Sònia

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dimarts, 30 d’abril del 2024

COMO AFRONTAR LAS FALTAS DE RESPETO EN LA ADOLESCENCIA

Déjame en paz, eres una pesada, no te soporto”. Seguramente si eres madre o padre de un adolescente, en algún momento de ira, tu hijo te ha dicho alguna frase parecida mientras se encerraba en su habitación dando un portazo.

Como bien sabes, la adolescencia es una etapa convulsa muy difícil de acompañar desde la calma y la empatía. Unos años donde tu hijo debe enfrentarse a una gran cantidad de cambios físicos, psicológicos, sociales y emocionales que le producen mucha inseguridad e irritabilidad.

Si algo caracteriza esta etapa son las discusiones que se desencadenan en casa. Broncas casi constantes que explotan cuando tu hijo no cumple las normas pactadas o no es capaz de modular correctamente sus emociones. Unas disputas en las que en ocasiones os gritáis, amenazáis o os decís cosas que hieren al otro. Conflictos desagradables que llenan a tu hijo de incomprensión e ira y a ti de culpa e impotencia.

El conflicto es inherente a la vida y es a través de él que aprendemos a lidiar con un sinfín de situaciones y a reflexionar sobre nuestras necesidades y las de las personas que nos acompañan a diario. Como adultos no podemos permitir que se nos vayan de las manos ni permitir que se llenen de respeto.
En muchas ocasiones la falta de recursos ante estas situaciones te hacen adoptar una comunicación violenta normalizando las palabras fuera de tono o las conversaciones llenas de órdenes, reproches o juicios de valor. Esta forma de relacionarte con tu adolescente le crea un gran malestar emocional y le hace sentir que no le entiendes.

Seguro que te cuesta entender por qué tu hijo paga contigo su frustración o alzándote la voz o mostrándose tan desagradable. Porque se muestra tan irreverente e irascible cuando no consigue lo que se propone y le cuesta tanto escuchar tus opiniones o sugerencias. Tu adolescente se ha convertido en un joven rebelde y desafiante pero eso no significa que ya no necesite tu cariño y comprensión.
Si algo necesita tu hijo en esta etapa es que le enseñes a controlar su ira y a hacer frente a su inseguridad con tu paciencia y comprensión. Que le ayudes a entender en mundo de los adultos y a hacer frente

Estos conflictos rompen vuestro vínculo yos alejan creando una barrera de incomunicación.
Los conflictos en esta etapa se producen porque nuestros adolescentes necesitan abandonar el nido y esto implica un importante reajuste personal y familiar. Nuestros hijos e hijas buscan su reafirmación, su lugar en el mundo, su libertad para pensar, hacer o decidir qué desean hacer, para empezar a vivir con más libertad y sentir a su manera.

La comunicación debe continuar siendo uno de los pilares más importantes en nuestro acompañamiento durante esta etapa y por esta razón debemos encontrar estrategias que nos permitan crear nuevos canales de comunicación. Es esencial que nuestros adolescentes se sientan escuchados, reconocidos, y respetados.

El modo en el que hablemos a nuestros hijos será un factor clave para ayudarles a desarrollar su personalidad y una sana autoestima y para aprender la forma más idónea para relacionarse con otras personas. Los conflictos no son buenos ni malos, si conseguimos hacerles frente desde la calma, se convertirán en una magnífica oportunidad para aprender y crear conexión. El problema no reside en lo que decimos sino en la forma en la que lo hacemos.

Nuestros adolescentes necesitan sentir que estamos a su lado sin condición, que les escuchamos con mucho respeto, que existen los límites, que entendemos que para ellos no es nada fácil hacerse mayor. Que establecemos unas expectativas acertadas hacia ellos y tenemos muy en cuenta sus necesidades o opiniones.

Una comunicación afectiva y respetuosa con nuestros adolescentes nos permitirá mostrarnos empáticos y hacer sentir a nuestros hijos que pueden contar con nosotros para todo aquello que necesiten. Un modelo de comunicación no violenta nos permitirá comunicarnos con ellos desde la eficacia y la empatía respetando tanto las necesidades de nuestros hijos como las nuestras.

Una buena comunicación proporcionará a nuestros hijos un mayor bienestar emocional, mejores niveles de autoestima, un autoconcepto más ajustado y un alto desarrollo moral y social. Les permitirá desarrollar estrategias de comunicación y resolución de conflictos.

¿Cómo podemos conseguir una comunicación eficaz y respetuosa con nuestros adolescentes?

