Sònia

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diumenge, 21 de març del 2021

EDUCAR EN EL AGRADECIMIENTO, PILAR PARA LA FELICIDAD

Vivimos en la sociedad de la sobreabundancia, donde parece que tenemos de todo y todo pasa demasiado deprisa. Hemos dejado de valorar o reconocer lo bueno que nos sucede, de agradecer lo mucho que tenemos, de saber valorar lo privilegiados que somos. La inmediatez, la forma inadecuada en la que leemos la vida nos ha condenado a una insatisfacción perpetua.

Nos hemos vuelto unos auténticos expertos en enfocarnos en lo negativo, restando valor a lo que conseguimos, centrándonos únicamente en lo que nos falta. Pensando siempre que no tenemos suficiente, deseando justo lo que nos falta, envidiando la buena suerte de los demás. Mostrando mucha dificultad para vivir en el aquí y el ahora.

Tuve la suerte de tener una maestra de historia del arte que me regaló uno de los aprendizajes más importantes de mi vida. Me enseñó que la gratitud es la mayor de las virtudes, el pilar del bienestar. Que es la memoria del alma, aquella que abre la puerta a la felicidad.

Sin duda el propósito más importante para todas las familias es que sus hijos sean felices. Y esa felicidad pasa por conseguir desarrollar en ellos el hábito de agradecer y sentirse agradecido, base de la educación emocional. A ser agradecido se aprende y cuando más se practique a diario mejor se integrará en la personalidad.

Ser agradecido es esencial para poder apreciar y disfrutar plenamente de la vida y de las personas que la comparten con nosotros. Para vivir con atención plena apreciando cada detalle del día al día, centrándonos en lo que nos hace sentir bien. Para ser capaces de valorar lo que somos, lo que conseguimos, lo que tenemos. 

El agradecimiento nos hace vivir en armonía y con un alto grado de satisfacción, regala paz a nuestro presente y optimismo a nuestro futuro. Predispone el corazón al asombro, a saber valorar cada pequeño detalle con el que nos obsequia la vida a diario. Dar las gracias nos conecta con nosotros mismos, nos energiza, nos engrandece.

El agradecimiento es la emoción más saludable y enriquecedora para el organismo. Es la virtud de reconocimiento, valoración y respuesta justa. Además de hacernos sentir bien, es buena para la mente y el cuerpo. Pocos valores hay más beneficiosos.

Numerosas son las ventajas que el agradecimiento tiene sobre nuestra salud, conducta y química interna. El agradecimiento potencia nuestra ilusión, nos genera tranquilidad, mejora nuestro descanso y ayuda a disminuir los niveles de estrés y depresión liberando endorfinas y oxitocinas.

Practicarlo mejora nuestro autoconocimiento y autorregulación emocional, potencia nuestra autoestima y fortalece nuestro sistema inmunológico.

El agradecimiento nos conecta con el amor, con la paz, la seguridad y la confianza. Con la abundancia, la positividad y la alegría interna. Tiene un poder sanador y empático para quien lo da y lo recibe.

Los niños educados en el agradecimiento son mucho más empáticos, aprenden a sacar lo mejor de los demás y desarrollan un liderazgo positivo. Son menos negativos, posen mejores conexiones interpersonales y muestran mayor tolerancia a la frustración.

Educar en el agradecimiento es enseñar a sentir el privilegio de vivir, soñar y amar. A apreciar los pequeños detalles, la belleza de las cosas simples, a aprender a ser feliz sin que haya ocurrido nada extraordinario. A valorar a las personas que nos cuidan y nos acompañan. 

Se educa el agradecimiento con nuestro ejemplo diario, con paciencia y perseverancia. Siendo muy conscientes que va mucho más allá que simplemente dar las gracias.

 ¿Cómo podemos conseguirlo?

1    Siendo conscientes de la importancia que tiene este valor como estrategia para superar dificultades y los beneficios que nos aporta como método de sanación, estabilidad y consciencia positiva.

2.   Convirtiéndonos en el mejor modelo de conducta que puedan tener nuestros pequeños: dando las gracias siempre que podamos, compartiendo con ellos todo lo que conseguimos gracias a nuestro fuerzo, explicándoles lo feliz que nos hace tener a nuestro lado a gente que nos quiere y nos cuida.

3.   Ayudándoles a prestar atención a todas las cosas buenas que tienen o les ocurre. Haciéndoles conscientes de lo privilegiados que son en muchos aspectos de su vida: en el colegio, en la familia, con sus amigos.

4.    Enseñándoles a ser agradecidos no únicamente con palabras sino también con los gestos, con abrazos que arropen, con palabras que acaricien o besos que contagien felicidad. 

5.    Explicándoles la importancia que tiene el rodearnos de personas con actitud positiva y agradecida que les ayuden a sumar. Aprendiendo a identificar a aquellos que no les aportan cosas positivas.

6.    Estableciendo rituales de gratitud diarios que les ayuden a conectar con el presente, a saber por qué tenemos que estar agradecidos, a valorar cada pequeño logro y a mirar al futuro con optimismo. Escribir un diario de gratitud o elaborar tarjetas de agradecimiento puede ser un buen recurso.

7.    Ayudándoles a reflexionar sobre lo que necesitan o desean los demás, recordándoles la importancia que tiene que den las gracias a cada persona que les acompañan en el camino, que les ayudan y confían en ellos.

8.    Animándoles a ayudar a aquellos que lo necesitan: en casa cumpliendo con las tareas asignadas, en la escuela teniendo una buena actitud en clase o colaborando con un compañero que muestra dificultades, respetando a los adultos.

