La muerte es una parte ineludible de la vida pero, ¿cómo se le explica a un
niño que jamás volverá a ver a su abuelo? ¿Cómo se le consuela dos años después
que siguen llorando su muerte? ¿Cómo hacerles entender que una maldita enfermedad,
llamada cáncer, les privará para siempre de sus abrazos, sus cuentos inventados
o sus horas de pesca?
Mañana hará dos años que el yayo Paco no está. Mis hijos conocían la muerte
sólo en las películas, los dibujos animados o las conservaciones entre adultos. Hace dos veranos les tocó muy de cerca. Sin duda, el momento en que les comunicamos la muerte de su abuelo fue uno de
los más desgarradores de mi vida. Ver sufrir a un hijo te parte el alma.
Fue bien curiosa la forma como
reaccionaron ante tal cruel noticia. Pol
se sumergió en un profundo silencio sin dejar que lo abrazásemos. Xavier, en cambió,
sacó toda su ira al instante, intentó pegarnos mientras nos culpaba de no haber
buscado los mejores médicos para poder curarlo. Su rabia lo rompía por dentro. Si
para nosotros era casi incomprensible que se hubiese ido en tan sólo veinte días,
¿cómo lo iban a entender ellos?
Desde el principio les dijimos la verdad, sin metáforas complicadas. No
escondimos nuestras propias emociones y les ayudamos a expresar las suyas. Aquí
papá fue muy, muy valiente. Lloramos juntos, elegimos la estrella que más
brillaba para tenerle cada noche presente.
Intentamos mostrarnos comprensibles
con algunas conductas y nos esforzamos para que entendiesen todo lo que había
pasado. Contestamos cada una de sus preguntas, nos vieron tristes, compartimos
el duelo. Les mostramos seguridad y confianza en el futuro. Conseguimos que
entendiesen que la muerte es universal e irreversible. Dejar fluir el dolor y
los sentimientos amargos nunca es fácil.
Es bien curioso ya que con el paso del tiempo el yayo se hace cada día más
presente. Después de meses convulsos fuimos perdiendo el miedo a hablar de él, a
expresar todo lo que le echamos de menos. A recordar todo lo que nos gustaba de
él y como se enfadaba cuando correteaban por su casa. Mis hijos lo nombran
diariamente, hablan con su prima de todo aquello que el yayo les aportaba, lo
extrañan en cada cumpleaños .Estoy convencida que cuando soplan la vela del
pastel algún deseo está relacionado con lo mucho que lo echan de menos.
Mañana será un día complicado pero seguro que pasado lo volveremos a ver
todo de otro color. Estoy convencida que desde allí arriba nos echa cada
día una mano. Recuerda que el 5 de
octubre te esperamos en la alfombra roja.
Tus tres nietos, tu mujer, tus dos hijos y yo te echamos muchísimo de
menos.
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