1) Hablando siempre desde el respeto y el amor incondicional. Eliminando de nuestras conversaciones los improperios, las críticas desmesuradas, los juicios de valor y comparaciones y las etiquetas que tanto dañan a nuestros hijos e hijas. Utilizando un lenguaje lleno de respeto y grandes dosis de afectividad.

2) Siendo accesibles, estando presentes y disponibles. Buscando espacios para poder hablar sin prisas y escucharles con interés para que puedan compartir con nosotros todo aquello que les gusta o les preocupa respetando la intimidad que necesitan, sus ritmos vitales y estados anímicos.

3) Dialogando con ellos con ganas de entendernos, sin interrogaciones, ironías o comparaciones. Abriendo conversaciones bidireccionales y eliminando los gritos o las palabras mal sonantes cuando haya momentos complicados. Ayudándoles a identificar y gestionar las emociones por las que transitan desde la calma y la responsabilidad.

4) Explicándoles todo lo que nos gusta de ellos, aceptándoles tal y como son. Valorando sus esfuerzos y logros, ofreciéndoles nuestra ayuda siempre que lo necesiten. Recordando los límites y escuchando sus quejas con cariño, sus propuestas y necesidades. Teniendo muy presente las características propias de la etapa.

5) Dejando que tomen sus propias decisiones y que se hagan responsables de las consecuencias de sus conductas. Estableciendo normas y límites consensuados que deben cumplir con respeto.

6) Siendo el mejor ejemplo comunicativo que puedan tener, gestionando correctamente nuestros propios conflictos, controlando nuestra ira y ofreciendo soluciones desde la calma, el amor y la comprensión.

Observemos con paciencia y cariño a nuestros adolescentes para poderles ofrecer toda la seguridad y apoyo que necesitan en esta etapa tan convulsa pero a su vez importante y necesaria.

Dar una paga semanal y otras claves para enseñar a los hijos educación financiera

La educación financiera continúa siendo una asignatura pendiente en el sistema educativo de España. Seguimos a la cola de los países que realizan una buena formación financiera a sus estudiantes. Una materia que sigue sin aparecer en los planes de estudios de la Educación Primaria y muy vagamente se trabaja durante la Secundaria. Por lo tanto, tenemos una escuela que no prepara a los niños y jóvenes en la planificación y gestión de sus fianzas. Algo importante para su futuro.

En una sociedad como la nuestra, sumamente consumista, exigente y que va a una velocidad vertiginosa, es de vital importancia que los niños, desde pequeños, aprendan el valor del dinero y adquieran hábitos financieros saludables. No solo para aprender a gestionar correctamente su dinero, sino también para desarrollar su capacidad de retrasar la gratificación y la capacidad de ahorro. Una cultura financiera que les permita adquirir los conocimientos, habilidades, actitudes y comportamientos necesarios para poder gestionar sus finanzas personales.

La educación financiera es un elemento crucial para el desarrollo de una sociedad equitativa y próspera. Sus beneficios son múltiples, destacando la sustentabilidad económica, la planificación a corto y largo plazo y la toma de decisiones informadas y responsable en ámbitos mercantiles. 

Una educación esencial para el bienestar económico y la estabilidad tanto a nivel individual como colectivo. Se sabe que esta falta de alfabetización financiera tiene efectos importantes en el bienestar de la persona a lo largo de su vida, creándole mucha vulnerabilidad económica y provocando que sus gastos sean más impulsivos e innecesarios. Esta desinformación puede llevar a tomar malas decisiones que terminarán afectando el bienestar personal y familiar. La falta de formación puede provocar que el niño, en un futuro adulto, acabe asumiendo hipotecas de alto riesgo, caiga en fraudes, sea víctima de créditos con tasas de interés abusivas o realice inversiones económicas arriesgadas.

Desde una edad temprana es esencial enseñar al niño cómo funcionan los mercados financieros y cómo las decisiones económicas que vaya tomando, en su día a día, pueden afectar en su vida. Cuando un menor sea capaz de gestionar su propio dinero, le dará el valor que merece, sabrá invertirlo y ahorrarlo adecuadamente. Una buena educación financiera permitirá al niño valorar aquello que compra o ya tiene y, en un futuro, tener una buena estabilidad económica, adquirir las habilidades y conocimientos necesarios para administrar su dinero de manera efectiva y comprender el mundo de la inversión y las oportunidades que este puede ofrecer. Le dota de autoconocimiento e independencia, potenciando su autoestima, ambición y mejorando su calidad de vida y sus relaciones sociales.


dijous, 11 de gener del 2024

"EL PRIVILEGIO DE VIVIR EN UN ADOLESCENTE" ENTREVISTA EN EL PROGRAMA DE TELEVISIÓN "LA AVENTURA DEL SABER"

 El pasado 9 de enero tuve el privilegio de ser entrevistada por el periodista Federico Cardelús en el programa "La aventura del saber" de TV2.

