor de los equipos. La complicidad será la clave para que se abran a nosotros, expliquen lo que les atemoriza, sin vergüenzas ni reproches.

Les ayudo a identificar sus miedos, a que sean cada vez menos intensos, a buscar la mejor estrategia para enfrentarnos a ellos. Les explico la diferencia que existe entre la realidad y la fantasía. Pintamos monstruos molones, leemos cuentos de niños que se enfrentan a sus temores, jugamos a espías o exploradores con nuestras linternas para vencer a la oscuridad o descubrimos de donde vienen los ruidos inesperados.

Buscamos un rincón mágico en casa donde explicamos nuestros secretos, donde los mimos, la ternura, la privacidad y la tranquilidad serán el sillón donde nos aposentemos.

Pongo los cimientos para que sean valientes fortaleciendo su autoestima, fomentando su independencia sin sobreprotegerlos. Les animo a que tomen sus propias decisiones, alabo sus esfuerzos, sus logros, recompenso con entusiasmo sus éxitos.

Nunca utilizo el miedo como una estrategia educativa explicando que si se portan mal vendrá el "hombre del saco". No les obligo a afrontar el miedo en solitario y les explico que mamá y papá a veces también tienen miedo. Les animo a utilizar la alegría, la seguridad, el humor o la risa como los mejores aliados para enfrentarse a la situación que temen. Inventamos juntos frases de valentía y coraje que nos ayudan a hacer frente al miedo.

Hijo recuerda siempre que lo verdaderamente importante no es si uno tiene o no miedo, sino lo que uno hace con su cobardía. El valor no es la ausencia del miedo, es la conquista de este.



divendres, 1 d’agost del 2014

MAMÁ, DÁME LA MANO

-       - Mamá, dame la mano, me pide Pol mientras no deja de temblar.

-       - ¿Estás seguro? No tienes porqué hacerlo, estamos muy altos.

-       - Lo se pero quiero intentarlo. Tú ayúdame a dar el primer paso y luego lo haré yo solo.

No paro de mirar hacia abajo. Yo también tengo miedo a caer, quizás me equivoqué animándole a subir hasta aquí. Le miro y veo el miedo en su cara pero a la vez también su ilusión para  seguir avanzando. Le recuerdo que el arnés no dejará que caigamos. No dice ni una palabra. Cuando le pregunto si está bien asiente con la cabeza sin dejar de avanzar. Tres metros y estaremos arriba del todo. No ha dejado de temblar en ningún momento. Pol tiene pánico a las alturas. Le miro y la emoción me invade.  Hoy me ha dado una buena lección de coraje y valentía.

            Llegamos al punto más alto y el monitor le pregunta si está preparado para saltar. Soy incapaz de mirar abajo, yo también siento pánico al estar tan alta, no paran de sudarme las manos. Él asiente con la cabeza, me mira emocionado, me guiña un ojo y al saltar grita soltando todo su estrés mientras saluda a su padre que le espera abajo emocionado. Me lanzo detrás de él y al llegar nos fundimos en un larguísimo abrazo. Noto que está empapado de sudor. En ese instante me doy cuenta que crecemos juntos día a día. Le susurro al oído que estoy muy orgullosa de él.

            Preparar a nuestros hijos a superar sus miedos no es una tarea sencilla. No resulta fácil encontrar las herramientas necesarias para enseñarles a hacer frente a las situaciones adversas de la vida. Ver sufrir a un hijo no es fácil pero debemos dejarles caer para poder ofrecer la oportunidad de aprender y superar los fantasmas que aparecen en el camino.

            Intento enseñar a mis hijos el valor que tienen la constancia y el esfuerzo  cuando intentamos superar nuestros miedos.  La importancia de aprender a marcarse objetivos realistas. Evito sobreprotegerles educándoles en la autonomía, les animo a probar, a esforzarse a conseguir las cosas por ellos mismos.  Les empujo a expresar sus  desasosiegos sin vergüenza ni ridículo. Compartir nos hace más fuertes.

            Les ofrezco mi afecto, protección, tranquilidad y confianza. Alabo sus esfuerzos, valentía y decisión. Les aliento a que se desprendan de la pereza sin permitir que les paralice el miedo a fallar, que admitan el error como base del aprendizaje.


            Fue capaz de confiar en sus posibilidades, de elevar su autoestima, de poner en práctica todo lo aprendido hasta el momento. Fue grande por su convicción a no encontrar nunca su límite. Su actitud me hizo infinitamente feliz.