Sònia

Sònia

dimecres, 23 de novembre del 2016

LA SUERTE DE VIVIR CON UN ADOLESCENTE

- ¿Por qué no dejas de mirarme?

- Porque me cuesta creer que hayas crecido tanto.

- ¿Te gustaba más cuando era pequeño?

- No, me hace realmente feliz verte tan mayor.

- ¿Aunque discutamos más que antes?

- Aunque en ocasiones nos cueste entendernos.

Tengo la suerte de vivir junto a un adolescente. Un joven con ganas de retar al mundo, de descubrir caminos, de perseguir sus sueños. La adolescencia es para mi la etapa más apasionante, un despertad a la vida lleno de ilusiones, miedos y emociones a máxima intensidad. Una edad en la que parece que todo se tambalea, donde crees que nadie te entiende, donde sientes que a menudo vas a contracorriente, donde te ves extraño al mirarte al espejo.

Es sin duda la etapa en la que siento que mi hijo más necesita de mi ternura, mi serenidad, mi presencia, que estemos en sintonía. Que precisa que le acompañe a cierta distancia, que me muestre confidente, que le deje espacio para probar. Aunque le cueste aceptarlo, aunque aparente que es autosuficiente, aunque rechace mis besos en público, necesita a mamá.

El trayecto donde más le hace falta que le repita que le amo sin condición, que le ayude a poner freno, que le haga creer en su potencial, que celebremos juntos cada pequeño logro conseguido. Que compartamos secreto, busquemos aficiones comunes y tiempo para conversar. 

Entenderé sus cambios de humor, su desconcierto, sus dudas e impertinencias. Sus tropiezos, la variabilidad a la hora de opinar, que ría y llore casi a la vez. Que en ocasiones hablemos idiomas distintos, que tenga que poner a prueba los límites, sus salidas de tono, que viva en constante ebullición. Comprenderé sus indecisiones, su fragilidad, su rebeldía y sus deseos de transgredir.

Le daré importancia a sus dudas, a sus intereses, a sus ganas de saber. Sonreiré cuando diga lo contrario a lo que piense, aprenderé a leerle entre líneas, a no perder la compostura, a descifrar sus necesidades. Entenderé que sus amigos sean a veces más importantes que sus padres, que necesite intimidad, que haya espacios que no quiera compartir. Aprenderé a llamar a la puerta de su habitación, a no interrogarlo, a dejar que tome decisiones.

Sabré que sus enfados piden a gritos más paciencia, más tiempo para aprender. Evitaré las etiquetas, las comparaciones, las críticas que destruyen o limitan, le explicaré que yo también fui una joven rebelde.

Le invitaré a que escribamos juntos las normas, pocas y claras, a pactar nuevas condiciones, a reorganizar las responsabilidades, a marcar juntos el ritmo. Aceptaré mis errores, agradeceré que me cuestione, aprovecharé también para crecer. Intentaré no contagiarle mis miedos, mis limitaciones, mis tareas por cumplir.

Pero seré firme cuando toque,  hablaré claro sin discursos, sin debatir lo que no es negociable, mantendré la calma cuando más lo necesite aunque tenga que contar hasta diez. Le recordaré sus obligaciones, no justificaré sus errores, dejaré que se equivoque y se caiga para que aprenda a avanzar. Le haré sentir, pensar, decidir aunque le incomode.

Aceptaré que cada vez necesite menos ir de mi mano, le ayudaré a reconocer sus miedos, a superar sus complejos. Le encorajaré a inventar su mundo, a dibujar como quiere que sean sus pasos, a seguir a su instinto. A no olvidar de sonreír a todo lo que le regale el futuro, con optimismo y mucha dedicación. Le recordaré a diario que los éxitos llegan de la mano del trabajo y la constancia, le animaré a soñar grande y a mirar el futuro con ilusión.


diumenge, 13 de novembre del 2016

HIJO, QUIÉRETE MUCHO

- ¿Tú siempre te gustas cuando te miras al espejo?

- No siempre.

- ¿Y qué haces cuando eso pasa?

- Averiguar cómo puedo cambiarlo.

- ¿Y si a los demás no les gusta el cambio que tú decides hacer?

- Sólo yo tengo el poder de decidir quién quiero SER.

Lo mejor que puedo enseñarle a mi hijo es a QUERERSE MUCHO. Sin reproches, excusas, ni desprecios. A mirarse al espejo con valentía, sin críticas despiadadas, etiquetas o  justificaciones.  A reflejarse en él sin complejos, sin limitaciones, sin pretender ser algo que no siente. A prohibirse verse pequeño, a aprender a quererse con avaricia, con cariño, aceptando las cicatrices que en ocasiones la vida regala.

A hablarse con palabras bonitas, con dulzura, sin engaños, sin encogerse cuando las cosas se empiezan a tambalear. A mirar bien adentro, a conocerse sin miedo al ridículo, a desafiar a los que no crean en él. A creer en él exprimiendo cada experiencia sin olvidar NUNCA que a la única persona que no debe defraudar es a ÉL MISMO.

A quererse sin condición, a valorar cada batalla ganada, a nadar a contracorriente cuando sea necesario, a PISAR sin miedo. A esforzarse aunque duela, sin mediocridad y paciencia. A sentirse INMENSO en cada amanecer, a sorprenderse a diario, a cambiar las circunstancias cuando haga falta. A vivir sin copiar, sin reproducir como otros viven. A no cansarse jamás de trabajar por aquello que le hace emocionar aunque los demás no lo entiendan.