La entrevista giró entorno al tema de la adolescencia y en ella hablamos sobre mi libro "El privilegio de vivir con un adolescente" de la editorial Destino.

Podéis perla pinchando en el siguiente link: 

https://www.rtve.es/play/videos/la-aventura-del-saber/aventura-del-saber-sonia-lopez-privilegio-vivir-adolescente/7052240/




Si quieres que tu hijo sea feliz, hazle responsable de sus cosas

 Si hay algo que agota a las familias en su día a día en casa es tener que repetirle a sus hijos, una y otra vez, que cumplan con sus obligaciones. Que se hagan responsables de sus tareas sin que mamá o papá, a modo de disco rayado, se lo tengan que repetir. Una irresponsabilidad que genera muchos conflictos y mal humor en la convivencia y que provoca un gran agotamiento a la hora de educar.

Los deberes del colegio, que recojan el cuarto de baño después de ducharse, que mantengan un mínimo de orden en su habitación, que realicen las tareas escolares o que pongan correctamente la mesa antes de empezar a comer son algunas de las responsabilidades que a los niños o jóvenes les cuesta mucho asumir.


La responsabilidad es uno de los valores más importantes que las familias deben educar. Es proceso largo y costoso que conlleva mucha paciencia y confianza. Supone no hacer por los hijos lo que son perfectamente capaces de hacer por ellos mismos, aunque en muchas ocasiones, eso suponga que las cosas se hagan a un ritmo mucho más lento de lo que esperamos y con una calidad peor. Una tarea a largo plazo que ayudará a los niños y jóvenes a desarrollar habilidades sociales, personales y a establecer buenas relaciones con su entorno. Que les enseñará a comprometerse con aquello que quieren y a trabajar duro hasta conseguirlo.


Ser responsable implica comprometerse, ser perseverante y cumplir puntualmente con todas las obligaciones que tengas sin depender que otros te lo recuerden o te lo exijan. Es la capacidad de asumir las consecuencias de las propias acciones y decisiones, buscando un bien propio y común. Para que un niño sea responsable necesita adultos que confíen en él, que le ayuden a ir ganando confianza en sí mismo a través del reconocimiento de las propias habilidades, que le expliquen que el error es parte imprescindible en el proceso de aprendizaje y que le regalen el tiempo que necesita para aprender.


La responsabilidad se va adquiriendo poco a poco de acuerdo al desarrollo evolutivo de cada niño a través de la imitación y la aprobación de los demás. Existen varios factores que influirán en su adquisición: el modelo educativo en el que es criado el niño, la personalidad de cada individuo o el nivel de exigencia de los adultos que le acompañan.

Un niño responsable poseerá las herramientas necesarias para poder construir una buena identidad, se mostrará seguro de sí mismo, poseerá una buena autoestima, será capaz de decidir qué debe hacer y cuando y de reflexionar antes de actuar y tomar decisiones. Será una persona que disfruta de todo aquello que hace y reconoce sus errores sin sentirse avergonzado.


En cambio, cuando un niño no tenga responsabilidades mostrará muchas dificultades para saber lo que debe o no hacer, será muy dependiente de los adultos y no aceptará sus tropiezos. Será una persona miedosa y desconfiada a la que le costará establecer relaciones sociales sanas y siempre le echará la culpa de sus problemas a los demás.


Seguir leyendo: https://elpais.com/mamas-papas/familia/2024-01-10/si-quieres-que-tu-hijo-sea-feliz-hazle-responsable-de-sus-cosas.html

Cómo mejorar la convivencia con tu hijo adolescente esta Navidad: interesarte por su vida y tener en cuenta sus necesidades

 A la mayoría de familias con hijos adolescentes en casa les invade la nostalgia cuando se acercan las fiestas de Navidad. Jamás se hubiesen imaginado que echarían tanto de menos hacer junto a sus niños largas colas para entregar la carta al paje Real y hablar con los Reyes Magos, las peripecias en casa para esconder bien los regalos y no ser descubiertos o los festivales del colegio que duraban toda la tarde donde tocaba escuchar villancicos algo desafinados.

Cierto es que las fiestas navideñas, cuando los hijos son pequeños, son agotadoras y estresantes, pero también son mágicas, tiernas y sumamente emocionantes. Ninguna mamá o papá borra jamás de su memoria la cara de su hijo cuando descubre el árbol repleto de regalos el día de Navidad o el día de Reyes, o al comprobar cómo los camellos se han bebido toda el agua y comido todo el pan que les había dejado.