Ojalá seamos capaces de conseguir que adultos y niños jamás olvidemos este proverbio judío “El que da no debe volver a acordarse, pero el que recibe nunca debe olvidar”

dimarts, 9 de març del 2021

APRENDER A VIVIR EN LA INCERTIDUMBRE

Vivimos tiempos inciertos a nivel individual y colectivo. En un mundo volátil, vacilante y muy complejo. Nuestra sociedad se tambalea ante tanto cambio mientras intenta hacerle frente a una crisis sanitaria, económica y social que está transformando nuestra forma de leer la vida, de relacionarnos y de planificar el futuro. Ahora ya nada es previsible y las reglas del juego han cambiado drásticamente para todos.

Todas las previsiones sobre el futuro se han visto superadas. Si algo nos ha recordado y puesto de manifiesto la pandemia del COVID-19 es que la vida es cambio continuo y no podemos hacer nada para controlarlo. Unos cambios que en muchas ocasiones nos producen inseguridades, nos vuelven vulnerables y ponen en evidencia todas nuestras fragilidades.

Ante la incerteza, parece que dentro de nosotros todo se tambalea y nos sumergimos en un tsunami emocional que nos contagia de inseguridad, preocupación y desconcierto, que nos hace ver la vida con pesimismo o pánico.

La incertidumbre ha afectado todos los ámbitos de nuestra vida, ha creado una nueva normalidad donde las reglas no están claras y parecen no existir. La imposibilidad de tener respuestas inmediatas pone en jaque toda nuestra planificación y hace que nos invada el miedo. Un miedo al futuro, a perder las rutinas que tanto nos protegen, a no saber qué pasará con nuestro trabajo o salud.

Sentir que hay cosas que se escapan de nuestro control nos angustia, nos paraliza, no nos permite disfrutar del presente. Nos hace estar en continua alerta, a sumirnos en la tristeza, el estrés y la desconfianza.

La incertidumbre es una reacción normal y adaptativa ante una situación imprevista que nos exiges un gran esfuerzo psicológico. Ante ello tendemos a mostrar una actitud negativa, a temer el peor de los desenlaces, a mostrar la mayor de nuestras inseguridades.

Es capaz de paralizarnos, de condicionar nuestras elecciones, de hacernos sentir pequeños. Sin duda uno de los aprendizajes más importantes que deberíamos regalar a nuestros hijos es aprender a gestionar las emociones que les generará la falta de certezas. Educar ante la incertidumbre es ineludible para que aprendan a encarar la vida con ilusión, para que sepan solucionar los contratiempos y buscar respuestas a todas las situaciones nuevas que les brinden los cambios con calma y optimismo. 

No podremos garantizar el futuro de nuestros hijos pero si darles las herramientas necesarias para que ellos sean capaces de construir su camino, de buscar los recursos o aliados que necesiten y tomar sus propias decisiones con libertad y responsabilidad.

Dotarles de una base psicológicamente fuerte para poder convivir con las incertezas y desarrollar una capacidad adaptativa que les permita ser felices y resilientes.

Educar ante la incertidumbre es enseñar a pensar, a decidir y a vivir en sociedad. Aprender a darle una coyuntura al cambio, a los contratiempos y las oportunidades. Vivir en el aquí y el ahora de forma consciente sin preocuparnos demasiado por lo que pasará mañana.

 ¿Cómo podemos educar ante la incertidumbre?

. Haciéndoles tomar conciencia que la vida es un enigma que tenemos que aprender a descifrar y comprender a diario. Aceptando los cambios, los tropiezos y las crisis como una oportunidad para la mejora continúa.

. Acompañándoles con serenidad y calma, ofreciéndoles confianza y creando pequeñas certidumbres que les ayuden a forjar raíces firmes y un buen desarrollo psicológico e intelectual. Recodándoles a diario que pase lo que pase estaremos a su lado.

. Convirtiéndonos en el mejor ejemplo a la hora de aceptar el cambio, de tener una actitud positiva ante la vida, de creer en el trabajo, la disciplina y la perseverancia como valores esenciales para conseguir todo aquello que nos proponemos.

. Motivándoles a hacerse preguntas, a buscar respuestas ingeniosas, a indagar y gestionar adecuadamente la información. A desarrollar un espíritu crítico que les permita analizar objetivamente las situaciones, tener capacidad de análisis, razonamiento y posicionamiento.

. Mostrándoles la manera de identificar y comprender las emociones que les genera la incertidumbre, a hacerles frente de forma reflexiva, flexible e inventiva.

. Ayudándoles a tener una adecuada competencia personal desarrollando una buena autoestima, autonomía y empatía. Potenciando el autoconocimiento, el autoaprendizaje, la responsabilidad y la toma de decisiones consciente.

. Animándoles a hablar sin miedo de la incertidumbre, a compartir la vulnerabilidad y las inseguridades que los cambios les pueden provocar. 

. Enseñándoles a utilizar la incertidumbre como una oportunidad para plantearnos cómo queremos que sea nuestro presente y futuro, para transformar creativamente la realidad, para construir un mundo lleno de valores individuales y colectivos.

. Empoderándoles con palabras que alienten, que fortalezcan, que les hagan ser conscientes de sus fortalezas, capacidades y puntos débiles.

. Ayudándoles a desarrollar una inteligencia social que les permita conectar con los demás, creer en el trabajo en equipo, mostrarse disponibles para ayudar a los demás.

. Recordándoles a diario la importancia que tiene ser capaz de valorar lo cotidiano, apreciar la libertad, ser capaz de disfrutar de las cosas simples. Aprender a vivir con menos, a ser agradecido por lo mucho que ya tenemos, a aprender a relativizar.

Immanuel Kant decía que se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incerteza que es capaz de soportar, consigamos que nuestros hijos le hagan frente con maestría, surfeando todos los cambios que el destino les tiene preparado y disfrutando con ello.