Le entrenaré a diario a tratarse con RESPETO, a ser amable con sus imperfecciones, a saber que tiene derecho a sentirse frágil o vulnerable. A permitirse titubear, a no verlo claro, a aprender a pedir ayuda sin pudor al qué dirán. A ser irreverente con los que no se atreven, a no pedir permiso ni licencias, a ser siempre la mejor VERSIÓN de él mismo.

Le ayudaré a BUSCAR su potencial sin pereza, a amar sus rarezas, a creer en sus capacidades. A valorar cada pequeño paso, a ver en las dificultades una nueva oportunidad, a no postergar el cambio cuando haga falta. A tomar las riendas de su vida, a VIVIR COMO SUEÑA, a no acumular tareas pendientes, a no esperar aprobaciones.

Le acompañaré hasta que se convierta en su MEJOR compañero de viaje, su gran aliado. Hasta que sea fiel a sus valores, auténtico, convirtiéndose en su mejor visionario, sobresaliendo de él mismo sin sucedáneos. A vivir con coraje, a alejarse de los que no suman, a apostar a fuego por cada uno de sus retos. A SABER que merece todo lo bueno que les ocurre.

Con ternura y afecto le recordaré a diario que me gusta por lo que ES y NO por lo consigue, por lo que significa en mi vida, asegurándome que sabe que CREO ciegamente en él. Sin transmitirle mis dudas o miedos, sin que le ahogue mi exigencia, dejando que se caigan y se enfrente a sus retos. Potenciando más que frenando, dándole tiempo para estar preparado, enseñándole a SOÑAR GRANDE.

Hijo,  aquel día en el que sientas que te QUIERES SIN CONDICIÓN estarás preparado para hacer que las cosas sucedan, para conseguir propósitos fascinantes, para hacer mucho ruido y ser gigante. No olvides nunca que no hay nadie como TÚ.


dimarts, 1 de novembre del 2016

EXPRIME EL TIEMPO

- Mamá, ¿a ti te preocupa lo que puede pasar mañana?

- No demasiado.

- ¿Y si no pasa lo que tú esperas?

- Intentaré adaptarme a lo que llegue.

- ¿Y no te gustaría poder controlar el tiempo?

-  La vida perdería toda su espontaneidad.

- Ya, pero así  pasaría únicamente lo que deseamos.

- ¿Sabes qué? lo mejor que podemos hacer es dedicar toda nuestra energía a aprender a disfrutarlo.

El tiempo es nuestra mercancía más preciada, nuestro mejor valor, aquello que nos iguala. Da igual el éxito del que disfrutemos, el dinero que tengamos en nuestra cuenta corriente o nuestra posición social. Sea cual sean nuestras raíces, se detiene a la misma velocidad. Puede desaparecer en milésimas de segundo y es entonces cuando nos hacemos diestros en lamentar.

Nuestra torpeza a menudo hace que se nos escurra entre los dedos como el agua de un manantial, que se nos escape a diario con brutal estupidez. Un compañero de viaje al cual valoramos únicamente cuando algo está a punto de arrebatárnoslo, cuando lo que sucede nos pone contra las cuerdas, nos acerca al acantilado. Somos verdaderos expertos a la hora de malgastarlo, en perder cartuchos que no volverán a recargarse, en dejar pasar el tren siendo muy conscientes que no volverá.

Deberíamos aprender a concentrarnos en nuestras prioridades, en invertir toda nuestra energía en aquello que nos hace realmente feliz. En planificar y definir qué es lo realmente importante, priorizando los compromisos con uno mismo. Siendo leales a nuestras corazonadas, eliminando lo que nos resta, aquello que se lleva nuestro entusiasmo.

Aprendamos a decir NO, a descartar dudas o titubeos porque los otros no lo ven claro, a intentar dar explicaciones de todo lo que nos mueve por dentro. A llenar de excitación todo lo que tenemos entre manos, a soñar grande. Démosle la espalda al fracaso con el trabajo como mejor aliado, invirtiendo cada minuto en mejorar, a vibrar con cada uno de nuestros proyectos. Forcémonos a hacer cosas nuevas, a picar nuevas puertas sin miedo al rechazo, aunque nuestra zona de confort nos recuerde el riesgo.

Vivamos sin relegar ningún deseo, dominando cada segundo, pintando con nuestro propio color el camino. Sin mapas que nos encadenen, confiando en el instinto, seleccionando los mejores compañeros para nuestro viaje. Aprendamos a no guardar nada por si todo cambia, a vivir el presente sin peros ni excusas, saboreando cada regalo que la vida nos ofrece a diario. Sintamos esos pequeños detalles que erizan nuestra piel, que le dan sentido a todo lo que hacemos, que nos empujan a seguir dando pasos.

Aprendamos a aflojar el ritmo, a dar las gracias, a centrarnos en lo que tenemos y no en lo que anhelamos. A dedicar todo nuestro esfuerzo a cultivar el alma, a dejarnos sorprender por la incertidumbre, a hacer aquello que los otros no se atreven. A no vivir la vida de otra persona, a no permitir que se apoderen de él sin permiso o lo llenen de distracciones banales, excusas o pleitos.

Escuchemos al alma cuando nos diga que no quiere detenerse, a hacer cosas que nos embelesan, a jugar correctamente nuestras cartas para que no llegue un día que debamos lamentarlo.

Hijo, somos un instante en el tiempo pero nunca olvides que nuestro impacto es para siempre.