Cuando llega la adolescencia, las Navidades en casa cambian mucho. El joven ya no desea que lleguen estas fechas para recibir sus juguetes o decorar el árbol, sino para descansar después de un largo primer trimestre escolar y quedar con sus amigos para ir de compras o salir de fiesta. Atrás quedaron los planes en familia para ir a ver las luces navideñas de la ciudad, patinar sobre hielo, las tardes dedicadas a la decoración, escribir la carta a sus majestades o aprender el verso de Navidad para recitarlo ante los tíos o los abuelos.

Será muy normal que el adolescente muestre poco interés por celebrar la Navidad en familia y se le hagan muy pesadas o aburridas las largas sobremesas de las celebraciones familiares. La adolescencia es el período de desarrollo donde el joven necesita pasar el máximo de tiempo posible junto a sus iguales compartiendo aficiones y confidencias y las vacaciones son el mejor momento.



Las familias deben entender que los adolescentes necesitan celebrar estas fiestas de forma muy diferente y que no pueden pasarse todas las celebraciones dando órdenes a sus hijos: “Compórtate bien cuando vengan los tíos a casa que te conozco”, “vístete de otro modo que van a pensar que no tienes ropa decente” u “ordena tu habitación que entrarán a verla y no quiero que piensen que somos unos desordenados”. Unas frases que lejos de que los jóvenes hagan caso solo lograrán que se creen conflictos constantes en el hogar. Si las familias quieren disfrutar de las fiestas con tranquilidad y armonía, deberán entender que este necesitará vivir estos días a su ritmo.


Consejos para disfrutar de la Navidad en familia con hijos adolescentes:

  1. Interésate por los planes que ya tiene programados con sus amigos y muestra interés cuando te explique lo importantes que son para él. Proponle alguna actividad que le pueda parecer atractiva para hacer con el resto de la familia algún día de las vacaciones navideñas: ir a ver algún estreno de cine o de teatro, descubrir algún restaurante nuevo de la ciudad, practicar algún deporte de invierno o visitar alguna ciudad con algún parque temático. Si padres y madres tienen en cuenta sus gustos o intereses y logran sorprenderle, será mucho más fácil que quiera disfrutar de este tiempo de calidad juntos.
  2. Involúcrale en la organización de las fiestas en casa: pídele que te ayude a elaborar el menú de la cena de Nochebuena; que venga a comprar los regalos de otros miembros de la familia o que ayude a decorar la mesa a su manera. Los progenitores deben transmitirle que su presencia e implicación es muy importante para el resto de la casa.
  3. Continuar leyendo: https://elpais.com/mamas-papas/expertos/2023-12-24/como-mejorar-la-convivencia-con-tu-hijo-adolescente-esta-navidad-interesarte-por-su-vida-y-tener-en-cuenta-sus-necesidades.html

dimarts, 5 de desembre del 2023

Niños altamente sensibles: la necesidad de entender este rasgo de personalidad para que puedan ser felices

Llantos frecuentes, berrinches incontrolados, emociones intensas, hipersensibilidad a los sonidos o a los olores, pánico a acercarse a desconocidos, negación a probar un alimento por su textura o a ponerse una prenda de ropa con un tejido que pica o molesta. Estas son algunas conductas que alertan de que nuestro hijo podría ser un niño con alta sensibilidad. Unas conductas que nada tienen que ver con que actúe de forma caprichosa, que actúe de forma exagerada o quiera llamar la atención del adulto en todo momento.

Las personas PAS (niños o jóvenes con alta sensibilidad o altamente sensibles) no sufren ninguna enfermedad o trastorno psicológico. El NAS (rasgo de personalidad de niños y niñas altamente sensibles) , definido por primera vez en 1991 por la psicóloga e investigadora estadounidense Elaine Aron, es un rasgo de personalidad hereditario que se manifiesta desde muy temprana edad y que puede afectar a uno de cada cinco niños. Una característica que condiciona su desarrollo y la manera en la que perciben y sienten las cosas, aprenden y se relacionan con su entorno.


El niño o joven NAS tiene un sistema sensorial muy agudo siendo capaz de captar pequeños detalles que otras personas no observan. A través de unos sentidos muy desarrollados procesan cognitivamente la información sensorial, social y emocional con más profundidad. Perciben el mundo de manera distinta y eso condiciona la forma en la que van construyendo su propia identidad. Suelen mostrar sensibilidad a estímulos externos: mostrarse muy incómodos ante los ruidos estridentes, con la intensidad de la luz o los lugares donde se aglomera mucha gente.


