Sònia

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divendres, 26 de maig del 2023

Besar y abrazar a tu hijo no es malcriarle, es apostar por un modelo de crianza basado en el afecto

Las personas somos seres afectivos por naturaleza. Si se le pregunta a un adulto qué es aquello que más recuerda de su infancia, seguramente describa situaciones en las que sus padres o cuidadores habituales le mostraban algún tipo de afecto. Momentos en los que parecía que el tiempo se detenía y los problemas se hacían mucho más pequeños. Donde un buen abrazo, una palabra o un beso tenían el gran poder de hacerle sentir mucho mejor. Muestras de cariño que eran capaces de calmar el dolor, de acompañar las emociones con mimo y ternura y de fortalecer el corazón.

Si hay algo que tienen en común todas las personas es que necesitan sentirse cuidadas y aceptadas para ser felices. No hay nada más reconfortante para un niño o adolescente que sentir que sus padres le acompañan con grandes dosis de afecto y paciencia. Que le educan con cariño y respeto, aunque cometa errores, y le regalan el tiempo que necesita para aprender sin miedo a equivocarse. Que dan respuesta a sus necesidades y le aceptan tal como es, sin imponerle unas expectativas desacertadas.

A lo largo de la infancia y la juventud, el niño o adolescente necesita consolidar relaciones afectivas sólidas y seguras que le ayuden a desarrollarse en armonía, que le permitan crecer en un entorno de confianza en el que se sienta protegido y acompañado.

Mostrar atención y amor a un niño o adolescente nada tiene que ver con malcriarle. De forma muy equivocada, hay quien piensa que besar o abrazar a menudo convierte a un niño en una persona tirana que solo es feliz si consigue aquello que desea. El cariño es totalmente compatible con establecer normas y límites claros que enseñen lo que debe o no hacer. El cariño es imprescindible en el proceso de crianza, educar en el afecto es de vital importancia para un sano desarrollo personal, emocional y afectivo. El tono afectivo que rodee al niño determinará en gran medida su actitud ante la vida y la forma en la que se enfrente a las dificultades.

Un chico que crece en un ambiente estable y equilibrado tendrá más facilidad para interpretar su entorno de forma positiva y para construir un buen autoconcepto de sí mismo. Será una persona adulta con una buena autoestima, segura, responsable, colaboradora y feliz. 

Tendrá una mayor capacidad de hacer frente a la frustración, para esforzarse por conseguir todo aquello que se proponga y enfrentarse con éxito a las distintas situaciones que le regale la vida. En cambio, si crece en un entorno desagradable e inseguro, donde no se le da respuesta a sus necesidades y aspiraciones, se sentirá desconcertado y con muy poca confianza en sí mismo. Si se siente poco querido o acompañado, reclamará la atención de sus padres constantemente de forma desajustada y mostrará muchas dificultades para relacionarse correctamente con aquellas personas con las que se relaciona y convive.

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