- Validar emociones es la mejor manera de acompañar y querer sin condición.
- El apego seguro es el cordón umbilical del amor.
Prestamos poco interés a nuestras emociones cuando en realidad somos un revoltijo de ellas. Las emociones condicionan nuestra forma de mirar el mundo, agitan nuestras ilusiones, nos hacen tomar decisiones desde el corazón. Son capaces de sacar de nosotros lo mejor y lo peor.
Si algo ha marcado estos días de confinamiento ha sido la intensidad en la que hemos vivido cada una de nuestras emociones. El miedo, la incertidumbre o la frustración nos han acompañado día y noche pero también la esperanza, la admiración o la gratitud. Conjugar ambos estados emocionales tan ambivalentes nos ha generado mucho desconcierto.
Nuestros pequeños también han experimentado este carrusel de emociones y han observado como nosotros les hacíamos frente. A pesar de haber demostrado gran capacidad de adaptación muchos de ellos se encuentran en un momento de elevada reactividad emocional mostrándose mucho más sensibles, irritables o miedosos.
Con problemas para conciliar el sueño, para respetar las normas, para hacer las tareas con concentración.
Ahora más que nunca la EDUCACIÓN EMOCIONAL debería convertirse en el centro vertebrador de nuestro acompañamiento, un aprendizaje centrado en poner en comunión mente y sentimiento, en encontrar el equilibrio en el sentir.
Un aprendizaje que les permita entender lo que les recorre por dentro, que les haga sentir que entendemos las emociones por las que transitan, que les enseñe a hacer frente a todos los retos que la vida les regala a diario.
¿Cómo podemos ayudarles en esta GESTIÓN EMOCIONAL?
1. Creemos espacios diarios donde puedan expresarse con libertad y compartir todo aquello que sienten, necesitan o les preocupa . Momentos llenos de confianza donde nos mostremos empáticos y comprensivos con todo aquello que nos explican.
2. Enseñémosles a escuchar y comprender todo aquello que sienten. A etiquetar las emociones para que puedan adueñarse de ellas y legitimarlas, aprendiendo a regular sus efectos desde la calma y la reflexión.
3. VALIDEMOS cada una de sus emociones sin juzgarlas. Sintonizando con ellos y potenciando el autoconocimiento y la autoregulación.
3. Expliquémosles que no hay emociones buenas ni malas, todas son necesarias. Ayudémosles a potenciar las emociones agradables a través de actividades que les generen alegría: jugar, cantar, la práctica deportiva... Potenciemos mucho su automotivación e iniciativa personal.
4. Acompañémosles desde el RESPETO y la CALMA con miradas que entiendan, con abrazos que arropen, con besos que reconforten. Respetemos ritmos y valoremos todos los esfuerzos.
5. Enseñémosles a ser agradecidos, a interesarse por los que los otros sienten, a escuchar activamente.
6. Establezcamos límites claros, concretos y estables que les proporcionen seguridad y protección. Reforzando las conductas positivas y ayudándoles a reconducir las poco acertadas.
7. Seamos un modelo positivo en la gestión de nuestras propias emociones compartiendo con ellos lo que sentimos de manera saludable, con actitud positiva, mostrándoles nuestras herramientas de autorregulación emocional.
8. Estemos siempre atentos a las señales de alarma que nos informan que algo no va bien. Las rabietas, los lloros, los enfados constantes nos explican que hay emociones no resueltas que nuestros hijos necesitan solucionar.
3. VALIDEMOS cada una de sus emociones sin juzgarlas. Sintonizando con ellos y potenciando el autoconocimiento y la autoregulación.
3. Expliquémosles que no hay emociones buenas ni malas, todas son necesarias. Ayudémosles a potenciar las emociones agradables a través de actividades que les generen alegría: jugar, cantar, la práctica deportiva... Potenciemos mucho su automotivación e iniciativa personal.
4. Acompañémosles desde el RESPETO y la CALMA con miradas que entiendan, con abrazos que arropen, con besos que reconforten. Respetemos ritmos y valoremos todos los esfuerzos.
5. Enseñémosles a ser agradecidos, a interesarse por los que los otros sienten, a escuchar activamente.
6. Establezcamos límites claros, concretos y estables que les proporcionen seguridad y protección. Reforzando las conductas positivas y ayudándoles a reconducir las poco acertadas.
7. Seamos un modelo positivo en la gestión de nuestras propias emociones compartiendo con ellos lo que sentimos de manera saludable, con actitud positiva, mostrándoles nuestras herramientas de autorregulación emocional.
8. Estemos siempre atentos a las señales de alarma que nos informan que algo no va bien. Las rabietas, los lloros, los enfados constantes nos explican que hay emociones no resueltas que nuestros hijos necesitan solucionar.