Sònia

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divendres, 13 de desembre del 2019

CUANDO UN NIÑO DESCUBRE QUE ERES UN REY MAGO

- No hace falta que disimules, ya lo sé.


- A veces me cuesta aceptar que te hayas hecho tan mayor.

- Habéis hecho muy bien de pajes de Oriente.

- Espero que sus Majestades estén contentos con nuestro trabajo. 

- Si sé que vosotros sois los Reyes Magos,  ¿significa que ya no tendré regalos en Navidad?

El día que tu hijo o alumno te confiesa que sabe que los adultos son los mágicos de Oriente sientes como si un jarro de agua fría te recorriese la piel. Desde aquel preciso momento percibes que aquel niño que tiraba de la barba al Rey Melchor o lloraba cuando veía a Baltasar, empieza una nueva etapa en su vida.

Un período apasionante donde seguirá creciendo y aprendiendo, donde empezará a tomar sus propias decisiones y aprenderá a navegar siguiendo su instinto.  Ese preciso momento en el que debes ir aprendiendo a dejarle volar y aceptar que deberá caer en muchas ocasiones para poder avanzar.

Siempre he intentado mantener la magia con mis pequeños al igual que lo hicieron mis padres conmigo. Años después recuerdo con añoranza cuando mi padre limpiaba sus botas camperas con esmero el día antes que apareciera Papa Noel en mi colegio y cómo ese barrigudo con traje rojo  me cogía en brazos y me recordaba con cariño cada una de mis travesuras.

Creo firmemente en la necesidad de ayudar a nuestros hijos a desarrollar su pensamiento mágico, alimento imprescindible para germinar la fantasía y creatividad. 

Hacerles creer en personajes imaginarios, llenos de hechizo y sutileza, potencia su desarrollo emocional y colma la infancia de ensueño y emoción. 

Nunca pensé que cuando les hablaba de los Reyes Magos les estaba engañando sino que únicamente acaramelaba el camino de hacerse mayor. Sin duda uno sus mejores recuerdos de la infancia será siempre cuando una noche del 5 de enero los tres Reyes se colaron en nuestro salón y se dejaron susurrar al oído cada uno de sus deseos.

Creer en Gaspar, Papá Noel o el Ratoncito Pérez ayuda a los niños a comprender el mundo que les rodea. Personajes que reparten amor, ilusión y sonrisas, que endulzan la vida de momentos en los que no acaban de entender el firmamento. 

Personalidades que explican parte importante de nuestra cultura y nos hacen memoria de situaciones de nuestra infancia que provocan que se erice nuestra piel. Personajes que se convierten en los mejores mensajeros de valores como la bondad, el compañerismo o la generosidad y nos recuerdan que todos nuestros sueños se pueden hacer realidad siempre que los persigamos con todo nuestro empeño.


Y no encuentro mejor manera que mi hijo mayor haya entrado en el mundo de los adultos que convirtiéndose en el mejor cómplice de los reyes de Oriente para su hermano, en un porteador más del secreto universal de los niños, en un guardián más de la magia.

Cuando los niños descubren el gran secreto momento de aprender que lo mejor de los regalos, no es lo que hay debajo del envoltorio, sino en las manos que te lo ofrecen. De empezar a leer la vida de forma diferente aprendiendo que los sueños se consiguen con constancia y mucho trabajo, de comprobar que los errores se convertirán en grandes maestros a la hora de caminar.

De ser capaz de conseguir que te de igual perder si lo has intentado, de caer las veces que sean necesario, de querer contribuir a que este mundo sea cada día un poco mejor. 
La tarea de los adultos sigue siendo las misma hacer creer a nuestros pequeños en la magia del mundo, de las personas, de los detalles, de las miradas, las sonrisas, de los te quiero. 

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