Tienden a ser niños y jóvenes muy reflexivos, cariñosos, intuitivos y poco impulsivos. Necesitan analizar todo aquello que pasa a su alrededor con detenimiento y buscar respuesta a aquello que no comprenden. Con un mundo interior muy rico, viven inmersos en un mar de sentimientos y pensamientos. Esta hipersensibilidad les permite disfrutar de la belleza, la bondad o la naturaleza y ser muy creativos llamándoles mucho la atención la música y el arte.


Por otro lado, experimentan el miedo, los celos, la tristeza, la frustración, la rabia o la injusticia de forma muy intensa, llegándose a sentir abrumados o inmensamente incomprendidos. Unas emociones que pueden afectarles a la hora de tomar decisiones, comportarse en el colegio o en casa o relacionarse con los demás. Son niños y jóvenes que pueden llegar a sentirse solos, incomprendidos y superados por los estímulos que les rodean. Por esta razón es tan importante que desde bien pequeños sientan el calor y la empatía de las personas que les quieren, que les eviten situaciones estresantes y que les ayuden a desarrollar estrategias para mesurar la importancia de las cosas.


Claves para poder acompañar un niño o joven PAS desde la comprensión y la serenidad:

  1. Integrar este rasgo de personalidad en su vida para que pueda vivir de una manera equilibrada. Aceptándole tal y como es, sin compararlo con otras personas o sobreprotegerlo, atendiendo sus necesidades. Sentirse aceptado y comprendido le permitirá construir una autoestima sana y pedir ayuda siempre que lo necesite sin sentir vergüenza.
  2. En edades tempranas, controlar mucho el uso de las pantallas y todo el contenido que pueda ver a través de internet o en la televisión. Cualquier imagen o noticia puede desestabilizarlo y afectarle creándole mucha inseguridad y miedo.

Tres claves para fomentar el juego en la infancia y por qué hay que hacerlo

Al igual que los adultos, los niños deben cumplir con una agenda repleta de actividades. Entre las horas que pasan en la escuela, las actividades extraescolares y los deberes que tiene que hacer en casa les queda muy poco tiempo libre para jugar con libertad o tranquilidad. Y esa es una actividad principal en la infancia que responde a la necesidad humana de mirar, tocar, curiosear e inventar.

En las últimas décadas, la cantidad de tiempo que los niños dedican al juego ha ido disminuyendo progresivamente. Muchos han sido los factores que han influido: menos lugares seguros en las grandes ciudades para jugar en la calle, horarios escolares y familiares sumamente estructurados, saturación de actividades complementarias o el aumento del uso de los dispositivos digitales desde edades bien tempranas.

El juego es una actividad natural, universal y espontánea que a lo largo de la historia de la humanidad ha estado siempre presente en todas las civilizaciones. La pedagoga y científica María Montessori decía: “El juego es el trabajo de los niños”, una actividad fundamental para su desarrollo y el aprendizaje significativo. 


En 1989, en la convención de los Derechos del Niño, se definió el juego como un derecho fundamental porque la vida infantil no se puede concebir sin él. Más que una simple oportunidad para la diversión y el ocio permite que los pequeños se desarrollen correctamente, crezcan de manera sana y armoniosa. En los primeros meses de vida el juego está relacionado con el descubrimiento del propio cuerpo. A medida que el chico crece, el juego irá tomando un carácter mucho más socializador. 

El niño empezará a relacionarse con los demás, descubrirá los límites de su entorno y buscará aliados para divertirse. Así que la tipología de juego irá cambiando con la edad, pero la necesidad de jugar no desaparecerá, sino que se irá transformando. El juego estará más centrado en los sentidos y el movimiento cuando el niño sea más pequeño y evolucionará hacia el juego social en las etapas más avanzadas.

Dedicar tiempo al juego mejora las capacidades de los niños para relacionarse con los demás, planificar, organizar y regular las emociones. Jugando imitan la realidad en la que viven, ensayan situaciones futuras a la vez que aprenden a resolver conflictos y expresan sentimientos. Es una actividad que protege y ayuda a enfrentar situaciones de estrés. 


A través de él, los pequeños exploran el entorno, potencian su imaginación y creatividad, expresan su particular forma de ver el mundo y mejoran su capacidad lingüística y su vocabulario. Aprenden también a esperar y respetar turnos y muchos valores como la colaboración, el respeto, la bondad, la paciencia o el esfuerzo.